Alberto Reig Tapia

Alberto Reig Tapia (Madrid, 1949)[1] es un historiador y politólogo español, catedrático y Jefe de Área de Ciencia Política de la Universidad Rovira i Virgili[2] de Tarragona desde el 2001, especializado en la política española contemporánea.

Alberto Reig Tapia

Biografía

Alberto Reig Tapia se licenció Ciencias Políticas, Sociología y Ciencias de la Información y, en 1982, se doctoró en Ciencias políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Posteriormente realizó un doctorado bajo la dirección del historiador Manuel Tuñón de Lara en la Universidad de Pau (Francia). Ha sido profesor del Departamento de Ciencia Política y de la Administración (1974-2000). Y ha impartido cursos de política española contemporánea en distintas Universidades de Nueva York.[3] Desde 2001 es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rovira i Virgili.

Especializado en la España contemporánea desde la perspectiva de la cultura política: proceso histórico, actitudes, comportamiento, violencia, legitimación y mitologización políticas en la II República, la Guerra Civil, el franquismo, y la democracia. Participó como investigador en la serie documental emitida por TVE y dirigida por Ricardo Blasco, «Memoria de España: medio siglo de crisis, 1896-1936» (1983), y como asesor-redactor en la serie dirigida por Pascual Cervera «España en guerra, 1936-1939» (1987). Fue fundador y miembro de la junta directiva de la Sociedad de Estudios de la Guerra Civil y del Franquismo (SEGUEF) en 1986. Actualmente pertenece al Centre d'Estudis sobre les époques Franquista i Democrática (CEFID). Es miembro cofundador (2013) de CECOS (Centro de Estudios sobre Conflictos Sociales: guerras, exilios, transiciones y migraciones en el mundo contemporáneo) de la URV.

El autor criticó entre los años 1979 y 1986 la metolodogía y los estudios de Ramón Salas Larrazábal sobre las víctimas de la guerra civil.[4] En este sentido, Francisco Espinosa Maestre, que formó parte de la comisión de expertos que asesoró al juez Baltasar Garzón en su Auto sobre los crímenes franquistas contra la Humanidad, ha dicho que: «es preciso reconocer la deuda que todos los investigadores de la represión tenemos hacia Alberto Reig Tapia, el primero que, desde el interior, reflexionó y puso un poco de orden en cuestión tan complicada y cuyas investigaciones [...] siguen siendo de obligada consulta».[5]

Ha criticado también el olvido al que se habría sido sometido al pasado inmediato de España durante la democracia, que habría gozado de la anuencia de la izquierda, efectuado con motivo de favorecer un consenso durante la Transición.[6] Autor de la obra Anti Moa. La subversión neofranquista de la Historia de España, es uno de los críticos más acendrados del autor revisionista Pío Moa.[7] Al final del libro (pág. 486) escribe Reig Tapia: «Estamos, evidentemente, muy convencidos de la tesis fundamental que hemos desarrollado a lo largo de estas páginas: Moa no es un historiador y lo que escribe no es historiografía». Reig Tapia lo sitúa en el campo de la «historietografía» (pág. 53; cursiva de Reig Tapia).[nota 1]

Posicionamiento en contra del proceso independentista catalán

Comenzó a posicionarse en contra del procés en los diversos artículos de opinión que escribió sobre el tema en el Diari de Tarragona a partir de 2014, el primero de los cuales se titulaba «El poder y el derecho a decidir» (2 de febrero de 2014).[8]

El 17 de septiembre de 2017 fue uno de los ocho únicos profesores universitarios catalanes ―entre ellos Félix Ovejero y Francesc de Carreras, fundadores de la asociación Ciutadans de Catalunya― que firmaron el manifiesto Parar el golpe. 500 profesores en defensa de la democracia constitucional, cuyos primeros firmantes eran Fernando Savater y Ángel Viñas y que fue hecho público diez días después de que la mayoría independentista del Parlamento de Cataluña aprobara entre los días 6 y 7 de septiembre la Ley del referéndum de autodeterminación de Cataluña y la Ley de Transitoriedad que rompían con la legalidad constitucional y estatutaria y que fueron inmediatamente suspendidas (y más tarde anuladas) por el Tribunal Constitucional. En el manifiesto se exigía al Gobierno de Mariano Rajoy que impidiera «la celebración de un falso “referéndum” ilegítimo e ilegal, poniendo a disposición de la justicia a los responsables de este atropello a la democracia y haciendo que recaiga sobre ellos todo el peso de la ley».[9][10]

El 21 de septiembre, al día siguiente de que se produjeran los incidentes ante la Consejería de Economía y solo cuatro días después de la publicación del manifiesto Parar el golpe, el Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes de la Universidad Rovira i Virgili (SEPC-URV), pedía la dimisión de Alberto Reig Tapia por haber firmado un manifiesto que atentaba contra «las libertades y los derechos del pueblo catalán» y animaba «a la censura y al uso de la violencia contra la voluntad popular». El comunicado del SEPC-URV acababa con la frase: «El fascismo avanza si no se lo combate».[11] También fue objeto de ataques en las redes sociales —«que lo decapiten a este espabilado», se dijo en un tuit (en castellano); en otros se le llamaba «feixista» ('fascista')— y su retrato a todo color apareció en un medio independentista digital junto con los de otros seis profesores universitarios catalanes que también habían firmado el manifiesto Parar el golpe. Ningún profesor ni ninguna autoridad académica de la Universidad Rovira i Virgili, y de ninguna otra universidad catalana, salió a defender su derecho a expresarse libremente. Sí que lo hicieron tres centenares de profesores de universidades españolas y extranjeras que suscribieron el manifiesto «En defensa de la libertad de expresión de los profesores en Cataluña» publicado en El País el 29 de septiembre de 2017. Los dos primeros firmantes del manifiesto fueron los hispanistas John H. Elliot y Joseph Pérez.[12][13]

A principios de 2021 Reig Tapia publicó el libro El desafío secesionista catalán. El pasado de una ilusión,[nota 2] en el que realizaba un duro alegato contra el nacionalismo catalán en general[14][nota 3] y contra el independentismo-secesionismo en particular,[nota 4] completado con una visión muy crítica de los acontecimientos del otoño de 2017,[nota 5] y una defensa de los principios e ideas del constitucionalismo-unionismo.[nota 6] También se ocupó de desenmascarar a los pseudohistoriadores, historietógrafos como él los llama, del Institut Nova Història. Reig Tapia se define en el libro como un «antinacionalista ‘’tout court’’» (p. 38) pues todos los nacionalismos «llevan consigo el estigma de una ideología negativa y excluyente y en cuanto pueden impositiva y expansionista» (p. 502). Y respecto a España Reig Tapia se incluye entre aquellos que la consideran «como una pluralidad fascinante en su rica variedad, dado el conjunto de diversos elementos históricos y culturales que la constituyen. […] Yo, desde luego, soy de los que se apuntan a construir y reforzar esa bendita variedad, pero en modo alguno a destruir y debilitar su magnífica unidad y solidaridad. Y menos en nombre de la democracia, que es plural por definición o no es» (pp. 21-22). «Vivimos en un país libre y gozamos de una Constitución que garantiza y protege los derechos humanos fundamentales de todas las personas con independencia del lugar donde nacieron o donde vivan» (p. 520) «Lo que hay que hacer es estimular y educar en el principio de la diversidad. Es el único camino para escapar a la maraña de mentiras que se tejen en torno al mito de la identidad» (p. 155).

Obra

Autor

  • Ideología e historia. Sobre la represión franquista y la Guerra Civil, Prólogo de Manuel Tuñón de Lara, Madrid, Akal, 1984.
  • Violencia y Terror. Estudios sobre la Guerra Civil Española, Madrid, Akal, 1990.[3]
  • Franco «Caudillo»: Mito y realidad, Madrid, Editorial Tecnos, 1995.[15]
  • Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu, Madrid, Alianza Editorial, 1999.[16]
  • Franco, el César Superlativo, Madrid, Editorial Tecnos, 2005.[17]
  • La cruzada de 1936: mito y memoria, Madrid, Alianza Editorial, 2006.[18]
  • Anti-Moa. La subversión neofranquista de la Historia de España, Prólogo de Paul Preston, Barcelona, Ediciones B, 2006.[19][20]
  • Revisionismo y política. Pío Moa revisitado, Madrid, Foca, 2008.
  • La crítica de la crítica. Inconsecuentes, insustanciales, impotentes, prepotentes y equidistantes, Madrid, Siglo XXI, 2017.
  • «La política, la Constitución y la soberanía. Sobre Cataluña en el aniversario de la Constitución», en Benigno Pendás (director), España constitucional (1978-2018): Trayectorias y perspectivas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2018, vol V, pp. 4257-4276.
  • «España y Cataluña. Un inquietante malestar», en Álvaro Soto (coordinador), La democracia herida. La tormenta perfecta, Madrid, Marcial Pons, 2019, pp. 355-385.
  • El desafío secesionista catalán. El pasado de una ilusión, Madrid, Editorial Tecnos, 2021.

Editor

Como editor y autor:

  • Manuel Tuñón de Lara. El compromiso con la Historia. Su vida y su obra, con José Luis de la Granja Sainz. Prólogo de Pedro Laín Entralgo. (Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Bilbao, 1993).[21]
  • Tuñón de Lara y la Historiografía Española, con José Luis de la Granja Sainz y Ricardo Miralles. (Siglo XXI de España. Madrid, 1999).[22]
  • Exilios en el mundo contemporáneo: vida y destino, con Josep Sánchez Cervelló. (Publicacions Universitat Rovira i Virgili / Universidad Autónoma de la Ciudad de México / Sistemas de Inteligencia en Mercados y Opinión. Tarragona / México D.F. 2016).
  • Transiciones en el mundo contemporáneo, con Josep Sánchez Cervelló. (Publicacions Universitat Rovira i Virgili/ Universidad Nacional Autónoma de México. Tarragona / Ciudad de México, 2016).
  • La Guerra Civil española, 80 años después. Un conflicto internacional y una fractura cultural, con Josep Sánchez Cervelló. (Tecnos. Madrid, 2019)

Valoraciones

Sobre su obra historiográfica han dicho otros historiadores:

Miguel García-Posada afirmó en 2000 que Reig «demuestra un conocimiento encomiable de la memoria literaria de la Guerra Civil».[23]

Juan-Sisinio Pérez Garzón dijo en 2001 de Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu que es un trabajo imprescindible cuya lectura es justo recomendarla para que las sucesivas generaciones conozcan los sufrimientos que conllevó la dictadura y que «mantiene sin rodeos la utilidad social de la memoria histórica para organizar una convivencia democrática».[24]

Pedro Carlos González Cuevas sostuvo en 2008 que en la obra de Reig Tapia «prima claramente el pathos sobre el logos» y consideró al autor «continuador y heredero» del «frentepopulismo historiográfico».[25]

Estanislao Cantero sostuvo en 2009 que en la obra de Reig Anti Moa. La subversión neofranquista de la Historia de España «hay que hacer una distinción permanente entre lo que es puro panfleto y lo que es crítica histórica» y consideraba que Reig Tapia era probablemente el caso más representativo de una nueva historiografía que «se esfuerza en demoler».[26]

La hispanista canadiense Maryse Bertrand dijo en 2002 de Memoria de la Guerra Civil que «constituye un excelente repaso de las producciones culturales de la guerra fratricida y sus consecuencias, un análisis profundo y original de los mitos creados por la "tribu española"».[27]

Enrique Moradiellos notó en 2002 un «propósito general polemista y combativo» en la obra de Reig Tapia,[28] y consideró que el libro Memoria de la Guerra Civil «puede entenderse como el punto culminante de una trayectoria personal de investigación sobre el tema que tuvo su arranque con un estudio pionero [Ideología e historia] [...] y sentó un hito destacado con su penúltimo libro [Franco «caudillo». Mito y realidad]. Al igual que estos trabajos previos, la obra reseñada refleja claramente algunas de las características del modus operandi de Alberto Reig Tapia en su doble calidad de politólogo e historiador contemporaneísta» destacando «la exhaustividad de la búsqueda de fuentes informativas (tanto archivísticas como hemerográficas o bibliográficas), el gusto por la precisión del detalle crucial o anecdótico y la ponderación crítica de los testimonios contrapuestos sobre aspectos polémicos o debatidos».[29]

Notas

  1. «Lo que incontinentemente produce Moa no es historia» (pág. 165). «Publica sobre historia pero no hace historia, y “eso” es lo que la crítica especializada le reprocha fundamentalmente» (pág. 479). «Moa se cree con derecho a reivindicarse como historiador amparándose en que la mayor parte del común cree que por el solo hecho de escribir sobre “temas” históricos se expenden automáticamente los títulos de historiador en el cajero de la esquina» (pág. 53). «Moa es un publicista sobre temas más o menos históricos, que es cosa bien distinta» (pág. 165). «Un publicista de fortuna que responde al insólito caso de surgir de la nada. […] Los autores de obras con un mínimo de relevancia historiográfica son previamente conocidos por sus ponencias en congresos de especialistas… y por artículos científicos que publican… No es el caso» (pág. 477).
    Reig Tapia sitúa a Moa en el campo de la «historietografía» (pág. 53; cursiva de Reig Tapia) y lo califica como mero «fenómeno mediático» (pág. 54). Su «obra» (comillas de Reig Tapia) no merece «la menor consideración entre los profesionales» de la historia (pág. 53). «La obra de Moa ha suscitado el rechazo firme y unánime de la comunidad historiográfica nacional e internacional» (pág. 168) «Moa no acepta la discusión historiográfica, académica, ni la esgrima dialéctica. En cuanto le contestan… se hace la víctima… cuando no insulta y se queja de que el gremio (profesores, historiadores) es soberbio, infatuado y no le admira como él cree merecer» (pág. 481) «No es confrontación política izquierda/derecha sino profesionalidad digna/indigna manipulación» (pág. 482) «Moa no es “autor” salvo de refritos nada originales y transtextualidades propias y ajenas. Sus inexistentes resultados, tras estudiarle, son abiertamente propagandísticos, nunca académicos» (págs. 479-480).
    Moa «ignora» hasta «los más elementales rudimentos» del «método científico propio de todas las ciencias (incluidas naturalmente las sociales)» (pág. 54). «Para su desgracia se le nota demasiado su evidente orfandad teórica y metodológica» (pág. 168). «Moa ignora toda la bibliografía académica de los últimos años, entre la que se encuentran nombres señeros de la historiografía contemporaneísta española y del hispanismo más acreditado, que han hecho importantes contribuciones a nuestro conocimiento del pasado en todas su perspectivas y capítulos sobre la sólida base de un trabajo serio en los archivos y un análisis bibliográfico convincente…» (pág. 172).
    Reig Tapia también lo considera un continuador de la historiografía franquista. Sobre su libro Los mitos de la Guerra Civil dice que «es un perfecto compendio de los tópicos esenciales de la “historiografía” franquista debidamente adaptados desde el punto de vista formal a los nuevos tiempos». «Esa es la gran aportación de Pío Moa» (pág. 164). En realidad, los libros de Moa «no descubren absolutamente nada… Vuelven sobre argumentos y opiniones más que conocidos, archiconocidos…» (pág. 477) «Repite lo mismo y se reafirma en la “historiografía” franquista precedente…» (pág. 479) «Todo lo que escribe tiene un inconfundible olor a rancio, si bien lo maneja con indiscutible destreza…» (pág. 483).
    En conclusión, Moa, según Reig Tapia, «es la versión española, a la baja naturalmente, del “revisionismo” que ya se manifestó en Francia, Alemania o Italia hace unos años respecto a su propia historia. Supone, salvadas las distancias, una especie de “negacionismo”…» (pág. 481).
  2. "Considero mucho más adecuado y preciso referirme al "procés" como un intento de secesión que de independencia, pues nadie podemos independizarnos de nosotros mismos, pero sí pueden amputarnos un brazo o una pierna... Y por lo que respecta al subtítulo, que tomo prestado de un libro que causó un gran impacto entre los decepcionados comunistas y su propio autor (François Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX), que creyeron haber establecido en la tierra el soñado paraíso celestial, creemos que es suficientemente expresivo por sí mismo. Al igual que ningún comunista pudo imaginar que su ideal político supuestamente encarnado en la antigua URSS acabaría autodisolviéndose por sus propios errores, incapacidades y crímenes, tenemos la convicción, que trataremos de documentar, de que con el ideal secesionista (una rémora decimonónica insertos ya en el siglo XXI) ocurrirá más pronto o más tarde algo parecido, pese a desenvolverse en un momento de auge de los nacionalismos sin Estado", El desafío secesionista catalán, pág.29

  3. Siguiendo a Antonio Elorza Reig Tapia caracteriza al nacionalismo catalán como «totalista», es decir, que «pretende eliminar el pluralismo y la libertad» mediante «la actuación de un colectivo organizado que impone la homogeneización de las conciencias, desde sí mismo o en colaboración con el poder vigente» (pp. 57-59). También lo caracteriza como supremacista (p. 246), en cuanto que se basa en el «sentimiento de superioridad y exclusión» (p. 149), y como victimista, ya que, según Reig Tapia, «el victimismo forma parte indisociable de la idiosincrasia catalana» (p. 282; 296). También afirma que el nacionalismo catalán es insaciable y desleal porque «siempre utilizará la crisis del Estado para tratar de debilitarlo y en última instancia derribarlo» (p. 305; 510) y porque recurre al chantaje al Estado como táctica para alcanzar sus fines ―«“Dame más o me voy”»― (p. 354). Asimismo habla del «tribalismo ideológico nacionalista» (p. 360). En definitiva, según Reig Tapia, «el nacionalismo catalán no es otra cosa que una religión política. Y en cuestiones de fe y de creencias poco pueden los argumentos racionales y los datos empíricos» (p. 511).

    Por otro lado, el nacionalismo catalán fomenta el menosprecio y el odio a España (p.153). «El odio a todo lo español se viene inoculando en Cataluña desde que Jordi Pujol y CiU se hicieron con el control político de Cataluña… Así se pudo ir adoctrinando desde la escuela, desde los Media oficiales y desde la desobediencia subvencionada, ese odio estúpido, ese desprecio a todo lo español, siempre ridiculizado y presentado como vulgar y tosco, construido sobre una serie de mentiras y tergiversaciones históricas…» (p. 482).

    Entre los «mitos históricos» creados por el nacionalismo catalán Reig Tapia destaca el de que Cataluña constituyó en el pasado un Estado independiente, aunque nunca lo fue «ya que formaba parte de una agrupación política superior como era la Corona de Aragón» (p. 265) ―su fuente es el historiador aragonés José Luis Corral―. «La vieja nación catalana es, al fin de cuentas, un mito» (p.266). La llamada “confederación catalano-aragonesa” es una «pura invención», así como hablar de “condes-reyes”, «otra falacia más» (p. 157). «El pasado de una ilusión, además ficticia. España llegó a ser una nación y Cataluña no» (p. 516).

    Otro «mito» es el del «genocidio cultural catalán» (p. 207). «Tratar de seguir propagando la idea de que hubo una voluntad política de genocidio cultural, no ya por parte del Estado franquista, sino del Estado español a lo largo de la historia, responde a una maliciosa y despreciable voluntad de los sectores independentistas de sembrar odio y rencor entre catalanes y españoles» (p.218). Reig Tapia afirma que «pasada la primera oleada de revanchismo y rencor el Estado franquista no solo respetó el uso privado, sino que promovió el reconocimiento cultural del catalán y su aprendizaje, y de hecho en las escuelas municipales se enseñaba el catalán» (p. 215). Su fuente es Francisco Oya, colaborador de la Sociedad Civil Catalana y presidente de la Asociación de Profesores por el Bilingüismo, contraria al sistema de inmersión lingüística del catalán.

    «No hay día en que no se tenga noticia de alguna penosa manifestación de odio [a España]» (p. 463). Se ignora la «fiesta nacional española» «a la que jamás se digna acudir el Presidente de Cataluña, máxima autoridad del Estado en dicha Comunidad Autónoma, ofendiendo además gravemente a todos los españoles con motivo del “Día de la Hispanidad”, es decir de la cooperación fraternal entre los pueblos hispánicos…» (p. 232) Asimismo se desprecian «los símbolos constitucionales», «ante la impotencia del ciudadano común», «retirando la bandera constitucional de España de las sedes oficiales y de los ayuntamientos de mayoría independentista» (p. 453), y se prodigan «las pitadas al himno nacional español o al Jefe del Estado (símbolo de la Nación) ofendiendo con ello a la inmensa mayoría de los ciudadanos de España, que sean o no monárquicos o republicanos son y se sienten españoles» (p. 464). Además Reig Tapia constata actos de violencia contra los que defienden la unidad nacional española «que denotan un comportamiento perfectamente asimilable a la violencia desplegada por los nazis contra cualquier tipo de disidencia política en su lucha por el poder y pretensiones de “limpieza étnica” (política)» (p. 466). «El culmen de la degradación nacionalista se alcanzó con la terrible pandemia de la COVID-19… En este sentido el despliegue propagandístico del que se sirvió el independentismo catalán para atacar y tratar de desprestigiar al Gobierno y, por ende, a España no pudo ser más torticero» (p. 483).

    Frente a este despliegue nacionalista Reig Tapia se lamenta de «la pasividad e inoperancia de los sucesivos Gobiernos españoles tanto del PP como del PSOE para contrarrestar toda la propaganda y el discurso victimista alimentado por la Generalitat», lo que considera una actitud «tan irresponsable como incomprensible» (p. 30). «Desde el mismísimo principio de la restauración democrática en España estaba perfectamente claro… que a más o menos largo plazo no sería posible un entendimiento con el nacionalismo catalán. Jamás se acordaría un pacto constitucional con ellos que no contemplara la vía a la secesión» (p. 490). Sobre esta cuestión Reig Tapia cita el discurso de José Ortega y Gasset de 1931 en las Cortes republicanas: «yo sostengo que el problema catalán… es un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar…» (p. 512-513). Reig Tapia también culpa a la izquierda española: «La izquierda española tan crítica, y con toda la razón, con los excesos del nacionalismo español se ha manifestado siempre muy meliflua con los nacionalismos “periféricos” como queriendo hacerse perdonar no se sabe bien qué y convirtiéndose consciente o inconscientemente en aliada objetiva de unos intereses que no son ni pueden ser nunca los suyos» (p.61). En este sentido considera que la propuesta del «referéndum pactado con garantías» del «tándem Pablo Iglesias-Irene Montero» es una «simpleza» pues «pensar que un referéndum soluciona el problema… es una muestra de supina ignorancia o de una irresponsabilidad incomprensible para quienes se declaran no nacionalistas…» (p. 371) Según Reig Tapia, «la negociación inherente a la política es imposible siquiera emprenderla con la actual clase dirigente nacionalista catalana que ha conculcado gravemente toda la legislación propia de Cataluña y la general del Estado...» (p. 516).

  4. Reig Tapia culpa al independentismo-secesionismo catalán de haber fracturado Cataluña dividiendo a la sociedad catalana en dos bloques antagónicos (p. 24; 363) especialmente conforme «el sectarismo y el maniqueísmo más excluyente se fue haciendo cada vez más explícito» (p. 363). Rompió así «el ambiente de convivencia tradicional de Cataluña, de suyo plural e integrador» (p. 25), al «empecinarse en dividir y enfrentar al conjunto de los ciudadanos de Cataluña que convivían unos con otros sin mayores problemas…» (p. 374) y al considerar al «no separatista como un mal catalán y como un enemigo traidor a la santa causa de la Independencia» (p. 439). Así «el movimiento independentista catalán… se manifiesta cada vez más como una fanática secta que manipula desvergonzadamente la realidad e incita al odio y expulsión de Cataluña de quienes no comulguen con sus ideas» (p.346).

    Reig Tapia afirma que «el ideal secesionista [es] una rémora decimonónica» (p.29) y que los que lo defienden «empujan en sentido contrario al de los mejores deseos y anhelos de la Humanidad: suprimir fronteras, no crear otras nuevas…» (p. 30). La historia ha convertido la aspiración del «nacionalismo esencialista» a un Estado propio en «anacrónica» «en un mundo cada vez más globalizado» (p. 369). Al independentismo-secesionismo «no [le] interesa integrarse en España y desarrollarse más, económica, política y culturalmente junto a los demás europeos para ser más competitivos y más fuertes en un mundo global cada vez complejo. No, no, sale por lo visto más a cuenta aislarse, empobrecerse, apaletarse, ser cabeza de ratón mejor que cola (cabeza) de león, y así poder alzar la bandera de la república virtual catalana como primer paso de unos imposibles ‘’Països Catalans” que nunca fueron ni nunca serán» (p. 256).

    En cuanto al “procés” Reig Tapia considera que «es, fundamentalmente, una rebelión de los ricos y de los burgueses acomodados» (p. 47), cuyo objetivo es «asegurarse sus privilegios de clase, o de casta, o de tribu» (p. 415). Asimismo los promotores del “procés” «engañaron a conciencia a la ciudadanía catalana» cuando afirmaron que «una eventual declaración de independencia avalada por el voto popular no supondría la pérdida de su condición de pleno derecho de la UE» (p.243), o cuando se refirieron a «los 16.000 millones de euros anuales que se ahorraría Cataluña si se independizara» ―«la mentira más descomunal con la que se ha forjado el mito del expolio español»― (p. 407). «El engaño permanente del pueblo catalán por parte de sus líderes independentistas es una constante verdaderamente pugnaz» (p. 342). Así, «han creado una realidad virtual como consecuencia del espíritu infantil que los anima creyéndose, como los niños, sus propias fantasías» (p. 433).

    Por otro lado, el “procés” «ha erosionado gravemente los fundamentos mismos de la democracia. […] Su pertinaz desobediencia a las leyes, su insistente desprecio a la oposición y su prolongado desacato a los tribunales, marcan esa corrosión del orden democrático e institucional y deja al autogobierno repleto de instrumentos básicos desacreditados» (p. 453-454). «Estos iluminados desprecian y rechazan de plano la Constitución Española ignorando incluso los beneficios que les proporciona. Es tal su ceguera política que incluso no ven que esa misma Constitución es la que protege y garantiza sus derechos y les permite ser lo que ya son muy confortablemente, y que es tan garantista que incluso los defiende y protege de sí mismos» (p. 444).

    Reig Tapia califica a los líderes independistas de «provincianos y excluyentes» (p.155), de «politiquillos sectarios y maniqueos» (p. 396) y de «politicastros de chicha y nabo» (p. 519) movidos por una «insaciable ambición de poder» (p. 397). Sobre Carles Puigdemont dice que «se arrugó en el último momento» (p. 433) y se convirtió en un «prófugo de la justicia cómodamente instalado en el dorado exilio de Bruselas a gastos pagados» (p. 274), por lo que su «huida cobarde» a Bruselas es un «estigma que jamás podrá borrar de su biografía» (p. 427; 440). «Un prófugo de la Justicia de lujo con pretensiones de exiliado político para escándalo de todos los que sufrieron un verdadero y penoso exilio, como el mismo Josep Tarradellas sin ir más lejos…» (p.472). «Si Puigdemont hubiera sido menos cobarde y hubiera estado dispuesto a asumir el riesgo de ingresar en la cárcel, habría colocado al Gobierno en una situación sumamente delicada…» (p. 443). De Oriol Junqueras dice que a diferencia de Puigdemont asumió responsablemente la cárcel (p. 440). De Joan Tardá destaca «sus habituales diatribas antiespañolas» (p. 405), de Quim Torra, «fanático independentista», «sus incontinentes artículos trufados de supremacismo e incluso de abierto racismo» (p. 517) y de Gabriel Rufián «sus preciadas dotes para la demagogia» (p. 428). De Ernest Maragall dice que es un «patético anciano» (p. 470) y de Raúl Romeva que «se ve que le encanta hacer el ridículo» (p. 471). A Pere Aragonés le echa en cara que haya «catalanizado» «sus apellidos cambiándoles el acento o privándoles de los mismos» (p. 479). De Jordi Sánchez i Picanyol dice que se haya «cómodamente instalado en la cárcel de Lledoners» (p.467). Por último considera a Artur Mas, «un auténtico trilero» (p. 351) y de Jordi Pujol destaca que «de pretendido catalanista, pero hombre de Estado» pasó «a independentista y muñidor de un secesionismo claro y explícito» (p. 298). Esta valoración tan negativa de los líderes independentistas contrasta con la valoración de los dirigentes constitucionalistas, como el líder del PP Alejandro Fernández, del que dice que es «un diputado de excelente formación política y cultural» (p. 321).

    Reig Tapia concluye que «el “procés” ha fracasado, al menos la vía unilateral que impulsaron los líderes catalanes, y la exigencia de sentarse en una mesa de negociación con el Estado para conseguir el visto bueno a un referéndum, también. […] Ni ensoñaciones decimonónicas, ni revolución de las sonrisas, ni vía unilateral, solo destrozos callejeros. Nada» (p. 519). Pero «fracasado el plan A» «se han pasado a implementar el plan B consistente en sacar al Estado de Cataluña o expulsar por hartazgo a todos aquellos que no sean independentistas... Esa circunstancia se vivió muy trágicamente en el País Vasco…» (p. 414) Por otro lado, Reig Tapia denuncia «los alarmantes síntomas de impunidad para con los nacionalistas esencialistas y totalizantes que tratan de imponerse por la vía de la violencia…» (p. 458).

  5. Sobre los acontecimientos del otoño de 2017, Reig Tapia se refiere en primer lugar a «las turbas que impidieron el 20 de septiembre (2017) el cumplimiento de una orden judicial, no gubernamental, a la Guardia Civil que se disponía a registrar la sede de la Vicepresidencia y Consejería de Economía» (p. 425). En cuanto al referéndum del 1 de octubre ― del «“sí o sí”» o pseudorreferéndum― considera que «resultó un fracaso absoluto desde una perspectiva electoral y plebiscitaria… y más habiéndose desarrollado cometiendo todo tipo de trampas ―hubo «un fraude generalizado»― (p. 437), sin unas mínimas garantías formales, y sin ni siquiera alcanzar una mayoría nítida de partidarios del sí. Pero, desde una perspectiva propagandística para la causa independentista, resultó un gran éxito para los fines perseguidos por sus organizadores, que pese a los casos aislados y limitados de violencia policial exhibidos obsesivamente en los medios de difusión catalanes… les vinieron al pelo a los organizadores de semejante pantomima para redoblar la idiosincrasia victimista… ante la pasividad y el silencio del Gobierno de España y demás autoridades, que renunciaron a contrarrestar las falacias propagadas por los independentistas y sus medios de comunicación afines» (p. 422-423). Según Reig Tapia «la policía actuó torpe y descoordinadamente» pero la principal responsabilidad de la violencia del 1-O correspondió al gobierno de Cataluña que, tergiversando «a conciencia la realidad de los hechos», impulsó «a millones de ciudadanos a votar ilegalmente», lo que constituyó una «grave irresponsabilidad e imprudencia temeraria» al proclamar que «esa pretendida jornada electoral fuese una “fiesta de la democracia”, una fiesta popular, con ancianos, abuelitas y niños incluidos». Así, los expuso «a una confrontación indeseada para cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo sentido de la responsabilidad ya que podría provocar “daños colaterales” como efectivamente ocurrió» (p. 423-424). Reig Tapia afirma que «se sirvieron de centenares de personas de avanzada edad y de niños, no ciertamente en edad de votar, para constituir murallas humanas que impidieran a las FOP el desempeño de sus funciones cumplimentando las órdenes judiciales y las resoluciones del TC, no las órdenes del Gobierno “represor” como se pretende hacer valer. Lo verdaderamente milagroso es que no hubiera habido mayor número de heridos y no se produjera muerte alguna, pues ciertamente pareció ―como hemos dicho― que tal fuere el deseo “estratégico” de los organizadores para poder exhibirlos como mártires de la causa» (pp. 425-426). «Ancianos, papás y mamás con niños no precisamente en edad de votar, [eran] plenamente conscientes de que estaban cometiendo un acto ilegal e ilegítimo y con la evidente intención de utilizarlos como escudos humanos» (p. 73).

    Sobre la intervención del rey el 3 de octubre Reig Tapia escribe: «uno de los momentos culminantes del odio independentista al Borbón se manifestó tras la solemne y esperada alocución televisada, constitucionalmente impecable de Felipe VI, el 3 de octubre de 2017. […] Pretenden [los independentistas] que el trato real ha de ser el mismo para la inmensa mayoría de los ciudadanos respetuosos de las leyes ―y temerosos de Dios―, que para la minoría de, aquellos que se las pasan por el arco de triunfo y se creen ellos mismos con derecho a tener más privilegios que el mismísimo Dios… que todo lo puede. […] Los que recibieron con alivio el discurso del monarca no cuentan como de costumbre» (pp. 451-452)

    La declaración unilateral de independencia Reig Tapia la califica de «golpe de Estado» o de «golpe de Estado “soft”» (pp. 329; 344) y para justificar ese término alega: «¿Dónde está escrito que Golpe de Estado sea igual a Violencia?» (p. 336). También lo llama «revolución palaciega» perpetrada por la ‘’Generalitat” «contra el Estado de Derecho y el legítimo orden constitucional debidamente jaleada en la calle por las masas previamente incitadas a sostener la revuelta» (pp. 336; 339). Para Reig Tapia no hay discusión posible: «quien se sublevó fue el ‘’Govern de la Generalitat’’ con su “President” Carles Puigdemont al frente secundado por su Vicepresidente Oriol Junqueras… y el resto de “consellers” así como el conjunto de la coalición secesionista. […] Que asuman pues las consecuencias derivadas de ponerse abiertamente fuera de la ley quienes no solo no lo hacen, sino que encima se consideran legitimados moralmente para hacerlo y repetirlo» (p. 343).

    Sobre la artículo 155 de la Constitución Reig Tapia afirma que el PP lo aplicó «tarde y mal ―debido en gran medida a la imposición del PSOE y Cs―» (p. 441) pero que «evidentemente» «permitió la derrota de la Cataluña secesionista y la victoria de la constitucional» (p. 252). Y sobre las elecciones del 21-D Reig Tapia afirma que «Rajoy pagó con creces su lamentable política ―o falta de esta― en Cataluña, caracterizada por la ausencia del Estado en la región, el abandono de los catalanes que quieren seguir siendo españoles, su colaboración con el nacionalismo supuestamente moderado, su abstencionismo y la escasa firmeza mostrada por el Gobierno ante la insumisión permanente de las autoridades catalanas» (p. 441). Pero sobre todo Reig Tapia destaca que «el triunfo de Cs abrió una vía a la esperanza en medio de tanto oscurantismo y zozobra para los unionistas-constitucionalistas. Aunque todo parecía seguir igual tras las elecciones, la situación cambió de forma notable en el plano político y, sobre todo, en el psicológico y moral» (p. 431). Sin embargo, «la esperanza suscitada por Cs rápidamente se vio frustrada por la incomprensible ceguera y desmesurada ambición política de su líder, Albert Rivera,…» (p.30).

    Sobre el juicio y condena a los líderes independentistas Reig Tapia afirma que «fueron judicialmente investigados, preventivamente encarcelados y justamente sentenciados en un juicio público, procedimentalmente impecable y retransmitido en directo a todos los medios de comunicación del mundo» (p. 433), «por ello son políticos presos de una democracia y no presos políticos de una dictadura» (p. 243). «Llamar “presos políticos” a delincuentes de un Estado democrático es una grave ofensa para todos los presos políticos de la dictadura franquista» (p. 472). «España es una democracia moderna que respeta los derechos individuales y colectivos de sus ciudadanos y donde la división de poderes y el Estado de Derecho están garantizados» (p. 429).

  6. Reig Tapia niega que Cataluña tenga «derecho a decidir», «la autoconcedida condición de sujeto político independiente de España» al «pueblo catalán» (p. 375). El «derecho a decidir» es en realidad un eufemismo tras el que se esconde la reclamación del «derecho de autodeterminación» y este «solo tiene reconocimiento universal en situaciones coloniales y de opresión de minorías y maltrato de los derechos humanos, lo que excluye de modo terminante e inequívoco del “derecho a decidir” a los catalanes» (p. 402) «La ONU… excluye la secesión territorial de los estados democráticos que respetan los derechos fundamentales de sus ciudadanos y las competencias y singularidades específicas de sus territorios en materia lingüística o cultural, e incluso jurídica, como el Derecho Civil catalán, por no mencionar las políticas, económicas, educativas, sanitarias, etc.» (p. 377). Así, el “derecho a decidir” «es un pretendido derecho, falsamente democrático, que favorece abiertamente cualquier proceso secesionista y desintegrador de un Estado democrático y de cualquier sociedad mínimamente cohesionada por lo que pone en serio peligro la democracia en vez de reforzarla o ampliara» (pp. 65-66). «Ningún Estado democrático digno de tal nombre y digno de sí mismo se plantea su propia merma territorial y su eventual desintegración como nación» (p. 245). «El derecho a decidir… es la mayor falacia que el independentismo defiende y reitera hasta el hastío… Se ha convertido en el simple derecho a romper las reglas del juego porque a mí me da la gana» (pp. 233-234). «¿Acaso puede abrirse irresponsablemente la puerta a la división de la soberanía nacional y la desintegración del Estado? ¿Acaso alguna de las democracias más antiguas y desarrolladas del planeta estaría dispuesta a semejante locura política?» (p. 236). «Si todos tienen el derecho de autodeterminación, cualquiera puede exigirlo para él. En lógica consecuencia, hay que estar también dispuestos a admitir la autodeterminación del Valle de Arán o del Tarragonés…» (p. 379) «El surgimiento del fenómeno “Tabarnia”… más allá de lo anecdótico y provocador, ha sido extraordinariamente útil para hacerles probar a los sectores independentistas de Cataluña su propia medicina: una buena ración de aceite de ricino» (p. 501).

    Sin embargo, Reig Tapia admite que Cataluña podría ejercer el «derecho a decidir» cuando «alcanzara por vías pacíficas y democráticas una mayoría independentista lo suficientemente clara, amplia e inequívoca en el ‘’Parlament’’ que obligara al Gobierno español a negociar los términos de la secesión» (p. 237), lo que implicaría la «reforma constitucional que permitiera el reconocimiento del derecho de autodeterminación de Cataluña» (p. 251). Pero esto «no parece vislumbrarse en el horizonte político español ni a corto ni a medio plazo» (p. 377). «Todo esto lo sabían perfectamente los líderes del “procés”» (p. 518). «Por supuesto que es legítimo aspirar a la independencia… Pero para hacerlo habrá de someterse a los cauces democráticos establecidos por la vía parlamentaria primero, y no por la vía ilegal, plebiscitaria y populista que hasta ahora se ha seguido equivocadamente en Cataluña» (p. 66).

    Por otro lado, Reig Tapia sostiene que el castellano ―«la lengua común, que es la única que entienden todos los españoles con independencia de su comunidad de origen» y que es «la lengua propia de la mayoría de los catalanes… no el catalán»― (pp. 211; 480) está siendo marginado en Cataluña ya que «uno de los objetivos más firmes del independentismo catalán» es «imponer el monolingüismo» (p. 480), «lo que es ilegal, ilegítimo y fraudulento» (p. 211). «Desde las instancias oficiales (y las no oficiales, como vamos viendo) se trata de relegar el castellano todo lo que se pueda. Se le minusvalora desde los medios de comunicación propios o simplemente se le ningunea y humilla a sus hablantes como si fueran extranjeros para hacerles sentir que no están en su propio país o en el que creían haber desembarcado de acuerdo con el mapamundi en vigor» (p. 309). Todo responde al «rencor y obsesiva actitud antiespañola de los nacional-catalanistas más extremistas y radicalizados para con el idioma español» (p. 311). «Todavía se recurre a Franco a más de 40 años de su muerte, que se dice pronto y lo que te rondaré morena, para justificar lo injustificable: menospreciar, relegar, perseguir, prohibir… un idioma» (p. 323).

    Según Reig Tapia el catalán «goza del monopolio de la enseñanza primaria, secundaria y cada vez más en la universitaria a costa del español común» (p. 223) ―«¿en qué cabeza podía caber que el nacionalismo catalán haciendo uso de las competencias en materia educativa que el Estado ingenuamente le traspasó no iba a hacer un uso espurio de las mismas?»; «no se acaba de entender cómo el Estado español se dejó meter semejante gol lingüístico, único caso en el mundo»― (p. 274; 316). Reig Tapia considera que el sistema de inmersión lingüística ha fracasado porque «el resultado de esa equivocada e injusta política lingüística es que abunda demasiado el “catañol” (entendiendo por tal los que hablan mal ambos idiomas y meten constantemente morcillas del uno o el otro). Ese problema no lo sufren los hijos de la burguesía ni los de las clases adineradas. Los hijos de las élites estudian en el Liceo francés o en el Instituto Británico o similares y en escuelas privadas muy caras (¡y concertadas!)…» (p. 315). «Eso sí, si alguien osa defender una tercera hora de castellano en la enseñanza, saltan los guardianes de las esencias patrias y arman la marimorena…» (p. 231). «A lo mejor… de haber apostado fuerte por el trilingüismo, Cataluña estaría ahora a la cabeza de la Educación en España, lo que no es el caso precisamente» (p. 315). Así pues, según Reig Tapia, el modelo lingüístico «dista de haber alcanzado los originarios objetivos de perfecta integración social de todos los ciudadanos de Cataluña, porque lo que está produciendo dada la belicosidad independentista es la formación de dos bloques político-lingüísticos antagónicos precisamente por la politización de la lengua que promueve el nacionalismo étnico esencialista lo que impulsa una política de frentes absurda e irracional. Y, mientras tanto, el inglés sigue siendo la asignatura pendiente» (p. 318).

    En cuanto al movimiento constitucionalista-unionista Reig Tapia destaca que «la “mayoría silenciada” ha perdido el miedo tras el discurso institucional del Rey Felipe VI y la manifestación masiva del 8 de octubre [de 2017] en Barcelona» (p. 437), lo que se vio refrendado por el triunfo de Ciudadanos en las elecciones del 21-D. Así, «la otra mitad hasta ahora silenciada ha dicho “Prou” [Basta] y ha mostrado en las urnas ―como poco antes había hecho en las calles― su rechazo a la imposición, al supremacismo y al pensamiento único de los independentistas» (p. 439). Los líderes independentistas catalanes «han visto con horror que la mayoría silenciada e ignorada durante tantos años se movilizaba y presentaba cara a la fuerza mostrada por el separatismo en la calle» (p. 433) y defendía «sus derechos y dignidad maltratados» (p. 435). Las «manifestaciones masivas y pacíficas oponiéndose a las pretensiones secesionistas» «sorprendieron a los mismos líderes de la rebelión, que se creían que las calles eran solo suyas y ellos los ostentadores exclusivos del civismo más acendrado, encontrándose con una respuesta tan firme como masiva, tan serena como integradora» (p. 340). Mientras tanto, «al que se atreve apenas a abrir la boca cuestionando semejante propósito [la independencia de Cataluña] es de inmediato ninguneado, insultado y tachado de anticatalán o deleznable españolista ganándose con ello las, al parecer, merecidas llamas del infierno» (p. 493).

Referencias

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Bibliografía

Enlaces externos

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