Alce (Celtiberia)

Alce fue una población de Celtiberia de cuya existencia se tiene constancia gracias la información transmitida por Tito Livio al narrar la campaña militar de Graco durante el 179 a. C. en el interior peninsular.

Alce
Ciudad antigua y Ciudad celtíbera

Posible extensión de la Celtiberia.     arévacos     pelendones     berones     belos     tittos     lobetanos     lusones
Entidad Ciudad antigua y Ciudad celtíbera
 • Región Celtiberia
Habitantes Celtíberos
Fundación Anterior al 179 a. C. (año de la campaña de Graco en Celtiberia)
Correspondencia actual desconocida EspañaBandera de España España
Idiomas en la península ibérica prerromana,
alrededor del 200 a. C.[1]
Idiomas en la península ibérica en el 300 a. C.
Familias lingüísticas de la península ibérica antes de la romanización
C1: Galaicos / C2b: Brácaros / C3: Cántabros / C4: Astures / C5: Vacceos / C6: Turmogos / C7: Autrigones-Caristios / C8: Várdulos / C9: Berones / C10: Pelendones / C11: Belos / C12: Lusones / C13: Titos / C14: Olcades / C15: Arévacos / C16: Carpetanos / C17: Vetones / C18-C19: Célticos / C20: Conios / L1: Lusitanos / I1: Ceretanos / I2: Ilergetes / I3: Lacetanos / I4: Indigetes / I5: Layetanos / I6: Ilercavones / I7: Sedetanos / I8: Edetanos / I9: Contestanos / I10: Oretanos / I11: Bastetanos / I12: Turdetanos / G21: Galos / G1: Griegos / P1: Fenicios/Cartagineses / B1: Bereberes.

No se han encontrado hasta ahora elementos arqueológicos tales como miliarios, epígrafes o monedas que nos permitan establecer sin ningún género de dudas la ubicación actual de esta ciudad por lo que es necesario recurrir a la interpretación de ambas fuentes clásicas para determinar su localización. Debido a que el referido relato de Tito Livio ha sido objeto de diferentes valoraciones a lo largo del tiempo y que tampoco ha sido unánime la equivalencia de la Alces del Itinerario con la Alce indicada por Livio, las propuestas para situar geográficamente esta población han sido diversas con el tiempo.

Fuentes clásicas

Tito Livio

Alce aparece citada en el relato que el historiador romano hizo sobre la campaña de Tiberio Sempronio Graco durante el 179 a. C., concretamente en los párrafos 47, 48, 49 y 50 de su Ab urbe condita, libro XL :

Los propretores en Hispania, Lucio Postumio y Tiberio Sempronio, acordaron un plan conjunto de operaciones: Albino marcharía a través de la Lusitania contra los vacceos y regresaría luego a la Celtiberia; de estallar una guerra más importante, Graco se encontraría en las fronteras más lejanas de la Celtiberia. Este se apoderó al asalto de la ciudad de Munda, mediante un ataque nocturno por sorpresa. Después de tomar rehenes y poner una guarnición en la ciudad, siguió su marcha, asaltando los castillos y quemando los cultivos, hasta llegar a otra ciudad de excepcional fuerza, a la que los celtíberos llamaban Cértima. Se encontraba ya aproximando sus máquinas contra las murallas cuando llegó una delegación de la ciudad. Sus palabras mostraban la sencillez de los antiguos, pues no trataron de ocultar su intención de seguir la lucha si disponían de los medios. Pidieron permiso para visitar el campamento celtíbero y pedir ayuda; si se les rehusaba, decidirían por sí mismos. Graco les dio permiso y regresaron a los pocos días, trayendo con ellos diez enviados. Era el mediodía, y la primera petición que hicieron al pretor fue que ordenara que se les diera algo para beber. Después de vaciar las tazas pidieron más, ante lo que los presentes estallaron en carcajadas por su rudeza e ignorancia del comportamiento adecuado. A continuación, los más ancianos entre ellos hablaron así: "Hemos sido enviados por nuestro pueblo -dijeron- para averiguar qué es lo que te hace sentir confianza para atacarnos". Graco les contestó diciéndoles que él confiaba en su espléndido ejército y que si deseaban verlo por sí mismos, para poder dar completa cuenta a los suyos de él, les daría la oportunidad de hacerlo. Dio luego orden a los tribunos militares para que todas las fuerzas, tanto de infantería como de caballería, se equiparan al completo y maniobrasen con sus armas. Después de esta exposición, se despidió a los enviados y estos disuadieron a sus compatriotas de enviar cualquier tipo de socorro a la ciudad sitiada. Los habitantes de la ciudad, después de tener fuegos encendidos en lo alto de las torres de vigilancia, que era la señal acordada, viendo que era en vano y que les había fallado su única esperanza de ayuda, se rindieron. Se les impuso un tributo de guerra de dos millones cuatrocientos mil sestercios. Asimismo, debían renunciar a cuarenta de sus más nobles jóvenes caballeros; pero no como rehenes, pues iban a servir en el ejército romano, sino como garantía de su fidelidad.
Desde allí avanzó hasta la ciudad de Alce, donde estaba el campamento de los celtíberos del que habían llegado poco tiempo atrás los enviados. Durante algunos días se limitó a hostigar al enemigo mediante el envío de escaramuzadores contra sus puestos avanzados, pero cada día los enviaba en mayor cantidad para intentar sacar todas las fuerzas enemigas fuera de sus fortificaciones. Cuando vio que había logrado su objetivo, ordenó a los prefectos de las tropas auxiliares que presentaran poca resistencia y luego se dieran la vuelta, huyendo precipitadamente hacia su campamento, como si fueran superados numéricamente. Él, mientras tanto, dispuso a sus hombres en cada una de las puertas del campamento. No había pasado mucho tiempo cuando vio a sus hombres huyendo de vuelta, con los bárbaros persiguiéndoles en desorden. Mantuvo hasta este punto a sus hombres detrás de su empalizada y entonces, esperando únicamente hasta que los fugitivos encontraron refugio en el campamento, lanzó el grito de guerra y los romanos irrumpieron por todas las puertas de forma simultánea. El enemigo no pudo hacer frente a este ataque inesperado. Habían llegado para asaltar el campamento romano y ahora ni siquiera pudieron defender el suyo. Derrotados, puestos en fuga e impulsados por el pánico detrás de sus empalizadas, perdieron finalmente su campamento. Aquel día murieron nueve mil hombres, fueron capturados trescientos veinte prisioneros y se tomaron ciento doce caballos y treinta y siete estandartes militares. Del ejército romano, cayeron ciento nueve hombres.
Después de esta batalla, Graco llevó las legiones a la Celtiberia, que devastó y saqueó. Cuando los nativos vieron tomados sus bienes y ganados, sometiéndose voluntariamente algunas tribus y otras por miedo, en pocos días aceptó la rendición de ciento tres ciudades y consiguió una enorme cantidad de botín. Marchó después de vuelta a Alce y comenzó el asedio de aquel lugar. Al principio los habitantes resistieron los asaltos, pero cuando se vieron atacados por máquinas de asedio además de por armas, dejaron de confiar en la protección de sus murallas y se retiraron todos a la ciudadela. Por último, enviaron emisarios poniéndose ellos y todos sus bienes a merced de los romanos. Aquí se capturó una gran cantidad de botín, así como muchos de sus nobles, entre los que se encontraban dos hijos y la hija de Turro. Este hombre era el régulo de aquellos pueblos, y con mucho el hombre más poderoso de Hispania. Al enterarse del desastre a sus compatriotas, mandó a solicitar un salvoconducto para visitar a Graco en su campamento. Cuando llegó, su primera pregunta fue si se les permitiría vivir a su familia y a él. Al responderle el pretor que sus vidas estarían a salvo, le preguntó, además, si se le permitiría luchar del lado de los romanos. Graco también le concedió esa petición y él le dijo: "Te seguiré contra mis antiguos aliados, ya que ellos no han querido tomar las armas para defenderme". A partir de entonces, estuvo junto a los romanos y en muchas ocasiones sus valientes y fieles servicios resultaron útiles a la causa romana.
Tras esto, la noble y poderosa ciudad de Ercávica, alarmada por los desastres sufridos por sus vecinos, abrió sus puertas a los romanos. Algunos autores afirman que aquellas rendiciones no se hicieron de buena fe y que una vez Graco retiraba sus legiones, se renovaban las hostilidades; cuentan además que él libró una gran batalla contra los celtíberos en el monte Cauno, que duró desde el amanecer hasta el medio día, con muchas bajas por ambos lados. No se debe suponer de esto que los romanos hubieran alcanzado ninguna gran victoria, más allá del hecho de que, al día siguiente, desafiaron al enemigo que se mantenía detrás de su empalizada y pasaron la jornada recogiendo despojos. Afirman, además, que al tercer día se libró una batalla aún mayor y que entonces, por fin, los celtíberos sufrieron una derrota decisiva; su campamento fue capturado y saqueado, murieron veintidós mil enemigos, se tomaron más de trescientos prisioneros y casi el mismo número de caballos, así como setenta y dos estandartes militares. Esto dio fin a la guerra y se firmó una paz real, no indecisa como antes, con los celtíberos. Según estos autores, Lucio Postumio luchó dos veces con éxito aquel verano contra los vacceos, en la Hispania Ulterior, matando a treinta y cinco mil enemigos y apoderándose de su campamento. Se acerca más a la verdad la versión que cuenta que llegó a su provincia demasiado avanzado el verano como para llevar a cabo una campaña.

Este relato ha sido una de las fuentes antiguas sobre Hispania con la interpretación más polémica a lo largo del tiempo.[6] Esto se debe a que en el sur de Andalucía existen bien identificadas dos poblaciones de época romana con los nombres de Munda y Cártima algo que haría situar los hechos en esta área geográfica; sin embargo, lo que narra Livio es una campaña de conquista en el interior peninsular[7] que era la zona dónde los romanos luchaban esos años contra las tribus indígenas, estando la región donde se situaban las citadas Munda y Cártima bajo dominio romano desde al menos 27 años antes cuando en el 206 a. C. los cartagineses fueron expulsados de la península ibérica. Por este motivo, la interpretación de los estudiosos ha variado entre aquellos que localizan los hechos en el centro peninsular, en el occidente de Celtiberia y sus inmediaciones y los que los sitúan en otras zonas geográficas de Hispania.[8]

Teorías sobre su ubicación actual

A lo largo del tiempo y por diferentes estudiosos, se han postulado diversas teorías sobre la ubicación actual de Alce. Estas teorías pueden ser divididas, grosso modo, en dos grupos:

Teoría A

Teorías que identificando Alce con Alces sitúan la población en un área geográfica que se correspondería con la zona oriental de la unión entre las actuales provincias de Ciudad Real y Toledo. Estas hipótesis tienen ante todo en común el deseo de encajar la situación de Alces determinada por el trazado del Itinerario de Antonino XXIX y consideran que la campaña de Graco tuvo lugar en la carpetania sobre la zona suroeste de Celtiberia dentro de la Meseta Sur oriental.

Teoría B

Teorías que desechan que Alces y Alce sean la misma ciudad, por lo que valoran otros argumentos para su ubicación, variando desde evoluciones fonéticas del nombre original hasta el uso de la localización de esta población como refuerzo de un argumentario que sustente diferentes interpretaciones de la campaña de Graco.

Mapa de los territorios prerromanos en Hispania con indicación de diversas hipótesis para la localización de Alce fuera de la zona entre las actuales provincias de Toledo y Ciudad Real

Las principales localizaciones que siguen esta teoría son:

Ateca (Zaragoza)

Algunos autores como Miguel Martínez del Villar y Hernando (S. XVI), Juan Francisco Andrés de Uztarroz (S. XVII), el padre Traggia (S. XIX) y Francisco Ortega San Íñigo (S. XX) ubicaron en el término municipal de Ateca la ciudad celtíbera de Alce, nombrada por Tito Livio,[9] aunque hasta la fecha no se han encontrado evidencias que corroboren esta afirmación. El historiador Miguel Martínez del Villar (siglo XVI) sí que los sitúa en el mismo municipio y escribió lo siguiente:

«En el patronato de la Iglesia de Monubles ha entrado la de Ateca, población de moros, y fundado de las ruinas de la antigua e insigne ciudad de Alce, que después en tiempo del nunca dignamente alabado Cid Ruydíez se llamó Alcocer».

Los argumentos para sustentar esta afirmación son entre otros la cercanía al Moncayo, Ateca se encuentra situada en pleno sistema Ibérico, en el corazón de la Celtiberia, en territorio dominado por los Belos, mientras que otras localizaciones se alejan mucho de la Celtiberia, por lo que esta localización sigue siendo factible. También que la descripción de la zona encaja con lo expuesto por Tito Livio siendo una ciudad construida sobre un cerro, amurallada y con una ciudadela en lo alto. Además el hecho de que deje de mencionarse Alce y no se vuelva a tener noticias hasta el siglo III puede ser, bien por la decadencia de Alce, bien por el cambio de nombre al de Attakon o a otro, como el caso de Ilurcis que cambió su nombre por el de Graccurris en esas mismas fechas.[10] El término municipal atecano alberga diversos hallazgos arqueológicos que abarcan desde el Eneolítico hasta el Medioevo. En el paraje natural de «Las Carcamas» se han localizado dos áreas con resto arqueológicos. En el paraje de «Las Balsas», en un pequeño barranco que desagua en el Jalón, afloran a la superficie numerosos fragmentos de cerámica moldeada a mano, sin torno, con formas de grandes cuencos de paredes gruesas y grandes vasijas decoradas con cordones. Cronológicamente pertenecen a la Edad del Hierro I.[11] Muy próximo a este lugar, en el paraje denominado «La Mora Encantada», aparecen cerámicas Celtíberas con dibujos en bandas y círculos, piedras de molino.

La Alces mencionada a partir del siglo III en los itinerarios de Antonino no tiene por qué ser la misma que la mancionada por Tito Livio, ya que era bastante habitual encontrar en Hispania ciudades con el mismo nombre, incluso coetáneas y bastante cercanas entre sí. Tenemos el caso de las ciudades de Segontia de las que sólo en el recorrido de la vía XXV de los itinerarios de Antonino encontramos dos de ellas.

Entre Tudela (Navarra) y Tarazona (Zaragoza)

Río Ebro a su paso por Tudela.

El humanista español del siglo XVI Ambrosio de Morales, consideraba que los hechos narrados por Livio y por ende, la Alce citada en ellos, tuvieron lugar en las comarcas fronterizas entre Navarra y Aragón, en el área dónde se sitúan Tudela y Tarazona.[12] sin especificar dónde se podría situar actualmente las poblaciones de Munda, Cértima y Alce. Con todo, este autor consideró sobre el estudio del recorrido del Itinerario, que la Alces reseñada en el mismo (para él, diferente de la Alce indicada por Livio) se localizaba en una zona indeterminada situada entre las poblaciones de Quero y El Toboso[13] situadas ambas en el límite sur de la provincia de Toledo.

Sagunto (Valencia)

Unidad y media de Arse de los años 133 al 75 a. C. mostrando un cadúceo y el nombre de la ciudad en alfabeto ibero.

Esta hipótesis también sitúa a Alce lejos de la zona geográfica entre las provincias de Toledo y Ciudad Real. Fue postulada por José María Ramos Loscertales en 1941 para reforzar el argumentario de su interpretación de la campaña de Graco en el sentido de que ésta se habría desarrollado contra emigrantes vacceos y ciudades rebeldes edetanas apoyadas por los celtíberos.[14] La situación de los combates propuesta por Loscertales en el oriente de Celtiberia y en Edetania hacía imposible situar a Alce entre Toledo y Ciudad Real (lo que sería junto al occidente de Celtiberia). Ramos Loscertales asimiló Alce con la población de “Arse”,[15] nombrada en algunas monedas, debido a su semejanza fonética. El problema surge cuando la arqueología determinó que esta ciudad era realmente la población íbera originaria de Sagunto,[16] aliada de los romanos, por lo que no es factible que Arse fuese objeto de un ataque de éstos en una fecha tan tardía como el 179 a. C., 34 años después de su liberación final de los cartagineses por Escipión el Africano en 213 a. C.[17] Esta teoría resulta poco creíble.

Árchez (Málaga)

Árchez.

Esta es otra teoría que sitúa a Alce lejos del centro peninsular. Fue postulada por Álvaro Capalvo en 1996 como parte de su argumentario para acreditar la existencia de una supuesta Celtiberia Ulterior situada junto a la costa mediterránea en la actual provincia Málaga.[18] Uno de los fundamentos de dicha hipótesis es la determinación de la actual Cártama como localización de la Cértima indicada por Livio en su relato.[19] Debido a que la crónica del autor romano deja a entender que Cértima y Alce se encontraban muy cercanas, no puede establecerse entonces un posicionamiento de Alce en el centro peninsular ya que significaría, entre otras cosas, que el campamento celtíbero situado junta a esta ciudad y al que los habitantes de Cértima pidieron ayuda se localizaba a unos 400 km de distancia. Por ello, el autor busca una localización más cercana seleccionando para ello a la población de Árchez a la que equipara con Alce únicamente por su similitud toponímica.[20] Esta hipótesis de localización presenta serios problemas:

a) La zona dónde se sitúan Cártama y Árchez pasó a dominio romano en una fecha relativamente temprana ya que formaba parte de los dominios cartagineses “heredados” por los romanos en el 206 a. C. tras su victoria en Hispania. Los hechos relatados por Livio ocurrieron en el 179 a. C. —27 años después— y no parecen relatar acciones para sofocar una rebelión dentro de la zona bajo control romano sino más bien la conquista de territorios no dominados antes por éstos; situándose los hechos en unos años en los que sus acciones militares se dirigían a controlar el curso medio y alto del Tajo: Toletum (193-192 a. C.); río Tajo (185 a. C.); Contrebia Carbica (181 a. C.).[21]

b) La actual villa de Árchez es una población que parece tener su origen en una alquería morisca.[22]

c) Los estudios arqueológicos han determinado que la población de Cártama tiene un origen fenicio,[23] algo que no podría esperarse de una población de Celtiberia. Igualmente, se sitúa junto al río Guadalhorce, contando en su época con un puerto fluvial[24] y localizándose a escasos km de Malaka, características que no se desprenden del relato de Livio.

d) Estudiosos de la arqueología del poblamiento romano de Cártama son de la opinión que la identificación de Cértima con la actual Cártama responde meramente a una tradicional confusión entre “Cártima” (el origen de la actual Cártama) con dicha “Cértima” (la población situada junto a Alce).[25] Esta teoría no resulta creíble por su lejanía del territorio de la Celtiberia en cualquier momento de la historia.

Características de la población

A pesar de que algún estudioso indica que la ciudad estaba gobernada por el régulo Thurro, lo que nos informa expresamente Livio es que eran sus hijos los que vivían en ella, quizá en condición de refugiados. Livio nos relata que Thurro, al conocer la caída de Alce solicitó un salvoconducto para entrevistarse con Graco. Lo más plausible es que el sistema de gobierno fuese mediante un "senado" de magistrados tal y como sucedía en su vecina Cértima.

Thurro tuvo que ser un líder militar que aglutinó a los últimos aborígenes que se oponían a la conquista romana. Sería quien acordó con los celtíberos que un contingente de éstos se estableciese junto a Alce para proteger a la ciudad y los que se refugiaban en ella (entre los que estaban sus hijos). Los celtíberos se limitaron a la protección de Alce y rechazaron ayudar a la cercana Cértima.

Alce deja de ser mencionada tras su conquista en el 179 a. C., y no aparece ni en la epigrafía ni en monedas. No es hasta el siglo III (unos 400 años después) dentro de una ruta del Itinerario de Antonino cuando vuelve a aparecer no como ciudad sino con la condición de mansio una tal Alces y que cuando menos resulta arriesgado identificar con Alce.

Véase también

Referencias

  1. «Mapa etnográfico de la península al final de la 2ª guerra púnica». Archivado desde el original el 26 de febrero de 2011. Consultado el 23 de abril de 2017.
  2. Tito Livio. Ab Urbe Condita. XL, 47.
  3. Tito Livio. Ab Urbe Condita. XL, 48.
  4. Tito Livio. Ab Urbe Condita. XL, 49.
  5. Tito Livio. Ab Urbe Condita. XL, 50.
  6. Gozalbes Cravioto, 2000, pp. 158-159.
  7. Gozalbes Cravioto, 2000, p. 282.
  8. Gozalbes Cravioto, 2000, p. 160.
  9. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.
  10. «Copia archivada». Archivado desde el original el 22 de abril de 2017. Consultado el 21 de abril de 2017.
  11. Martínez García, 2015, p. 27.
  12. De Morales, 1574, pp. 276-282.
  13. De Morales, 1575, p. 126.
  14. Ramos Loscertales, 1941, p. 28.
  15. Ramos Loscertales, 1941, p. 27.
  16. Sánchez González, 1997, pp. 232-233.
  17. Real Academia de la Historia, 2008, p. 27.
  18. Capalvo, 1996, p. 116.
  19. Capalvo, 1996, p. 112.
  20. Capalvo, 1996, pp. 112-113.
  21. Real Academia de la Historia, 2008, p. 28.
  22. «Historia de Árchez». Ayuntamiento de Árchez. 2014. Archivado desde el original el 9 de noviembre de 2013. Consultado el 5 de abril de 2014.
  23. Melero García, 2007, p. 340.
  24. Corrales Aguilar, 1996, pp. 308-309.
  25. Corrales Aguilar, 1996, p. 308.

Bibliografía

  • Vaquero Román, Ángel (1984). Apuntes e inventario de arqueología de Alcázar de San Juan y su comarca. Viuda de Moisés Mata. ISBN 84-398-1832-7.


Enlaces externos

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