Apostadero
Apostadero significa el establecimiento temporal de un número cualquiera de buques de guerra en un paraje determinado para algún fin que suele ser la seguridad y defensa de un fuerte o territorio amenazado, la protección del comercio o de los propios súbditos en país extranjero, el auxilio de la marina nacional en latitudes muy remotas, etc.
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Esta palabra proviene de la de puesto, como las de apostarse por colocarse en observación y apostar, en el sentido de colocar alguna fuerza con el mismo fin. Y aunque por este motivo la voz apostadero pudiera extender sus acepciones a cualesquier asuntos sociales, el uso la ha limitado a los de marina.
En sentido más estricto la voz apostadero equivale a comandancia general o como si dijéramos, capitanía general de marina, en puntos apartados y dependientes de la metrópoli y más propiamente en las colonias en tiempos de la colonización. Entonces, apostadero expresa una idea compleja que comprende las de parque, arsenal, seguridad y defensa del puerto, protección por mar a la marina y al comercio, autoridad y jurisdicción del jefe del puerto.
Antiguamente, España tenía apostaderos de este género en todas sus posesiones ultramarinas, dondo había un virrey o capitán general. En diciendo que los comandantes generales de estos puntos eran jefes superiores militares con auditor, se deducen fácilmente todas las consecuencias legales de las mismas.
En sentido análogo a apostadero, apostarse es colocarse una fuerza terrestre o marítima en observación, acecho o descubierta en un punto determinado por donde se teme avenida del enemigo. Apostar es destinar o destacar tales fuerzas con el indicado fin. Hablando en general, hemos dicho que los apostaderos se establecían en las colonias o puntos muy apartados de las metrópolis. Alguna vez, sin embargo, se llaman así los departamentos o capitanías generales de marina cuando por razón de economía, por ejemplo, son reducidos a comandancias de marina, como sucedía en España en el siglo XIX respecto de los departamentos del Ferrol (La Coruña) y Cartagena (Murcia), denominándose entonces por lo tanto apostaderos.