Benito Soto Aboal

Benito de Soto Aboal (Pontevedra, 22 de marzo de 1805 — Gibraltar, 25 de enero de 1830) fue un pirata gallego de principios del siglo XIX.

Benito Soto Aboal
Información personal
Nacimiento 22 de marzo de 1805
Pontevedra (España)
Fallecimiento 25 de enero de 1830 (24 años)
Gibraltar
Causa de muerte Ahorcamiento
Nacionalidad Española
Información profesional
Ocupación Pirata

Biografía

La aventura de uno de los pocos piratas gallegos que consiguieron fama mundial, pero que pasó a la historia como uno de los más sanguinarios, si no el que más, comenzó en el bergantín brasileño O Defensor de Pedro, que partió de Río de Janeiro en 1823. Tras un motín, Soto Aboral abandonó al capitán de la nave en tierras africanas y se lanzó a la piratería, siendo su primera víctima la fragata mercante británica Mobbing-S ta. Habiendo saqueado la nave y asesinado a casi todos sus ocupantes, puso rumbo al Norte, hacia las islas portuguesas Azores, cometiendo varios abordajes más. Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. La misma fue abordada, saqueada e incendiada, después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y ocho días después, cerca del archipiélago de las Canarias asaltó la fragata Sumbury de la misma nacionalidad, que viajaba a Saint Thomas, acribillando a su tripulación.

Poniendo proa nuevamente a las Azores, Benito de Soto abordó de manera sangrienta un buque portugués procedente de Río de Janeiro y en viaje de regreso a España, asaltó el Cessnock, también lusitano y el bergantín inglés New Prospect. Las dos embarcaciones, en especial la británica, fueron víctimas de la terrible crueldad del pirata, así como también, la de su segundo en el mando, Víctor Barbazán.

Tras asesinar a tres de sus compañeros, por considerarlos poco leales, llegaron a puerto en La Coruña y, fingiendo uno de los piratas ser el legítimo capitán, vendieron la mercancía.

Seguidamente, el barco se dirigió a las costas de Cádiz, donde planeaban deshacerse de él para retirarse y disfrutar de las ganancias. Sin embargo, al divisar el faro de la Isla de León lo creyeron el de Tarifa, y terminaron embarrancados a corta distancia de Cádiz. Tras un periodo inicial de confusión, la expectación generada provocó que fueran descubiertos, y diez miembros de la tripulación fueron ahorcados en la ciudad andaluza. El capitán Soto, por su parte, tras huir a Gibraltar, fue igualmente hecho preso y condenado a muerte en la horca en la colonia británica, por la ejecución u ordenamiento de 75 asesinatos comprobados y 10 embarcaciones saqueadas o hundidas.

Bibliografía

Poco se ha escrito sobre las correrías de este pirata, catalogado como "el último pirata del Atlántico".

Quizás el trabajo que recoge con más precisión todos los acontecimientos es el correspondiente al Capitán de Navío Joaquín Lazaga y Garay, quien en 1892 publicó el ensayo histórico titulado "Los piratas del Defensor de Pedro. Extracto de las causas y proceso formados contra los piratas del Bergantín brasileño El Defensor de Pedro, que fueron ahorcados en Cádiz en los días 11 y 12 de enero de 1830".

En 1855, el escritor Alejandro Benisia y Fernández de la Somera escribió "El milano de los mares". Una "novela rosa", muy al gusto de la época en la que se narraban parte de los hechos.

Un siglo después, el autor gallego José María Castroviejo publicó "La Burla Negra" (Ed. Planeta). Novela más fidedigna que las anteriores, pero que no trata a De Soto como el auténtico protagonista de la trama sino a Victor Saint Cyr Barbazán, otro de los piratas.

En 1992, el pontevedrés Alberto Fortes, publica la novela "Amargas han sido las horas" (Ed. Novo Século, 1992), cuyo argumento trata de la estadía de Edgar Allan Poe en Pontevedra, hecho prisionero por Benito Soto en uno de sus múltiples abordajes. Es un ejercidio de ficción muy interesante y un ameno recorrido por la Pontevedra decimonónica.

Otro de los autores que se acordó de De Soto fue Ramón Solís en su novela "El dueño del miedo", publicada en 1971, nombró parte de los acontecimientos.

En el año el 1996, el periodista Angel Joaniquet reseña en sus libros "Pirates i Corsaris" (Editorial. Noray) y "Nuestros Piratas" (Ed. Noray, 2002), las correrías de Benito de Soto, y la de otros españoles en el Atlántico, como la de los negreros Pedro Gibert, Bernado de Soto (otro pirata con el mismo apellido que el nombrado Benito), Domingo Muñoz o Josep Sama. Estos hechos le sirvieron para escribir un relato de ficción "El viaje secreto del capitán J. Mirambell"(1998), donde se hace una referencia al tesoro del pirata Benito de Soto guardado en la isla Trinidade.

Ese mismo año, el vigués Jorge Parada Mejuto, a la sazón gobernador civil de Pontevedra, publica una biografía de Benito Soto, titulada "El último pirata" (Servicio de Publicaciones de la Excma. Diputación de Pontevedra, 1996).

Gerardo González de Vega, en su obra "Mar Brava" (Ediciones B, 1999), detalla y sintetiza de forma ejemplar las desventuras de Benito de Soto entre otras historias de piratas.

El autor gaditano Francisco Javier Castro Miranda y el cordobés Enrique García Luque, han publicado la novela "Los Diablos del Mar. La odisea de la Burla Negra" (Editorial Absalón, 2008). Una ficción histórica sumamente completa y entretenida, fiel a los datos reales y que, al margen de ofrecer datos como sentencias, barcos atacados y mapas, relaciona a Benito de Soto con el misterio de "Los Duros Antiguos".

En abril del año 2009, el pontevedrés Ramón Pedras -Petete- ha publicado la historia del pirata en formato cuento. "Benito Soto, el último pirata" relata las aventuras del joven de la Moureira que se convirtió, con tan sólo 22 años, en el terror del Atlántico.

La vida de "El último pirata" es llevada a escena por la compañía de teatro pontevedresa "105 BESOS" de Vicky Estévez y Tito Montes.

Aunque entra esto a formar parte de la leyenda, se dice que José de Espronceda se basó en la muerte de De Soto para inspirarse en su famosa Canción del pirata publicada por primera vez en 1840, diez años después de la ejecución del gallego.

El poeta pontevedrés Andrés Muruais Rodríguez escribió un poema dedicado a Benito Soto, cuyo título, El milano de los mares, fue extraído del título de la novela de Alejandro Benisia. Fue publicado por primera vez dentro de la antología "Cantos inarmónicos" en enero de 1874; colección de poemas que fueron apareciendo sucesivamente en el periódico pontevedrés El Deber. A continuación lo reproducimos en su integridad:

EL MILANO DE LOS MARES (Poema de Andrés Muruais)
Bebamos, gocemos, y en sangre teñidos

Cien cráneos rompamos, no hayamos piedad;
Mil muertos hollemos sobre ellos dormidos,
Y audaz nos despierte rugiente huracán.
Que el buque se encuentre de miembros sangrientos
Cubierto, y de rojo nos tiñan los pies.
Que apaguen las olas los sordos lamentos
De aquel que expirante su muerte prevé.
Que rujan los truenos, que nuestra victoria
Bramando del cielo pregone la voz,
Pues solo matando se encuentra la gloria
Y al fin si matamos también mata Dios.
Bebamos, borrachos el hacha empuñemos,
Brillantes los ojos indiquen furor;
Con ríos de sangre tan solo soñemos,
De gritos de muerte durmamos al son.
Que estalle iracunda tormenta horrorosa,
Que el rayo los cielos veamos rasgar,
Con furia indomable la mar caprichosa
Que el buque sacuda creciendo en afán.
Que el agua y la sangre nos mojen ¿qué importa,
Si el vino espumoso nos presta calor?
Bebamos, brindemos, la vida es muy corta.
No importa; retemos al mundo y a Dios.
Sones del Milano los que horribles canto,
Así entonan beodos roncamente
Mientras la noche extiende el negro manto
Sobre el dormido mar calladamente.
Y nubes que sombrías, silenciosas,
Allá en el horizonte se ocultaban,
Se extienden en figuras caprichosas
Mientras ellos su canto comenzaban.
Las tinieblas aumentan, llegan, crecen,
Recubre al horizonte negro velo
Que se extiende sin fin, y desaparecen
Revueltos en la oscura mar y cielo.
Un buque, a quien las sombras circundando,
Confuso e invisible hacen muy luengo,
Es quien está en su seno albergue dando
A una tripulación de almas de fuego.
La forman cien piratas, bravos, fieros
Que del mundo terror a centenares

Enemigos vencidos, prisioneros,

Arrojaron al fondo de los mares.
Feroces son: miradlos en la orgía.
Inmunda bacanal mejor sumidos,
De aspecto horrible, sucio y faz bravía,
Estúpido mirar y ojos hundidos,
Borrachos caen pero blasfemando
Se alzan luego con bocas espumantes
Y otra botella apuran pronunciando
Mil palabras obscenas, delirantes.
Y vuelven a caer pesadamente
Palabras murmurando incomprensibles,
En tanto el viento agita sordamente
Las olas con sus alas invisibles.
Y se insultan y arrojan con estruendo
De botellas los cascos ya vacíos
Con ellos la bodega recubriendo
Y al cielo desafían siempre impíos.
Van cayendo uno a uno, amontonados
Se agitan sobre el sucio pavimento
Y uno solo los mira aletargados
Distraído, sin voz, sin movimiento.
Es un gigante vigoroso, fuerte,
De barba larga, espesa, enmarañada,
Que una estatua asemeja por lo inerte
Y aterra allí mirarla colocada.
Su indefinible abigarrado traje,
El anchísimo, velludo pecho enseña
De piel curtida cual la de un salvaje
Que el coloso en lucir no se desdeña.
Su hercúleo brazo tiene arremangado.
En la ancha mano apoya la cabeza
Y el codo en tosca mesa sustentado,
Revela en su ademán honda tristeza.
Alguna vez sonríe; aterradora
Es la sonrisa que en sus labios vaga
Y un ligero carmín su faz colora
De un fuego interno chispa que se apaga.
A veces con mirada desdeñosa
Contempla a sus dormidos compañeros
Que a impulsos ruedan de la mar furiosa
Que el buque hace crujir con golpes fieros.

Otras presta atención y oye del viento

Al chocar en las velas los chasquidos
Pronunciando en voz baja un juramento
Con los ojos al cielo dirigidos.
Al fin se pone en pie; sobre cubierta
A un mástil arrimado vese luego
Contemplando la frente descubierta
Cual el mar se enfurece, con sosiego.
Su poblada melena el viento agita:
La obscuridad le envuelve, le rodea
De sus ojos tan solo el fuego imita
La mirada que a veces centellea.
Dos horas pasan en que el viento arrecia
Las olas crecen, con el buque juegan
Y él permanece allí porque desprecia
Las olas que van y las que llegan.
Y crece el huracán y en furia crece
La mar que se revuelve alborotada
Y que goza en mirarla así parada
Pues deja oír sonora carcajada.
Y el buque salta, cruza, rompe, hiende,
Las olas ocultándose bajo ellas.
Pero pronto orgulloso, altivo asciende
Y la escena iluminan las centellas
Rugiente el trueno ronco retumbando
Sobre los velos que extendió la noche
La voz de Dios parece amenazando
O al mundo dirigiendo algún reproche.
Y brilla el rayo rápido vibrante
Las sombras disipando débilmente
Un momento no más, un solo instante
Para hundirse en el mar rápidamente.
Y con estruendo aterrador prosigue
Rugiendo el trueno, el huracán bramando
Su furia sin que nada lo mitigue.
Siguiéndola el pirata contemplando.
Mas no sonríe ya: sino que inquieto
La oscuridad indaga y afanoso
Procura descubrir algún objeto
Que allá divisa sobre el mar furioso.
Ve allá a lo lejos cuando el rayo alumbra
Un buque que aparece y que se oculta

Que si a veces el mar al cielo encumbra

En su seno otras veces le sepulta.
Con voz que al trueno y al huracán domina
¡Presa a la vista! fuertemente grita.
Y un rayo en su mirada que examina
el objeto que el mar rugiendo agita.
Y pronto soñolientos la cubierta
Llenan los hombres que el Milano abriga
Tendiendo en derredor la vista incierta
Dispuestos del combate a la fatiga.
En desorden el traje, armas siniestras
Empuñan que al mirarlas horroriza:
Con furia las oprimen en las diestras.
Y se anima su faz dura, cobriza.
Y procuran la presa que codician,
Al alcance tener de sus cañones
Y el pensamiento abrigan y acarician
de vencerla luchando cual leones.
Y unas veces las olas los alejan
De la presa que hacer luchando quieren
Y a ella aproximarse otras los dejan
Y ellos con gritos el espacio hieren
Del trueno que ruge, ¿qué ronco bramido
Qué estrépito horrible la voz apagó?
¿Por qué los piratas con fuerte alarido
con ¡hurras!, saludan tan hórrido son?
La muerte invisible su aliento infectado
Lanzó a los cañones con torvo mirar
Las tablas del puente del buque atacado
De sangre muy pronto teñidas están.
Comienza el combate que el rayo ilumina
Al trueno responde la voz del cañón
Y sobre las aguas el viento camina
Movibles montañas formando veloz.
¡Viva! ¡Oé! valientes, son nuestras sus vidas
Luchando vencimos… ¡bien venga el botín!
¡A ellos! que viertan las anchas heridas
de sangre enemiga torrentes sin fin.
¡Qué caigan! ¡Que mueran! ¿Quién vence al pirata?
Ni ruda tormenta ni fuerte huracán
El mundo le tiembla cobarde y le acata
Las olas y el viento sumisos le están.

Véase también

Enlaces externos

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