Carolina Cárdenas Núñez

Nació en el hogar conformado por Germán Cárdenas Arboleda, oriundo de Popayán, y María Núñez Pizano, bogotana. A temprana edad fue enviada a vivir a con sus abuelos maternos a Londres, ciudad donde su abuelo José María Núñez Uricoechea se desempeñaba como cónsul de Colombia.

Después de realizar sus estudios básicos en Londres, regresa a Bogotá. En 1928 ingresa a la Escuela de Bellas Artes, dirigida por Roberto Pizano. Fue en estos años de estudio que la artista incursionó en concursos estudiantiles y empezó a ser reconocida por sus dibujos, esto en una época en la que se respiraba un aire de modernidad y desarrollo en Colombia. La capital colombiana vivía la modernización del transporte y las telecomunicaciones, la llegada del tranvía eléctrico, el cine, los automóviles, la iluminación, la presencia de las primeras compañías teatrales, los inicios de la publicidad y el diseño gráfico.

Carolina Cárdenas posó para varios artistas de su tiempo, entre ellos el profesor Francisco Antonio Cano, quien llevó para la posteridad tres magníficos retratos al óleo de la joven artista, dos que forman parte de las colecciones del Museo Nacional de Colombia, y un óleo que conserva la familia de su esposo. Junto a varios compañeros de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, trabajó algunos dibujos y bocetos con modernos conceptos artísticos. Su atracción por las artes consideradas "menores" le atribuyó a la artista una beca de estudios en España con el fin de pulir sus conocimientos en artes decorativas y cerámica. Sin embargo, debido a su muerte, nunca pudo realizar este viaje.[4]

Obra de Francisco Antonio Cano

Tras la quiebra de su padre en la crisis financiera de 1929, Cárdenas ingresa a trabajar al Ministerio de Guerra, donde se desempeñó en la sección de provisiones, durante el período de la guerra de Colombia con el Perú (1932).

Fue modelo de diferentes artistas de su tiempo y musa literaria, convirtiéndose en el tema de varios cuadros de los pintores más importantes de su época.También fue portada de la revista colombiana Cromos, la cual la califica como la mujer mejor vestida del país. Así como Alice Prin, conocida como Kiki de Montparnasse en el París de entreguerras, enloqueció a fotógrafos y pintores y se hizo retratar vestida a la moda francesa.

Contrajo matrimonio en Bogotá, en 1932, con Jaime Jaramillo Arango, reconocido médico colombiano, quien ocupó altos cargos públicos, entre otros el de Ministro de Educación, Rector de la Universidad Nacional de Colombia, y Director del Hospital San Juan de Dios y en varias oportunidades representó al país como Embajador de Colombia durante la Segunda guerra mundial en distintos países europeos.

Introdujo algunos elementos del Art déco a una serie de dibujos estilizados, de trazos seguros y definidos, en los que emplea colores oscuros y dorados con formas geométricas, generando un preámbulo para la introducción del arte abstracto en Colombia. Se destacó por realizar piezas originales en cerámica, nueva tendencia artística de la época. Por la finura de sus obras, evocadas desde el concepto de la figura elegante y finamente decorada con orlas y trazos geométricos, algunos críticos la denominaron con el sobrenombre de «Miss Déco».

Realizó la primera exposición de su obra, compuesta por teteras y jarrones, entre otras piezas. La exhibición tuvo lugar en la Sociedad Colombiana de Ingenieros, el 6 de febrero de 1936, y fue ampliamente comentada en la prensa, ya que hasta el momento la cerámica no había tenido reconocimiento en el arte colombiano, menos aún en piezas con influencia de la escuela Bauhaus. Sin embargo, en la revista Pan, Nº 7 de 1936 comentó que “Carolina Cárdenas, que hoy se nos revela como ceramista, es también pintora y dibujante de exquisita calidad, y su orgullo de verdadera artista y un desmesurado respeto en lo que al arte se refiere no permitían que se llamara la atención hacia esta actividad en la que encontró campo para la exteriorización de su sensibilidad”.[3]

Su obra fue exhibida en la exposición Colombia en el umbral de la modernidad, realizada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en 1997, así como una exposición conmemorativa conformada por 33 dibujos en el Gabinete de Dibujo y Artes Gráficas del Museo Nacional de Colombia entre mayo y septiembre de 2005. Alguna parte de su obra, dibujos y bocetos, se conservan como colección privada.

La crítica de su tiempo se refiere más a la mujer, su belleza física y el diseño de moda. Sin embargo, también se desenvolvió en otros temas como figuras esquemáticas de campesinos, cerámicas y retratos de hombres y personas comunes.[5] El reconocido crítico Álvaro Medina considera y certifica que gracias a una revaluación de su trabajo en marcha desde 1990, se han encontrado nuevas virtudes y características formales de su obra que durante las primeras décadas del siglo XX pasaron desapercibidas. Además, en "El arte colombiano en los años veinte y treinta" el autor afirma que las obras de Cardenas se caracterizan por "Un trazo seguro, nítido y cortante en el papel blanco. Se diría que Carolina Cárdenas no dudaba nunca, ni siquiera al definir el valor de cada línea y calibrarla con relación a las demás. La voluptuosidad de la curva domina y crea silencios expresivos. El suyo es un procedimiento que compartió, como tantas otras experiencias de la investigación".[6]

Las reflexiones posteriores de la historiadora de arte Cristina Lleras, basadas en las de Álvaro Medina, son posiblemente los acercamientos más rigurosos a la incipiente y muy breve obra de bocetos y algunas cerámicas de Carolina Cárdenas. En estas reflexiones se afirma que la obra cerámica de Cárdenas ofrece un acercamiento a las artes "menores" y a las labores manuales desde las bellas artes.

Desde finales del siglo XIX, cuando las mujeres amplían su participación en certámenes artísticos, nace la concepción de lo femenino como prácticas ligadas a lo decorativo, lo superficial y lo sentimental, entre ellas el dibujo, el bordado y la música vocal.[7] Se trataba de actividades que delimitaban la educación femenina y eran consideradas como quehaceres domésticas y de entretenimiento social. Para algunos críticos de arte del siglo XX la Primera Exposición Anual de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá de 1886, (que contó con la participación de al menos 70 mujeres), no fue más que un juego doméstico, un adorno femenino y "no ejercicio vocacional ni mucho menos labor continuada de la profesión artística".[8] A pesar de la cantidad de mujeres que accedieron a la enseñanza artística, la historia del arte colombiano, durante el siglo XIX, no ha nombrado de manera profesional a mujeres artistas. Lo último con excepción de Margarita Holguín y Caro.[7]

Después de la primera exposición de Cárdenas, se empieza a reconocer el carácter artístico de la cerámica y la inclusión de la mujer en medios artísticos variados. La artista por medio del dibujo hablo de la maternidad y en un trabajo publicitario que desarrollo para la marca de cigarrillos Pierrot, retrato, de manera esquemática, a una mujer fumando; actividad exclusiva de la esfera privada, llevada a la esfera pública. En una obra que se une con la caricatura, la artista expone una nueva feminidad que crítica el modelo de la mujer como máquina reproductora, negándose a aceptar el rol conservador y tradicional de la mujer en la sociedad y en la familia.

Su obra cerámica se compone por estudios previos conformados por dibujos, rescatando así numerosos bocetos con composiciones geométricas y abstracciones.

Otra disciplina no académica que fue del interés de Carolina Cárdenas, fue la fotografía, medio que también trabajó junto a Sergio Trujillo Magnenat. En muchos casos el dibujo fue un punto de partida para la manipulación de la realidad y los arreglos de iluminación. La fotografía era un medio desligado de la tradición y de las reglas academicistas, lo que permitía mayor experimentación en procesos plásticos.

Estuvo muy influenciada por las vanguardias del arte Europeo. También se relaciono con Ramón Barba y Josefina Albarracín, quienes hacían parte del movimiento artístico Bachué. Fue amiga de la decoradora Elvira Martínez, la escritora Elisa Mújica y la ceramista Hena Rodríguez.

Falleció el día 6 de abril de 1936, a los 33 años en Bogotá a causa de meningitis. Sus restos yacen en la Capilla de la Virgen Dolorosa.