Corona de espinas

La corona de espinas es un símbolo cristiano que recuerda la Pasión de Jesús. Se menciona en los evangelios de Juan (19:2, 5), Marcos (15:17) y Mateo (27:29).

Corona de espinas

Historia

"Corona de espinas", por Carl Bloch.

Según los evangelios, los soldados romanos le colocaron a Jesús durante su pasión una especie de corona trenzada con espinos. Tenía una doble función: humillar a Jesús como Rey de los judíos, y provocarle daño y dolor. No se registra en la historia que a algún condenado de ese tiempo se le torturara de esa manera; pero en el caso particular de Jesús, los soldados romanos sabían que él se proclamó rey delante de Pilatos, por lo que quizá la corona de espinas pudo haber sido una cruel imitación burlesca de la corona de laurel. Al igual que la caña y el manto púrpura que le pusieron, serían un remedo del cetro y del paludamento imperial.

Entre las distintas plantas que se cree pudieron formar parte de dicha corona están el azofaifo, la espina de Cristo, la pimpinela espinosa, la corona de Cristo y el espino negro.[1][2][3][4]

Reliquia

Relicario de la Corona de espinas.

La corona se convirtió en una reliquia muy preciada. Existen referencias de su presencia en Jerusalén desde el siglo V (con las cartas de Paulino de Nola). Se describe su ubicación en la Basílica de Sion en el 570. En el siglo VII fue trasladada a Constantinopla debido a las invasiones persas. En el siglo X, con motivo de una crisis económica en el imperio, pasó a manos de prestamistas venecianos, hasta que fue adquirida por la monarquía francesa. Luis IX de Francia construyó en el siglo XIII la Sainte Chapelle como lugar de veneración de la reliquia.[5] Durante la Revolución Francesa pasaron a la Biblioteca Nacional de Francia. En 1801, el Concordato con la Iglesia católica determinó que la corona era propiedad de la Iglesia, pasando a la Catedral de Notre Dame.[6]

La reliquia de lo que sería la corona de espinas de Cristo, consiste en una circunferencia de ramas o juncos entrelazados, de veintiún centímetros de diámetro que hoy se encuentra conservada en un tubo circular de cristal. Al parecer dicha circunferencia sería como la base que sirvió para entrecruzar o amarrar quizá las ramas de espinas. Carece de ellas, pues estas fueron repartiéndose a lo largo de los siglos, dispersas por todo el mundo. Sumadas todas ellas daría unas setecientas, de las cuales ciento sesenta se encuentran en Italia. En Roma son cerca de veinte las que reciben veneración pública, incluyendo dos en la Basílica de San Pedro y una en San Juan de Letrán.[7] En España se veneran en el Monasterio de El Escorial y en la catedral de Barcelona. No obstante, es difícil datar su procedencia, a diferencia de la espina que se venera en el Monasterio de Santa María de La Santa Espina, en Valladolid, regalada en Francia en 1146 a la infanta-reina Sancha Raimúndez por Luis VII de Francia.[8] En la tradición católica, una reliquia de primera clase es una parte del cuerpo de un santo (en este caso, cualquier objeto utilizado en la Pasión que llevó la sangre de Cristo); una reliquia de segunda clase es lo que fue usado o tocado por un santo; una reliquia de tercera clase es un objeto devocional tocado a una reliquia de primera clase. Se cree que muchas de las espinas que se veneran en varias partes del mundo son reliquias de la tercera clase: espinas tocadas a la corona original. Por ello, no sería fácil rastrear la historia de estos objetos de devoción, pues pudieran ser tanto reliquias de primera o de tercera clase .

En la actualidad, la corona se ofrece a la veneración pública el Viernes Santo.[5]

El 15 de abril de 2019 la corona de espinas se salvó de un incendio que consumió gran parte de la Catedral de Notre Dame.[9]

Véase también

Referencias

Enlaces externos

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