Encarnación Ezcurra

Hija de Juan Ignacio Ezcurra y Teodora de Arguibel,[5] fue esposa de Juan Manuel de Rosas con el que contrajo matrimonio el 16 de marzo de 1813[6] y tuvieron tres hijos: Juan Bautista (29 de junio de 1814-3 de julio de 1870) quien, con los años, se casaría con Mercedes Fuentes Arguibel y sería padre de un gobernador bonaerense, Juan Manuel Ortiz de Rosas; María de la Encarnación, nacida el 26 de marzo de 1816 y fallecida al día siguiente; y Manuela Robustiana (24 de mayo de 1817-17 de septiembre de 1898), apodada Manuelita, quien, al fallecer su madre, ejerció un rol relevante en el gobierno de su padre, y en medio del exilio de éste –y pese a la oposición paterna– se casó con Máximo Terrero, con quien tendría dos hijos, Manuel Máximo y Rodrigo Tomás. Además, el matrimonio Rosas-Ezcurra, apenas consumado, adoptó al recién nacido Pedro Pablo Rosas y Belgrano (29 de julio de 1813-26 de septiembre de 1863), hijo de Manuel Belgrano y de la hermana de Encarnación, María Josefa Ezcurra.[7][8]

Desde ese momento se convertiría en la más fiel seguidora política de su marido, ayudándolo en las circunstancias más difíciles.[9] Su rol como impulsora de la Revolución de los Restauradores e impulsora de la Sociedad Popular Restauradora —mientras su marido se encontraba sobrellevando la Campaña al Desierto— le aseguró a su esposo los 17 años de control después de 1835, ya que la mencionada revolución derrocó a Juan Ramón González Balcarce.[10] Poco después, se creó la Mazorca, brazo armado de la Sociedad, y ésta presionó a todos los gobiernos interinos, asegurándose a Rosas el deseo público de que se hiciera efectivo su retorno al gobierno y provocó que la Junta de Representantes, la encargada de designar gobernadores, viera a su esposo como la única opción para restablecer el orden social en la provincia.[11]

A partir de estos hechos, y del triunfo de su esposo en la Campaña al Desierto se le atribuyó el título de Heroína de la Santa Federación.[12] Es particularmente notable que en aquella época, signada de prejuicios y con nula participación femenina en la política, una mujer haya logrado tan altas responsabilidades. Sin embargo, su figura se vio opacada por ser la inspiradora de las vigilancias, persecuciones, acusaciones, encarcelamientos y demás actos de violencia cometidos por la temible Mazorca.[13][14]

Libro publicado en 1881.

Su muerte fue imprevista, a la edad de 43 años, probablemente a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio o algo similar.[15] Su defunción, sin embargo, estuvo cargada de un amplio duelo popular y político, a tal punto que 25 000 personas (sobre un total de 60 000 habitantes de la época) asistieron a su sepelio y a la procesión del féretro desde el Fuerte hasta el Convento de San Francisco. El cortejo fúnebre fue pagado por la Junta de Representantes, a la cual el gobernador Rosas agradeció formalmente la inversión el 1 de noviembre de 1838.

Una calle de Puerto Madero, en la ciudad de Buenos Aires, lleva su nombre.[16][17]

Ferviente defensora de la Iglesia Católica Apostólica Romana, luchó desde su posición económica, política y social para promulgar y establecer la Fe en Argentina. Amada por muchos y odiada por sus opositores, sin embargo, considerada una "santa" por algunos partidarios. De estos mismos se destaca al obispo católico Marcos Ezcurra, pariente de la misma. El mismo, si bien no llegó a conocerla, tuvo una experiencia que marcó un antes y después en su vida hacia 1925. Marcos Ezcurra aseguró que después de 87 años el cadáver de Encarnación fue encontrado incorrupto.

El obispo Marcos Ezcurra declaró que el cadáver de Encarnación Ezcurra se encontraba en Recoleta en el mausoleo de Máximo Terrero, y que la familia tomó la decisión de trasladarlo al sepulcro de la familia Ortiz de Rosas en una urna para las cenizas suponiendo que el cadáver de Doña Ezcurra estaría en estado de descomposición. Luego de 87 años de la fecha de su muerte, en la ceremonia de fallecimiento previa a la exhumación del cuerpo, los presentes se encuentran con la sorpresa de que el cuerpo de Encarnación Ezcurra estaba incólume, perfectamente conservado. Tanto sus manos que vestían el Rosario, la piel del rostro, sus cabellos y las flores a su alrededor se encontraban intactos, y su cuerpo revestido por el hábito de Santo Domingo. Dada esta grata sorpresa, no se utilizó la urna para las cenizas, y el cuerpo fue trasladado al sepulcro en el Cementerio de La Recoleta, donde, mediante el cristal, puede verse el rostro intacto al día de hoy.

Amada por muchos y odiada por otros, Encarnación Ezcurra defendió fervientemente la Fe, fue una compañera fundamental para su marido Juan Manuel de Rosas, fue madre de sus hijos Juan Bautista Rosas, María de la Encarnación Rosas y Manuela Robustiana Rosas y madre adoptiva de Pedro Pablo Rosas y Belgrano -hijo de la unión entre General Juan Manuel Belgrano y María Josefa Ezcurra-, y quien junto a su marido, trabajaron desde su ocupación para el gobierno de Buenos Aires, la patria argentina, y el respeto por la Fe Católica.

• James Fulton - El Fabricante del Ataúd
• John Whitaker - El Fabricante del interior de plomo del Ataúd
• Encarnación Ezcurra (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).