Fábrica de loza de Galizano
La fábrica de loza de Galizano fue un complejo fabril dedicado a la elaboración de productos de loza "a la cortesana", fundado en la localidad cántabra de Galizano (municipio de Ribamontán al Mar), hacia 1806/1807, y desaparecido a finales de ese mismo siglo.[1][2][3]
Historia
La empresa de Galizano, ya citada por Madoz en su magna obra Diccionario geográfico-estadístico-histórico (1846-1850),[4] fue uno de los varios emporios fabriles dedicados a la loza fina que nacieron con la Ilustración en la cornisa del Norte español. [5]
Su impulsor y director fue el empresario español Manuel de la Llama Fernández,[lower-alpha 1] que la instaló en una finca junto a la ría de Galizano (entonces concida como ría de Canedo). Allí, además de su residencia o casa-fábrica, montó inicialmente dos hornos y construyó un pequeño puerto para cargar la mercancía en lanchones y distribuirla por el litoral. Las arcillas procedían de las riberas del vecino río Herreros de Cuesta Negra y del regato de Santa Catalina. En 1820 funcionaban ya cinco tornos, «trabajando con cincuenta moldes de diversos tamaños para diferentes figuras», y dando empleo a «cinco operarios ocho meses al año».[3] No se conocen las causas de la paralización y abandono. Algunos expertos avisan de la fácil confusión de su producción con la de otras talaveras o “lozas a la valenciana”, o incluso con cerámicas de mayor abolengo como las de Muel, Talavera o Manises.[3]
Características
Por el material conservado parece que la pieza más común era la jarra, fabricada en tres tipos y con varios tamaños en cada uno de ellos. Las piezas de estas vajillas, eran blancas, con base estannífera y decoradas a mano con «tonos azules, cobaltos y una paleta de colores que incluye el negro, amarillo, rosa y verde».[3] Las más ‘ordinarias’ eran jarras esbeltas con un asa curva que parte de la boca hasta la panza, de base plana en forma de pié de copa y un pronunciado pico vertedor; más curiosas parecen las “jarrillas” de apenas 14 centímetros, pie alto, panza globos y rematadas por un cuello corto y exvasado al final; en éstas la decoración variaba los motivos vegetales por unas sencillas líneas paralelas y onduladas en azul cobalto y manganeso. Hasta la muerte del empresario-director en 1819, se decoró casi siempre con esponjado, pasándose luego al pincel.[3]
En los últimos años se amplió la paleta de colores y se fabricaron también baldosas de estilo neoclásico para suelo y pared.[3]
Véase también
Notas
- 'Don Manuel' contaba además con con negocios en Cádiz y almacenes en Santander, Reinosa y Medina de Pomar, que facilitarían la producción de la fábrica.
Referencias
- Seseña, 1997, pp. 104-5.
- González-Hontoria, 2001.
- Barquín, 2021, pp. 1-10.
- «Catastro de Ensenada (facsímil)». pares.mcu.es. Consultado el 05.03.2021.
- Pérez Vidal, José (1983). La cerámica popular española. Zona Norte. Cadernos de Olaria, Barcelos. pp. 42-43.
Bibliografía
- Barquín, José Antonio. «Cerámica preindustrial en Cantabria». museosdecantabria.es. Consultado el 10.04.2021.
- González-Hontoria, Guadalupe (1998). Las Artesanías de España I. Zona septentrional. Barcelona: Ediciones del Serbal. ISBN 8476282184.
- Seseña, Natacha. Cacharrería popular (1997 edición). Madrid: Alianza Editorial. pp. 107-108. ISBN 84-206-4255-X.