Favila (duque)

Favila, también llamado Fáfila,[1] fue un duque (dux) de Cantabria y padre de don Pelayo que transformó en reino el anterior ducado visigodo.

Favila, Duque de Cantabria, Genealogia dos reis de Portugal

Orígenes

El origen godo de su hijo Pelayo es rechazado por el cronista árabe Ibn Jaldún refutando a Ibn Hayyan.[1] Los moros llamaban a Don Pelayo, "Belay al-Rumi": Pelayo el Romano; Pelagius es nombre latino, que significa "marino".[lower-alpha 1] Ya para el siglo VIII la fusión entre los hispanorromanos y visigodos era una realidad y «la raza había dejado de ser un dato relevante», por tanto, es de suponer que «lo más probable es que por sus venas [las de Pelayo] corriera sangre de ambos pueblos».[1] Esta posibilidad se refuerza por los orígenes de los nombres, siendo Favila o Fáfila de origen germánico mientras que Pelayo era un nombre de «vieja raigambre romana»[1] y así es mencionado por el autor árabe del Aljab machmu'a quien lo describe como «romano».[3]

Christian Settipani conjetura —basándose en la onomástica, en la cronología, en elementos biográficos y en el testimonio de las crónicas—, que Favila descendía (por varonía) de Leovigildo y Recaredo I (ex semine Leuvigildi et Reccaredi progenitus) y era hijo del conde visigodo Agila y de su mujer Divigra y, por tanto, tío paterno y primo tío materno de Pedro de Cantabria.[4] Las crónicas declaran que los reyes astures son descendientes de Leovigildo y Recaredo y tratan de crear una continuidad institucional entre ambas realidades políticas. La moderna historiografía coincide en que la causa final de este fenómeno radica en lo que se denominada «neogoticismo» que respondía a una red de intereses políticos y al reforzamiento del prestigio personal de Alfonso III.[lower-alpha 2]

Fuentes históricas

Según la copia de la Crónica albeldense (año 883) realizada en el siglo IX en el monasterio de San Millán de la Cogolla que conserva la Real Academia de la Historia (Códice emilianense n.º 39), Favila fue un dux visigodo y el padre de Don Pelayo:[6]

Vitiza reinó diez años. En vida de su padre residió en la ciudad de Tuy, de Galicia. Allí estaba también el duque Favila, padre de Pelayo, enviado por el rey Egica. Por un motivo ocasionado por su esposa (o bien por otra mujer), le golpeó la cabeza con un bastón (Vitiza a Favila), lo que le produjo después la muerte. Y cuando Vitiza ocupó el Reino de su padre, entonces Pelayo, hijo de Favila, el que después se sublevaría con los asturianos contra los sarracenos, fue desterrado de la ciudad regia (Toledo)[7]

Que Favila fuese duque y padre de Pelayo es un dato que recoge también otra de las crónicas del reino de Asturias, la Crónica sebastianense:

Pelagium filium quondam Faffilani ducis ex semine regio

Este dato resulta, asimismo, coincidente con el ofrecido por una fuente musulmana anónima del siglo IX, Fath al-Andalus:

En los días de este 'Andasa se sublevó en su tierra de Gallaecia un pérfido bárbaro, llamado Belay hijo de Favila, contra los árabes dueños de los confines de su país.

Historiografía sobre Favila

La antigua historiografía atribuyó a Favila el ducado de Cantabria y la paternidad de Don Pelayo basándose en las crónicas alfonsinas del siglo IX, fuentes árabes y fuentes merovingias (el Ducado de Cantabria pagaba tributo a los Francos en el siglo VII). Estas fuentes son las más antiguas y, por consecuencia, lógicamente las más valiosas. Siempre fueron utilizadas (sobre todo las Crónicas para relatarnos la historia del inicio de la Reconquista, la vida de Don Pelayo y la batalla de Covadonga. A finales del siglo XIX, progresa la ciencia histórica pero también los regionalismos en España. Ildefonso Llorente Fernández, clama el origen liébanego de Favila y de su hijo Pelayo en su obra Recuerdos de Liébana [8] interpretando fuentes antiguas, como el Cartulario del Monasterio de Santo Toribio de Liébana (ciertas cartas de los siglos VIII y IX[9]) u obras del obispo de Oviedo Pelayo (siglo XI) donde afirma que Favila, padre del héroe de Covadonga, era duque de Cantabria. Es seguido por historiadores como Armando Cotarelo Valledor. En 1916, un informe que ratifica que «Los orígenes de esta nueva dinastía deben buscarse en la indómita Cantabria» es firmado por los académicos José Ramón Mélida Alinari, Manuel Pérez Villamil y Gabriel Maura Gamazo y aprobado por unanimidad a la junta de académicos de la Real Academia de la Historia. Esta atribución de Favila duque de Cantabria empieza a ser contestada por ciertos historiadores prestigiosos como Claudio Sánchez-Albornoz en 1972, seguido por Louis Barrau-Dihigo. Sin embargo, otros autores como Ramón Menéndez Pidal mantienen la atribución del ducado de Cantabria a Favila, basándose en las fuentes documentales más antiguas para la elaboración su Crónica General de España, donde dice:[10]

Andados tres annos del regnado del rey Vitiza, que fue en la era de setecientos et quarenta et quatro, quando andaua el anno de la Encarnacion en sietecientos et seys, e el dell imperio de Justiniano en cinco (...) este rey Vitiza (...) començo luego de darse a mal et avoleza e echo de la cibdad de Toledo en desterramiento all inffante don Pelayo, fijo del duc Ffafila de Cantabria...[11]

Barrau-Dihigo[12] apoya la supuesta «falta de justificación metodológica en la utilización de las fuentes» puesta de relieve por Claudio Sánchez-Albornoz, en su Estudios críticos sobre la Historia del reino de Asturias, a pesar de que no es capaz de aportar ninguna otra.

Pertenecía [Pelayo], si no a una familia real, sí al menos a una familia noble y, según la versión más fiable, había tenido por padre al duque Favila, a quien los historiadores han consagrado, sin razón alguna, como duque de Cantabria.

Claudio Sánchez-Albornoz admite que Pelayo era hijo de un duque, pero pone en duda la paternidad de Favila en la Crónica albeldense: «ignoramos de dónde era duque Favila».[13], a pesar de usar estas mismas fuentes para validar otros hechos de la vida de Don Pelayo más discutibles como la batalla de Covadonga. Gonzalo Martínez Díez concuerda con la opinión de Sánchez-Albornoz afirmando que en ninguna fuente se menciona el ducado que gobernó y, de hecho, no consta que llegase a estar al frente de algún ducado. Opina que «lo más probable es que se tratara de uno de los varios duques integrados en la Curia regia o Palatium, que acompañaban y asesoraban al rey visigodo».[1]

Notas

  1. «Se dice que [Pelayo] era un "Comes Espatarius· del rey Roderico, e hijo de un Dux llamado Fáfila, emparentado con la realeza visigótica. Sin embargo, su nombre no es godo, sino romano, derivado del griego "Pelagium" que quiere decir "marino" y los moros siempre le llamaron "Belay el Rumi", o sea,: Pelayo el Romano, lo que nos hace pensar que su ascendencia goda es dudosa (o al menos, solo parcial), si bien los moros no hacían clara distinción entre godos y romanos».[2]
  2. «A la hora de analizar el carácter de la monarquía astur no debemos dejarnos engañar por las parcas, pero interesadas (neogoticismo) informaciones de las Crónicas asturianas, que tratan de ensalzar la figura real».[5]

Referencias

  1. Martínez Díez, 2005, p. 62, vol. I.
  2. Álvarez Balbuena, Fernando (2018). «Los oscuros orígenes del reino de Asturias, de la batalla de Covadonga a la Reconquista». Anales de la Real Academia de Doctores de España 3: 338.
  3. Suárez Fernández, 2004, p. 124.
  4. Settipani, 2004, p. 126.
  5. Menéndez Bueyes, 1995, p. 178.
  6. Martínez Díez, 2005, pp. 61–63, vol. I.
  7. Martínez Díez, 2005, p. 62.
  8. LLorente Fernández, Idelfonso (2008) [1882]. «El Argayo». Recuerdos de Liebana. Editorial: Maxtor, Valladolid, 2008. ISBN 9788497614924.
  9. CODICES, 990 L, ed. (735). «Carta 23 (Según nomenclatura de E. Jusué): "Carta de un Omé Bueno que Fundo muchas Iglesias" en Liébana.». Cartulario del Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Archivo Historico Nacional. p. "Comité (Conde) Aquilo habuit filios Munio, Nepuciano, Didacu, Odoce, FAFILA et Espina. Didacu (Diego) habuit filios in Petrum (Pedro) et Froylan (Fruela).
  10. Menéndez Pidal, Ramón. «folio 187 v.». En Primera edición de la obra, ed. Crónica General de España.
  11. Menéndez Pidal, 1906, p. 304.
  12. Barrau-Dihigo, 1989.
  13. Sánchez-Albornoz, 1985.

Bibliografía


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