Habis

Habis,[1] también llamado Habido[2] o Abido, fue un mítico rey de Tartessos. Hijo de Gárgoris y de una de sus hijas.

Historia

Por ser fruto de una relación incestuosa, al nacer es abandonado en un cerro cercano a un cubil de fieras, las cuales lo amamantaron y protegieron. Al saber que no había muerto, Gárgoris mandó que lo sacaran de la cueva para matarlo de otra forma. Se intentó que muriera aplastado en una estampida de vacas, devorado por perros y cerdos hambrientos, o lanzado al mar sólo para ser devuelto a la orilla ileso y finalmente criado por una cierva al ser abandonado en el bosque con la esperanza de que muriese. Al crecer el asalvajado Habis se convirtió en un bandolero y fue apresado por campesinos sólo para ser conducido al rey, quien deseperado al verle otra vez allí lo reconoció como su nieto y lo nombró heredero.

La leyenda, recogida por el historiador romano Pompeyo Trogo,[3] fue narrada en verso en el culto poema Las Abidas (1566) de Jerónimo de Arbolanche.

Se le atribuye el invento de la agricultura con arado y las leyes de Tartessos. También se le atribuye la división de la sociedad en siete clases, prohibiendo las labores serviles para la élite.

La leyenda según Pompeyo Trogo

Al final del libro sobre Hispania de sus Historiae, el galo Pompeyo Trogo (XLIV, 1-16) recoge la leyenda de Habis, único mito transmitido por las fuentes de la Hispania Antigua que debió obtener de Asclepíades de Mirlea, ya que este enseñó gramática en Turdetania y escribió sobre sus pueblos:

Por otra parte, los bosques de los tartesios, en los que los Titanes, se dice, hicieron la guerra contra los dioses, los habitaron los cunetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris fue el primero que descubrió la utilidad de recoger la miel. Éste, habiendo tenido un nieto tras la violación de su hija, por vergüenza de su infamia intentó hacer desaparecer al niño por medios diversos, pero, salvado de todos los peligros por una especie de fortuna, finalmente llegó a reinar por la compasión que despertaron tantas penalidades. Ante todo, ordenó abandonarlo y, pocos días después, al enviar a buscar su cuerpo abandonado, se encontró que distintas fieras lo habían alimentado con su leche. Después de llevarlo a casa, manda arrojarlo en un camino muy estrecho, por el que acostumbraba a pasar el ganado; hombre verdaderamente cruel, ya que prefería que su nieto fuera pisoteado en vez de darle muerte simplemente. Como también entonces había salido ileso y no estuvo falto de alimentos, lo arrojó primero a unos perros hambrientos y torturados por la privación de muchos días y después también a los cerdos. Así pues, puesto que no sólo no recibía daño, sino que además era alimentado por las ubres de algunas hembras, mandó por último arrojarlo al Océano. Entonces claramente por una manifiesta voluntad divina, en medio de las enfurecidas aguas y el flujo y reflujo de las olas, como si fuera transportado en una nave y no por el oleaje, es depositado en la playa por unas aguas tranquilas, y no mucho después se presentó una cierva, que ofrecía al niño sus ubres. Más tarde, por la convivencia con su nodriza el niño tuvo una agilidad extraordinaria y durante mucho tiempo recorrió montañas y valles en medio de los rebaños de ciervos, no menos veloz que ellos. Finalmente, apresado con un lazo, es ofrecido al rey como regalo. Entonces, por el parecido de las facciones y por las señales que se habían marcado a fuego en su cuerpo cuando pequeño, reconoce al nieto. Después, admirando tantas penalidades y peligros, él mismo lo designa su sucesor al trono. Se le puso el nombre de Habis, y después de haber recibido la dignidad real, fue de tal grandeza, que parecía no en vano arrancado a tantos peligros por la majestad de los dioses. De hecho, sometió a leyes a un pueblo bárbaro y fue el primero que enseñó a poner a los bueyes bajo el yugo del arado y a procurarse el trigo con labranza y obligó a los hombres, por odio a lo que él mismo había soportado, a dejar la comida silvestre y tomar alimentos más suaves. Sus vicisitudes parecerían fabulosas si no se contara que los fundadores de los romanos fueron alimentados por una loba y que Ciro, rey de los persas, fue criado por una perra. Prohibió al pueblo los trabajos de esclavo y distribuyó la población en siete ciudades. Muerto Habis, sus sucesores retuvieron el trono durante muchos siglos.[4]

Véase también


Predecesor:
Gárgoris
Reyes míticos de
Tartessos

Sucesor:
Argantonio

Referencias

  1. De Molina, J. M. «Habis, rey Tartesso. El mito del rey Tartesso Habis». España.
  2. «Cuadernos de Trabajo de Historia de Andalucía. Carpeta V. Tema 3». Gran Enciclopedia de Andalucía.
  3. Arnaldos, Manuel (I - II a.C.). «Mito de Habis y Gárgoris». Enciclopedia Mercabá de Arqueología.
  4. Justino. Epítome de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo. Fragmentos, Madrid, Gredos, 1995, edición y trad. de José Castro
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