Navarrete el Mudo
Juan Fernández de Navarrete (Logroño, c., 1538-Toledo, 1579),[2] llamado «el Mudo», fue un pintor español del Renacimiento. Elogiado por Gaspar Gutiérrez de los Ríos en su Noticia general para la estimación de las artes (1600) como «nuestro Apeles Español, excelentissimo sobre quantos pintores ha avido»[3] y posteriormente por Antonio Ponz (1724) como el «Tiziano español»,[4] Navarrete fue el pintor español más importante que trabajó al servicio de Felipe II en la decoración del Monasterio de El Escorial, lo que le mereció el nombramiento de pintor del rey en 1568.[5]
La fama de Navarrete el Mudo continuó a lo largo de los siglos en el ámbito exclusivamente español, como lo prueba el reconocimiento tan elogioso que le otorga la historiografía artística (Fray José de Sigüenza, Gutiérrez de los Ríos, Francisco Pacheco, Lope de Vega, Ponz, Carl Justi...), así como el hecho de que José Bonaparte, en el proceso de creación del denominado Museo Josefino (1809), incluyese a Navarrete entre los grandes pintores españoles, junto a Murillo o Velázquez.[4] Su estilo, deudor de la escuela veneciana, se refleja en varias de sus obras más importantes.
Lo reducido de su producción (apenas diecisiete pinturas y tres dibujos se le puedan atribuir con razonable seguridad) y el hecho de que solo una de esas pinturas se conserve fuera de España —Abraham y los tres ángeles, en The National Gallery of Ireland— hace de Navarrete el Mudo un pintor prácticamente desconocido fuera de España.[6]
Biografía
Hijo de Juan Fernández de Navarrete, del que se conoce que pertenecía al gremio de tejedores y tintoreros, y de Catalina Jiménez, nació en Logroño hacia 1538.[7] Según Antonio Palomino, siguiendo a fray José de Sigüenza, su primer biógrafo, que lo conoció bien y tenía en alta estima, era «hijo padres honrados y nobles»,[8] circunstancia que no es posible acreditar documentalmente, aunque sí cabe afirmar que se trataba de una familia económicamente solvente y relacionada con la élite logroñesa.[7]
Aunque algunas fuentes hablan de una enfermedad padecida a los tres años que lo dejó sordo, Navarrete, según Sigüenza, principal fuente de información sobre el pintor, nació mudo, lo que le corrigió Antonio Palomino, advirtiendo que es la sordera la causa de la mudez, «porque como no oyen, no aprenden, y así no hablan (...) Conque todos los que lo son de nacimiento son sordos (porque mudos todos nacen, pero no sordos); mas a esto le acompañaba (como suele suceder) una gran viveza de ingenio».[8] Desde muy niño dio muestras de su predisposición para el dibujo, lo que hizo que sus padres lo enviasen al monasterio jerónimo de La Estrella, en San Asensio (La Rioja), donde fray Vicente de Santo Domingo, hábil miniaturista, le dio clases de dibujo y pintura y, viendo sus progresos, aconsejó a sus padres lo enviasen a Italia. Al decir de fray José de Sigüenza:
y como desde niño le vieron inclinado a pintar y a coas de dibujo, y que con carbones y con piedras, y con lo que hallaba, andaba contrahaciendo y borrajeando lo que veía, le llevaron a la hospedería del Monasterio de la Estrella, de nuestra Orden, para que allí aprendiese algo de un religioso de aquel convento que se llamaba fray Vicente, que sabía de pintura: diole algunos principios, y el fraile no los tenía malos; y como vio tanta habilidad en el muchacho, trató con sus padres que, pues se iba haciendo hombrecillo, le enviasen a Italia.[9]
Es posible que fray Vicente de Santo Domingo, que ingresó como novicio en La Estrella en 1552, se valiese en sus enseñanzas de algún incipiente lenguaje de signos, como los que se empleaban desde la Edad Media en las comunidades monásticas obligadas al voto de silencio, como lo fue en su origen la Orden de San Jerónimo. Cabe recordar a este respecto que Cervantes hace en El licenciado Vidriera que sea un monje jerónimo, «que tenía gracia y ciencia particular en hacer que los mudos entendiesen y en cierta manera hablasen», quien sane de su locura a Tomás Rodaja.[10] En tiempo de Navarrete, además, un benedictino, Pedro Ponce de León, había desarrollado el primer código lingüístico de signos para la educación de sordos.[11]
La realización de un viaje a Italia, costeado por sus padres, puede ser confirmada por una súplica dirigida por su madre al rey Felipe II, a la muerte de Navarrete, en la que aseguraba que ella y su esposo, ya fallecido, «con mucho cuidado, y costa, enseñaron al dicho su hijo el arte de la pintura sustentándole fuera de estos reinos para que mejor con su havilidad pudiese servir a Vuestra Magestad como lo hizo catorce años».[12] En el discurso quinto de la segunda parte de su Fundación del Monasterio de El Escorial, en el que se ocupa de las pinturas del claustro principal, dice Sigüenza que en Italia pudo ver cuanto bueno había en Roma, Florencia, Venecia, Milán y Nápoles, además de trabajar «en casa del Ticiano y de otros valientes hombres de aquel tiempo». Uno de ellos habría sido Pellegrino Tibaldi, otro de los célebres artistas italianos llamados a trabajar en El Escorial, al que llegó en 1586, muerto Navarrete, a quien fray José de Sigüenza había escuchado decir, admirándose de lo que de Navarrete veía pintado en El Escorial, «que en Italia no había hecho cosa de estima».[9]
Si los testimonios citados acreditan la realización del viaje, el estudio de sus primeras obras tras la llegada al Escorial, como la pequeña tabla del Bautismo de Cristo, con su técnica dibujística y colores fríos de acusda raíz manierista toscano-romana,[13] parecen desmentir el encuentro con Tiziano en Italia, en cuyo taller puede descartarse que trabajase. Es, al contrario, el conocimiento de las obras de la escuela veneciana conservadas en El Escorial y el estudio de las obras de Tiziano presentes en la colección real, lo que hará posible la evolución de su pintura con la adopción de la manera veneciana desde un inicial manierismo romano. El Cristo a la columna del claustro alto de El Escorial evidencia el tiempo de estudio que Navarrete dedicó al monumental fresco de la Flagelación pintado por Sebastiano del Piombo sobre un dibujo de Miguel Ángel en la capilla Borgherini del convento de San Pietro in Montorio, vinculado a la colonia española en Roma.[14] Es esta una de las influencias más visibles de su paso por Italia. Incluso la más tardía Aparición de Cristo a su Madre, estrechamente vinculada en el dinamismo de la figura de Cristo y el tratamiento de la luz al fresco del Descenso al Limbo encargado por Constantino del Castillo a Gaspar Becerra para su capilla de la iglesia de Santiago de los Españoles, llevó a Davidson a atribuir erróneamente a Navarrete el fresco romano y un dibujo a lápiz de Cristo resucitado que sirvió de modelo para el fresco localizado por ella en la Galleria dell'Accademia de Venecia, dibujo que se ha atribuido también a Sebastiano del Piombo y a Daniele Volterra imitando a Miguel Ángel.[15]
A Navarrete se le documenta por primera vez en El Escorial en julio de 1566, encargado en pequeñas tareas de reparación de las pinturas dañas. Tres años antes se había colocado la primera piedra del monasterio, en pleno proceso de construcción. No parece casual que un año antes su primer maestro, fray Vicente de Santo Domingo, a solicitud del prior fray Juan de Colmenares había sido trasladado por los superiores de la orden desde la Estrella al Escorial para trabajar como pintor en la iluminación de libros de coro.[16] Lo primero de lo que Sigüenza tenía noticia que hubiese pintado en El Escorial eran «unos Profetas de blanco y negro en unas puertas de un tablero, de la quinta angustia».[9] Las puertas, pintadas a imitación de esculturas, perdidas, debían servir para proteger la famosa tabla del Descendimiento de Rogier van der Weyden (Museo del Prado) que había llegado de Flandes con daños. Reparadas las grietas abiertas en las tablas, a Navarrete se le encomendó también reponer las pérdidas de pintura conforme a las precisas instrucciones dadas por Felipe II, que no quería ver alterada las gestualidad de los rostros, sin «tocar en el gesto ni tocado de Nuestra Señora, ni en otra cosa que no sea vestido o campo».[17] Otro cuadro heredado por Felipe II de su tía María de Hungría, regente de los Países Bajos, un Noli me tangere de Tiziano, llegó tan dañado que Navarrete hubo de limitarse a recortar y enmarcar lo que se pudo salvar de la figura de Cristo, pero la noticia es importante pues pone por primera vez en contacto directo a Navarrete con la pintura del veneciano.[18]
A la muerte de Gaspar Becerra obtuvo el nombramiento de pintor del rey, título que le fue librado en marzo de 1568, pero el primer encargo importante no lo recibiría hasta finales de ese año: cuatro lienzos de gran tamaño para la sacristía provisional o de prestado, según la denominación de Sigüenza. A pesar de que entre las condiciones para el nombramiento de pintor del rey figuraba la obligación de residir en El Escorial obtuvo permiso para marchar a Logroño durante el invierno a casusa de su mala salud y las inadecuadas condiciones de alojamiento en El Escorial a causa de las obras. En casa de su madre y auxiliado por los frailes del Monasterio de La Estrella trabajó en los cuatro lienzos citados, cuyos temas, según las instrucciones recibidas, eran la Asunción, el martirio de san Felipe, san Jerónimo en el desierto y «la historia entera de Santiago del Vençimiento de los moros hasta que le degollaron», entregados a su regreso a El Escorial en la primavera de 1571.[19] De los dos primeros, destruidos en el incendio de 1671, queda la descripción de fray José de Sigüenza, particularmente detallada en el caso de la Asunción:
El primero de todos fue el cuadro de la Asunción de Nuestra Señora; adornóla con mucha diferencia de ángeles, unos vestidos, otros desnudos, con diversas posturas y escorzos ingeniosos y de propia invención. Los doce apóstoles que la contemplan subiendo por el aire, llenos de devoción y de espíritu, que se les echa de ver se les van las almas tras ella. Todos tienen hermosísimas cabezas y rostros verdaderamente santos. Está entre ellos el retrato de su mismo padre, y dicen que el de su madre es el mismo que el de la Santísima Virgen, porque era muy hermosa, y él salió también gentil hombre y de buen rostro, pintura toda muy acabada. Con todo esto, el Mudo quisiera no haberla pintado, porque la disposición de las figuras, que es en las historias parte principal, no le contentaba y quisiera, si el Rey le diera licencia, borrarla y hacer otra, y tenía razón, porque la Virgen parece va apretada entre los ángeles y tan envuelta por ellos que fue poca autoridad y poca gracia.[20]
Tampoco el martirio de san Felipe merecía su entera aprobación, aunque centrado en la figura del santo, excelente, pero «algo desgraciado» el resultado por el colorido de las ropas, y de las cuatro pinturas en su conjunto comentaba que en ellas Navarrete parecía haberse dejado llevar «del ingenio nativo, que se ve era labrar muy hermoso y acabado, para que se pudiese llegar a los ojos y gozar cuan de cerca quisiesen, propio gusto de los españoles en la pintura», pero entendiendo que aquel no era el camino de los pintores valientes, a imitación de su maestro Tiziano, que en sus inicios había hecho algo parecido para emprender luego un camino de más fuerza y relieve, en los demás cuadros que hizo «no acabó tanto y puso más cuidado en dar fuerza y relieve a lo que hacía imitando más la manera del Ticiano en los obscuros y fuerzas, y en los claros y alegres y que piden hermosura a Antonio de Acorezo (Correggio)».[21]
Las dos pinturas conservadas de aquel primer encargo, San Jerónimo penitente y el Martirio de Santiago figuran, sin embargo, entre las obras mejor conocidas y más apreciadas del Mudo. El San Jerónimo, que fue lo primero que acabó y fechó en 1569, combina el dibujismo romano-toscano en la figura del santo con un paisaje de exuberante y fresca naturaleza que, en palabras de Sigüenza, podría compararse en acabado y paciencia a lo hecho por cualquier maestro flamenco,[22] aunque de inmediato añadía que «esta sola falta tiene, que en estar tan acabado no parece de hombre valiente». La Degollación de Santiago, fechada dos años después, obra narrativa con el desarrollo vertical del paisaje en el que da cabida a la aparición del santo la batalla de Clavijo, evidencia la evolución del pintor hacia una pintura más suelta y de rico y luminoso colorido, apartándose de modelos flamencos, más deudor de Tintoretto que de Tiziano en el paisaje y en la escorzada figura del santo.[23]
Lope de Vega le compuso este epitafio:
- No quiso el cielo que hablase, / porque con mi entendimiento / diese mayor sentimiento / a las cosas que pintase. / Y tanta vida les di / con el pincel singular / que como no pude hablar / hice que hablasen por mí
Catálogo
El presente catálogo se basa en el establecido por Rosemarie Mulcahy.[24] No se incluyen las obras no conservadas, algunas de ellas citadas por Sigüenza y mencionadas ya en la biografía del pintor.
Pintura al óleo
- El Bautismo de Cristo, c. 1565/1567, óleo sobre tabla, 48,5 x 37 cm, Madrid, Museo del Prado. Firmado con las iniciales I. F. abajo a la izquierda.[25] Según el padre Sigüenza se trata de la muestra que el Mudo presentó a Felipe II cuando llegó a El Escorial, cuadro de «mucha estima, porque está excelentemente labrado: donde también se ve cuán diferente manera era aquella de la que después siguió».[26] Localizado en la librería de la celda alta del prior, se cita ya en el inventario de la primera entrega de obras de arte al monasterio en 1574. En 1809 Frédéric Quillet lo seleccionó para formar parte del Museo Josefino, trasladándolo a Madrid. Depositado luego en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1826 ingresó en el Museo del Prado.[27]
- San Jerónimo penitente, 1569. Óleo sobre lienzo, 347 x 213 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado «I. F. MVĐ F. 1569».
- El martirio de Santiago, 1571. Óleo sobre lienzo, 347 x 209 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado «IOAN FERÑDEZ M.DO F. 1571»
- La Sagrada Familia con san Joaquín y santa Ana, c. 1572-1575. Óleo sobre lienzo, 350 x 210 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
- Cristo a la columna, c. 1572-1575. Óleo sobre lienzo, 350 x 210 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado «Io FERNǍDEZ MVDo»
- Adoración de los pastores, c. 1572-1575. Óleo sobre lienzo, 350 x 210 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado «Io FERNǍDEZ MVDo».
- Abraham y los tres ángeles, 1576. Óleo sobre lienzo, 286 x 238 cm, Dublín, Galería Nacional de Irlanda.
- San Pedro y san Pablo, 1577. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «I. F. M. F. 1577».
- Santiago el Mayor y san Andrés, 1577. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «I. F. M. F. 1577».
- San Bartolomé y santo Tomás, 1577. Óleo sobre lienzo, 335 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «Io. FDEZ. MDO. F. 1577».
- San Matías y san Bernabé, 1578. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «I. F. M. 1578».
- San Marcos y San Lucas, 1578. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «I. F. M. 1578 F.».
- San Simón y san Judas, 1578. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
- San Juan y san Mateo, 1578. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Firmado y fechado «Io FDEZ. MDO. 1578. AÑO.».
- San Felipe y Santiago el Menor, 1578-1579. Acabado por Diego de Urbina. Óleo sobre lienzo, 235 x 185 cm, Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
- Aparición de Cristo a su Madre, c. 1578-1579. Óleo sobre lienzo, 249 x 291 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
- Entierro de san Lorenzo, c. 1578-1579. Óleo sobre lienzo, 205 x 290 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
- Nacimiento de Cristo, c. 1578-1579. Óleo sobre tabla de nogal, 30,6 x 21,5 cm, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Incorporado al catálogo de Navarrete en 2017, en la exposición dedicada al pintor en el Monasterio de El Escorial, anteriormente estuvo atribuido por Vicente Poleró a Federico Zuccaro.[28]
Dibujos
- Adoración de los pastores, c. 1579. Pluma, tinta y aguada sepia. Destruido en 1936, en el incendio del Instituto Jovellanos de Gijón, conocido por una fotografía.
- León bebiendo, lápiz negro y sanguina sobre papel verjurado, 236 x 256 mm, Madrid, Museo del Prado. Estudio para el San Jerónimo penitente.[29]
- Abraham y los tres ángeles, 1576. Lápiz sobre papel, 230 x 230 mm. Madrid, Instituto Valencia de Don Juan.
Referencias
- Muller, Priscilla, Dibujos españoles en la Hispanic Society of America del Siglo de Oro a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, ISBN 978-8484800996, pp. 77-78, n.º de catálogo 15 y p. 271, n.º 73 para la copia de Goya.
- Se ignora el año de su nacimiento, tradicionalmente fijado en 1526 porque así lo dejó escrito Juan Agustín Ceán Bermúdez. El dibujo de la Hispanic Society, copia de un autorretrato pintado, según la inscripción, en 1569, a sus 31 años, retrasa la fecha del nacimiento a en torno a 1638, año comúnmente aceptado ahora. Se ha publicado además una partida de bautismo de la iglesia de Santa María de Palacio de Logroño de 1540, aunque se discute si se refiere a la misma persona y no a un homónimo. Ver Mulcahy, 1999, p. 2 y nota 7.
- García-Frías Checa, 2017, p. 2.
- García-Frías Checa, 2017, p. 3.
- García López, David. «Navarrete el Mudo, Juan Fernández de». En Fundación Amigos del Museo del Prado, ed. Enciclopedia online del Museo del Prado (2006). Consultado el 29 de diciembre de 2017.
- Mulcahy, 1999, pp. XIV-XV.
- Mulcahy, 1999, p. 2.
- Palomino, p. 55.
- Sigüenza, p. 327.
- Cervantes, Miguel, Novelas ejemplares, Madrid, Real Academia Española, 2013, p. 299.
- Mulcahy, 1999, pp. 3-4.
- Cit. Mulcahy, 1999, p. 5.
- García-Frías Checa, 2017, p. 5.
- Mulcahy, 1999, pp. 5-8.
- Destruida la capilla y pasado a lienzo con importantes pérdidas, el fresco se conserva en los almacenes del Castel Sant'Angelo. La atribución a Navarrete en Davidson, B., «Navarrete en Rome», Burlington Magazine, CXXXV (1993), pp. 93-96. Sobre la Aparición de Cristo a su Madre de Navarrete, rechazando la atribución del fresco romano, Mulcahy, 1999, pp. 7-8 y 70-72 y Redín Michaus, Gonzalo, «Sobre Gaspar Becerra en Roma. La capilla de Constantino del Castillo en la iglesia de Santiago de los Españoles», Archivo Español de Arte, LXXV (2002), 298, pp. 129-144.
- Mulcahy, 1999, p. 12.
- Cit. Mulcahy, 1999, p. 15.
- El Salvador, de hortelano, Museo del Prado, Colección.
- Mulcahy, 1999, pp. 19-22.
- Sigüenza, p. 328.
- Sigüenza, pp. 329-330.
- García-Frías Checa, 2017, p. 10.
- Mulcahy, 1999, pp. 28-29.
- Mulcahy, 1999, pp. 85-87.
- El Bautismo de Cristo, ficha de la obra en la colección del Museo del Prado.
- Sigüenza, p. 351.
- Bassegoda (2002), p. 308.
- García-Frías Checa, 2017, p. 38.
- León bebiendo, ficha de la obra en la colección del Museo del Prado.
Bibliografía
- Bassegoda, Bonaventura, El Escorial como museo, Universitat Autònoma de Barcelona, Servei de Publicaciones, Barcelona, 2002, ISBN 84-490-2281-9
- García-Frías Checa, Carmen (2017). Navarrete el Mudo. Nuestro Apeles español en el Escorial. Madrid: Ediciones El Viso. ISBN 978-84-7120-523-0.
- Mulcahy, Rosemarie, Juan Fernández de Navarrete el Mudo, pintor de Felipe II, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 1999, ISBN 84-95146-21-5
- Palomino, Antonio (1988). El museo pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado. Madrid : Aguilar S. A. de Ediciones. ISBN 84-03-88005-7.
- Sigüenza, José, Fundación del Monasterio de El Escorial por Felipe II, Madrid, 1927.
Enlaces externos
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- Voz «Navarrete el Mudo, Juan Fernández de». Museo del Prado, enciclopedia en línea.
- Reseña de la exposición de 2017 en El Escorial