Junta de Aguas de Madrid

La Junta de Aguas de Madrid o Junta de Fuentes de la Villa de Madrid (también enunciada como Concejo y Junta de las Aguas) fue un organismo creado en 1608 en la capital de España para coordinar y regular todo lo relacionado con el abastecimiento de agua a la ciudad.[1] Existió como «organismo independiente del resto de la administración municipal hasta el 1 de noviembre de 1766», en que su autoridad y gestiones se integraron en sucesivos despachos con diferentes y varios nombres, aunque similar ocupación.[lower-alpha 1][2] En su conjunto, fueron absorbidos o desaparecieron de forma paulatina con la puesta en funcionamiento del Canal de Isabel II, que acabaría arbitrando el suministro y explotación de aguas en Madrid.[3][4]

Sección del viaje de Amaniel en el Museo metropolitano de Madrid en el Metro de Ópera.

Historia

El Concejo y Junta de las Aguas tuvo su precedente en la Junta de Ornato, Limpieza y Policía, instituida por Felipe II, según Real Cédula de 6 de mayo de 1590, e integrada por ocho miembros en representación conjunta de la Corona y la Villa. Desglosada de ella, se creó en 1608 la Junta de Fuentes como organismo municipal dirigido por un consejero del rey, miembro del Consejo Real, o superintendente.[lower-alpha 2] A sus órdenes quedaban el corregidor de la Villa, dos regidores con el cargo de comisarios de fuentes, y el secretario mayor del Ayuntamiento.[lower-alpha 3] No obstante el cargo más importante, por su actividad era el del veedor, que revisaba los «viajes» cada dos meses presentando informes y propuestas.[2]

La Junta de Fuentes de Madrid existió como «organismo independiente del resto de la administración municipal hasta el 1 de noviembre de 1766»,[2] aunque desde 1746 se la conocía de forma oficial como Comisión de Fuentes. A partir de 1766, la gestión de los «viajes de agua» se integró en la Junta de Propios y Arbitrios, hasta la reforma municipal de 1835, en que pasaría a ser competencia de la Comisión de Obras de la Villa.[lower-alpha 4] [2]

Funciones y objetivos

La Junta de Aguas asumió desde sus creación el «proceso constructivo, los itinerarios, el mantenimiento, la red de distribución y los beneficiarios de los viajes de agua».[2] Asimismo era de su competencia vigilar los robos de agua por perforación de las galerías de conducción, establecer las multas, y en periodos de sequía aplicar el artículo 48 del Reglamento de Fontanería de la Villa de Madrid, que textualmente avisaba de que «en el caso en que se advierta la mayor baja de aguas, se observará para su distribución la preferencia en las fuentes públicas, compras, censos y gracias», o sea que los primeros en quedarse sin agua serían los que la recibían gratuitamente.[1] En el capítulo económico, además de administrar el impuesto sobre la venta del agua, también regulaba impuestos especiales como el real de plata que tenía que pagarse en el matadero del Rastro por cada cordero sacrificado, tasa conocida como Rastro de Fuentes y ejecutada a partir de 1611.[1] Del mismo modo, el superávit en la recaudación general podía revertir en préstamos a la Administración.[5]

Los trabajos de localización de acuíferos y determinación de las pendientes para la construcción de los viajes serían llevados a cabo por los técnicos y alarifes de la Junta de Obras y Bosques y de la Junta de Fuentes, entre 1610 y 1617.

El objetivo primordial fue la puesta en funcionamiento de los cuatro principales viajes, es decir, el de Amaniel (1610-1621) –perteneciente a la Corona– y los tres viajes propiedad de la Villa de Madrid: el de la Fuente Castellana (1613-1620), y los llamados del Abroñigal Alto y Abroñigal Bajo (1617-1630). Luego vendrían los del Buen Suceso (1612-1618) (para surtir una fuente en la Puerta del Sol), y los complementarios del de la Castellana, los viajes de Contreras (1637-1645) y de la Alcubilla (1688-1692).[6]

Una vez encarriladas las apremiantes necesidades de agua de la creciente capital española, se atendieron otros proyectos como el Real Sitio del Buen Retiro, zona de recreo de la Corte, que endeudó al consistorio municipal a pesar de que la infraestructura hidráulica fue en gran parte pagada por la Corona. La zona se atendió con la construcción de los viajes Alto (1632-1636) y Bajo (1636-1640) del Buen Retiro.[7]

Sondeos y captaciones de agua

En el proceso surgieron todo tipo de contratiempos, algunos de orden interno, como las competiciones entre los regidores por ver «quién descubría más y mejor agua».[2] Uno de estos celosos funcionarios fue Juan Fernández, hijo de un mercader toledano, que había reemplazado a Francisco de Alfaro en la regiduría del Concejo madrileño desde el 13 de abril de 1593, y que llegaría a convertirse en uno de miembros más poderosos de la Junta de Fuentes.[lower-alpha 5]

Pronto tuvo que poner remedio la Junta de Aguas al preocupante hecho de que el caudal de las fuentes de la Villa y los «viages» existentes de antiguo, eran insuficientes para satisfacer las necesidades causadas por el desproporcionado crecimiento de población provocado por la circunstancia de haberse convertido en «Villa y Corte». Se impuso entonces como objetivo urgente la búsqueda de nuevos acuíferos, manantiales y venas de agua, tarea asumida por el regidor municipal Luís de Valdés que, a su vez, trajo a Madrid a un famoso zahorí napolitano llamado Dorodeo Chiancardo, alojándolo en su propia casa durante un par de años.[lower-alpha 6]

Los precios del agua

Vista de la plazuela de Santo Domingo y su fuente ornamental frente a la calle de Leganitos, en la copia de 1866 de un dibujo y grabado originales de Louis Meunier hechos hacia 1665.

En el capítulo que dedica al suministro de aguas y sus precios el ingeniero Guerra Chavarino, en su estudio dedicado a los viajes de agua de Madrid,[8] y siguiendo las entradas del Libro de Acuerdos del Concejo madrileño y los tratados del arabista Oliver Asín y del matemático Aznar de Polanco dedicados a estos temas, se anotan las siguientes cifras:

En el siglo xvi

Al final de este siglo, la normativa publicada en 1596 para la fabricación de cántaros obligaba la medida de cinco azumbres (diez litros) como capacidad mínima. Además era obligatoria la “denominación de origen”, es decir, el nombre o marca del alfar o el alfarero que había fabricado el recipiente. En 1599 los aguadores solicitaron un aumento de ‘sueldo’, pues las ganancias, con las sequías veraniegas y la necesidad de alimentar a sus animales de carga no daban para subsistir ni para mantener el físico que requería este duro oficio (pues el reparto de «cargas» o pedidos, por lo general 4 a 6 cántaros, incluía en el servicio ser subidos a las viviendas correspondientes, algunas de hasta cuatro pisos. En 1600 una «carga» costaba diez maravedíes, variando el precio según la fuente de origen, siendo la de Leganitos la más preciada, a ocho maravedíes tan solo cuatro cántaros, y diez la carga de seis cántaros.[8]

En el siglo xvii

Se conoce el dato de que en este periodo el real de agua (RA) se compraba a trecientos ducados.[9] En este siglo apareció, al parecer, el aguador sin burro, que transportaba al hombro su carga, estipulándose para ellos el precio de dos maravedíes por dos cántaros.[10]

Hidrómetro diseñado y dibujado por Teodoro Ardemans, hacia 1724
En el siglo xviii

El real de agua (RA) había de pagarse a cuatro mil «ducados de vellón» al año (precio aplicado a cualquier tipo de arca de reparto.[lower-alpha 7] Cada usuario, a su vez, pagaría el 3% de la cantidad contratada, según contrato realizado «a censo». Por su parte, la arroba de agua se pagaba a poco menos de un cornago.[lower-alpha 8][11] En estas tarifas no se contemplaban los impuestos para el mantenimiento de las galerías y conducciones.[8]

En el siglo xix

Por lo que respecta ya al siglo xix, Pedro Felipe Monlau en su manual dedicado a Madrid o Amigo del forastero en Madrid y sus cercanías, publicado en 1850, explica que el real de agua –según el baremo de medidas en esa ciudad– era «la cantidad de agua que pasa por un tubo del diámetro de un real de vellón». Un real (RA) se divide, a su vez, en dos medios, cuatro cuartillos, o 16 pajas. El sistema de medidas referido por Monlau, anota también que un real de agua equivale a «96 cubas diarias de a dos arrobas y media», o a unos 150 pies cúbicos de agua.[12]

Aguadores, mendigos, tullidos y sedientos

Considerando que en el año 1600 una cántara de agua valía 28 maravedíes –y aunque diez años después había bajado su precio a 20 maravedíes–,[10] puede imaginarse el despliegue de medidas reguladoras y, en especial, represoras que rodearon y rigieron el consumo de agua en Madrid a lo largo del siglo xvii. El crecimiento demográfico llevó a un creciente trapicheo del agua, por lo que se prohibió la venta al por menor hecha por aguadores que vieron el gran negocio de ofrecer agua endulzada con anís a los «sedientos nuevos vecinos de la nueva capital de las Españas», ofrecida en jarritos o vasos a los transeúntes. La prohibición estableció una pena de cien azotes y «perdimiento de los pollinos», es decir se les requisaban los burros donde transportaban los cántaros.[lower-alpha 9]

Asimismo, para que los alguaciles pudieran localizar a los aguadores furtivos y diferenciarlos de los encargados del transporte de agua, se obligó a estos últimos a colocar cencerros en el cuello de sus bestias de carga. También se les prohibió a los aguadores alquilar los burros para otros menesteres que no fueran su oficio, como el ofrecimiento de llevar “viajeros” (por lo general damas) hasta la ribera del río Manzanares.[10][13]

Véase también

Notas

  1. Instituciones encargadas de la financiación, administración y gestión del agua en Madrid: la «Junta de Obras y Bosques» (1545-1768), la «Junta de Fuentes», creada en 1608 y conocida como Comisión de Fuentes (1746-1766) y la «Junta de Propios y Arbitrios» (1766-1835).
  2. Este cargo, equivalente la de un «juez de las aguas», se desglosó pronto en un superintendente por cada viaje de agua.
  3. Aunque al principio se reunían sin fecha fija, en 1642 se normatizó una junta semanal; y las decisiones por acuerdo entre el superintendente y el corregidor, y en presencia del «maestro mayor de obras de la Villa», encargado de materializar dichos acuerdos, y del «secretario mayor de la Villa» que los anotaba en los libros aun conservados en el «Archivo de Villa» de Madrid.
  4. Organismo que construyó en 1855 el viaje de la Fuente de la Reina, último del primitivo sistema de conducción de agua en Madrid.
  5. A Juan Fernández, durante su gestión como comisario de las fuentes del Prado, se debe el mérito del hallazgo de un manantial extramuros, junto a la antigua puerta de Santa Bárbara (aproximadamente donde luego se encontraría la glorieta de Alonso Martínez), manadero que alimentó el viaje del Buen Suceso, primero de los construidos durante el siglo xvii por la Junta, y que abasteció la nueva fuente de la Puerta del Sol y algunas del Paseo del Prado.
  6. A Chiancardo se le debería el hallazgo en abril de 1610 y a una legua de la antigua Villa, junto al camino de Alcalá, de un manadero que aportaría luego unos 8 reales a la plaza del antiguo Palacio y otros 8 a la Puerta del Sol y a la plaza de San Salvador.
  7. Y así, proporcionalmente, medio RA valía 2000 ducados; el cuartillo, mil; y el medio cuartillo quinientos, siendo esta la cantidad mínima a contratar.
  8. Cuando cuatro cornagos hacían un maravedí, y 375 maravedíes nacían un ducado español.
  9. A partir de 1620 se le concedió permiso a los «tullidos y pobres de solemnidad».

Referencias

  1. Guerra Chavarino, 2011, p. 77.
  2. Pinto, Gili y Velasco, 2012, pp. 35-49.
  3. Navascués, 1973, p. 166.
  4. Guerra Chavarino, 2011, p. 131.
  5. Citado por Guerra, según folio 172 ff. del Manuscrito 7478, conservado en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid.
  6. Guerra , Emilio. «Los viajes de agua de Madrid». hispagua.cedex (AIEM, XLVI (2006), páginas 419-465, cita en 420 y 448; ISSN: 0584-6374). Consultado el 6 de mayo de 2017.
  7. Guerra Chavarino, 2011, p. 178 y ss.
  8. Guerra Chavarino, 2011, p. 78.
  9. Oliver Asín, Jaime (1952). Agencia española de Cooperación Internacional, ed. Historia del nombre de Madrid (1991 edición). Madrid: CSIC: Instituto Oliver Asín.
  10. Guerra Chavarino, 2011, p. 79.
  11. Aznar de Polanco, Juan Claudio (1723). Antiguos viajes de agua. Agua que tiene Madrid para su abasto.
  12. Monlau, 1850, p. 48.
  13. Deleito y Piñuela, José (2005). La mala vida en la España de Felipe IV (Julián San Valero Aparisi edición). Alianza Editorial. pp. 177 y ss. ISBN 978-84-206-5867-4.

Bibliografía

  • Guerra Chavarino, Emilio (2011). Los viajes de agua y las fuentes de Madrid. Madrid: La Librería. pp. 77-79. ISBN 9788498731194.
  • Monlau, Pedro Felipe (1985 (facsímil de 1850)). Madrid en la mano ó El amigo del forastero. Madrid: Guillermo Blázquez. ISBN 84-85944-44-5.

Bibliografía citada

  • Libros de Acuerdos del concejo madrileño, 1464-1600, tomo IV (1498-1501). Transcripción de Carmen Rubio Pardos, Rosario Sánchez González y Carmen Cayetano Martín. Raycar, S.A. Impresores, Madrid 1982.
  • Contribuciones documentales a la historia de Madrid. Agustín Millares Carlo. Biblioteca de Estudios Madrileños.
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