Perro yagán
El perro yagán, también llamado perro fueguino, era un cánido de medianas dimensiones que vivía entre los indígenas yaganes y selknam del archipiélago de Tierra del Fuego. Fue domesticado del zorro culpeo (Lycalopex culpaeus), en lugar del perro doméstico, que fue domesticado del lobo (Canis lupus).[1]
Perro yagán | ||
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Dos perros fueguinos: Katekita (hembra) y Tapan (macho). | ||
Estado de conservación | ||
Extinto | ||
Taxonomía | ||
Reino: | Animalia | |
Filo: | Chordata | |
Subfilo: | Vertebrata | |
Clase: | Mammalia | |
Orden: | Carnivora | |
Familia: | Canidae | |
Género: | Lycalopex[1] | |
Especie: | Indeterminada | |
Distribución geográfica
Su dispersión geográfica coincidía con la de los indígenas fueguinos, centrada en la porción central y austral de la isla Grande de Tierra del Fuego y tierras emergidas circundantes.
Origen
Una investigación genética fue llevada a cabo usando el pelo de un ejemplar de perro fueguino disecado, perteneciente a una colección del Museo Regional Fagnano, en Río Grande, del cual fue extraído ADN. Este fue comparado con el de diversos cánidos que habitan la Patagonia, como el zorro culpeo (Lycalopex culpaeus), el zorro gris (Lycalopex griseus) y el zorro de las pampas o aguarachay (Lycalopex gymnocercus), y con el de perros domésticos (Canis lupus familiaris). Dicho análisis mostró claramente una mayor identidad entre el perro fueguino y el zorro culpeo (97,57%), con mayor divergencia con el perro doméstico actual (88,93%). Estos resultados fueron apoyados por el análisis filogenético molecular, lo que sugiere una domesticación atípica de zorros por parte de los cazadores-recolectores que habitaban la Patagonia.[1]
Relación con el ser humano
Según los relatos de los cuales se dispone, la utilidad del perro yagán para la caza y la defensa eran limitadas, tal vez producto de una domesticación parcial. El ingeniero y genocida Julio Popper, en una conferencia dada el 5 de marzo de 1887 en el Instituto Geográfico Argentino, describió estas y otras particularidades:[2]
Para cerrar el rápido croquis de la fauna fueguina solo me queda por mencionar el perro que, con orejas paradas y gruesa cola, tiene cierto parecido con el zorro aunque su color es a veces enteramente blanco.Acostumbrado a apreciar en la raza canina su proverbial adhesión hacia el hombre, me causó estrañeza la circunstancia, observada repetidas veces, de que el perro fueguino carece absolutamente de esas calidades. Nunca los vi, por grande que fuera su número, tomar una actitud agresiva o bien defender a sus amos cuando éstos se hallaban en peligro. He averiguado además que no sirven para la caza del guanaco, pues en distintas ocasiones los vi disparar a gran carrera delante de un guanaco perseguido por nuestra perrada, que se componía exclusivamente de la raza canis graius (el grey hound de los ingleses). Recuerdo también haber encontrado cierto día un guanaco herido de tres flechazos, que los onas abandonaron al vernos llegar, y el cual no presentaba ninguna mordedura de perro ni rastro de haber sido ofendido por estos.
¿Qué servicio prestan entonces las numerosas perradas a los indios?
Me arriesgo, pues, mientras no obtenga mejores datos, a emitir la opinión de que los perros fueguinos solo sirven para completar el abrigo defectuoso del indio, o mas bien, como mueble calorífero del ona.
Una casualidad vino a contestar esta pregunta. Estando una tarde en la playa de la Bahía Lomas, recogimos cuatro criaturas de seis a ocho años de edad y las llevamos, no obstante las enérgicas protestas —bien justificadas por otra parte— del mayor de los muchachos, hacia un alojamiento indio abandonado una hora antes. Al hacerles entrar en uno de los toldos asumieron luego una apariencia somnolienta, acurrucándose los cuatro en un solo punto. A poco más noté que los perros entraban uno a uno en el toldo, colocándose en grupo alrededor de los pequeños onas, para asumir la forma de una especie de envoltura, que bien pronto apenas dejó entrever la cabeza de los chicos: se encontraban éstos completamente rodeados de perros de todo tamaño.
Según José Alonso Marchante, el perro fueguino sí era utilizado en la cacería por los Selk'nam:
"Si la flecha no acertaba el órgano vital, el animal podía errar durante un largo trecho y el cazador estaba obligado a perseguirlo, para lo cual se ayudaba frecuentemente de sus inteligentes perros. Este arte de caza de aproximación implicaba habitualmente largas caminatas que podían durar todo el día".[3]
Carlos Gallardo expuso:
"El Ona reconoce la inteligencia en su perro y por consiguiente, cuando va de caza y pasa algún tiempo sin que encuentra rastros, el indio fija su atención en el rumbo que aquel quiere tomar y lo sigue pacientemente aunque crea que está equivocado".[4]
Antonio Coiazzi indicaba que:
"...forma parte de la familia; el perro, llamado por ellos tisne. Los onas tienen muchos perros y les guardan un afecto grandísimo. Nuestros misioneros vieron a menudo a mujeres indígenas dando de mamar a perritos cuya madre había muerto; más aún, vieron a indios hacerse tajos en las piernas por la muerte de un perro, como por la muerte de uno de sus deudos. Por lo demás, razones tienen para quererlos, pues les sirven de guardianes del toldo, y para varias clases de caza y además, durante la noche, hacen el oficio de abrigo, poniéndoselos sobre el cuerpo mientras duermen."[5]
Sin embargo, en cuanto los ganaderos desembarcaron en Tierra de Fuego se fijaron el objetivo de acabar con estos perros, considerándolos peligrosos para sus ovejas,[3][5] a pesar de ser de importancia vital para los indígenas.[6]
Charles Darwin en su relato de El viaje del Beagle indica que los yaganes los utilizaban para cazar nutrias.
Referencias
- Petrigh, Romina S.; Martín H.Fugassa (2013). «Molecular identification of a Fuegian dog belonging to the Fagnano Regional Museum ethnographic collection, Tierra del Fuego». Quaternary International 317: 14-18. doi:10.1016/j.quaint.2013.07.030.
- Popper, J., Atlanta, proyecto para la fundación de un pueblo marítimo en Tierra del Fuego y otros escritos, 2003, Eudeba, Buenos Aires.
- Alonso Marchante, José Luis (2019). «Cazadores del viento». Selk'nam: Genocidio y resistencia. Santiago de Chile: Catalonia. ISBN 978-956-324-749-7.
- Gallardo, Carlos R. Los Onas. Buenos Aires: Cabaut. p. 200.
- Coiazzi, Antonio (1914). Los indios del Archipiélago Fueguino. Punta Arenas: Atelí, 1997.
- Gusinde, Martin (1920). «Segundo viaje a la Tierra del Fuego». Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología (Santiago de Chile: Cervantes) II (2): 133-164 (157).