Pipil

Pipil es el nombre que designa a los pueblos indígenas nahuas que habitan en la zona occidental y central de El Salvador y que hablan el idioma náhuat (también escrito “nawat”, o pipil). Sus antepasados se consideran provenientes de los toltecas, que emigraron a Centroamérica en varias olas desde México, entre los siglos siglo X y siglo XIII d. C.[7][8][9] Actualmente hay descendientes o comunidades náhuas en Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Nicaragua.

Náhuas

Familia de Nahuas en Izalco, Sonsonate.
Ubicación Bandera de El Salvador El Salvador
(zona central y occidental)
Bandera de Guatemala Guatemala
Bandera de Nicaragua Nicaragua
Bandera de Honduras Honduras
Bandera de Costa Rica Costa Rica
Descendencia 350.000-520.000 (1519)[1]
(20.000-25.000 guerreros)[2][3]
196.576 (1987)[4]
190.000 (1997)[5]
4.100 (2007)[6]
Idioma Náhuat (Pipil), español
Religión Cristianismo (principalmente catolicismo)
Etnias relacionadas Nahuas (México)

En la actualidad aún existen hablantes puros en El Salvador, la etnia que habla su antiguo idioma, y junto con los lencas son los únicas etnias que todavía conservan sus lenguas[10], del cual proceden muchos nombres de lugares del centro y occidente del país, como Cuzcatlán (que proviene del centro cultural y político del mismo nombre, cerca de la actual ciudad de San Salvador).[11]

Etimología

Nantzin Sixta es una mujer hablante nativa de Náhuat en Santo Domingo de Guzmán.

El término pipil es el que más comúnmente se usa en la literatura antropológica y lingüística para denominar a este grupo poblacional (para evitar confundirlo con los otros grupos nahuablantes); por otro lado, los propios indígenas se autodenominan asimismos como nahuas, él cual es un término cultural y étnico utilizado por todos los grupos hablantes de náhuatl o náhuat de México y Centroamérica.[12][9]

La hipótesis predominante sobre el origen de la palabra Pipil es que es un término náhuatl que se deriva de Pipiltoton, que significa «niño, muchacho u hombrecito», qué sería dado a las poblaciones, que había en El Salvador y Guatemala, por los tlaxcaltecas y otros pueblos del mismo tronco lingüístico de México que estaban aliados con Pedro de Alvarado en la conquista de la región,[13] al parecer porque al escuchar el idioma pipil les parecía un náhuatl mal pronunciado, con acento de niño, o bien, según alguna versión, por el nombre de un supuesto líder de las migraciones nahuas hacia Centroamérica, el príncipe Pipiltzin.[14]

Otra hipótesis sobre el origen del término pipil la proponen investigadores como el arqueólogo William Fowler, que señala que el término pipil podría provenir del náhuatl pipiltin que se traduce como "noble", por lo que considera que los conquistadores españoles y sus auxiliares indígenas tlaxcaltecas usarían el nombre como referencia a la élite de la población.[9]

El nombre pipil, sin embargo, nunca fue un término usado por estos para referirse a sí mismos, sino un exónimo usado por los españoles y sus aliados; en el corpus náhua de Guatemala (de los siglos XVI y XVII), por ejemplo, se identificaban a sí mismas con el nombre de su calpolli (también denominados chinamit en actual Guatemala) o altépetl, pero nunca como pipil; ejemplo de ello puede verse en textos como el título de Santa María Ixhuatán (en el departamento guatemalteco de Santa Rosa), que según el documento estaba integrado por los calpullis de Guazacapán (que era el principal), Ixhuatán, Tzinacantan, Nancinta y Pazaco (estos últimos dos probablemente de origen xinca), por lo que en el mismo texto refiere (en traducción al castellano por Sergio Romero): «Estos son los principales guazacapanecas, ixhuatanecas, tzinacantecas, nancintecas y pasaquences que hicieron acto de presencia, nuestros hermanos gobernantes».[15][16]

Para la mayoría de los autores, el término pipil o náhuat se usa para referirse al idioma en América Central únicamente (es decir, excluyendo a México). Sin embargo, el término (junto con el sinónimo de náhuatl oriental) también se ha utilizado para referirse a las variedades del idioma náhuatl en los estados del sur de México como Veracruz, Tabasco y Chiapas, que al igual que el náhuat, han reducido el sonido /tl/ a /t/. Las variedades que se hablan en estas tres áreas comparten mayores similitudes con el náhuat que con las otras variedades del náhuatl, lo que sugiere una conexión más estrecha; sin embargo, Lyle Campbell considera que el náhuat es lo suficientemente distinto como para ser un idioma separado de la rama náhua nuclear (ya que comparte rasgos con el náhuatl central y el náhuatl periférico, este último que incluye a las variantes de náhuatl oriental), por lo que rechaza un subgrupo del náhuatl oriental que incluye al náhuat.[12]

Cabe mencionar que en la Centroamérica prehispánica y colonial también habrían hablantes de nahuátl, como ocurriría con la conquista del Soconusco (región que también incluía parte del actual departamento de San Marcos en Guatemala), llevada a cabo por Ahuízotl el Huey Tlatoani de Tenochtitlán, y el posterior envío de pochtecas (comerciantes) al Señorío maya quiché de Gumarcaaj (al que los mexicas llamaron Utlatlán) y sus vecinos (envío que el cronista Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en su Recordación Florida, consideró el origen de los hablantes de náhuat), y más adelante el envío de pochtecas por el Huey Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin que es referido en los Anales de los Cakchiqueles; algunos de estos grupos de pochtecas establerían colonias mercantes en Honduras, Nicaragua, Costa Rica e incluso Panamá, como es el caso de un grupo náhua que vivía en el desaguadero del río San Juan (en la costa sureste de Nicaragua) descritos por Fray Juan de Torquemada en su obra la Monarquía Indiana donde menciona que: «ellos hablaban la lengua mexicana, no tan corrupta como los pipiles».[17][18][9] Asimismo, la lengua náhuatl central habría sido una lengua franca, incluso antes de la conquista, habiendo incluso surgido una variante en Centroamérica que Sergio Romero denomina como Náhuatl Central Centroamericano, que difiere completamente del Náhuat, y que fue la lengua que se ocuparía para escribir los documentos coloniales tempranos de o dirigido a los pueblos nahuas de Guatemala y El Salvador; siendo posiblemente (según Sergio Romero) el idioma al que los españoles denominaron en un principio como mexicano corrupto (ya que el náhuat es un idioma distinto al náhuatl y por tanto intelegible), quedando al final junto con el náhuat bajo la denominación de pipil.[16] Por otro lado, según Paul Van Akkeren, algunos linajes de habla náhuatl o nahuat habrían sido el origen de algunos linajes mayas de los pueblos quiché, cakchiquel o tzutujil luego de adoptar dicho lenguaje.[19] Finalmente, algunos de los pueblos hablantes de nahuátl que acompañaron a los españoles terminarían asentándose en Centroamérica, fundando poblaciones como: Aculhuaca (donde se asentaron acolhuas de la orilla oriental del lago Texcoco), Texincal (poblado por varios indígenas del lago Texcoco; ambas hoy parte de Ciudad Delgado), Mejicanos (fundada principalmente por tlaxcaltecas y mexicas; además del cual habrían poblaciones de igual nombre cerca de Sonsonate, hoy barrio de Mexicanos, y de San Miguel, hoy parte de Santa María).[7]

Historia

Entidades políticas que existían en Centroamérica en el siglo XVI antes de la llegada de los españoles; de ellas, las que son nahuas son: Isquintepeque, Mita, Cuzcatlán, Tezoatega y Cuauhcapolca (los habitantes de estas dos últimas son también conocidos como nicaraos); otras entidades con mucha influencia náhua y probablemente con gobernantes pertenecientes a este grupo son: Naco-Guaimura, Papayeca-Chapagua, y Mistega.[9]

Los pipiles al igual que los diferentes pueblos nahuas, y los que estaban influenciados por estos, se consideraban herederos de la cultura tolteca y de su capital Tula (que había heredado las glorias de la civilización tolteca a la caída de Teotihuacán); qué según las tradiciones finalizó sus días en una guerra civil ocasionada aparentemente por un problema en la sucesión dinástica al trono de Tula, y como resultado la facción perdedora, comandada por el célebre personaje Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, que sus seguidores lo creían una reencarnación del dios Quetzalcóatl, no halló mejor alternativa que abandonar México y emigrar a Centroamérica.[11][7][20]

Muestra de escritura nahua de El Salvador que dice 1600 mantas, proveniente de la Recordación Florida escrita por Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán en 1690.

Las evidencias arqueológicas, lingüísticas y glotocronológicas sugieren que algunas poblaciones ubicadas en lo que ahora son los estados mexicanos de Durango, Zacatecas y San Luis Potosí emigraron a Veracruz alrededor del 500 o 600 d. C., donde surgiría el náhuatl oriental (el grupo al que pertenece el nawat). Hacia 800 d. C. algunas poblaciones emigraron hacia el Soconusco (en el sur de México), mientras que otras se quedaron en esa zona dando origen a los nonoalcas; a la vez ambos grupos estuvieron influenciados por los toltecas.[21][8][9]

Una estatuilla prehispánica elaborada por náhuas en lo que hoy es Guatemala.

Por el 900 d. C. ocurriría las primeras migraciones de nahuablantes hacia varias regiones de Guatemala, El Salvador y Honduras. Algunas poblaciones pipiles de Honduras emigraron a varias regiones de Nicaragua, donde dieron origen a los nicaraos (pueblo de habla náhuat que habitó alrededor del Lago Cocibolca). Según los relatos de los nicaraos, registrados por fray de Torquemada en su libro Monarquía Indiana, sus antepasados dejaron el Soconusco debido a la expansión territorial y demanda de tributos de los Olmecas históricos u Olmeca-xicallancas (qué no hay que confundirlos con los Olmecas del preclásico; y que se considera que eran un grupo tri-étnico compuesto por náhuas, mixtecas y chocho-popolocas qué conquistaron Cholula alrededor del siglo IX).[9][22][23]

Cuando los grupos pipiles llegaban a un nuevo territorio, los pobladores primitivos que se opusieran a la ocupación de su tierra generalmente eran aniquilados por los nuevos pobladores, si esto no sucedía convivían pacíficamente; ejemplo de ello, es el sitio arqueológico Cara Sucia (en el municipio salvadoreño de San Francisco Menéndez, cerca de la frontera con Guatemala) qué fue destruido e incendiado por el 950 d. C.[9][22][23]

En El Salvador, durante el posclásico temprano (900 d. C. - 1200 d. C.), las poblaciones nahuas se establecerían principalmente en el valle de Chalchuapa, la parte superior de la cuenca del río Acelhuate, el valle de Sonsonate, la porción central del país, la región de Metapán del Lago de Guija, la planicie costera alrededor de Acajutla y la Costa del Bálsamo. En la zona de Chalchuapa, se ampliaría el centro ceremonial de Tazumal y se establecerían vínculos con los toltecas, como lo refleja el hallazgo de obsidiana verde (procedente de Pachuca) y la arquitectura de esta etapa en esa localidad que es denominada Fase Matzin; en cambio, en la zona central salvadoreña, se fundarían los sitios de Cihuatan y Las Marías, qué dominarían dicha zona y parte de la occidental durante esa etapa (conocida en la arqueología local como Fase Guazapa), y cuyas cerámicas principales muestran vínculos con Cholula.[22][24][25]

En el siglo XIII, al finalizar el posclásico temprano, ocurría la caída de Tula (la capital tolteca); mientras que en El Salvador el Tazumal sería abandonado, y Cihuatán, Las Marías y demás sitios subordinados serían atacados y quemados. A su vez, se daría la última migración de nahuablantes, específicamente de los nonoalcas, quienes crearían la cultura qué tras la conquista sería denominada como pipiles. En la actual Guatemala serían fundadas Isquintepeque (actual Escuintla) y se vieron influenciados por las poblaciones mayas (cakchiqueles, quichés y tzutujiles). En lo que hoy es Honduras, los pipiles habitaron en los valles de Comayagua, Olancho y Aguán y en Choluteca, y se vieron influenciados por las poblaciones mayas chortís. En el actual El Salvador los náhuas fundaron alrededor de 1200 el Señorío de Cuzcatlán, nación que se extendía desde el río Paz hasta el río Lempa, es decir, cubría gran parte del occidente y centro de El Salvador.[26][23][8][22]

En 1524, los pobladores de Isquintepeque serían conquistados y derrotados en batalla por Pedro de Alvarado. El resto de señoríos serían paulatinamente añadidos a la corona castellana, generalmente luego de ser derrotados en sucesivos combates o escaramuzas. En 1528 caería el Señorío de Cuzcatlán, luego de lo cual se fundaría la villa de San Salvador; y para 1530 habían sido conquistadas las poblaciones náhuas en Honduras y en Nicaragua. Por la colonización y asimilación española se extinguirían las poblaciones pipiles en Guatemala, Honduras y Nicaragua, sobreviviendo su lengua y cultura en El Salvador.[7][23][9]

Luego de la conquista, la población Indígena llegó a ser una minoría, llegando únicamente al 10% del total de la población, debido principalmente a: las enfermedades que trajeron los castellanos (viruela, sarampión, peste bubónica, etc), qué provocaron la muerte de millares de indígenas en la época época colonial; y a la sobreexplotación laboral de los indígenas, sobre todo en la etapa inmediata a la conquista, para el trabajo en minas o el cultivo de cacao (cultivado en gran manera en Izalco, Caluco, Tacuzcalco y Nahulingo) o añil. Este última problemática se trataría de solucionar con las leyes nuevas (qué concedieron la abolición de la esclavitud indígena, la creación de los llamados pueblos de indios y sus respectivos cabildos, entre otras cosas) pero sería una problemática a lo largo de la colonia.[23][27]

Después de la independencia de España en 1821, se pueden definir dos periodos históricos en El Salvador. El primero, de 1821 a 1881, en el que el territorio pasó de ser un estado (de la República Federal de Centroamérica) a un naciente república, se vería inmerso en numerosos conflictos con las naciones vecinas, lo que llevaría a los gobiernos en turno a decretar impuestos forzosos para financiar a las tropas; esto provocaría que en 1833, desde Santiago Nonualco, Anastasio Aquino, quien era un indígena nahua, dirigiría una sublevación en contra de aquellas políticas de Estado, la cual fue brutalmente reprimida. Asimismo, la naciente República definiría su política económica a partir de la ampliación de la producción de añil y la experimentación con el café, lo que demandaría más tierras que se conseguiría a consecuencia del despojo a los pueblos indígenas de sus tierras comunales, que en 1881, por mandato legal, serían completamente abolidas.[28][29][30]

El segundo periodo, comprende del año 1881 a 1930, periodo en que el café, exigió más tierras para expandir su producción, pues en 1930, aún en la crisis mundial, representaba el 90% del total de exportaciones de El Salvador. En este periodo, según el antropólogo estadounidense Mac Chapin, los Pueblos Indígenas aún contaban con el 25% de tierras comunales, las cuales fueron blanco de ataque.[30]

En 1932 se produjo el levantamiento campesino en los territorios Indígenas de Juayua, Nahuizalco, Izalco y Tacuba, que fue reprimido militarmente por el gobierno del General Maximiliano Hernández Martínez, quien decretó frenar la movilización y la sublevación, ordenando asesinar a cualquiera que portaba machete y a todos los indígenas que portaban su indumentaria, o que hablaran su idioma; provocando la muerte, según estimaciones, de 25.000 a 32.000 indígenas, lo que lo convierte en el mayor etnocidio registrado en la historia contemporánea de El Salvador. Este genocidio indígena provocó que muchos pipiles abandonaran su lengua y tradiciones, ya que dicha represión llevó a muchos a ocultar su lengua e identidad cultural, incluso después de finalizado el gobierno de Martínez en 1944.[31]

Para el 2008, el Atlas de la UNESCO de las lenguas del mundo en peligro, dio la alerta que el idioma Náhuat se encontraba en situación crítica, registrando a 200 hablantes. Mientras, el idioma Lenca y Cacaopera están ya declarados como extintos. El problema de la pérdida de idiomas para estos pueblos, es solo uno de tantos que deben afrontar bajo su situación de pobreza; se calcula que el 38.3 % de la población Indígena se encuentra en extrema pobreza y el 61.1 % en el umbral de la pobreza. Tan sólo el 0.6 % puede cubrir sus condiciones básicas de vida sin mayor complicación.[30]

En el año 2014, el Estado de El Salvador reconocería a los pueblos indígenas sobrevivientes en El Salvador los náhuas, chorotegas, lencas, kakawiras, chortis, pokomamanes y xinca, a través de la reforma del artículo 63 de la Constitución de la República. Una acción positiva pero tardía.[30]

Estructuras económicas, políticas y sociales

Poblaciones que serían cabeceras de altépetl o provincias en el Señorío de Cuzcatlán para el momento de la conquista. Con un punto rojo está señalado la ubicación de la capital Cuzcatán; con un punto naranja las poblaciones con un estimado poblacional para 1520 (basado en la Relación de Marroquin de 1532 y la Tasación de tributos de 1548) de más de 7000 habitantes, qué podrían haber sido sede de su propio taketzakayu o tlatohcayotl; con punto café las poblaciones con estimados poblacionales de entre 7000 y 5300 habitantes, que sobresalían de las demás poblaciones sede de altépetl o provincias tributarias; y con una línea aparecen unidas aquellas poblaciones que son mencionadas juntas en 1532 o 1548, y que podrían ser cabeceras de un mismo altépetl. En el mapa no aparecen las poblaciones, al no saber donde precisamente se ubicaban, de: Alzuneque, Ayvovasco, Coatamagaz y Coazalata (estás dos formarían un solo altépetl), Chichigualtepegua y Paluca (ambas formarían un solo altépetl con Opicon), Cozalchiname (que formaría un solo altépetl con Acatepeque) y Mascote.

Este grupo poblacional tendría durante el posclásico tardío las mismas estructuras económicas, sociales y políticas de los pueblos nahuas del actual México; por lo que cada una de sus entidades políticas estaba constituida por el mismo sistema celular, en el que cada unidad (llámese calpulli, altépetl o tlahtocayotl) tenía su propia autonomía, pudiendo tener sus propios rasgos lingüísticos, culturales, y de relaciones comerciales.[32][33]

El centro de este sistema celular era el altépetl (cerro de agua), popularmente llamados cacicazgos, qué estaban subdividido en varios calpullis, conformados a su vez por uno o varios linaje. En los calpullis, estaban por un lado las tierras propias de cada miembro de la nobleza (pipiltin) y por el otro las tierras comunales que los gobernantes de cada uno de ellos repartían entre cada familia asentada en esa jurisdicción.[9][22][32] Un buen ejemplo de está organización es Caluco, qué era una de las mitades (moieties, agrupaciones de calpullis) del altepétl de Izcalco o Izalco (siendo la otra Tecpán Izalco, la actual Izalco, donde residía el gobernante del altépetl), y que según un censo de 1582 se encontraba subdividido en 5 calpullis llamados: Caluco, Comalapa, Apaneca, Miahuatlán, y San Martín (desconociéndose en este último su nombre prehispánico); cuyos nombres no hay que confundir con otras poblaciones de igual nombre.[27]

A diferencia de algunas de las entidades nahuas del centro de México como Tlaxcala, donde se encontraban separados el linaje del gobernante del altépetl (tecalli), los linaje nobles (pilcalli) y los de la gente común (los propios calpullis), dependiendo los dos últimos del primero pero como entidades distintas; en los pipiles se encontraban todos ellos en la misma jurisdicción (el calpulli), estando el Tecpán o palacio del gobernante en uno o varios de los calpullis principales, ya qué habían casos de altépetl con 2 o 3 cabeceras (e igual número de líderes qué se repartíán los tributos equitativamente) como sería el caso de Gilopango/Tonacatepeque, Tequeastepeque (Texistepeque)/Tecomaclán, Opicon/Paluca/Chichigualtepegua, Coatamagaz/Coazalata, y Acatepeque/Cozalchiname, todos ellos en el actual El Salvador.[9][32][33][23][34]

Estructuras del sitio arqueológico Tacuzcalco. En la imagen se muestran las plazas qué lo conforman, y en anaranjado las estructuras largas.
Reconstrucción de como se verían las estructuras 2 (arriba, estructura donde se reunían los líderes de un linaje en un calpulli) y estructura 5 (abajo, estructura ceremonial) en el sitio arqueológico Madreselva, qué fue parte de la ciudad de Cuzcatlán

En el centro de cada calpulli se encontraría una plaza, que estaba rodeada por las estructuras más importantes política y religiosamente hablando, y qué podían estar junto con plazas de otros calpullis o estar dispersos en el territorio del altépetl, de un modo u otro conformando las localidades qué los españoles denominaron pueblos, aldeas o estancias. Estas plazas eran lugares públicos que aumentaban la integración entre la nobleza y los plebeyos. Las estructuras más destacadas eran las casas alargadas donde conferenciaban los líderes de uno de los linajes que conformaban el calpulli (correspondiéndole al linaje principal la casa más larga). Entre los ejemplos arqueológicos o históricos están: Tacuzcalco, Cinacantan, Madreselva (Antiguo Cuscatlán), y El Güisnay (la extinta Mopicalco) en El Salvador; Carolina-Gomera, Las Playas, y Yolanda en Escuintla; y Tezoatega en Nicaragua.[32][35][9][36][37][38][39][40]

Los principales grupos sociales eran los nobles y los sacerdotes quienes compartían el poder político con los guerreros más destacados. Al igual que los aztecas, en un principio eran los guerreros destacados quienes elegían a los gobernantes de los altépetl, pero con el tiempo los caciques dejaron de ser legibles y pasaron a ser heredados. Con el tiempo algunos altépetl irían imponiéndose sobre otros (por guerras o alianzas), conformando territorios más grandes (tlahtocayotl), en el caso del actual El Salvador ese sería el caso de Izcalco, Cuzcatlán, Nonualco y Cojutepeque, donde al final el de Cuzcatlán impondría su hegemonía formando un huey tlahtocayotl. Fuera del actual El Salvador, otros centros políticos y religiosos serían: Isquintepeque (Escuintla) y Mita, en Guatemala; Naco, en Honduras; y Quauhcapolca y Tezoatega, en Nicaragua.[9][23][41][42]

La base de la pirámide social pipil estaba formada por comerciantes, artesanos y los campesinos (macehualtin); estos últimos, aparte de cultivar sus tierras, tenían la obligación de trabajar las tierras de los nobles y sacerdotes. Los prisioneros de guerra eran desposeídos de todos sus derechos y como esclavos se ocupaban de trabajar para las clases dominantes.[9][22]

En El Salvador durante el posclásico temprano, la cerámica muestra continuidad dentro de la tradición local (de las poblaciones mayas qué habían antes de la emigración de los pueblos nahuas) a lo que se suma material foráneo introducido por los recién llegados, qué en el caso de Cihuatan su grupo cerámico principal (el grupo banderas policromo, una versión local y temprana de la cerámica Mixteca Puebla) muestra vínculos con Cholula; y a través del comercio, desde sitios en el altiplano guatemalteco se importaría la cerámica Tohil Plomiza (qué era apreciada por su característico brillo metálico), y desde Costa Rica y Nicaragua se importaría la cerámica Nicoya polícroma, ambos tipos de cerámica serían de amplia difusión en la Mesosoamérica de entonces. Mientras que en el posclásico tardío, el inventario cerámico sería simplificado, desaparecen las cerámicas foráneas (procedentes del comercio), y continúan las cerámicas locales; la cerámica de El Salvador y de Escuintla en este período cuentan con características comunes como que: en su mayoría su repertorio cerámico es de estilos monocromos y bicromos (es decir de un solo color, sin adornos; y de dos colores); sus vasijas cuentan con adornos de color rojo en forma de figuras geométricas complejas; y tienen morteros y cuencos de paredes abiertas, y algunos grupos cuentan con soportes trípodes con efigies; por otro lado, en Escuintla se observa el contacto comercial con las poblaciones del altiplano guatemalteco (donde se encontraban los centros políticos de los pueblos mayas Quiche, Cakchiquel, Tzutujil, y Pokomam) debido a la presencia de varios grupos cerámicos procedentes de esa zona por el comercio, mientras que en El Salvador únicamente se encuentra la cerámica Chinautla (hallada primordialmente en Chalchuapa).[43][25][44][45][46][40]

En la esfera religiosa, rendían culto a los dioses nahuas como: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada; Tlaloc, dios de la lluvia y de la fertilidad; Xipe-Totec, este último muy vinculado a los sacrificios humanos.[11]

Véase también

Referencias

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    Thus, Daugherty (1969: 117) postulated that the combined Pipil forces in both battles numbered a maximum of 25000 men. (...) In contrast, the Pipil forces deployed against his army of 250 Spaniards and 5,000-6,000 native auxiliares in the battle of Acajutla were so numerous that Alvarado (1934: 279) ordered a retreat. It would seem therefore, that the Pipil troops in this battle numered at least 20,000.
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Bibliografía

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