Plutón (mitología)

Plutón[lower-alpha 1] (en lengua latina, Pluto, Plutonis; en lengua italiana, Plutone; en lengua griega, Πλούτων, Πλούτωνος, ‘el rico’, nombre que los romanos latinizaron como Plutón) es el dios del inframundo en la mitología romana. Su equivalente en la mitología griega es Hades, aunque Plutón es más benigno. En cuanto a la etimología del nombre se le confunde con el de Pluto, el dios griego de las riquezas.

Plutón, de Agostino Carracci (1592).

Plutón y Hades difieren en carácter, pero no son figuras distintas y comparten dos mitos dominantes. En la cosmogonía griega, el dios recibió el gobierno del inframundo en una división tripartita de soberanía sobre el mundo, con su hermano Zeus gobernando el cielo y su otro hermano Poseidón soberano sobre el mar. Su narrativa central en el mito es sobre él secuestrando a Perséfone para que sea su esposa y la reina de su reino.[1] Plutón como el nombre del gobernante del inframundo aparece por primera vez en la literatura griega del período clásico, en las obras de los dramaturgos atenienses y del filósofo Platón, que es la principal fuente griega sobre su significado. Bajo el nombre de Plutón, el dios aparece en otros mitos en un papel secundario, principalmente como poseedor de un objeto de búsqueda, y especialmente en el descenso de Orfeo u otros héroes al inframundo.[2]

Plūtō (genitivo Plūtōnis) es la forma romanizada del griego Plutón. El equivalente romano de Plutón es Dis Pater, cuyo nombre se toma más a menudo para significar "Padre Rico" y es quizás una traducción directa de "Plouton". Plutón también fue identificado con el oscuro Orcus romano, como Hades el nombre de un dios del inframundo y el inframundo como un lugar. Plutón (Pluton en francés y alemán, Plutone en italiano) se convierte en el nombre más común para el clásico gobernante del inframundo en la posterior literatura occidental y otras formas de arte.[3]

Mito

Orfeo frente a Plutón y Proserpina. Grabado de Virgil Solis para Las metamorfosis de Ovidio, Libro X, 11-52.

Plutón era hijo de Saturno y Ops, y esposo de Proserpina, a quien raptó para casarse con él. La madre de Proserpina, Ceres, se afligió tanto que provocó el invierno.[4]

Su palacio se ubica en mitad del Tártaro, donde como soberano vela por la administración de su estado y dicta sus inflexibles leyes. Sus súbditos, sombras ligeras y miserables, son tan numerosos como las olas del mar y las estrellas del firmamento: todo lo que Mors, la muerte, cosecha sobre la Tierra vuelve a caer bajo el cetro de este dios, aumentando su riqueza o convirtiéndose en su presa. Desde el día en que inauguró su reino, ni uno de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una rebelión. De los tres dioses soberanos que controlan el mundo, él es el único que nunca ha de temer la insubordinación o la desobediencia y cuya autoridad se reconoce universalmente hasta el fin de los tiempos.

Plutón y Orfeo

Orfeo ante Plutón y Proserpina (1605), de Jan Brueghel el Viejo.

Orfeo fue considerado fundador y profeta de los misterios llamados "Órficos", "Dionisíacos" o "Báquicos". Mitologizado por su capacidad para entrar con su música incluso en animales y árboles, también se le atribuyó en la antigüedad la autoría de las letras que han sobrevivido como los Himnos órficos', entre ellos un himno a Plutón. La voz de Orfeo y su forma de tocar la lira representaban un medio de revelación o conocimiento superior para los cultos mistéricos.[5].

En su mito central, Orfeo visita los infiernos con la esperanza de recuperar a su novia, Eurídice, confiando en el poder de su música para hechizar al rey y a la reina de Hades. Las narraciones griegas del descenso y la actuación de Orfeo suelen nombrar al soberano del inframundo como Plouton, como por ejemplo en la Bibliotheca'.[6] El mito demuestra la importancia de Plutón "el Rico" como poseedor de un objeto de búsqueda. La actuación de Orfeo ante Plutón y Perséfone fue un tema habitual de la literatura y el arte antiguos y occidentales posteriores, y uno de los temas mitológicos más significativos de la tradición clásica.[7].

La demostración del poder de Orfeo depende de la obcecación normal de Plutona; el poeta augustano Horacio lo describe como incapaz de llorar.[8] Claudiano, sin embargo, retrata al acerado dios como sucumbiendo al canto de Orfeo para que "con manto de hierro enjuague sus lágrimas" (ferrugineo lacrimas deterget amictu), una imagen renovada por Milton en Il Penseroso (106-107): "Tales notas ... / arrastraron lágrimas de hierro por la mejilla de Plutón."[9]

El escritor griego Luciano (ca. 125-después del 180 d. C.) sugiere que el amor de Plutón por su esposa dio al gobernante del inframundo una especial simpatía o perspicacia hacia los amantes separados por la muerte.[10] En uno de los Diálogos de los muertos de Luciano, Plutón interroga a Protesilao, el primer héroe griego muerto en la Guerra de Troya, que desea volver al mundo de los vivos. "¿Estás entonces enamorado de la vida?", pregunta Plutón. "Amantes así tenemos aquí en abundancia; pero aman un objeto, que ninguno de ellos puede obtener". Protesilao explica, como un Orfeo al revés, que ha dejado atrás a una joven novia cuyo recuerdo ni siquiera las aguas del olvido del Leteo le han borrado. Plutón le asegura que la muerte los reunirá algún día, pero Protesilao argumenta que el propio Plutón debería entender el amor y su impaciencia, y recuerda al rey su concesión a Orfeo y a Alcestis, que ocupó el lugar de su marido en la muerte y luego se le permitió, ante la insistencia de Heracles, volver con él. Cuando Perséfone intercede por el guerrero muerto, Plutón concede la petición de inmediato, aunque permitiendo sólo un día para el reencuentro.[11]

Culto

Los ocho elegidos

Estatua de Plutón raptando a Proserpina. Parque Karlsaue en Kassel (Alemania).
Plutón raptando a Proserpina. Grabado de John Smith.

Los romanos pusieron a Plutón no solo entre los doce grandes dioses sino también entre los ocho dioses elegidos, que eran los únicos que estaba permitido representar en oro, en plata y en marfil.

En Roma había unos sacerdotes victimarios consagrados únicamente a Plutón. Solo se le sacrificaban, como al Hades griego, víctimas de color oscuro y siempre en número par, mientras a otros dioses se les sacrificaban en número impar. Los sacrificios se reducían completamente a cenizas y el sacerdote no reservaba nada, ni para el pueblo ni para él. Antes de las inmolaciones, se cavaba un hoyo para recoger la sangre y se vertía el vino de las libaciones. Durante los sacrificios, los sacerdotes mantenían la cabeza descubierta y se recomendaba silencio absoluto a los ayudantes, más por respeto que por temor al dios.

En Sicilia, los siracusanos le sacrificaban cada año dos toros negros cerca de la fuente de Ciane, donde la tradición situaba el rapto de Proserpina. En Roma, el 20 de junio, día de su fiesta, solo abría el templo de Plutón. Se le sacrificaban animales de pelaje oscuro (ovejas o cerdos) y se dedicaba a su ira inflexible todos los condenados a muerte.

Templos y religión

Sobre el monte Soratte, en Italia, Plutón compartía los honores de un templo común con Apolo. Así pues, los faliscos, habitantes del lugar, creían que debían honrar a la vez el calor subterráneo y el del astro del día.

Los habitantes del Lacio y de los alrededores de Crotona habían dedicado al rey de los infiernos el dos como un número infeliz. por la misma razón, los romanos le consagraron el segundo mes del año, y en él se designó el segundo día en concreto para ofrecerle sacrificios.

Carácter

De todos los dioses, Plutón era el más despiadado y temido por los hombres, quienes lo califican de adamastos (‘inflexible’) o stygeros (‘terrible’). Se le temía por su fealdad y la dureza de sus rasgos. Si bien era inflexible, se consideraba que era el más justo de todos los dioses, pues a su reino acababa llegando cualquier ser mortal más tarde o más temprano, sin importar su clase, rango o lugar de procedencia.

Se le consideró más tarde como dios benefactor, dispensador de riquezas. Según Pausanias, Epiménides había hecho colocar su estatua en los templos de las Euménides y, contra la costumbre habitual, se le presentaba con una forma y actitud agradables.

Atributos

A menudo se le representa con un casco de piel de perro regalado por los Cíclopes que le hace invisible y que nunca se quitaba. También se le solía representar con un bidente o cetro.

El atributo que suele aparecer ante él es el ciprés, cuyo follaje oscuro expresa melancolía y el dolor. Sus sacerdotes se hacían coronas y sembraban sus ropas en los sacrificios.

Animales representativos

El perro de tres cabezas (Cerbero) y cuatro caballos negros.

Representaciones

Se suele representar a Plutón con una espesa barba y un aire severo. A menudo lleva su casco, regalo de los Cíclopes y que tenía el poder de volverlo invisible. A veces, ciñe su frente con una corona de ébano, culantrillo o narciso. Cuando se sienta sobre su trono de ébano o azufre lleva en su mano derecha un cetro negro, una horca o una pica. A veces tiene llaves en sus manos, para indicar que las puertas de la vida se cierran para siempre para los que llegan en su reino.

Se le representa también en su carro tirado por cuatro caballos negros.

Véase también

Notas

  1. En latín, Pluto; en griego, Πλούτων, Plútôn.

Referencias

  1. Hansen, Classical Mythology,, p. 180.
  2. Hansen, Classical Mythology, pp. 180–181.
  3. Wasson, Donald L. «Plutón». Enciclopedia de la Historia del Mundo. Consultado el 15 de agosto de 2023.
  4. Giovanni Casadio and Patricia A. Johnston, "Introduction", Mystic Cults in Magna Graecia (University of Texas Press, 2009), p. 21.
  5. Claude Calame, "The Authority of Orpheus, Poet and Bard: Between Tradition and Written Practice", en Allusion, Authority, and Truth: Critical Perspectives on Greek Poetic and Rhetorical Praxis (De Gruyter, 2010), p. 16.
  6. Como refleja fielmente la traducción de Michael Simpson, Gods and Heroes of the Greeks: The Library of Apollodorus (University of Massachusetts Press, 1976), pp. 13-15. Apolodoro nombra constantemente al soberano del inframundo Plutón en todo el mito, incluidos los mitos de su nacimiento, la división tripartita de la soberanía sobre el mundo y el rapto.
  7. Geoffrey Miles, Classical Mythology in English Literature: A Critical Anthology (Routledge, 1999), p. 54 y ss.
  8. Carmen 2.14.6-7 Horacio lo describe como incapaz de llorar. Horacio, Carmen 2.14.6-7, inlacrimabilem Plutona (acusativo griego en lugar de Plutonem latino).
  9. A.S.P. Woodhouse et al., A Variorum Commentary on the Poems of John Milton (Columbia University Press, 1972), p. 327.
  10. En el diálogo Amatorius (Ἐρωτικός) 20], Plutarco dice que el único dios al que escucha Hades es a Eros; el clasicista del siglo XVII Daniel Clasen, traduciendo la Moralia al latín, da el nombre del dios como Plutón, y en su obra mitográfica Theologia gentilis 2.4. 6 incluye esta cualidad en su capítulo sobre Plutón; véase Thesaurus graecarum antiquitatum (Leiden, 1699), vol. 7, 104.
  11. Luciano, Diálogos de los muertos 23 (traducción al inglés de la edición de 1820 de William Tooke; Jan Kott, The Eating of the Gods (Northwestern University Press, 1987), pp. 95-97. A veces se ha hecho referencia al diálogo de Luciano como modelo de la pérdida prematura del amor entre un hombre activo llevado repentinamente a la muerte y su joven esposa; véase, por ejemplo, Alfred Woltmann, Holbein y su época (Londres, 1872), p. 280, y A.P. Russell, In a Club Corner: The Monologue of a Man Who Might Have Been Sociable (Houghton, Mifflin, 1890), pp. 78-79. El diálogo también se ha visto como una burlesca de domesticidad; Betrand A. Goldgar, Henry Fielding: Miscellanies (Wesleyan University Press, 1993), vol. 2, p. xxxviii.

Enlaces externos

Mapas del Hades

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