Psicología hórmica

En psicología, se denomina psicología hórmica a aquella que considera la intencionalidad o finalidad de las acciones humanas. William McDougall escribió: «Anticipándome un poco al curso de la historia, supondré que la naturaleza intencional de la acción humana está fuera de discusión y procuraré definir y justificar aquí la forma especial de psicología intencional, conocida como psicología hórmica». Agrega luego: «Mi tarea es extremadamente difícil, pues consiste en justificar la psicología más radicalmente intencionalista, simbolizada por el adjetivo “hórmico”: una psicología que pretende su autonomía, que rehúsa estar sujeta y limitada a los principios que son habituales en las ciencias físicas».[1]

Surgimiento

William McDougall escribía hace algunas décadas atrás:

Los especialistas en psicología animal han comenzado a comprobar que toda descripción de la conducta animal que desconozca su naturaleza finalista, es fútil; toda «explicación» que no la tome en cuenta, es artificial, y toda experimentación que desconozca la motivación, es groseramente errónea. [...] Los términos tendencia, impulso o incentivo, hallados indispensables en la psicología animal ya son considerados lícitos en discusiones sobre problemas humanos. [...] La psicología hórmica no teme usar descripciones y explicaciones teleológicas. Insiste más bien en el hecho de que la porción de nuestras actividades que podemos describir adecuadamente como inconfundible e innegablemente teleológicas son las que efectuamos en persecución de alguna finalidad, con vistas a algún resultado que prevemos y deseamos alcanzar.

Teleologías intrínseca y extrínseca

Uno de los problemas derivado de los conflictos entre ciencia y religión, radica en el hecho de que muchos psicólogos asocian todo tipo de finalidad a la sostenida por los teólogos, renunciando a una posible causalidad natural que puede caer bajo las perspectivas de la ciencia. Al respecto, William McDougall expresó: «Explicar un hecho como causado era invocar la causalidad teleológica; no la teleología extrínseca sobrenatural de los teólogos, sino una causalidad teleológica natural, una actividad causal completamente familiar a toda persona, a través de sus propias experiencias repetidas de acción exitosa en el logro de objetivos deseados».

Finalidad

En varias de las ramas de la ciencia experimental, los hechos estudiados aparecían como datos inconexos, carentes de significado, hasta que se pudo introducir algún principio que les diera sentido. Así, los datos e información acumulados en biología no tenían sentido hasta la aparición de la idea de evolución por selección natural. De igual forma, los datos e información que disponemos en psicología, y en las ciencias sociales en general, no adquieren un sentido pleno hasta que se proponen principios generales que los hacen comprensibles.

Tales principios serán tendencias existentes en nuestra propia naturaleza y son las que nos presionan a actuar de cierta manera y no de otras. Uno de tales principios ha de ser el de la adaptación al medio natural, como es el caso de todo ser viviente surgido mediante el proceso mencionado de la selección natural. También las tendencias hacia la cooperación y a la competencia aparecen en descripciones dentro del ámbito de la psicología social.

En nuestra época, es posible que el principio de mayor generalidad haya sido el propuesto por Pierre Teilhard de Chardin, y es la ley de complejidad-conciencia, el cual postula la existencia de una tendencia de los organismos hacia mayores niveles de complejidad y de consciencia, lo que está asociado a la aparición de la vida inteligente y a la posterior evolución cultural, proceso en el cual estamos inmersos. El principio establecido por Teilhard de Chardin podrá, en el futuro, ser sometido a algún tipo de verificación experimental, por lo cual presenta cierto atractivo para vincularlo a las teorías teleológicas que aparecen, o que aparecerán, en las distintas ramas de la psicología.

La teoría hórmica de la acción

McDougall escribió:[1]

Creemos en la teoría hórmica, como la única teoría teleológica de la acción elegible. Su esencia puede explicarse muy sencillamente. A la pregunta ¿Por qué cierto animal o persona procura esta meta o aquélla?, contesta: Porque está en su naturaleza el obrar así. Esta respuesta, simple como parece, tiene una significación profunda. [...] El hombre es un miembro de una especie animal. Y esta especie tiene también sus metas naturales, o sus tendencias innatas hacia fines de determinado tipo. Este hecho no sólo resulta claro por comparación de la conducta humana con la animal, sino que también es obvio que ningún psicólogo, aun de inteligencia mediana, puede dejar de reconocer esto aunque sea en forma insuficiente. [...] La psicología hórmica requiere imperativamente un reconocimiento, no sólo de la acción instintiva, sino también de los instintos. Primitiva y tradicionalmente, las palabras «instinto» e «instintivo», indicaron los tipos de acción animal que constituyen actividades complejas de todo el organismo; que conducen al ser a alcanzar uno u otro de los fines propios de cada especie, y que son, en su naturaleza general, manifestados por todos los miembros de cada especie en circunstancias apropiadas, que exhiben una fina adaptación a las circunstancias.

Quedan claras entonces las conexiones que aparecen con la moderna psicología evolucionista, pues se trata el instinto.

Actividad hórmica

McDougall escribió:

La actividad hórmica es una manifestación energética; pero la teoría hórmica no presume de que puede afirmar cuál es la energía, o cuáles, o qué transformaciones de la energía son las causantes. [...] Pero no rehúsa avanzar más allá de los hechos, tanto como a sujetarse a las hipótesis habituales de la ciencia física, y cerrar los ojos ante los hechos esenciales. Y estos hechos dicen: a) que la manifestación de la energía es guiada por vías de tal naturaleza que permiten que el organismo alcance su finalidad; b) que esa guía se efectúa a través de una actividad cognoscitiva, un estado de alerta, aunque vagamente, acerca de la situación actual, y cerca de la meta; c) que la actividad, una vez iniciada y puesta en camino a través de la actividad cognoscitiva, tiende a continuar hasta que sea alcanzada la meta; d) que cuando se llega a la meta, la actividad cesa; e) que el progreso hacia la meta y su realización son experiencias placenteras, y las desviaciones y el fracaso, experiencias penosas o desagradables. Tales aserciones implican que la actividad hórmica es esencialmente una actividad mental, que siempre incluye conocimiento o previsión, esfuerzo iniciado y dirigido por tal comportamiento, y acrecentamiento de satisfacción o insatisfacción.

Bibliografía y referencias

  1. Carr, Harvey; McDougall, William; Brett, G. S. (1965). «La psicología hórmica». Psicología del acto. Buenos Aires: Ediciones Paidós.

Véase también

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