Antonio de Montesinos

Antonio de Montesinos (España, c. 1475 - Provincia de Venezuela, 27 de junio de 1540), fue un misionero y fraile español. Junto a la primera comunidad de dominicos de América, encabezada por el vicario fray Pedro de Córdoba, se distinguió en la defensa y denuncia en contra de los abusos a los indígenas por parte de los colonizadores españoles en la isla La Española. Causó la conversión posterior de Bartolomé de las Casas a la defensa de los indios.

Antonio de Montesino

Antonio de Montesinos, escultura de Antonio Castellanos Basich

Otros títulos Teólogo y misionero
Información religiosa
Congregación Orden de Predicadores Dominicos
Iglesia Iglesia católica
Información personal
Nombre Antonio de Montesino
Nacimiento c. 1475
Castilla, España
Fallecimiento 27 de junio de 1540
Venezuela
Estudios Filosofía y Teología.

En España

Antonio de Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San Esteban de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado hizo su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento de Santos Tomás de Ávila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo Velázquez.[1]

Hacia las Américas

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron con destino al Nuevo Mundo, tras obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. Este grupo pionero de dominicos presidido por fray Pedro de Córdoba estaba conformado por fray Antonio Montesino, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor. En el transcurso del viaje a Santo Domingo la nave Espíndola, donde viajaban los religiosos, realizó una parada en la isla de San Juan. El grupo arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, en la La Española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes.

Apostolado en Santo Domingo. El sermón de denuncia

Montesino, en Santo Domingo, se preocupó de defender a los indígenas. Predicó por encargo de fray Pedro de Córdoba y su comunidad religiosa los de encomiendas que llegaban a esclavizar a los indígenas , saltándose las obligaciones que dicho sistema les imponía a los colonizadores.

¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Sermón de Fray Antonio. Santo Domingo, diciembre de 1511.[2]

El virrey Diego Colón presente en el oficio religioso se dirigió a hablar con fray Pedro de Córdoba al convento de los dominicos para que expulsara de la isla a fray Antonio o que, al menos, diera a la semana siguiente un sermón más suave, que apaciguara los ánimos. Gran sorpresa fue que, al domingo siguiente, el discurso fue mucho más beligerante por los indios y divulgó a viva voz cinco principios: que las leyes de la religión están por encima de las leyes de los particulares y del estado, que no existen diferencias raciales ante los ojos de Dios, que la esclavitud y la servidumbre son ilícitas, que se debía restituir a los indios su libertad y bienes y que se debían convertir a los indios al cristianismo con el ejemplo. Los colonos persuadieron a fray Alonso de Espinar, superior de los franciscanos de la isla, para que fuese a la corte a velar por sus intereses. Lo propio hicieron los dominicos, que enviaron a Montesinos para refutar los argumentos de las autoridades coloniales y sus partidarios.

Desenlace

El resultado de esa polémica fue la formación de una junta de teólogos, de la que salieron las Leyes de Burgos, aprobadas el 27 de diciembre de 1512. Fray Pedro de Córdoba las consideró incompletas y se desplazó a España para enmendarlas. El rey Fernando el Católico se mostró de acuerdo, las discusiones continuaron y el 28 de julio de 1513 se hicieron varias enmiendas. Tras regresar Montesinos al Nuevo Mundo trabajó como misionero en la Isla La Española y en la Isla de San Juan (Puerto Rico), donde se quedó gravemente enfermo. En 1514 participó en la primera expedición de los dominicos a la actual Cumaná (Venezuela) donde es probable que Montesino haya oficiado la primera misa en tierra firme del continente americano. Antes de regresar a la ciudad de Santo Domingo, fundó un convento en Píritu junto con los franciscanos de Cumaná en 1515. Viajó de nuevo a España en septiembre de 1515, en negocios de su comunidad. En 1518 nuevamente estuvo de paso en la isla de San Juan junto a Fray Pedro de Córdoba. Ambos se dirigieron hacia España para gestionar el establecimiento de una provincia dominicana en América. En 1521 fundó un convento en la ciudad de San Juan Bautista de la Isleta, junto a otros cuatro religiosos de su Orden, base de la primera universidad en Puerto Rico, fundada en 1532. Fue el predicador en el entierro de su mentor y compañero de lucha, fray Pedro de Córdoba, el domingo 5 de mayo de 1521, fiesta de Santa Catalina de Siena. Para su predicación escogió el Salmo 133 (132): «Qué bueno y agradable, cuando viven juntos los hermanos».


En otras partes de las Américas

El 3 de febrero de 1525 Montesino se encuentra en Puerto Rico, procedente de España, con seis religiosos destinados a la isla. En 1526 forma parte junto a fray Bartolomé de las Casas de la expedición de 600 personas al mando de Lucas Vásquez de Ayllón para colonizar la costa del actual del estado de Carolina del Sur (Estados Unidos), donde fundó San Miguel de Guadalupe, primera colonia europea en Norteamérica. Es probable que Montesino oficiara la primera misa en territorio norteamericano.

Fray Antonio Montesino, después de una incansable defensa de los nativos de las Antillas, fue enviado en 1529 a Santa Ana de Coro (Venezuela) como vicario de los dominicos y capellán de la expedición alemana de los Welser de Augsburgo.

Muerte

Finalmente, encontró la muerte en algún lugar de Venezuela el 27 de junio de 1540. No se sabe con exactitud cómo murió, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, está escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado como mártir.[3]

Legado

Para perpetuar su memoria y su lucha por la justicia en favor de los indígenas del Nuevo Mundo, fue colocada una gran estatua suya en actitud de grito, en el paseo marítimo (Malecón) de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana), frente al mar Caribe. La estatua de piedra y bronce, de 15 metros de altura, diseñada por el escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, fue donada al pueblo dominicano por el gobierno mexicano e inaugurada en 1982 por los presidentes de México y de la República Dominicana.

Las protestas de las autoridades de la Isla La Española llegaron a la Corte a través de una delegación acompañado por el vicario de los franciscanos. El rey Fernando el Católico al enterarse de lo sucedido se quejó al provincial de los dominicos en España y pidió sanciones para los dominicos de la Isla; y, además, mandó amenazarlos con el regreso. Mientras tanto, en la Isla los españoles les negaron el sustento y les amenazaron con embarcarlos a España.

El provincial de los dominicos fray García de Loaysa y Mendoza también les amonestó, y a través de tres cartas, les conmina a modificar su forma de predicación y les amenaza con no dejar pasar más frailes a la Isla. Los frailes dominicos, a pesar de las presiones y amenazas, no se amedrentan ni cambian de parecer, ya que su doctrina es fruto del estudio de la verdad, unieron el Evangelio al derecho de gentes. Luego de deliberar toman la decisión de enviar al mismo fray Antón de Montesinos, y con este propósito pidieron limosna para los gastos de viaje. Algunos se la negaron, pero, no faltaron personas caritativas que, conociendo sus virtudes, les ayudaron.

Referencias

  1. V. Rubio, 2009, p.53
  2. Iraburu, José María (mayo de 2001). «Capítulo 3. Reyes y teólogos católicos.El sermón de fray Antonio de Montesinos, 1511». Hechos de los apóstoles de América (2ª edición). Pamplona: Gratis Date. pp. 14-15. ISBN 978-84-87903-00-7. Archivado desde el original el 4 de agosto de 2016. Consultado el 18 de junio de 2010.
  3. M.A. Medina (1983), p.58

Bibliografía

  • Iraburu, José María (2003). Hechos de los apóstoles de América (en castellano) (3ª edición). Pamplona: Fundación Gratis Date. p. 558. ISBN 84-87903-36-3. Archivado desde el original el 15 de octubre de 2014.
  • BORIA Rubén, Fray Pedro de Córdoba, O.P. (1481-1521), Tucumán 1982.
  • CAMPOS VILLALÓN Luisa, Pedro de Córdoba precursor de una comunidad defensora de la vida, Santo Domingo, R.D. 2008.
  • CHARRIA ANGULO Beatriz, Primera Comunidad Dominicana en América, defensora del indígena, Bogotá 1987.
  • LAS CASAS Bartolomé de, Historia de las Indias, en Obras Completas, 5. Historia de las Indias, III, Madrid 1994.
  • MEDINA Miguel Ángel, Una comunidad al servicio del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba, O.P. (1482-1521), Madrid 1983.
  • PÉREZ Juan Manuel, Estos ¿no son hombres?, Santo Domingo, R.D. 1984.
  • RUBIO Vicente, Indigenismo de ayer y de hoy, Santo Domingo, R.D. 2009.

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