9. Ministerio de Jesús en Jerusalén |
1. Expulsión de los mercaderes del Templo
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí, no hagáis de la casa de mi Padre un mercado. (Juan 2, 13-16)
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Jesucristo acude al Templo como quien es: el Hijo Unigénito, que debe velar por
el decoro y honor debidos a la Casa de su Padre. Y desde entonces Jesús, el
Ungido de Dios, comienza siempre por reformar los abusos y purificar el pecado;
tanto cuando visita a su Iglesia, como cuando visita al alma cristiana.
(Pintura: Purificación del Templo. BASANO, Jacopo. Galería Nacional de Londres)
2. Profecía de su Pasión y Resurrección
Recordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. Entonces los judíos replicaron: ¿Qué señal nos das para hacer esto? Jesús respondió: Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. Los judíos contestaron: ¿En cuarenta y seis años ha sido construido este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del Templo de su cuerpo. Cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos que él había dicho esto, y creyeron en le Escritura y en las palabras que había pronunciado Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver los milagros que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, y no necesitaba que nadie le diera testimonio acerca de hombre alguno, pues sabía lo que hay dentro de cada hombre. (Juan 2, 17-25)
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Para indicar la grandiosidad del milagro de la Resurrección, Jesús recurre a una
metáfora: es como si dijera: ¿Veis este Templo? Pues bien, imaginadlo destruido.
¿No sería un gran milagro reconstruirlo en tres días? Esto haré yo como señal.
Pintura: Cristo purificando el Templo. GIORDANO, Luca. Colección Bob Jones University. Greenville)
3. Visita de Nicodemo
Había entre los judíos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente. Éste vino a él de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los prodigios que tú haces si Dios no está con él. Contestó Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo le respondió: ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Jesús contestó: En verdad, en verdad te digo si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es. No te sorprendas de que te haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro de Israel y lo ignoras? En verdad, en verdad te digo que hablamos de los que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él.
Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no es juzgado, pero quien no cree ya está juzgado porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios. (Juan 3, 1-21)
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Las verdades divinas deben ser recibidas con la sencillez de un niño (sin la
cual no podemos entrar en el Reino de los Cielos), para después ser meditadas
durante toda la vida, y estudiadas con la admiración del que sabe que la
realidad divina siempre supera nuestra pobre inteligencia.
(Pintura: Cristo en casa de Simón. BOUTS, Dieric the Elder. Museo Staatliche. Berlín)