27. El ciego de nacimiento
Sopa de letras

  1. Milagro del ciego de nacimiento

    Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y preguntaron sus discípulos:

   - Rabbi, ¿quién pecó, éste o sus padres para que naciera ciego? Respondió Jesús:

   - Ni pecó éste ni sus padres, sino eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo.

   Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó el lodo en sus ojos y le dijo:

   - Anda, lávate en la piscina de Siloé -que significa Enviado-. Fue y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían:

   - ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? Unos decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece. Él decía: Soy yo. Entonces le preguntaban:

   - ¿Cómo se te abrieron los ojos? Él respondió:

   - Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate. Entonces fui, me lavé y comencé a ver. Le dijeron:

   - ¿Dónde está ese? Él respondió: No lo sé.

   Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. Y le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. Él les respondió:

   -Me puso lodo en los ojos  me lavé y veo. Entonces algunos de los fariseos decían:

   - Eses hombre no es de Dios, ya que no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales prodigios? Y había división entre ellos. (Juan 9, 1-16)

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El dolor, que acompaña tantas veces la vida del justo, puede ser un medio que Dios le envía para purificarse de sus imperfecciones, para ejercitar y robustecer sus virtudes y para unirse a los padecimientos de Cristo Redentor que, siendo inocente, llevó sobre sí el castigo que merecían nuestros pecados.

(Pintura: La curación del ciego. EL GRECO, D. Teothscopulos. Gemalde Galerie. Dresden)

  2. Ceguera de los judíos

   Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, puesto que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron:

   - ¿Es éste vuestro hijo que decís ha nacido ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve? Respondieron los padres.

   - Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí mismo. Sus padres dijeron esto pues temían a los judíos, porque ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él.

   Llamaron, pues, por segunda vea al hombre que había sido ciego y le dijeron:

   - Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Él les contestó:

   - Si es un pecador yo no lo sé. Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo. Entonces le dijeron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Les respondió:

   - Ya os lo dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos le insultaron y le dijeron:

   - Tú serás discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es. Aquel hombre hombre les respondió:

   - Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis de dónde es y que me abriera los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada. Ellos le respondieron:

   - Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros? Y lo echaron fuera.

   Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y encontrándose con él le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? Él respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús:

   Lo has visto; el que habla contigo, ése es. Y él exclamó: Creo, Señor. Y se postró ante él. (Juan 9, 17-38)

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Todo el interrogatorio muestra que el milagro fue tan patente que ni siquiera los adversarios pudieron negarlo. Nuestro Señor durante su ministerio público hizo muchos milagros, manifestando así su omnipotencia sobre todas las cosas o, por lo mismo, su divinidad.

  3. Jesús por las cercanías de Jerusalén y en la Perea

   En casa de un fariseo. Estando comiendo en casa de un fariseo se originó una violenta controversia, en la que Jesús fustigó la hipocresía de su conducta y rebatió sus insidias afirmando su Divinidad: ¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros blanqueados!

   En otra ocasión, Jesús repitió la fórmula del Padrenuestro, condenó los excesivos cuidados temporales, invitó a la vigilancia y penitencia y narró la parábola del mayordomo infiel.

   Curó Jesús a una mujer encorvada y, ya camino de la Ciudad Santa, apostrofó a Jerusalén que mata a los profetas. (Lucas 11, 12 y 13)

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Todo hombre tiene en esta vida una misión que cumplir; de ella habremos de responder ante el tribunal divino y seremos juzgados según los frutos, abundantes o escasos, que hayamos dado.

  A. Contesta a cada pregunta con una palabra y escríbela en un papel para buscarla después en la sopa de letras:

 1. Mientras estoy aquí yo soy la luz del...
 2. El ciego fue a la piscina de...
 3. Jesús hizo este milagro en...
 4. Jesús hizo lodo y le abrió los...
 5. El ciego dijo que Jesús era un...
 6. Jesús no podía hacer nada, si no fuera...
 7. Los judíos dijeron: somos hijos de...
 8. Jesús acusó a los fariseos de...
 9. Les acusó de ser sepulcros...
 10. Invitó a la vigilancia y...

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