28. Enfados festivos |
Primera parte
La mujer ha de conseguir que el enfado con su pareja sea sin aspereza y sin enfrentarse con él. Esto lo puede lograr con el enfado festivo, semejante al de los niños. Puede simular que se enfada y decirle a él que no va a hablarle y cuando se va, mirar hacia atrás para ver si él se lo toma en serio. Esta exageración infantil le hace gracia al hombre y termina riéndose. Este enfado festivo es mucho mejor que la aspereza de una mujer amargada o el silencio rencoroso.
Se podrían señalar tres normas de actuación:
a) Eliminar las palabras bruscas, el odio, el resentimiento y la violencia. Si alguna vez uno de ellos se siente herido por un desprecio o humillación, ha de esforzarse en perdonar y olvidar cuanto antes el incidente.
b) La mujer ha de usar adjetivos que destaquen la masculinidad del hombre, llamándole fuertote, bruto, oso peludo, grande o cosas por el estilo. Nunca tratarlo con un diminutivo, como pequeñín o debilucho.
c) Exagerar las palabras. Si él la ha herido en algo puede decirle: “¿cómo un fuertote como tú te atreves a meterte con esta pobre mujer?”.
Segunda parte
En ocasiones la relación humana durante el noviazgo y el matrimonio puede ser dura y penosa, exigiendo una buena dosis de humildad y petición de perdón. Cualquier cosa que aporte un poco de humor donde hay enfado, tiene que tomarse en consideración.
Otro aspecto importante es evitar las críticas a la pareja, tanto de pensamiento como expresadas con palabras. Si el otro hace alguna cosa negativa, tratar de hablar con él a solas y con amabilidad, diciéndole lo que se considere qué es lo positivo, pero sin tratar de cambiarle ni controlarle con manipulaciones.
Es muy aconsejable ver las cosas positivas del otro y los motivos para darle las gracias. De esta forma mejorará el aprecio mutuo y mejorará la relación.
Tercera parte
Dios ha creado muy diferentes al hombre de la mujer. A este hecho podemos encontrar dos causas. Una sería la de prepararnos al encuentro con Dios, que es totalmente el Otro. Ambos novios han de aprender a adaptarse a su pareja, comprenderse y buscar una buena comunicación. La otra razón sería que en Dios están todas las virtudes que generalmente asociamos con los hombres y las mujeres. El novio tiene que aprender la sensibilidad, la dulzura, la intuición y la preocupación personal de la novia. Ella a su vez ha de aprender la lógica, la disciplina, la motivación y la firmeza de él. No siempre se dan estas características en ambas personas, pero lo ordinario es que sea así. Cuando en un hombre y en una mujer se dan las virtudes de su sexo y aprende las virtudes de su pareja, se podría decir que está preparado para Dios.