José, su compañero y la blasfemia |
José, su compañero y la blasfemia
Por Gabriel Marañón Baigorrí
José,
muchacho de quince años, era obrero electricista. Toda su ilusión era hacerse
obrero especialista en electricidad, y además ser hombre de provecho. Trabajaba
en un taller, pero ¡qué distinto era el ambiente donde él trabajaba con
relación al que había tenido cuando estudiaba en el Patronato!
A pesar de sus solos quince años no era un muchacho que se
acobardaba; al contrario, era prudente, pero decidido, audaz. Muy cerca de él
trabajaba otro muchacho, Román, joven de veinte años. Tipo chulo, engreído,
insultaba a todos y con todos se metía, pero especialmente lo hacía con José.
Sabía que éste era un muchacho formal, recto y cristiano. Siempre que
encontraba ocasión le hería con palabras mordaces. José comprendía que Román
más que un par de bofetadas necesitaba amor y educación. Por eso le aguantaba
sus pullas.
Un día, Román lanzó una blasfemia contra Dios por algo que
le había salido mal y porque además estaba José delante y podía molestarle.
Pero nada más pronunciar Román la blasfemia, José le dio una bofetada; se
enzarzaron a puñetazos. Al fin los separaron. Se enteró el director de la
empresa de lo ocurrido y llamó a los jóvenes a su despacho. Cuando subían al
despacho del director José pensaba que si declaraba que la riña había sido
por causa de una blasfemia dicha por Román éste sería despedido de la empresa
o se le impondría un fuerte castigo. Y Román tenía madre viuda, a quien él
sostenía con su jornal. Y José formó el propósito de callar para no
perjudicar a su compañero.
El director era un hombre enérgico y recto. Les afeó su conducta y les preguntó:
"¿Quién empezó?". José guardó silencio. Román entonces se atrevió
a decir: "Me pegó en la cara y no pude tolerarle". El director juzgó,
por el silencio de José, que éste era el culpable.
Cuando José salía del taller le llamó aparte el encargado
y le dijo: "Estás tres días suspendido de trabajo y sueldo."
Cuando al día siguiente Román llegó al taller y vio el
puesto de José vacío se dio cuenta de su mal comportamiento y reconoció que
José era un valiente en salir en defensa del honor de Dios. Comprendió que, de
haber hablado José, el despedido hubiera sido él. Román tenía
remordimientos. Fue donde el encargado y le preguntó qué castigo le había
impuesto a José. El encargado le dijo que estaba suspendido tres días sin
trabajo.
Cumplido el castigo, Román esperaba en la puerta del taller.
Cuando vio venir a José a reintegrarse a su puesto se le adelantó y, entre
avergonzado y conmovido, le pidió perdón. José quedó emocionado ante la
sinceridad y humildad de Román, le dio la mano y apretándola con fuerza dijo:
"No pienses en aquello. Todo está olvidado."
Román siempre recordó aquella sublime lección de aquel
muchacho tan valiente de quince años. Desde entonces jamás volvió a blasfemar
y fue para él un buen compañero.
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Sopa de letras |
1. ¿Cómo se llamaba el chico de quince años? ... 2.- José era formal, recto y... 3.-Román era un tipo chulo y ... 4.- Un día Román lanzó contra Dios una ... 5.- José le dio una ... 6.- El director los llamó a su ... 7.- José tomó el propósito de ... 8.- A José lo echaron durante ... días. 9.- Román le pidió a José.... 10.- Román jamás volvió a ...