1. Caso Silvia "Autoridad y obediencia" 
y Nota técnica "Sentido de la autoridad"

1º Paso. Estudio individual del caso Silvia "Autoridad y obediencia"

SITUACIÓN:

    Silvia tiene 16 años y es la mayor de la casa. Tiene un carácter muy vivo. Sus padres están preocupados. Lo han comentado entre ellos muchas veces: "A esta chica le cuesta mucho aceptar la autoridad. Tiene demasiado orgullo. Siempre quiere tener razón."

    Piensan que es cosa de la edad, y tienen la esperanza de que se le pase, pero entre tanto les preocupa bastante el mal ejemplo que da a sus hermanos pequeños con los frecuentes conflictos que se organizan en casa por culpa de su mal carácter.


OBJETIVO:

Superar un conflicto de autoridad y obediencia.


MEDIOS:

Pedir consejo a personas experimentadas y ver después cómo abordarlo.


MOTIVACIÓN:

    Todos están sufriendo bastante con esos desencuentros, y desean que haya una mejor comunicación en la familia.


HISTORIA:

    La madre de Silvia llamó a Mónica, la tutora de su hija. Quedaron en que se acercaría con su marido al colegio para charlar con ella. Nada más comenzar la entrevista, expusieron sus impresiones sobre la situación. Mónica les escuchaba en silencio.

    Hablaron con gran viveza, quitándose a veces la palabra entre ellos dos. "Es que Silvia —apuntaba su padre— está en una edad malísima. Como siga así, puede acabar con nosotros." "Sí —apostillaba la madre—, hace dos o tres años era encantadora, pero ahora no hay quien sepa qué quiere ni qué le pasa."

    La tutora les dejó hablar. A los veinte minutos ya habían reiterado dos o tres veces las mismas ideas, y ellos mismos se dieron cuenta de que no sabían bien qué más añadir. "Bueno, Mónica —concluyó la madre—, a ver si puedes ayudarnos, que no sabemos ya qué hacer. A Silvia no hay quien la entienda, es que ni nos escucha."

    Mónica tenía mucha confianza con ellos y pudo decirles —con gracia y sin ofenderles—, que para resolver el problema lo primero que debían hacer era darse cuenta de que Silvia se parecía mucho a ellos. Silvia era muy segura de sí misma —quizá demasiado—..., como ellos. A Silvia le costaba escuchar y cambiar de opinión..., como a ellos. "Tienes razón, Mónica —reconoció la madre—, y perdona que te interrumpamos otra vez, pero es que no te hemos dejado hablar en todo este rato, y ahora me doy cuenta de que seguimos sin dejarte hablar. Tienes razón, nos cuesta mucho escuchar."

    "Vosotros decís —consiguió por fin explicar la tutora— que a Silvia no hay quien la entienda, que ni os escucha. Y en la propia frase está la solución. Para que vosotros la entendáis a ella lo importante no es que os escuche, sino que vosotros la escuchéis a ella. No digo que Silvia tenga razón, pero quizá tenga algo de razón, o quizá bastante. Yo al menos, siempre que voy a hablar con una persona y llevo una idea previa, después de escucharla un rato casi siempre descubro que la idea con que iba no era muy exacta."


RESULTADO:

    Los padres de Silvia eran personas de gran corazón, deseosos de hacer las cosas bien, sacrificados y con verdaderos deseos de mejorar. Cuando escuchaban, eran humildes y receptivos. Lo malo es que tenían muy poca costumbre de escuchar. Pero por lo menos lo reconocían con sencillez.

    Aquella conversación con la tutora fue muy fructífera. Habían visto —fue una buena lección práctica— cómo Mónica les había escuchado hasta que se desahogaron por completo. Luego les explicó que eso era una actitud fundamental. Si ella les hubiera dicho de entrada lo que pensaba, probablemente ellos se habrían sentido molestos y no habrían resuelto nada. Por eso les aconsejó que adquirieran el hábito de no declarar antes de escuchar, de no hacer juicios antes de tener datos suficientes, y de mostrarse dispuestos a cambiar de opinión si se les daban razones (o incluso, mejor, mostrarse deseosos de conocer las razones de los demás, para enriquecer así el propio juicio). "Y un último consejo —concluyó Mónica— es que no penséis que el problema está en Silvia. En ella hay una parte del problema, y el resto está en vosotros. Vosotros tenéis que actuar sobre vuestra parte, sea pequeña o grande, y animarle a ella a mejorar en la suya. Pero vuestra principal responsabilidad está en mejorar vosotros. Lo de ella vendrá luego casi solo."

    No puede decirse que las cosas cambiaran de la noche a la mañana, porque estos cambios exigen tiempo, pero ya en los primeros días hubo un cambio de actitud importante, que se vio recompensado con una notable mejora en la comunicación con su hija. Le contaron la conversación con su tutora y manifestaron su deseo de mejorar conjuntamente en esos puntos. Silvia lo tomó con mucha ilusión, pues era la primera vez que veía a sus padres con una actitud tan franca y positiva, y en pocos meses cambiaron mucho las cosas en aquella familia.

Alfonso Aguiló.  Con la autorización de:   www.interrogantes.net


2º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones

a) ¿Qué diferencia había entre el diagnóstico de los padres y el de la tutora?

b) ¿Por qué es importante el escuchar?

c) ¿Qué parecidos había entre Silvia y sus padres?

d) ¿Dónde estaba el problema de Silvia?

e) ¿Se podía haber resuelto el problema de otra manera?


3º paso. Puesta en común del gran grupo


4º paso. Descanso de 15 minutos


5º paso. Estudio individual de la Nota técnica "Sentido de autoridad"

    El mes pasado hablábamos de los diversos modos de ejercer la autoridad, y de cómo, aunque las personas y las situaciones sean muy distintas, hay bastantes rasgos de carácter que casi siempre confieren autoridad y son muy positivamente valorados por casi todo el mundo.

    Por ejemplo, son importantes la paciencia, la sensibilidad y la consideración con los demás. O la disposición a aprender de otros, que hace que actuar con clara conciencia de que no solemos tener todos los datos, ni todos los puntos de vista, ni todas las experiencias que pueden aportarnos los demás. O la aceptación de las personas como son, sin pretender que todos tengan los mismos gustos y preferencias que nosotros. O la corrección en el trato, ajena a actitudes habitualmente tensas o cortantes.

    Hay personas que muestran una actitud agresiva porque quizá encuentran en ella una fuente de suficiencia personal, y están quizá orgullosos de su prepotencia, pues piensan que eso les proporciona autoridad y reconocimiento. Lamentablemente para ellos (y aunque a veces algunas corrientes culturales hayan valorado quizá demasiado los modelos agresivos y avasalladores), sus resultados a medio y largo plazo suelen ser penosos.

    Eso no quiere decir que haya que menospreciar otros rasgos más activos, como por ejemplo la firmeza, que ha de ser compatible con todo lo anterior. La autoridad precisa de un juicioso equilibrio entre firmeza en la propia posición y mostrar un sincero respeto e interés por las valoraciones de los demás, sin juzgarlas precipitadamente. Se trata, en definitiva, de comprometerse en un proceso de buena comunicación personal, de actitudes abiertas y al tiempo firmes y coherentes.

    Otra característica importante es la confianza, que se manifiesta en la capacidad de dejar a los demás suficiente margen de decisión; o en la habilidad para elevar el grado de responsabilidad y adhesión con que los demás asumen las decisiones; o en la actitud que se toma cuando se advierten errores en los demás, que siempre habrá.

    La sensibilidad de hoy —de siempre— rechaza la monserga autoritaria. Recusa también los aires oficial y pesadamente pedagógicos. Tampoco lleva nada bien las actitudes demasiado seguras de sí mismas, poco tolerantes, poco abiertas a la diversidad.

    No puede faltar, en quien ostenta autoridad, un gran amor a la libertad, con el consiguiente respeto a los ámbitos de legítima autonomía personal de cada uno. Debe tener siempre presente que, en estos ámbitos, no goza de autoridad, y que la diversidad en esas cuestiones es un elemento positivo que no daña la autoridad ni la necesaria disciplina, y que debe ser respetada, sin caer en la tentación de imponer una uniformidad amorfa que ahogaría la libertad.

    Aunque haya quedado para el final, otra cuestión básica es la integridad personal: honestidad, compromiso sincero de búsqueda del bien de los demás, veracidad, rectitud. Para las personas rectas, la vida no es tanto una carrera como cumplir con una misión. Y esto siempre lleva a orientar la vida hacia los demás. Porque todo intento de ser una persona equilibrada y honesta sin dar a la propia vida ese sentido de servicio, es un empeño imposible. Sólo ese sentido de ayuda a los demás, con sus responsabilidades subsiguientes, hace que la vida no acabe presentándose en conjunto ante nosotros como un esfuerzo vano y absurdo.

Alfonso Aguiló.  Con la autorización de:   www.interrogantes.net


6º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones

a) ¿Qué aspectos mejoran la autoridad?

b) ¿Qué actitudes son negativas para la verdadera autoridad?

c) Relaciones entre la autoridad y la confianza.

d) ¿Cómo se describe aquí la integridad personal?

e) ¿Cómo mejorar la autoridad con nuestros hijos?


7º paso. Puesta en común del gran grupo 


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