20. La Comunión de los Santos |
Introducción
Después de profesar la fe en "la Santa Iglesia Católica", el Símbolo de los Apóstoles continúa con "la comunión de los santos", artículo que, en cierto modo, explicita el anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de los santos?", se pregunta un autor antiguo.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, en el que se integran los fieles de la tierra, los que están en el purgatorio y los santos del cielo; y entre los tres grupos existe una comunión de vida, igual que en la familia los miembros que la componen se ayudan unos a otros. Esta comunión de vida y de bienes sobrenaturales, que intercomunica a los miembros de la Iglesia con la Cabeza y entre sí, es lo que se llama Comunión de los Santos.
Ideas principales
1. Por el bautismo se empieza a formar parte del cuerpo de la Iglesia Al recibir el bautismo nos incorporamos a la Iglesia, que es Cuerpo Místico de Cristo; por eso se dice que, por el bautismo, empezamos a formar parte del Cuerpo de Cristo. Al recibir la gracia en el sacramento nos unimos a Cristo, que es la Cabeza de ese cuerpo, y empezamos a ser miembros vivos. Si perdemos la gracia, nos separamos de la Cabeza y somos como miembros muertos. Es como si una mano, que está viva por estar unida al cuerpo y a la cabeza, se separa del cuerpo; la mano se corrompería, quedaría muerta y no serviría para nada. En consecuencia, hemos de esforzarnos por vivir siempre en gracia. 2. Cada miembro está unido a los demás miembros Sabemos muy bien que en el cuerpo humano, cuando la sangre limpia y buena llega a todos los miembros, esa sangre hace que los miembros estén vivos y se comuniquen unos con otros. En el Cuerpo Místico de Cristo hay algo que es como la sangre, y la gracia y los dones que dios nos da establecen una comunión de vida sobrenatural de los miembros con la Cabeza y de los miembros entre sí. |
3. La unión entre los santos del cielo, las almas de purgatorio y los fieles de la tierra
La Iglesia la formamos no sólo los que por el bautismo pertenecemos a ella y estamos en la tierra (Iglesia militante) sino también los santos que están en el cielo (Iglesia triunfante) y los que están purificando su alma en el purgatorio antes de entrar en el cielo (Iglesia purgante). Los tres estados de la única Iglesia están unidos porque la única Cabeza es Cristo y la vida que anima a todos es la gracia.
4. La comunicación de bienes en la Iglesia
La vida del Cuerpo de Cristo, pues, es la gracia, con todo lo que comporta la vida sobrenatural que los miembros reciben de la Cabeza, estableciéndose una estrecha relación de la Cabeza con los miembros y de los miembros entre sí. Cristo infunde sus dones -el sentido de la fe y el impulso de la caridad-, y los fieles adoran y alaban; los bienaventurados del cielo nos ayudan a nosotros y a los que están en el purgatorio, y nosotros invocamos a los santos; los fieles de la tierra nos ayudamos mutuamente y socorremos con sufragios a las almas del purgatorio, que a su vez interceden por nosotros ante Dios.
En la Iglesia sucede, pues, algo parecido a una transfusión de sangre. La gracia de Cristo, los méritos de la Santísima Virgen y de los santos nos ayudan a nosotros en la vida del alma, como una transfusión de sangre ayuda a la vida del cuerpo. Así, nuestras oraciones y las buenas obras son como sangre buena que damos a los otros: a nuestros padres y hermanos, a los amigos, a los demás hombres y también a las benditas ánimas del purgatorio. Y las buenas obras de los otros miembros de la Iglesia nos ayudan y hacen bien a nuestras almas.
5. Cómo vivir la comunión de los santos
La comunión de los santos es una realidad tan fecunda y consoladora, tan importante para la vida y santidad de la Iglesia, que no podemos perder las oportunidades de vivirla, luchando por ser mejores y ayudar a los demás. La mejor manera de vivir la comunión de los santos es recibir los sacramentos, ya que por la gracia que nos otorgan nos unimos, cada vez más, a Dios que es el Santo por excelencia. Otro modo es invocar a la Virgen María y a los santos, porque nos consiguen de Dios muchas gracias.
Nosotros podemos ayudar a la Iglesia purgante ofreciendo la Misa, trabajo y oraciones, por las almas que están en el purgatorio y desean gozar cuanto antes de Dios en el cielo. Y de la misma manera podemos ayudar a la Iglesia militante -los cristianos que están luchando todavía en la tierra-, ofreciendo cosas durante el día para que Dios les ayude.
Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Navarra. 1982. Con la autorización de los autores.
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