40. Virtudes morales, virtudes teologales
Sopa de letras

  Introducción

   Los filósofos anteriores al cristianismo hablaban de la virtud perfecta para calificar la manera noble y acabada del ser humano; pero se movían en un ámbito puramente natural. La Iglesia habla además de virtudes sobrenaturales, que Dios comunica graciosamente al hombre y que, cuando se viven en plenitud, conforman la santidad. En la proclamación de los santos no hace otra cosa que investigar y sancionar que en aquella vida hay pruebas de que ha practicado, en grado heroico, las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad, así como las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, templanza y fortaleza, con las virtudes anejas.

    La virtud -y las obras virtuosas- es lo que da el toque de perfección en el ser y en el obrar de la naturaleza humana; sobre todo si el ser natural viene elevado y ennoblecido por las virtudes sobrenaturales, ya que "la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona".

  Ideas principales

 

1. Qué es la virtud

   Se dice que la naturaleza es principio radical de operaciones; la naturaleza, pues, no es operativa en cuanto tal, sino que lo hace mediante las potencias u órganos cuando es naturaleza corpórea: vemos con los ojos, oímos con los oídos, conocemos con la inteligencia. Si se ejercitan las potencias y órganos adquieren formas estables de actuación o hábitos operativos, que, si son buenos, se llaman virtudes; si malos, vicios. La virtud, por tanto, es una cualidad buena, que perfecciona de modo habitual las potencias, inclinando al hombre a obrar el bien.

2. Las virtudes morales

   Las virtudes más excelentes son las virtudes teologales, que se refieren directamente a Dios; pero también son importantes las virtudes morales, que perfeccionan el comportamiento del individuo en los medios que conducen a Dios. Si pensamos en el modo de adquirirlas, unas son virtudes naturales o adquiridas, si se alcanzan con las fuerzas de la naturaleza; otras, sobrenaturales, si las concede Dios de modo gratuito. Las virtudes teologales siempre son sobrenaturales o infusas; las morales pueden ser adquiridas o infundidas por Dios.

    El hombre puede realizar actos buenos con  las fuerzas naturales, adquiriendo virtudes. Por ejemplo: la sinceridad, la laboriosidad, la discreción, la lealtad... Las principales virtudes morales -llamadas también cardinales porque son como el quicio o fundamento de las demás- son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

    La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica para discernir -en toda circunstancia- nuestro verdadero bien, eligiendo los medios justos para realizarlo.

    La justicia es la virtud que nos inclina a dar a Dios y al prójimo lo que les es debido, tanto individual como socialmente.

    La fortaleza es la virtud que en medio de las dificultades asegura la firmeza y constancia para practicar el bien.

    La templanza es la virtud que refrena el apetito de los placeres sensibles e impone moderación en el uso de los bienes creados.

    Además de las virtudes cardinales, el hombre debe practicar las otras virtudes morales, especialmente la religión, la humildad, la obediencia, la alegría, la paciencia, la penitencia y la castidad.

3. Virtudes naturales y gracia sobrenatural

   A veces es difícil vivir las virtudes naturales porque después del pecado original el hombre está desordenado y siente la inclinación al pecado; pero Dios concede la gracia que las purifica y potencia elevándolas al orden sobrenatural, para que nos ayuden a obtener el fin al que estamos llamados: la eterna bienaventuranza, el cielo. Entonces las virtudes, sin dejar de ser naturales, son también sobrenaturales.

    Con la ayuda de Dios, las virtudes naturales forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre es feliz al practicar la virtud.

4. Las virtudes teologales

   Estando el hombre elevado al orden sobrenatural, las virtudes naturales por sí solas no bastan, aunque son necesarias; y Dios concede al cristiano las virtudes teologales en el momento del bautismo, junto con la gracia.

    Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.

    La fe es una virtud sobrenatural por la que -apoyados en la autoridad de Dios- creemos las verdades que ha revelado y la Iglesia nos enseña.

    La esperanza es una virtud sobrenatural por la que confiamos en que Dios nos dará la gloria mediante su gracia y nuestra correspondencia.

    La caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas -por ser quien es- y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

5. Dones y frutos del Espíritu Santo

   El edificio sobrenatural se corona con los dones y frutos del Espíritu Santo. Los dones son perfecciones sobrenaturales que Dios infunde para facilitar el ejercicio de las virtudes, haciéndonos dóciles a los impulsos del Espíritu Santo. Son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

    Además de los dones -y como anticipo de la gloria- se enumeran doce frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.

6. La caridad, virtud suprema

   La caridad es la virtud más excelente de todas por ser la primera de las teologales, que son las virtudes supremas. Cuando se viven de verdad, todas las virtudes están animadas e inspiradas por la caridad. Como dice San Pablo, la caridad es "vínculo de perfección" (Colosenses 3,14), la forma de todas las virtudes.

7. Crecer en las virtudes

   El cristiano que intenta vivir una vida según Dios, cuenta con la gracia divina y las virtudes, es decir, con todos los medios para conseguir el fin al que Dios le llama. En consecuencia, con la ayuda de Dios y el esfuerzo propio ha de ir creciendo en la virtud. Dios nunca abandona, y basta que luchemos para hacer el bien y vivir la caridad -sobre todo- que, como hemos dicho, consiste en amar a Dios con toda el alma y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.


Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Navarra. 1982. Con la autorización de los autores.


  A. Contesta a cada pregunta con una palabra y escríbela en un papel para buscarla después en la sopa de letras:

 El hábito operativo si es bueno se llama...
 El hábito malo se llama...
 Las virtudes más excelentes son las...
 Nos inclina a dar a Dios y al prójimo lo que es debido, la...
 Da firmeza y constancia ante las dificultades, la...
 Señala nuestro verdadero bien, la...
 Refrena el apetito de los placeros sensibles, la...
 Por la que creemos las verdades que Dios ha revelado es la...
 Por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, es la...
 Por la que confiamos en que Dios nos dará la gloria, es la...

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