38. La moralidad del acto humano |
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Introducción
La categoría singular del hombre -que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la creación visible- radica en que está dotado de inteligencia y voluntad -creado a imagen y semejanza de Dios-, con libertad para tomar decisiones. Pero, siendo criatura, su libertad debe estar armonizada con la de Dios y con la de sus semejantes. Esto es lo que hacen los mandamientos, que son caminos de la libertad, poniendo orden en el ejercicio de la libertad creatural de modo que sea verdadera libertad, armonizada y concertada con la libertad de los demás.
En consecuencia, si hay un mandamiento legítimo el hombre tiene la obligación de cumplirlo y no es moralmente libre, aunque tendrá psicológica y física; si no existe mandamiento, es muy libre de tomar la decisión que quiera. Así, el hombre tiene que educar su libertad para utilizarla correctamente; es decir, tiene que obrar como hombre ejercitando la inteligencia y la voluntad, pero referidas a una norma objetiva y trascendente que dirige y regula su conducta.
La moralidad, pues, es una cualidad del acto humano libremente ejercido; y será positiva -buena- si se ajusta a la norma que lo ordena como ser racional; será negativa -mala-, si actúa irracionalmente en contra de la norma.
A. Contesta con una de estas respuestas: voluntad, fuerza, suerte, libertad, obligación o capricho.
El hombre está dotado de inteligencia y | |
Puede tomar decisiones con | |
Si hay un mandamiento legítimo, el hombre tiene que cumplirlo con |
Ideas principales
1. Fuentes de la moralidad
En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar: sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. ¿Cómo lo sabe? Se lo dice la conciencia, esa voz interior que avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no hace más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, abramos bien; y si la contradecimos, obramos mal.
Con el fin de tener a mano un criterio claro y sencillo, los autores consideran que la moralidad depende del objeto, el fin y las circunstancias:
a) El objeto elegido, que es aquel bien hacia el que tiende la voluntad, pudiendo decirse que es la materia del acto humano. Y es que hay cosas que son buenas por sí mismas y cosas que son malas de suyo, es decir, siempre. Por ejemplo, quitar la vida a un inocente siempre será un crimen, aunque se quiera disimular con eufemismos hipócritas; por el contrario, adorar a Dios es un acto bueno en sí mismo.
b) El fin o la intención del acto puede modificar la moralidad agravando o disminuyendo la cualidad buena o mala de un acto; y afirmando con claridad que lo que es malo no puede volverse bueno, sean cuales sean las circunstancias.
Por tanto, para que un acto sea moralmente bueno es preciso que sea bueno el objeto, el fin y las circunstancias; si es mala alguna de estas tres cosas, el acto es malo. Erraría (se equivocaría), pues, quien juzgase de la moralidad de los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira, o las circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.). Hay actos que -por sí y en sí, independientemente de las circunstancias y de la intención- son gravemente ilícitos por razón de su objeto; por eso la moral afirma rotundamente que nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
B. Indica una de estas respuestas: gracia, conciencia, mal, aburrimiento, circunstancias, fuerzas, objeto, fin o factor.
La voz interior del hombre se llama la |
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Hay que hacer el bien y evitar el | |
La moralidad depende del objeto, el fin y las | |
Es el bien al que tiende la voluntad de | |
Es la intención de quien realiza la acción | |
Otros factores que influyen en la moralidad | |
Hay acciones que son buenas por sí mismas | |
Una acción hecha con mala intención es mala | |
Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien | |
Para que un acto sea bueno han de ser buenos el objeto, las circunstancias y el |
2. Moralidad de las pasiones
En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos que se conocen con el término "pasiones", reconocidas como fuerzas que Dios ha puesto en la naturaleza y que nos mueven a obrar. Consiguientemente al pecado esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se logra controlarlas. Son como el agua embalsada: represada y encauzada es fuente de vida y de energía; si se rompe la presa, provoca la catástrofe.
El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar el mal. Las pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios.
3. Actuar siempre de cara a Dios
No es fácil dominar las pasiones sometiéndolas a la razón con una libertad fuerte y ordenada, pero es necesario si queremos vivir con la dignidad que comporta la condición humana y sobre todo la dignidad de cristianos, que se saben hijos de Dios. Hace falta querer y luchar, y se necesita ante todo la gracia de Dios, que el Espíritu Santo proporciona en abundancia a los que la piden. Así es posible conseguir que nuestro comportamiento -los actos todos- sea bueno porque el objeto, el fin y las circunstancias sean buenos, a pesar de las pasiones; o mejor, dominando las pasiones y no dejándonos arrastrar por ellas.
Una recomendación de San Agustín -recogida en el Concilio de Trento- nos puede alentar en la lucha contra las pasiones para aprovecharlas en la dirección de la Providencia: "Dios no manda cosas imposibles sino que, cuando manda algo, te advierte que hagas lo que puedas, que pidas lo que no puedas, y te ayudará para que puedas".
Entonces el Espíritu Santo ayuda para que todo nuestro ser -incluidos dolores, temores y tristezas, como aparece en la agonía y pasión de Cristo- sean para Dios. Cuando se vive en Cristo, los sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación en la caridad.
Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Navarra. 1982. Con la autorización de los autores.
C. Indica una de estas respuestas: virtudes, pasiones, bien. mal, razón, libertad, posibles o imposibles.
El amor, odio, deseo, temor y la ira son |
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Las pasiones son buenas si empujan a obrar el | |
Las pasiones son malas si empujan a obrar el | |
Hay que luchar para someter las pasiones a la | |
Dios no manda cosas |
Preguntas de los catecismos
1. ¿Cuáles son las fuentes de la moralidad del acto humano? Las fuentes de la moralidad del acto humano son el objeto, el fin y las circunstancias.
2. ¿Qué hace falta para que un acto sea moralmente bueno? Para que un acto sea moralmente bueno hace falta que sean buenos el objeto, el fin y las circunstancias.
3. ¿Se puede hacer una cosa mala para conseguir un fin bueno? No se puede hacer una cosa mala para conseguir un fin bueno porque el fin nunca justifica los medios; en este caso el fin sería el medio.
D. Escribe la letra de la respuesta correcta (A, B o C). Abajo están las posibles respuestas:
PREGUNTAS |
RESPUESTAS |
¿Cuáles son las fuentes de la moralidad del acto humano? | |
¿Qué hace falta para que un acto sea moralmente bueno? | |
¿Se puede hacer una cosa mala para conseguir un fin bueno"? |
POSIBLES RESPUESTAS |
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A |
Que sean buenos el objeto, el fin y las circunstancias. |
B |
El objeto, el fin y las circunstancias. |
C |
No se puede hacer una cosa mala para conseguir un fin bueno porque el fin nunca justifica los medios; en este caso el fin sería el medio. |
Propósitos de vida cristiana
- En la duda de si se está obrando bien, preguntarse si el objeto, fin y circunstancias son buenos.
- En ocasiones, hay que ser heroicos para actuar bien, sin dejarnos llevar por las circunstancias y el ambiente, que nunca justifican una conducta inmoral.
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