25. El pecado |
1. El pecado
Sabemos que Adán y Eva desobedecieron a Dios y cometieron el pecado original. Desde entonces los hombres se portan mal: roban, hacen guerras, cometen crímenes y producen mucho sufrimiento en el mundo. Los hombres cometen pecados personales.
¿Por qué ocurren tantas cosas malas? Porque muchas veces obramos el mal y cometemos pecados. El pecado es la causa de esas desgracias.
Dios nos creó libres y podemos cumplir sus mandamientos o no. Cuando no los cumplimos cometemos un pecado. Por ejemplo: faltar a Misa los domingos, sin motivo; decir mentiras; coger cosas sin permiso; pelearse o insultar a los hermanos; desobedecer a los padres y profesores y otros.
Ofendemos a Dios con esos pecados. Lo sabemos por los Mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia. Nos lo recuerdan los padres, profesores y sacerdotes. Pero también sabemos que una cosa es mala porque nos lo dice Dios en el corazón. Es la voz de la conciencia
Los pecados que ofenden mucho a Dios se llaman pecados mortales y los que le ofenden poco son los veniales. Se puede pecar de pensamiento, deseo, palabra, obra y omisión (no hacer lo que se debía).
2. Jesús nos perdona los pecados
"En una ocasión le trajeron a Jesús un paralítico, que era llevado por cuatro amigos y como no podían acercarlo hasta Él por causa del gentío, levantaron la techumbre por el sitio en donde se encontraba y, después de abrir un hueco, descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados" (Marcos 2, 3-5). Y le curó. Jesús le hizo dos favores: le curó el cuerpo de su enfermedad y le curó el alma de sus pecados.
Jesús vino al mundo para salvarnos, para perdonarnos los pecados y abrirnos las puertas del cielo.
Este poder de perdonar los pecados lo transmitió a los Apóstoles. Ahora el Papa, los obispos y los sacerdotes nos perdonan los pecados cada vez que acudimos a la confesión, bien dispuestos. Jesucristo nos perdona por medio del sacerdote.
Ni la Virgen ni Jesús cometieron nunca ningún pecado. Los demás somos pecadores. Si alguna vez caemos y cometemos un pecado mortal, lo mejor es rezar el "Señor mío Jesucristo" y buscar un sacerdote para que nos confiese.