23. El octavo mandamiento
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  1. El octavo mandamiento

    El octavo mandamiento de la Ley de Dios dice: No dirás falso testimonio ni mentirás.

   Decir falso testimonio es declarar en un juicio algo que no es verdad y perjudica al prójimo.

   Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar.

   Jesús nos enseña a decir siempre la verdad. El Sumo Sacerdote le preguntó:  "Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios? y Jesús respondió: Yo soy." (Marcos 14, 61-62). Confesó la verdad, aunque por decirla sufrió tantos ultrajes (maltratos y desprecios) y la muerte.

   En otra ocasión dijo Jesús: "Sea vuestro hablar: si, si,  o no, no. Lo que excede de esto viene del Maligno." (Mateo 5,37). Hay que imitar a Jesús, que nunca mintió.

   El hombre es por naturaleza un ser social, y eso obliga a ser sinceros: con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Sin verdad, no es posible la buena convivencia entre los hombres. Igual que nos gusta que nos digan la verdad y no nos engañen, debemos ser siempre sinceros. El mentiroso acaba perdiendo la amistad y la confianza de los que lo rodean. El humos popular ridiculiza la vergüenza de la mentira: antes se coge al mentiroso que al cojo.

  A. Hay 6 frases verdaderas y 2 falsas. Escribe una curz a la izquierda de las verdaderas.

 

  El octavo mandamiento es: No dirás falso testimonio ni mentirás

 

  Falso testimonio es declarar en un juicio algo que no es verdad

 

  Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa

 

  Jesús nos enseña a decir algunas veces la verdad

 

  Poncio Pilato preguntó: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?

 

  Por decir la verdad, Jesús sufrió ultrajes y la muerte

 

  No debemos mentir a los amigos ni a los padres

 

  Jesús nunca mintió

  2. Respetar la fama de los demás

   La fama es un bien más importante que los bienes materiales. Todos los hombres tienen derecho a su buena fama u honor. Por eso no podemos robar o destruir la fama de los demás. Si se ha perjudicado la fama de alguien hay que reparar en lo posible el daño causado.

   Se nos prohíbe la calumnia, que es atribuir al prójimo pecados o defectos que no tiene. Tampoco podemos difundir injustamente los defectos ocultos de los demás. Esto es la murmuración.

    Como norma general no hemos de hablar mal de nadie ni pensar mal de los demás. También hemos de guardar el secreto de los demás.

  B. Hay 5 frases verdaderas y 3 falsas. Pulsa en los números de las verdaderas.

 

 La fama es tan importante como los bienes materiales

   Todos los hombres tienen derecho a la buena fama
   La calumnia es difundir injustamente los defectos ocultos de los demás
   A veces podemos destruir la fama de los demás
   La murmuración es difundir los defectos del prójimo
   La columna es atribuir al prójimo pecados o defectos que no tiene
   Hemos de guardar los secretos de los demás
   No hemos de hablar nunca mal de nadie

  3. Preguntas de los catecismos

1. ¿Qué ordena el octavo mandamiento?  El octavo mandamiento ordena decir la verdad y respetar la fama del prójimo.

2. ¿Qué prohíbe el octavo mandamiento?  El octavo mandamiento prohíbe la mentira, la calumnia, la murmuración, el falso testimonio y toda ofensa contra el honor y la fama del prójimo.

3. ¿A qué están obligados los que han perjudicado al prójimo en su fama?  Los que han perjudicado al prójimo en su fama están obligados a reparar en lo posible el daño causado.

  C. Escribe la letra de la respuesta correcta. Abajo están las posibles respuestas 

 PREGUNTAS

 RESPUESTAS

 1. ¿Qué ordena el octavo mandamiento?  
 2. ¿Qué prohíbe el octavo mandamiento?  
 3. ¿A qué están obligados los que han perjudicado al prójimo en su fama?  

 POSIBLES RESPUESTAS
 A  La mentira, la calumnia, la murmuración, el falso testimonio y toda ofensa contra el honor y la fama del prójimo.
 B  Decir la verdad y respetar la fama del prójimo.
 C  A reparar en lo posible el daño causado.

  Propósitos de vida cristiana

   - No hablar mal de los demás ni permitir que lo hagan los otros; si se ha faltado reparar en seguida los daños causados.

   - Reconocer las propias faltas, sin disculparse. Decir siempre la verdad.

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