Peñagrande |
Autor: Miguel Martín
Ed.Palabra. Madrid. 2000. 279 páginas. 9.61 € (1600 pesetas.)
Para los tiempos que corren en literatura, no es fácil que una novela de estas características consiga llamar la atención, ya que no se desarrolla en un ambiente urbano, no contiene historias morbosas, ni los personajes arrastran lánguidamente una existencia aburrida. Peñagrande es una novela rural que cuenta la curiosa amistad entre un oso de las montañas, Grandullón, y Vitines, un cazador furtivo que se conoce todos los secretos del monte.
El autor ha tenido la habilidad de introducir a un cronista que acude a la aldea norteña de Vitines para que le explique la verdad de su relación con Grandullón, ya que la leyenda y las malas lenguas están disparando las anécdotas. Desde ese momento, Vitines toma la palabra y describe minuciosamente todos los pormenores de cómo se estableció entre Grandullón y él una corriente de amistad que se vio tristemente truncada. Sin hacer ostentación de nada, con un realismo lingüístico y costumbrista sorprendente, Vitines nos habla de las rencillas y amistades de sus paisanos, de sus problemas, con las autoridades (está muy logrado el capítulo dedicado al nuevo guarda forestal) y de sus habilidades campestres y gastronómicas. En alguna ocasión, toma la palabra un tercero, un paisano de Vitines, para contar algún asunto del que él ha sido protagonista.
Muchos aciertos tiene esta entretenida novela, que se lee de un tirón y que mantiene el interés en todo momento. Por un lado, su autor, el vallisoletano Miguel Martín, al igual que sucede en las novelas de Delibes, realiza una defensa de la naturaleza y de la vida del campo, en contraposición con los avances del progreso y la vida en la ciudad. En este sentido, la novela está repleta de vocablos muy propios de la vida de los pueblos, que pueden desconcertar a un lector inexperto o demasiado de piso, aunque proporcionan una riqueza de vocabulario que enriquece la novela. Por otro, Miguel Martín ha creado un excelente personaje, Vitines, resumen y síntesis de una España que ya se encuentra en peligro de extinción. Además, la historia que se narra, la amistad y el posterior enfrentamiento entre Vitines y Grandullón, contiene suficientes dosis de calidad como para provocar empatía y emoción en los lectores.
La recuperación de esta novela es una oportunidad que tienen los lectores de entrar en contacto con una de esas historias que enganchan, ecológica, de las que uno nunca quisiera terminar.
Adolfo Torrecilla.
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de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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