El león y el ratón |
Un día un gran león dormía al sol. Un pequeño ratón tropezó con su zarpa y lo despertó. El gran león iba a engullirlo cuando el pequeño ratón gritó:
- Oh, por favor, déjame ir. Algún día puedo ayudarte.
El león rió ante la idea de que el pequeño ratón pudiera ayudarle, pero tenía buen corazón y lo dejó en libertad.
Poco después el león quedó atrapado en una red. Tiró y rasgó con todas sus fuerzas pero las cuerdas eran demasiado fuertes. Dio un potente rugido. El ratón le oyó y corrió hacia ese lugar.
- Tranquilo, querido león, yo te pondré en libertad. Roeré las cuerdas. Con sus afilados dientes, el ratón cortó las cuerdas y el león se salvó de la red.
- Una vez te reíste de mí -dijo el ratón-. Creías que yo era demasiado pequeño para ayudarte. Pero, como ves, debes la vida a un pequeño y humilde ratón.
Esopo.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Tener compasión de los demás y ayudarles en sus necesidades.
Contenido.-
Empatía
El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés
por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que con cada una de
ellas tenemos.
Cada vez
que nos acercamos a las personas esperamos atención y comprensión, dando por
hecho que seremos tratados con delicadeza y respeto. Pero, ¿cuántas veces
procuramos tratar a los demás de la misma forma?
Debemos reconocer que en medio de nuestras prisas y
preocupaciones nos volvemos egoístas y olvidamos que los demás también tienen
algo importante que comunicarnos. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar
el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que con
cada una de ellas tenemos.
La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y
comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las
circunstancias que los afectan en un momento determinado.
Es muy común escuchar que la empatía es la tendencia o
actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos
plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la
empatía en un nivel meramente emocional: "si siento lo mismo que el otro,
entonces hay verdadera empatía".
La realidad es que la empatía no es el producto del buen
humor con que despertamos, como tampoco del afecto que nos une a las personas.
Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar
a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y
preocupaciones para atender a quienes nos rodean.
Desgraciadamente las circunstancias pocas veces son tan
favorables, por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente,
totalmente independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior.
La empatía se facilita en la medida que conocemos a las
personas, la relación frecuente nos facilita descubrir los motivos de enojo,
alegría o desánimo de nuestros allegados y su consecuente modo de actuar. Esto
se manifiesta claramente entre padres e hijos, en las parejas y con los amigos
donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el
"poder de adivinar" que sucede antes de haber escuchado una palabra,
teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo adecuados para la ocasión.
Aún así, este valor debe superar ciertos obstáculos: el
cansancio, el mal humor, el dolor de cabeza y las preocupaciones propias del
trabajo y el estudio. En casa se nota cuando los padres prestan poca atención a
los "pequeños" problemas o alegrías de sus hijos, con su actitud -y
muchas veces sin querer- procuran evadir esa molestia e inoportunidad para
encerrarse en sí mismos; en la pareja cuando alguno da monosílabos, gestos o
sonidos guturales como respuesta; cuando tenemos tantos problemas, y lo que
menos deseamos es escuchar lo bien o lo mal que les sucede a los demás.
El problema es dejarnos llevar por nuestro estado de ánimo y
obstinarnos en permanecer en nuestro mundo, damos a todo lo que ocupa nuestra
mente la máxima importancia, comportándonos indiferentes y poco amables;
queremos ser entendidos sin antes intentar comprender a los demás. Por tanto,
la empatía implica generosidad y genuina comprensión: para olvidarnos de
nosotros mismos y hacer el esfuerzo por considerar los asuntos y sentimientos
que los demás quieren participarnos.
Este esfuerzo es mayor cuando ante nosotros está el
empleado, el alumno, el vecino, la empleada doméstica o el vecino, pues sin
darnos cuenta, podemos limitar nuestra atención e interés, o peor aún,
menospreciarlos por considerarlos en una posición inferior. Debemos ser enérgicos
y afirmar que la empatía como valor -y al igual que todos los valores- no hace
diferencias entre personas, es una actitud propia de la personalidad, siempre
abierta y dispuesta a las necesidades de los demás.
La empatía nos da un sin fin de posibilidades, primero hacia
nuestros semejantes, quienes buscan con quien compartir y confiar sus problemas,
alegrías, triunfos y fracasos, ser escuchados y comprendidos. De esta forma
tenemos la inmejorable oportunidad de procurar el bienestar, desarrollo y
perfeccionamiento de las personas, lo cual manifiesta el profundo respeto que
les debemos.
Para nosotros, la empatía nos permite conocer y comprender
mejor a las personas, a través del trato cotidiano, estamos en condiciones de
mejorar en familia, obteniendo una mayor colaboración y entendimiento entre
todos; con la pareja la relación es cada vez más estable y alegre; con los
amigos garantiza una amistad duradera; con los conocidos abre la posibilidad a
nuevas amistades; en la empresa ayuda a conseguir una mayor productividad al
interesarnos por los empleados y compañeros; en la escuela se obtiene un mejor
rendimiento por la relación que se tiene con los alumnos y entre ellos mismos.
El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad
de motivar y encauzar positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés
por los demás y vivirlo habitualmente, es la mejor forma de transmitir empatía
e identificarnos plenamente con los demás, cambiando radicalmente el entorno
social en el que vivimos.
Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos
detenemos a pensar un poco en los demás y en consecuencia, aprenderemos a
actuar favorablemente en todas las circunstancias. Por eso, debemos estar
pendientes y cuidar los pequeños detalles que reafirmarán este valor en
nuestra persona:
- Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de
confianza y cordialidad. La serenidad que se manifiesta desarma hasta el más
exaltado.
- Primeramente considera como importantes los asuntos de los
demás y después los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha
acercado a ti seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y
estado de ánimo, por lo cual estará dispuesta ayudarte.
- No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace
cambiar tu disposición interior (no pienses: "ya llego este molesto",
"otra vez con lo mismo", "no me deja en paz", "otra
interrupción") Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con quien
hablar... No los defraudes.
- Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con
cortesía y delicadeza -que también es empatía- y las personas se sentirán
igualmente atendidas. Importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con
la persona.
- Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar
respuestas tajantes u distraerte en otras cosas; además de ser una falta de
respeto, logras autodominio y demuestras interés por las personas. Aprende a
escuchar.
- No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el
hombro o un gesto amable, sobre todo si la persona tiene problemas.
Podemos concluir que la empatía es un valor indispensable en
todos los aspectos de nuestra vida, sin él, sería muy difícil enriquecer las
relaciones interpersonales; quien se preocupa por vivir este valor, cultiva
simultáneamente entre otros: confianza, amistad, comprensión, generosidad,
respeto y comunicación.
El ritmo de vida actual nos brinda pocas oportunidades de
servir a los demás, de conocerlos y de tratarlos como es debido, la empatía se
convierte en esa pieza fundamental que nos enriquece y nos identifica mejor como
seres humanos.
Con la autorización de : www.encuentra.com
Actividades.-
1. Sacar por impresora el texto “EL LEÓN Y EL RATÓN” y hacer fotocopias.
2. El profesor lee el texto y lo explica a los alumnos.
3. Cada niño vuelve a leer el texto y contesta a estas preguntas:
a) ¿Quién escribió esta fábula?
b) ¿Por qué pensaba el león que el ratón no le podría ayudar?
c) ¿Cómo le ayudó el ratón?
d) ¿En qué podemos ayudarnos los niños unos a otros?
4. Se hace una lista en la pizarra de las contestaciones a la pregunta d).
®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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