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Sin duda alguna todos nos hemos visto en la necesidad de realizar alguna medición en nuestras vidas. Bien sea para una tarea, alguna reparación doméstica, un simple encargo o incluso empacar una maleta. Medir es una necesidad propia de nuestro desenvolvimiento en el mundo que nos rodea. Por ejemplo, las tribus del desierto necesitan conocer la distancia que hay desde un pozo de abastecimiento de agua hasta el otro, pues de este conocimiento puede depender la vida de la comunidad entera.
Para medir longitudes era común que los pueblos usaran partes de su cuerpo como referencia. Es por eso que podemos encontrar patrones comunes a diferentes culturas, como el pie, aproximadamente la medida de un pie; el codo, la medida desde el codo hasta la punta de los dedos con la mano abierta (aunque para algunos pueblos era la distancia entre el codo y el puño cerrado); o la palma, la longitud de la mano abierta, es decir, el ancho de los dedos de la mano. Sin embargo, estos patrones traen consigo más de un inconveniente, ya que cada persona es distinta y cada medida será, por lo tanto, diferente. En el caso de necesitar precisión para alguna tarea en especial, por ejemplo la construcción de un artefacto, esta se echará a perder.
¿Te imaginas como sería el intercambio comercial en los puertos antiguos? A estos arribaban cientos de embarcaciones cargadas de mercancías y provenientes de los más diversos lugares, trayendo consigo una lengua propia, y claro, un sistema propio para medir distancias, masas y volúmenes, por poner algunos ejemplos. Un caos total por no decir más, un mercado lleno de rencillas entre comerciantes que se esforzaban por sacar ventaja los unos de los otros, y sin un sistema único de medir los problemas florecían. Tan es así, que Carlomagno (742 - 814 d.C), emperador de occidente, instituyó un sistema único en su reino, otorgando al burgomaestre (alcalde) de cada población, la llave de la ciudad, la medida para el vino y la pesa para el pan, como símbolos de su autoridad.
La solución al problema de las medidas vino de Francia. En 1790 la Asamblea Nacional Francesa encargó a la Academia de Ciencia el diseño de un sistema de medición práctico y simple. Después de años de esfuerzo, la comisión encargada desarrolló el sistema métrico decimal, que tiene varias características importantes. En primer lugar, la unidad de longitud no se fijó a partir de una parte del cuerpo humano, como era tradicional, sino en parámetros más generales para todos los pueblos, la tierra: se estableció el metro como la unidad de medida de longitudes, y este fue definido como la diezmillonésima parte del meridiano terrestre. Otra de las ventajas que implica el sistema métrico decimal es que, para hacer las cosas más naturales, algunas unidades de medición se derivan de otras; por ejemplo, la unidad de medición para superficies se estableció como el metro cuadrado, un cuadrado de un metro por cada lado. El siguiente gran paso a la unificación de las medidas se dió en 1960, en la XI Conferencia General de Pesas y Medidas. En esta conferencia se adoptó el llamado Sistema Internacional de Unidades (SI). A continuación puedes observar las unidades básicas de este sistema, las demás se derivan de ellas:
Un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando no hay un sistema único de medidas, es la historia de la sonda Mars Climate Orbiter. Dicho satélite tenía como misión sobrevolar Marte y brindar datos sobre su clima. La sonda fue elaborada por varias compañías: la Lockheed Martin Astronautics se encargó del diseño y construcción, mientras que la Jet Propultion Laboratory tuvo la misión de programar los sistemas de navegación. La primera compañía realizó su trabajo con el sistema inglés de medidas, que usa patrones como el pie, la milla, etc. Mientras que la segunda trabajó con el sistema internacional de unidades. Las dos empresas ejecutaron a la perfección sus tareas pero no tuvieron en cuenta la conversión de unidades, lo que ocasionó que la sonda sobrevolara a 60 kilómetros, y no a 150 como estaba previsto. Costo del descuido: ¡125 millones de dólares!
Sin lugar a dudas, una de las principales ventajas del sistema internacional es que, con el pasar del tiempo, ha sido aceptado como el sistema oficial en la mayoría de países. De esta forma si estás acostumbrado a los metros, kilogramos o segundos no tendrás dolores de cabeza convirtiendo unidades si viajas a casi cualquier parte del mundo. Eso sí, si vas de viaje por Estados Unidos, Birmania o Liberia, prepara tu calculadora porque estos son los únicos tres países que no han reglamentado el sistema internacional como único válido en sus territorios.
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