Movilidad de último kilómetro

En logística, distribución y planificación de transporte, la movilidad de último kilómetro, transporte de último kilómetro o, simplemente, último kilómetro (traducido literalmente del inglés como última milla), se refiere al trayecto final del transporte de personas y mercancías. Esta última etapa corresponde a la distribución desde ciertos nodos hasta el destino final y se caracteriza por una mayor complejidad que el resto del viaje debido al incremento exponencial del número de rutas y destinos posibles.[1][2][3]

Red española de ferrocarriles. Unas pocas vías conectan la totalidad de las capitales de provincia.
Mapa de Madrid. Numerosos destinos y vías componen el entramado urbano.
Mientras que el transporte interurbano es relativamente sencillo y a través de unas pocas infraestructuras, la distribución final en una ciudad es extremadamente compleja, con numerosas rutas y destinos.

La movilidad de último kilómetro es un campo cada vez más estudiado debido al incremento del número de entregas al consumidor. Entre los desafíos se encuentran aumentar la eficiencia, la mejora de las infraestructuras o minimizar los costes y el impacto ambiental.[4]

Historia

El término último kilómetro se utilizó originalmente en las telecomunicaciones para describir la dificultad de conectar los hogares y las empresas con la red principal de telecomunicaciones.[cita requerida] El último tramo de cable sólo es utilizado por un cliente, por lo tanto, el coste y amortización de esta infraestructura aumenta en comparación con los de las redes principales.

Redes de distribución y transporte

El transporte a través de redes ferroviarias o barcos suele ser muy eficiente. Sin embargo, una vez que las personas y mercancías llegan a una estación o puerto de carga, deben transportarse hasta su destino final. Este último tramo suele ser mucho menos eficiente y puede llegar a incrementar el coste hasta más del 50%. Este problema incluye todo tipo de entregas en áreas urbanas, lo que contribuye a la congestión del tráfico.[5]

La propia planificación urbana puede mejorar o empeorar el problema del último kilómetro. Así, las ciudades compactas tienen una mayor eficiencia del transporte público, mientras que las ciudades difusas, con una menor densidad de población, fomentan la utilización del vehículo privado y, por tanto, de los atascos y la contaminación ambiental.[6]

Soluciones al problema del último kilómetro

Los sistemas de bicicletas compartidas, la intermodalidad o el transporte activo se han citado como soluciones ante el problema del último kilómetro.

Entre las soluciones adoptadas ante el problema del último kilómetro se encuentran el fomento de las bicicletas de reparto, el transporte colectivo, las bicicletas y vehículos compartidos o sistemas de micromovilidad, además de incentivar un diseño urbano más eficiente, como la ciudad de 15 minutos o infraestructuras que permitan una mayor diversidad de transportes, como las ciclovías.[7]

Algunas empresas de envío han adoptado la centralización de las entregas en ciertos casilleros o tiendas repartidos por la ciudad, de manera que evitan el desplazamiento a cada domicilio, pero evitando igualmente la congestión del tráfico pues los puntos de recogida se encuentran a distancias caminables de los clientes.[8][9]

Se ha sugerido usar drones para entregar bienes esenciales como vacunas, tabletas de purificación de agua y alimentos terapéuticos durante operaciones de emergencia de desastres naturales.[10]

Véase también

Referencias

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