Alfarería y superstición en España

Alfarería y superstición en España es el conjunto de piezas de cerámica tradicional que a lo largo de los siglos se han producido en relación con los «ritos y creencias populares» en el ámbito cultural español.[1] A medio camino entre el fetiche religioso,[2] el esoterismo y el análisis antropológico como herencia de la cultura cerámica universal, la galería de piezas alfareras que catalogan los especialistas es tan variada como sugerente,[3] y como parte de la riqueza etnográfica de pueblos y sociedades.[4][5] Frente al estilo suntuario y suntuoso habitual en la producción religiosa, la alfarería ceremonial española se caracteriza por su ingenuidad, su rudeza y su modesta tipología.[1]

Botijo de Pasión, pieza típica de la alfarería tradicional de Astudillo (Palencia, España). Vidriado meloso en su parte superior y central, con decoración prefabricada en moldes y superpuesta en relieve con varios modelos de figuras religiosas, "el Crucificado", "la Virgen y el Niño", "el Sagrado Corazón", "los ángeles", y diversos santos. Elaborado en la segunda mitad del siglo XX. Exposición de Pilar Belmonte Useros en el Museo de cerámica de Chinchilla de Montearagón.

El catálogo, muy sintetizado, incluiría alfarería de noviazgo, compromiso y boda; pilas benditeras; amuletos y ollas de conjuros; las belarminas de origen alemán; muy diversas piezas zoomorfas (desde aguamaniles a objetos funerarios varios); botijos rituales como el de Pasión;[6] las jarras de las hermandades (más o menos conventuales); o los ‘terribles’ búcaros.[lower-alpha 1] [7][8]

Ritualismo en el oficio alfarero

El oficio de la alfarería ha quedado asociado a lo largo de los siglos a una sucesión de rituales realizados antes, durante y tras el proceso de producción. Apenas conservado en el contexto de la actividad cerámica del siglo xxi, contiene sin embargo una importante carga de supersticiones, iconografía, simbología y costumbrismo.[9]

Los ritos del alfarero se concentran en el proceso del horneado o cocido de las piezas cerámicas, influidos sin duda por el doble contenido y significado mágico del horno y la cocción en sí mismos, como momento definitivo de la creación de la obra.[lower-alpha 2][10]

Natacha Seseña, sumando a sus trabajos de campo la autoridad etnográfica de Julio Caro Baroja, ha sintetizado datos sobre el variado ritualismo del proceso de cocido en la alfarería española.[11] En España, país de tradición cristiana, la cruz pintada con arcilla blanca sobre la puerta de carga del horno ha sido tan común como la costumbre del alfarero de santiguarse al comienzo de la cochura. Otro rito frecuente era la oración o plegaria invocando al Santísimo Sacramento al comienzo y al final de la hornada para conjurar el aspecto maléfico del fuego. Como ejemplos locales más concretos, se pueden mencionar, en los alfares de la provincia de Salamanca, las invocaciones a Santa Ana y la oración —conteniendo los términos habituales de quita y pon: "Santa Ana bendita, si está de menos, se lo pones; si está de más, se lo quitas". O en la provincia de Gerona, una breve oración: «Déu faci més que nosaltres» (que Dios haga más que nosotros, o que Dios ponga lo que falta). La influencia de la brujería gallega se extiende hasta el foco alfarero de Pereruela, donde el alfarero o la alfarera exclaman ‘¡Bruja fuera y adentro la primera!’ (refiriéndose a la primera carga de piezas para cocer).[12] También son frecuentes las invocaciones a las últimas llamas que anuncian el final de la cocción y que en la jerga alfarera son conocidas como los “frailes” y escuchadas en frases como «¡ya salen los frailes!» (Cespedosa de Tormes) o «ha surtit el fraret» (salió el frailecillo)› de algunos alfares mallorquines.[11]

La mujer en la ritualidad del barro

Olla de novia antigua Toledo.

De especial valor etnográfico en la historia de la cerámica en España, es el conjunto de piezas fabricadas de manera específica para la mujer, y su carga de simbolismo antropológico.[13][14]

Desde la antigüedad, el ciclo vital de la mujer ha quedado asociado a un variado conjunto de objetos de barro, atávicos, íntimos e intransferibles (piezas y objetos con valor simbólico, mágico y ritual que en algunos casos ni siquiera se podían mostrar). Esas piezas femeninas emblemáticas quedaban determinadas por los periodos vitales de la hembra, su infancia, su incorporación a las labores domésticas o a la escuela, el noviazgo y la boda, el embarazo y el parto.[15]

De todo el conjunto sobresale por su valor antropológico y variedad la que podría llamarse alfarería de novia, con ejemplos casi suntuosos como la jarra de cuatro picos o de novia, de Lorca, Totana y otros focos murcianos; el botijo de novia onubense, tradicional en localidades como Higuera de la Sierra;[lower-alpha 3] los variadísimos cántaros de novia repartidos por gran parte de la geografía española;[lower-alpha 4] o el pequeño y sencillo gánigo ceremonial en las Islas Canarias. Además de este conjunto de piezas relacionadas con la “alfarería de agua”, hay que considerar asimismo la importancia de otras piezas singulares como la olla de boda manchega, típica de localidades como Castellar de Santiago;[16] o la "olla de novia antigua", en Toledo, quizá una de las más arcaicas vasijas de alago o de compromiso (y como piezas del ámbito de la alfarería de fuego).[17]

Devoción y superstición

Pila benditera de cerámica de Teruel del siglo xviii. Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.

Entre los recipientes tradicionales ancestrales del rito cristiano, aunque muy asociado al culto doméstico romano,[18][19] puede destacarse en relación con la producción cerámica la variedad de pilas domésticas para el agua bendita, conocidas como ‘benditeras’.[20] Se colocaban a la entrada de las casas y con frecuencia en los dormitorios.[21] En España se conocen algunas interesantes colecciones como las reunidas por el pintor Joaquín Sorolla y Clotilde, su esposa, o la del empresario catalán Alberto Folch-Rusiñol.[22]

Simbología e ideogramas cristianos

Los motivos figurativos religiosos cristianos más frecuentes en la simbología alfarera son la cruz, "el Crucificado", la Virgen, sola o con el Niño, el Sagrado Corazón, el cáliz, la paloma, ángeles de variada tipología (abundando los querubines), y diversos santos en función de los localismos o patronazgos .[23] Las piezas más frecuentes decoradas con estos y otros motivos más esquemáticos o simbólicos (ramas de olivo, la flor de la vida, espigas, estrellas),[lower-alpha 5][24] son los botijos, los jarros y jarras, e incluso cuchareros y aguamaniles.[23]

Ritos de difuntos

Varios de los ritos mortuorios relacionados con la sal,[25] están asociados a los platos de difuntos, en los que en ocasiones se pintaba el nombre del muerto, pequeños platos que luego se ponían sobre la lápida o colgados dentro de la casa del fallecido. Mayor carga de superstición tenía otra costumbre, a veces con bastante ritual complementario, cuando el plato con sal se colocaba sobre el vientre o en los brazos cruzados sobre el pecho del difunto, o bajo la cama en la que yacía durante el velatorio; en algunos lugares, el plato y la sal que contenía se enterraban junto con el cadáver.[26]

Asimismo, en el variado conjunto de ritos que se celebran durante la noche de Todos Los Santos, puede citarse aquí la costumbre que en Asturias originó la fiesta pagana del «amagüestu» otoñal, cuando en la víspera de Difuntos se usaba el tradicional asador de castañas para cocinar los frutos que, reunidos en torno al fuego, se comían en la creencia de que cada castaña engullida liberaba un alma del Purgatorio.[27]

En algunos valles del Pirineo aragonés y el Pirineo navarro, jugaba un cometido mágico la llamada teja del alma o «cerrullo» (cerrojo), con la que se remataban los tejados de las casas, cubriendo un hueco habilitado en la cumbrera del edificio; la teja cerrojo se retiraba cuando alguien moría en la casa, para que saliera el alma del muerto. El «cerrullo» tenía además las virtudes mágicas de permitir al alma encontrar el camino de Santiago o la Vía Láctea, y de proteger el hogar de brujas, mal de ojo y demás propiedades apotropaicas.[28]

Amuletos y hechicería

Amuleto fálico mediterráneo.

Documentados ya por la arqueología prehispánica (en forma de pequeños ídolos de juguete, colgantes, etc.),[lower-alpha 6][29] la tradición del los amuletos de barro dejaría un variado catálogo de formas y usos,[30] estudiados por investigadores como Julio Caro Baroja y reunidos y conservados en diversas colecciones nacionales.[31] Han llegado hasta el siglo xxi como recurso comercial asociado al turismo, dando lugar a cierta producción de importancia en la cerámica de Sargadelos o en formas específicas como el «indalo» almeriense o el ojo-hucha ibicenco.[32]

En el apartado de la cacharrería destaca la ollería de uso mágico, desde la belarmina o botella contra el mal de ojo, las enfermedades, e incluso la impotencia, hasta la “olla de conjuros” propiamente dicha, para contener agua bendita, que se colocaba en las ventanas de iglesias y catedrales, o en capillas también llamadas conjuraderas o conjuratorios (espacios dedicados a los arcángeles, más allá del contexto litúrgico).[33] El ritual apotropaico servía para ahuyentar plagas, epidemias, tormentas o riadas. Hay que advertir que estas piezas estaban bendecidas y casi siempre mostraban en relieve, esgrafiada o pintada una cruz.[34]

Otro conjunto de elementos del ceremonial alfarero relacionado con el fuego y los conjuros es la fuente, cazo y tazas para preparar la «queimada», remedo gallego de las alquitaras usadas por alquimistas árabes en la España de los siglo xii y xiii.[35]

Principales recipientes

El catálogo de recipientes relacionados con la alfarería ritual, incluye entre los más frecuentes: varias botijas y jarrones de trampa; una diversidad de cántaros, cantarillas y botijos; ollas y tinajillas; morteros, escudillas y cuencos; aguamaniles. Fuera de la tipología quedarían piezas como las campanitas de barro; o los remates de tejados y las tejas-cerrojo.[36]

Véase también

Notas

  1. Descritos por Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua, como:«género de vaso de cierta tierra colorada que traen de Portugal. Destos barros dicen que comen las damas por amortiguar la color».
  2. Cirlot menciona en su diccionario de símbolos el "sentido de pura gestación espiritual" que lleva a que en muchas obras de alquimia, aparezca el horno encendido (así, por ejemplo en el Museum Hermeticum de Michael Majer, de 1678). Ciencia y filosofía reconocen en el horno un ingenio en el que la materia se consume para producir un resultado diferente; ese paso de un estado a otro o transformación le dan la categoría de instrumento iniciático (ritos de tránsito o sublimación).
  3. El Museo del Botijo de Toral de los Guzmanes expone, entre otras muchas piezas, un botijo de novia del año 1900, firmado en Higuera de la Sierra.
  4. En la Sala del Vidrio del Castell de Peralada, en la "vitrina de los cántaros", se muestra una colección numerosa de piezas decorativas, habituales a lo largo del siglo XVII en Cataluña, y que simbolizan la ley de separación de bienes que existe en Cataluña. Estos cántaros se ofrecían como regalo de boda, uno al novio, y el otro a la novia. Así, se diferencian: cántaros machos (más anchos y redonditos y con un gallo en lo alto) y cántaros hembras (más esbeltos, estrechos y con una gallina empollando); una simbología casi infantil. Vitrina de los cántaros. Castell de Peralada.
  5. Algunos de ellos participan de la simbología mediterránea de otras alfarerías, como la realizada por mujeres en el Rif magrebí; signo evidente del uso común de un simbolismo cosmogónico expresado y conservado por las alfareras rifeñas en su repertorio decorativo quizá «como necesidad de canalizar y exteriorizar los miedos, los deseos y los sueños colectivos», citando aquí la reflexión de Mircea Eliade.
  6. Con ejemplos tan sugerentes como el amuleto fálico romano con combinación de higa y creciente lunar.

Referencias

  1. VV.AA./Ritos, 2017, p. 16.
  2. Flores, 2000, pp. 8-9.
  3. Useros y Useros, 2005.
  4. Seseña, 1997, pp. 195-204.
  5. Del rito, 2006.
  6. Seseña, 1997, p. 149.
  7. Reito, José Manuel (18 de marzo de 2007). «Opilación». La Nueva España (en español). Archivado desde el original el 1 de octubre de 2010. Consultado el 11 de junio de 2018.
  8. Seseña, Natacha. El vicio del barro (en español) (2009 edición). Madrid: Ediciones El Viso. ISBN 84-206-4255-X.
  9. El alfarero y su contexto, por José Luis Anta Felez, en la "Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz".
  10. Cirlot, 19, p. 244.
  11. Seseña, 1997, p. 76.
  12. Sempere, Emilio (1992). Centro de Agost, ed. Catalogación de los hornos de España y Portugal. Tecnología de la cocción cerámica desde la antigüedad a nuestros días (en español). Agost. p. 226.
  13. «Alcorcón y las alfarerías femeninas». alcorcon.info (en español). 02-04-16. Archivado desde el original el 20 de diciembre de 2016. Consultado el 3 de abril de 2016.
  14. Anta Félez, José Luis. «El alfarero y su contexto». Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz (en español). Consultado el 11 de junio de 2018.
  15. (02-04-16). «Alcorcón y las alfarerías femeninas». Museo del Cántaro. Consultado el 3 de abril de 2016.
  16. Lizcano Tejado, 2000, p. 76.
  17. Fernández, 2011.
  18. Espluga, Xavier; Miró i Vinaixa, Mónica (2003). Vida religiosa en la Antigua Roma (en español). Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya. ISBN 9788483189696. Consultado el 11 de junio de 2018.
  19. Alvar Ezquerra, Jaime; Martínez Maza, Celia (1995). Cristianismo primitivo y religiones mistéricas (en español). Madrid: Cátedra. ISBN 978-8437624150. Consultado el 11 de junio de 2018.
  20. Caro Bellido, 2008, p. 49.
  21. «Referencias bibliográficas en la Red Digital de Colecciones de Museos de España». ceres.mcu.es (en español). Consultado el 11 de junio de 2018.
  22. «Benditeras de la Fundación La Fontana». fundacionlafontana.org (en español). Consultado el 11 de junio de 2018.
  23. Fernández, 2017, pp. 39-46.
  24. Eliade, Mircea (1989). Imágenes y símbolos. Taurus Ediciones. p. 16. ISBN 978-84-306-0359-6.
  25. Flores, 2000, pp. 260-261.
  26. Fernandez, 2017, p. 58.
  27. Fernandez, 2017, p. 59.
  28. Fernandez, 2017, p. 60.
  29. Abad González, Luisa; Moraleja izquierdo, Franciasco (2005). La colección de amuletos del Museo Diocesano de Cuenca (en español). Universidad Castilla-La Mancha. p. 37. ISBN 9788484274117.
  30. Alarcón Román, Concepción (1987). Ministerio de Cultura. Dirección General de bellas Artes y Archivos, ed. Catálogo de amuletos del Museo del Pueblo Español (en español). Madrid. Consultado el 11 de junio de 2018.
  31. Baroja, Carmen (2011 (digital)). «Catálogo de la colección de amuletos, 1945». calameo.com/books (en español). Consultado el 11 de junio de 2018.
  32. «El amuleto del ojo hucha». Diario de Ibiza (en español). 24 de septiembre de 2014. Consultado el 11 de junio de 2018.
  33. Fernandez, 2017, p. 18.
  34. Fernandez, 2017, p. 19.
  35. Fernandez, 2017, p. 23.
  36. Fernandez, 2017, pp. 63-73.

Bibliografía

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