Cautiverio de Babilonia

Se conoce con el nombre de Cautiverio de Babilonia o Cautividad en Babilonia al período en el que parte considerable de los habitantes del Reino de Judá estuvieron exiliados en Babilonia. Comenzó la deportación y el exilio de los judíos inmediatamente después de la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo por Nabucodonosor II y finalizó con el edicto del rey persa Ciro de 538 a. C. que permitió el regreso de los judíos a sus tierras de origen en el año siguiente.[1][2][3]

El exilio babilónico: deportación de los hebreos del Reino de Judá a Babilonia tras la destrucción del Templo de Jerusalén, siglo VI a. C. (Tissot, 1896-1902).

El Imperio babilónico llevó a los judíos al cautiverio en el año 586 a. C. o 597 a. C. (primera deportación), lo cual implicaría una duración de cincuenta años o sesenta años de exilio. Dado que Jeremías indica una duración de setenta años, algunos autores fijan su comienzo en 608 a. C. y otros ven su fin en el año 516 a. C., con la reconstrucción del primer templo de Jerusalén.[4]

Cautiverios hebreos en Mesopotamia

En Mesopotamia, pasado ya el cautiverio: Purim. Ester y Mardoqueo escriben las cartas a los judíos,[5] siglo V a. C.[6] Óleo por Aert de Gelder, 1675.[7] Colección Mario Hirsch, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.

Gran parte de los hebreos que habitaban tanto en el Reino de Israel como en el Reino de Judá conocieron el exilio seguido de un cautiverio en Mesopotamia.

Cautiverio israelita en Asiria. Los habitantes del Reino de Israel lo conocieron a partir de 722 a. C.,[8] cuando el Reino de Israel hubo caído en manos asirias; fueron deportados a Nínive, y se perdió luego el rastro de las diez tribus norteñas.

Cautiverio judío en Babilonia. Los habitantes del Reino de Judá lo conocieron a partir de 586 a. C.,[9][4] luego de la toma de Jerusalén.[9]

Según la interpretación providencialista los miembros de las diez tribus del Reino de Israel merecieron peor suerte que aquella conocida por las dos tribus del Reino de Judá. Significativamente, ambas comunidades habían oportunamente sido advertidas por los grandes profetas del periodo, Elías e Isaías, respectivamente.

Exilio y cautiverio en la Biblia

Las principales fuentes acerca de lo sucedido son el Segundo Libro de Crónicas y el Segundo Libro de Reyes. Ambos finalizan con el Exilio. Esdras comienza con el Exilio y narra lo sucedido luego de este, con Nehemías, y los profetas Jeremías y Ezequiel quienes lo experimentan el uno en Jerusalén y el otro en Babilonia, y las Lamentaciones que dan testimonio de la catástrofe acontecida, en tanto que Ageo y Zacarías viven el regreso, del que los Salmos hacen explícitamente referencia. El Exilio es por consiguiente de gran importancia en el texto bíblico.

El Primer Templo de Jerusalén incendiado por Nabucodonosor en el siglo VI a. C. (Biblia Historiada, 1372).

Acerca del Cautiverio en Babilonia, expresa el texto bíblico:

En aquel tiempo los servidores de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén; y la ciudad fue sitiada.... Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén: a todos los magistrados, a todos los guerreros valientes (un total de diez mil cautivos), y a todos los herreros y artesanos. No quedó nadie, excepto la gente más pobre del pueblo de la tierra.... El rey de Babilonia proclamó rey en lugar de Joaquín a su tío Matanías, y cambió su nombre por el de Sedequías.
2 Reyes 24:10-17 (Versión Reina Valera)

La deportación sucedió en dos fases, una ya en torno a 597 a. C., que afectó a las clases altas, y otra, más general, en 586 a. C., a raíz de la destrucción de Jerusalén.[10]

Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.
2 Reyes: 24:20 (Versión Biblia de Jerusalén)

La liberación por Ciro significó la vuelta de muchos judíos a Israel, pero la mayoría engrosó la Diáspora o dispersión de las comunidades judías fuera de la Tierra Santa, que ya entonces era numerosa en lugares tales como Egipto.

Cautiverio judío en Babilonia (586 a 537 a. C.)

Mural inspirado en el Salmo 137: "Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas" (Salmos 137),[11] Sinagoga Hurva, Israel.[12]
Zorobabel reconstruye el Templo de Jerusalén. Miniatura francesa, siglo XV.

En 931 a. C., luego de la división de lo que otrora había sido reino unido de Israel, los hebreos se encontraron en una posición política débil, prisioneros del juego político de las potencias extranjeras de la Antigüedad, en especial del creciente poderío de los asirios. En 721 a. C., el reino del norte fue aniquilado por las fuerzas asirias.

El reino de Judá obtuvo una considerable prórroga, gracias a la guerra que se libró entre Asiria y Babilonia. Mas en 587 a. C., Nabucodonosor II conquistó Jerusalén, destruyó su Templo y puso fin a la independencia de los hebreos.

A pesar de que se suele considerar al Cautiverio de Babilonia como un destierro total del pueblo hebreo, el traslado de la población sólo afectó a las clases altas hebreas. Los conquistadores de Israel tenían interés en impedir que resurgiera allí un poder político fuerte, y para eso, "importaron" por la fuerza a la clase dirigente capaz de liderar una posible revuelta. El bajo pueblo, por su parte, no fue mayormente afectado por estos traslados forzosos.

La pérdida de su independencia nacional fue un enorme trauma para los hebreos, quienes como defensa psicológica dieron el paso del antiguo Yahvismo nacionalista a la religión moderna del judaísmo. Asimismo incubaron las primeras esperanzas mesiánicas, y creyeron que Yahveh los estaba poniendo a prueba para oportunamente producir un milagroso cambio en las circunstancias, que traería consigo el final de los tiempos y el restablecimiento de la independencia judía.[13]

A pesar de todo ello, el grupo de hebreos exiliados prosperó. La suerte de los hebreos en Babilonia es narrada por textos bíblicos tales como los libros de Daniel y Ester. Ambos sugieren que los hebreos alcanzaron altas posiciones entre los mesopotámicos. También habrían tomado contacto con las prácticas idolátricas de los babilonios que son descritas con detalle en el libro de Baruc (secretario o escriba del profeta Jeremías). Se trata de una carta (capítulo 6) que Jeremías dictó a Baruc para comunicársela a los judíos antes de ser deportados con el fin de prevenirles de dichas prácticas que Yahvé consideraba contrarias al monoteísmo y por tanto pecaminosas. Consistían en figuras de oro, de plata y de madera hechas por artesanos y orfebres a grandes precios, llevadas a hombros, con lámparas, con coronas en la cabeza, con lujosos vestidos de púrpura, revestidas de oro, tomadas por dioses y seguidas por delante y detrás por multitudes que los adoraban, esperando que les dieran prosperidad y protección.

El año 538 a. C., el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y destruyó su imperio, autorizando en 537 a. C. a los hebreos a regresar a la tierra de Israel. Le dio a Jerusalén un estatuto semiautónomo, posiblemente para tener un "estado tapón" que le sirviera de parapeto contra el por entonces creciente poder de Egipto.

Pero, si bien Ciro el Grande autorizó a los judíos a regresar a su tierra nativa, una importante comunidad judía permaneció en Babilonia desde entonces.[14]

En Jerusalén, el Templo fue reconstruido por Zorobabel. Los israelitas consiguieron mantener un estatuto semi-independiente hasta el fin del Imperio Persa, en 332 a .C.[15]

Los relevantes hechos históricos post-exílicos, como la reconstrucción del Templo y las Murallas de Jerusalén son relatados en el Tanaj hebreo, en el libro Esdras-Nehemías. En la Biblia cristiana, este libro fue dividido en 2: el libro de Esdras relata la reconstrucción del Templo, y el libro de Nehemias relata la reconstrucción de los muros de la ciudad.[16]

Otros usos

En el judaísmo y el cristianismo primitivo, el relato bíblico del cautiverio, así como las invectivas de los profetas contra la ciudad, hicieron de Babilonia un símbolo del imperio opresor en ese período: Roma. Así aparece en el Apocalipsis de Baruc y en el Apocalipsis de san Juan. El judaísmo, cuando el Imperio romano adoptó el cristianismo, hizo de Edom el símbolo de la opresión. La Iglesia, por el contrario, se identificó con el antiguo Israel como pueblo elegido, y Babilonia se convirtió en cualquier enemigo, interno o externo, que amenazara sus creencias.

La expresión Cautividad de Babilonia fue aplicada de manera polémica al periodo del siglo XIV entre los años 1305 y 1377, durante el cual la Santa Sede cambió su residencia de Roma por la ciudad provenzal de Aviñón, conocido por la historiografía como Papado de Aviñón. El uso de esta frase implicaba que el traslado de los papas era una imposicíon de un monarca extranjero, el rey de Francia, y que los papas eran sus prisioneros. Se usó durante el Cisma de Occidente para criticar a los papas que residían en Aviñón.

Durante la Reforma, Lutero acusó a la jerarquía eclesiástica y al papa de mantener a la iglesia cristiana en cautiverio, equiparando a la Roma católica con la Babilonia pagana que exilió a los judíos de su tierra natal. En su libro de 1520 titulado La cautividad de Babilonia de la Iglesia, Lutero sostiene que el Papa mantiene prisionera a la iglesia por medio de los siete sacramentos y la teología. Esta idea fue usada ampliamente en la discusión religiosa entre católicos y protestantes hasta el siglo XX.[17]

En las creencias rastafaris, Babilonia es un símbolo del Imperio Británico, su sucesor, los Estados Unidos y el capitalismo materialista, que esclavizaron a los pueblos africanos y los deportaron de su tierra natal, manteniéndolos oprimidos hasta la actualidad.[18][19]

Referencias

  1. Grabbe, Lester L. (2004). A History of the Jews and Judaism in the Second Temple Period: Yehud: A History of the Persian Province of Judah v. 1. T & T Clark. p. 355. ISBN 978-0-567-08998-4.
  2. Philip R. Davies (1995). John D Davies (ed.). Words Remembered, Texts Renewed: Essays in Honour of John F.A. Sawyer. Continuum International Publishing Group. p. 219. ISBN 978-1-85075-542-5.
  3. Simón Dubnow, Manual de la Historia Judía, Buenos Aires: Sigal, 1977, capítulo XIII: "La Cautividad en Babilonia"; Gabrielle Sed-Rajna, L'abecedaire du Judaïsme, Flammarion: París, 2000, p. 116.
  4. «Babylonian Captivity, Encyclopedia Britannica».
  5. Jorge Glusberg, Obras maestras del Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires: MNBA, 1996, p. 38: "Esther y Mordecai escriben las cartas a los judíos". El Libro de Ester es la fuente de inspiración literaria de esta pintura: "Escribió Mardoqueo [...] y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes, ordenándoles que celebraran el día decimocuarto del mes de Adar, y el decimoquinto del mismo mes, de cada año, como días en que los judíos estuvieron en paz con sus enemigos, y como el mes en que la tristeza se trocó en alegría, y el luto en festividad; que los convirtieran en días de banquete y de gozo, en día de enviar regalos cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres" (Ester 9:20-22). La obra de Aert de Gelder es alternativamente conocida como "Ester y Mardoqueo escribiendo la primera carta del Purim" (MNBA Obra 8643).
  6. Siendo identificados a partir de la cronología de los reyes de Persia, y a través de Jerjes I en particular, Ester y Mardoqueo pertenecen al siglo V a. C.; "Ahasuerus", Jewish Encyclopedia, Nueva York, 1906; Robert J. Littman, "The Religious Policy of Xerxes and the Book of Esther", The Jewish Quarterly Review, 65/3, enero de 1975, pp. 145-148; Simón Dubnow, Historia Judía, Buenos Aires: Sigal, 1977, capítulo XIV; "Ahasuerus", Chabad, accedido 11 de agosto de 2014.
  7. Cuadro preservado y exhibido en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires. Donación de Mario Hirsch, 1983 (Glusberg, Obras maestras del Museo Nacional de Bellas Artes, p. 38). La información provista por el MNBA indica que Aert de Gelder trató en diversas ocasiones la historia de Ester, siendo ella popular en Holanda durante el siglo XVII, dado que el pueblo holandés parangonaba en ese entonces su propia lucha contra el yugo español con aquella que los judíos de la Antigüedad libraban contra sus enemigos. El Libro de Ester narra cómo una joven judía intercedió ante el rey persa Asuero (Jerjes) a fin de evitar la masacre de su pueblo, decreatada por Aman, quien era enemigo de los judíos. La masacre estaba prevista para un día "tirado a suertes". Mas la intervención de Ester contribuyó al triunfo de los judíos y a partir de ello se estableció la fiesta de Purim, nombre que deriva del persa p[u]r [Libro de Ester: "fue hechada Pur, esto es, la suerte"; Ester 3:7] y que significa "echar suertes". El tema era considerado ejemplificador y a su vez celebratorio del triunfo holandés respecto a su enemigo de entonces, España (Á.M. Navarro y A. Lo Russo; Texto obra MNBA 8643, consultado y adaptado 5 de agosto de 2014). Sin dar referencia ninguna, el sitio del MNBA determina que "Purim" es un "nombre que se deriva del sánscrito par o del persa por" (Obra MNBA 8643, consultado 5 de agosto de 2014); pero ello no es del todo exacto: Purim es ante todo un término del idioma hebreo, cuyo singular es Pur (פור), y que en dicha lengua, tanto la histórica como la moderna, es identificado con ha-goral, vocablo que es entendido en este caso como "la suerte" (פורים); el término es empleado en hebreo desde el siglo V a. C.; siendo muy posible que el término hebreo provenga a su vez del persa Pur (Agencia Judía: Purim); Ernest Klein sugiere que el término Purim proviene del acadio puru y este a su vez del sumerio bur (A Comprehensive Etymological Dictionary of the English Language, Ámsterdam: Elsevier Scientific Publishing Co., 1971; Douglas Harper, "Purim", Online Etymology Dictionary, 2001-2014). Tanto el Webster's Revised Unabridged Dictionary como el Chambers's Twentieth Century Dictionary indican que la etimología de Purim es hebrea (Fine Dictionary: Purim). Con todo, ninguna de las fuentes consultadas sugiere un posible origen sánscrito para el término en cuestión. Consulta realizada 5 de agosto de 2014.
  8. Sed-Rajna, L'abecedaire du Judaïsme, p. 116; Sarah Kochav, Grandes civilizaciones del pasado: Israel, Barcelona: Folio, 2005, p. 26.
  9. Sed-Rajna, L'abecedaire du Judaïsme, p. 116; Kochav, Israel, p. 26.
  10. Tales deportaciones no afectaron a los hebreos que eran agricultores o campesinos pobres.
  11. Salmos 137:1-2.
  12. Fotografía tomada en 2010.
  13. Ëric Smilevitch, Histoire du judaïsme, París: Presses Universitaires de France, 2012; Santiago Kovadloff, La extinción de la diáspora judía, Buenos Aires: Emecé, 2013.
  14. Los descendientes de dicha comunidad aún residen en Mesopotamia, desde hace 26 siglos.
  15. Sarah Kochav, Grandes civilizaciones del pasado: Israel, Barcelona: Folio, 2005, p. 26.
  16. Benware, Paul N. (1994). Panorama del Antiguo Testamento. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz.
  17. Aaron Moldenhauer. «The Babylonian Captivity of the Church». Lutheranreformation.org (en inglés).
  18. Eyre, L. Alan (1985). "Biblical Symbolism and the Role of Fantasy Geography Among the Rastafarians of Jamaica". En Journal of Geography. 84 (4): 145. doi:10.1080/00221348508979381.
  19. Edmonds, Ennis B. (2012). Rastafari: A Very Short Introduction. Oxford, pág. 40. ISBN 978-0199584529.

Véase también

Bibliografía

  • Dubnow, Simón. Manual de la Historia Judía, Buenos Aires: Sigal, 1977
  • Kochav, Sarah. Grandes civilizaciones del pasado: Israel, Barcelona: Folio, 2005
  • Sed-Rajna, Gabrielle. L'abecedaire du Judaïsme, Flammarion: París, 2000
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