José Lázaro Galdiano
José Lázaro Galdiano (Beire, Navarra, 30 de enero de 1862-Madrid, 1 de diciembre de 1947) fue un hombre de fortuna, empresario, intelectual, editor y gran coleccionista de arte y de objetos suntuarios. Hombre hecho a sí mismo, destacó como financiero de éxito, coleccionista de arte y bibliófilo, siendo recordado, sobre todo, por la donación que hizo de sus bienes al Estado español.
José Lázaro Galdiano | ||
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Diputado en Cortes por Orihuela | ||
abril de 1919-mayo de 1919 | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
30 de enero de 1862 Beire (España) | |
Fallecimiento |
1 de diciembre de 1947 Madrid (España) | |
Nacionalidad | Española | |
Religión | Catolicismo | |
Familia | ||
Cónyuge | Paula Florido y Toledo | |
Información profesional | ||
Ocupación | Publicista, abogado y hombre de negocios | |
Años activo | 1877-1947 | |
Partido político | Partido Liberal | |
Formación
José Cecilio Lázaro Galdiano nació en Beire, localidad navarra cercana a Tafalla, a las cuatro y media de la madrugada del 30 de enero de 1862 y fue bautizado al día siguiente en la parroquia de San Millán. En el bautizo, su padrino fue el vicario de la parroquia de San Pedro de Olite, Pedro Suescun, en nombre y comisión del doctor Cecilio Lázaro, maestrescuela de la catedral de Lérida.
Su padre fue Leoncio de Lázaro Garro y su madre, Manuela Gregoria de Galdiano Garcés de los Fayos. Leoncio y Manuela eran modestos terratenientes, aunque hijodalgos sin el menor renunciamiento a su prosapia personal e histórica. Leoncio Lázaro Garro llevó la reciedumbre navarra de su fe católica al extremo de tener siempre (y desde los sesenta años en su propia alcoba) el ataúd en que había de ser enterrado. Todos los años, en determinada época, tomaba sobre sus hombros una pesada cruz, y la llevaba, en sucesivas jornadas, a hombros y descalzo, hasta el lejano santuario de la Virgen de Ujué. Su esposa, muy bella y de costumbres refinadas, falleció cuando aún era niño José Cecilio, y fue substituida en la crianza por Sotera Echarri, su ama de llaves hasta entonces. José Cecilio fue el mayor de siete hermanos, le siguieron Josefa Apolonia, Rogelio María José Miguel, Jesús M.ª Bernardo, Carmen Polonia, Ángel Remigio y Asunción Josefa. Tras su paso por la escuela rural donde aprendería las primeras letras, su padre dispuso que estudiase el bachillerato en los Escolapios de Sos del Rey Católico obteniendo el grado de Bachiller en el Instituto de Zaragoza. No destacó especialmente por su rendimiento escolar. Un hermano de su madre, Esteban Galdiano Garcés de los Fayos, fue un rico financiero de Olite, alcalde de Pamplona y director de la sucursal del Banco de España en Navarra, que pudo orientar a su sobrino.
Juventud
A la edad de quince años entró como escribiente en la sucursal del Banco de España en Pamplona. Allí permaneció hasta aprobar el examen para el ingreso en la escala general de empleados de sucursales. Tomó posesión de su cargo el 9 de octubre de 1880 y dos días después fue destinado a Valladolid, donde intentó compatibilizar su trabajo con los estudios superiores, pues se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras en tres asignaturas, dos correspondientes a los estudios preparatorios, y una de las que formaban parte de la licenciatura de Derecho: Literatura General, Historia Universal (primer curso) y Elementos del Derecho Romano (primer curso), materias que aprobó, la primera con la calificación de «aprobado» y las dos últimas con la de «bueno». Se sabe que era un empedernido lector.
Conozco, por sus libros, a todos los que, con o sin razón, han escrito algo en España. He leído mucho y he aprendido poco y tengo, más que entusiasmo, delirio por las letras.
Por esta época publicaba versos en la revista católica jerezana Asta Regia y en Madrid Cómico. Tras una serie de obligados traslados a Málaga, Valencia, Valladolid y Barcelona el joven funcionario, ya conocedor de los mecanismos financieros y especulativos del oficio, aunque sin haber ocupado cargos relevantes, decide poner fin a su actividad como empleado de banca, con el siguiente argumento:
No siéndome posible atender al cumplimiento de mis deberes de empleado del Banco de España con la puntualidad, y detenimiento que requieren y deseo, por impedírmelo el estado de mi salud, presento la dimisión de mi destino.
Barcelona (1880-1889)
Dotado de gran inteligencia, atractivo físico, ambición y sensibilidad artística José decidió buscarse la vida en la Barcelona modernista orientando sus gustos hacia el arte y las humanidades aunque frustrara sus estudios superiores. Se desconoce su medio de vida y sus apoyos durante estos años. Sus numerosos hagiógrafos resaltaron su vasta cultura autodidacta pero obviaron los orígenes de su relativamente rápido enriquecimiento. Es decir, no existe una biografía financiera o empresarial de Lázaro. El esquema para un joven ambicioso con aspiraciones de ascenso social era el siguiente: el capital surge de una simbiosis entre la antigua aristocracia y los nuevos burgueses. La aristocracia aportaba prestigio social y la burguesía el emprendimiento. Con el poder económico este grupo acaparaba el poder político y cultural (literatura, arte, modas, consumo). Él comenzaría acercándose a la gente que importaba. Para comprender la biografía de Lázaro hay que analizar su constante juego dialéctico, circulando dentro de estas cuatro categorías: autoestima→riqueza→jactancia cultural→prestigio social.
En sus comienzos mostraba una gran versatilidad como periodista. Dotado de una asombrosa soltura impartía conferencias en los Ateneos sobre su tema favorito: las «Relaciones entre artistas y literatos en las historias artística y literaria españolas»[1] ayudándose de diapositivas, un sistema revolucionario. Iniciado en el círculo del periódico catalán La Dinastía, lo mismo se anunciaba en las sesiones culturales del Ateneo barcelonés que colaboraba en un periodismo ligero, del corazón, dedicado a las mujeres; llevaba una sección desenfadada en La Vanguardia (1887-1888) titulada «Damas y Salones» en la que incluso adquirió reputación como gacetillero esnob[lower-alpha 1] y crítico literario y de arte en El Imparcial o El Liberal de Madrid, medios en los que continuó escribiendo sobre arte, cultura y política.
Discretas damas hermosas
finas, alegres y honestas,
excelentes manifiestas.
en quien están todas estas
y otras mil gracias y cosasJosé Lázaro[2]
Como hobby, y siguiendo una moda, comenzó a significarse por coleccionar antigüedades, que distribuía por su casa. Su personalidad metódica le acercaba a determinado patrón de conducta: al del coleccionista activo, ordenado y cuidadoso, con cierta tendencia obsesiva a buscar, acumular, clasificar y catalogar series de bienes tangibles.[3]
Participó en algunas comisiones menores de la Exposición Universal de Barcelona de 1888.[lower-alpha 2] Trabajó algún tiempo en la Trasatlántica, compañía naviera donde había posibilidades de grandes ganancias con el transporte de ingentes cantidades de soldados y avituallamientos a la isla de Cuba. Trabó amistades con personalidades que podrían ayudarle, como el catalanista Narcís Oller y relaciones más estrechas con Emilia Pardo Bazán[lower-alpha 3][4][5] y con el político Emilio Castelar, bastante mayor que él.[lower-alpha 4] Ambos le ayudarían más tarde en Madrid en su proyecto cultural: la que fue considerada como mejor revista culta de la época La España Moderna y por la que desfilarían las plumas más brillantes e influyentes.[6]
Negocio editorial (1890-1914)
José Lázaro se instaló en Madrid en 1888 provisto de una primera acumulación de capital. Su espíritu emprendedor comenzó fundando y dirigiendo en cuerpo y alma un negocio editorial: la revista literaria para personas cultas que llamó La España Moderna. Parece indudable que recabó la ayuda, no sólo moral, de la escritora Emilia Pardo Bazán.[lower-alpha 5]
Siempre me ha parecido que el fundar una revista es por lo menos problemático. El fundador me consultó varios empleos que pensaba dar a su capital y ocupaciones a que pensaba dedicarse, dejando a mi arbitrio la resolución de su porvenir. Me negué a resolver cosa tan grave; y tocante a Revista, indiqué y señalé todos los obstáculos, todos los problemas. Hablé de los repetidos fracasos. En fin, no omití nada de lo que podía ser advertencia y saludable consejo. A pesar de esto, y habiéndole dejado en libertad total para elegir, él optó por lo mismo que yo le presentaba tan dudoso. Respeté esta iniciativa y ofrecí mi cooperación decidida, que no he escatimado [...] Respecto a intereses, ni una palabra se habló.Carta de Pardo Bazán a Pérez Galdós, hacia 1890.
La revista salió a la calle. En la portada del primer número Lázaro escribió su intención y deseo de que la revista:
Fuera a nuestra patria, y en general a los países que hablan nuestra lengua, lo que a Francia la Revue des deux mondes: suma intelectual de la edad contemporánea.
En Madrid hizo buenas relaciones a través de los salones de amistades importantes, como Cánovas del Castillo.[7] Sin ningún soporte académico el audaz Lázaro se presentó, aunque sin éxito, a la oposición de la Cátedra de «Concepto e Historia del Arte», vacante en la Escuela Central de Artes y Oficios.[lower-alpha 6] A instancias de sus amigos por fin en mayo de 1898 terminó la carrera de Derecho a los treinta y seis años de edad.[lower-alpha 7] En 1899 mostró su casa a un admirado Rubén Darío, que pudo contemplar el cuadro El Salvador adolescente, atribuido en aquel entonces por Lázaro a Leonardo da Vinci, calificándolo como la Santa panagia de su colección. El escritor nicaragüense pregona la glamorosa disposición de su casa (Cuesta de Santo Domingo, n.º 16) y describe además intuitivamente a José Lázaro como «soltero, joven y muy rico».[8] Realmente era ya un hombre de mundo que viajaba mucho y se defendía bastante bien en francés.[lower-alpha 8] En los hoteles internacionales Lázaro frecuentaba a estancieros argentinos, banqueros e industriales norteamericanos, fazendeiros brasileños, barones letones, príncipes rusos... un abigarrado pueblo donde el volumen de las propinas establecía la jerarquía. Conoció en París a un joven diletante argentino recién casado y con aspiraciones literarias; le publicó una poesía en La España Moderna[9] y pronto se hizo amigo de él en aquel ambiente cosmopolita. Escribía a su madre:
Recibimos del caballero Lázaro, un poético saludo desde Bruselas, de paso para la histórica Brujas.
Su madre, joven viuda con otros dos hijos pequeños, era congruente con la práctica de las clases altas argentinas de la época que pasaban largas temporadas preferentemente en París, Londres y Madrid con visita obligada a la Santa Sede.[lower-alpha 9] Los papas de esta época llegaron a otorgar a ciertas viudas benefactoras criollas títulos nobiliarios.[lower-alpha 10] En uno de sus viajes a Madrid tuvo la oportunidad de visitar la colección de Lázaro. En determinado momento escribió a su hijo poeta Juan Francisco Ibarra para notificarle
Que iba a contraer nuevo matrimonio precisamente con ese personaje español que tan bien les había caído, mismo que no perdió oportunidad para hacerse grato.
En 1903 José Lázaro se casó en la embajada española de Roma con Paula Florido y Toledo (San Andrés de Giles, Argentina, 1856-Madrid, 1932),[10][11] dama muy rica que había enviudado anteriormente en tres ocasiones y que aportó tres hijos: con sólo diecisiete años se casó con el español Francisco Ibarra Otaola[12] (que le dejó una gran fortuna) residente en Argentina, con quien tendría el único hijo que le sobreviviría. Tras enviudar, se casó con el gallego Manuel Vázquez Castro «Barros»,[13] que le dio una hija. Este segundo matrimonio fue muy breve, y tres años después, viuda de nuevo, se unió al porteño Rodolfo Gache, con quien tendría otro hijo.
Paula tenía 47 años y José 41 años.[lower-alpha 11] José Lázaro estabilizó la riqueza del matrimonio (proveniente principalmente de la explotación de haciendas agrícolas y ganaderas en la zona de Bolívar, Argentina, administradas por un hermano de Paula) con su conocimiento financiero y sus inversiones estratégicas en arte, en empresas y en entidades bancarias, como el Banco Hispano Americano del que fue uno de sus fundadores.
De carácter altanero y duro para los negocios, pudo desenvolverse entre la gran actividad económica que se suscitó en la Restauración con el retorno de capitales desde las colonias recién perdidas, con el proteccionismo nacionalista o con el negocio de guerra. Unos años más tarde publicó un opúsculo sobre cambismo y la valorización de la peseta.[14] Posiblemente fuera más un financiero que un empresario. Probablemente estableciera lazos financieros y de negocios con gente importante de la Argentina a las que agasajaba en su casa, conocida desde el otro lado como El palacio de los Argentinos[lower-alpha 12] y cuya opulenta economía estuvo muy receptiva con Europa.
Su talante expeditivo quedó de manifiesto en el artículo «Un forjador de cultura» que había solicitado a Unamuno[15] para que lo publicase en el periódico La Nación de Buenos Aires. Con ocasión de un viaje a la Argentina con su esposa, pidió a su amigo un artículo elogioso sobre su persona y su obra para no llegar a la patria de su mujer como cualquier emigrante sin fortuna.[16]
El artículo se publicó en La Nación el 8 de agosto de 1909 y comenzaba: «..Está otra vez ahí, en esa ciudad de Buenos Aires José Lázaro. Y ¿quién es José Lázaro?, se preguntarán sin duda, al leer esto, los más de mis lectores de La Nación [...]». Y terminaba: «Y ahora que él se encuentra ahí, en esa tierra argentina, de donde es la compañera de su vida, me creo en el deber de saludarlo desde estas columnas y de presentarlo a mis lectores de La Nación. Y puedo añadir que si aquí me estáis leyendo con alguna frecuencia, a él, a Lázaro, más que a otro se lo debo, pues sin él, no sé si acaso hubiese tenido que colgar mi pluma».
Parece ser que Lázaro había descubierto las posibilidades de Miguel de Unamuno, desconocido profesor recién incorporado a Salamanca; le ofreció trabajo como traductor de griego y de alemán y publicó sus primeras obras. Aunque pagaba poco a sus empleados más necesitados.
La mayoría de los que traducen para mí son catedráticos de Universidades de provincia, y lo hacen a un precio indeciblemente bajo. Por esto me conviene darles a ellos las traducciones (...).[17]
La empresa editora era un negocio poco lucrativo porque en España se leía poco. Pero se consolidó merced al incipiente mecenazgo de José Lázaro Galdiano, cuyas intenciones eran claras:
«[...] seguir mientras las pérdidas no sean tan grandes que quebranten notablemente mi patrimonio: no anhelo ganar, pero sí cubrir gastos».[18]
Huelga decir que el inteligente empresario se estaba construyendo su propia imagen de potentado con carisma intelectual, utilizando la revista como plataforma entre la gente que importaba:
No tengo La España Moderna como una empresa, sino como un arma, como una fuerza, como un medio mejor dicho. Por ello, mi gran interés está en que circule, no tanto por lo que me produzca como por la influencia que me dé, tanto más grande cuanto mayor sea el número de lectores.Carta de Lázaro a Juan Cortina[19]
La estructura de la revista literaria La España Moderna[20] respondió al siguiente esquema: un relato o una novela corta distribuida en varias entregas; una poesía, notas bibliográficas firmadas por especialistas, crónicas, secciones y artículos. En la revista colaboraron mediante contrato firmas de los escritores españoles de la generación del 98 como Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Echegaray, Clarín, Palacio Valdés, Zorrilla, Pérez Galdós o Menéndez y Pelayo, políticos y pensadores como Giner de los Ríos, Rafael Altamira y Crevea, Silvela, Castelar, Cánovas y Pi y Margall. También se publicaron en la revista, en muchas ocasiones por primera vez en español, obras de escritores extranjeros como Dostoievsky, Tolstói, Balzac, Daudet, Flaubert, Gorki y Zola, por ejemplo.
La editorial editó, además de centenares de títulos literarios, otras revistas más especializadas como La Revista Internacional, Revista de Derecho y Sociología y La Nueva Ciencia Jurídica que, como La España Moderna pretendían mejorar el acceso de los lectores españoles a lo más interesante de la ciencia y las letras. Hacia 1919 José Lázaro dejó definitivamente el negocio editorial.
Entendidos en arte
José Lázaro utilizó una nueva estrategia de promoción personal: el culto de la propiedad artística como mito aristocrático. Interpretando el coleccionismo como una construcción intelectual noble, estableciendo conexiones ideológicas entre estatus social y el acopio de determinados artefactos artísticos o culturales, que adquirirían valor simbólico y servirían para acompañar determinadas prácticas sociales.[21][22]
Asiduos de Biarritz, Deauville y establecimientos termales a la moda, donde se desplazaba toda la familia, compartían ambos cónyuges la pasión exquisita por el coleccionismo, sus conocimientos del mercado de arte[lower-alpha 13] internacional y su gusto por las joyas valiosas. Su importante fortuna común les permitió la construcción de su hogar en Madrid en el palacete de Parque Florido (Serrano, 144), de estilo neorrenacentista (en flagrante contraste con el estilo modernista que recién conoció José en Barcelona). Lo decoraron con materiales nobles y se convirtió en la sede de sus colecciones de objetos preciosos. Proyectado en 1904 por el arquitecto José Urioste Velada,[lower-alpha 14] sus planos fueron modificados, según instrucciones laboriosas del propio Lázaro, por los arquitectos Joaquín Kramer y Francisco Borrás, los cuales se sucedieron en la dirección de las obras hasta su conclusión en 1908. Los techos de las estancias principales fueron pintados, al óleo sobre lienzo, por Eugenio Lucas Villaamil. Para el visitante tenía el atractivo añadido de disponer de luz eléctrica y de un ascensor (adminículo desconocido en Madrid).
Los Lázaro abrieron sus salones a la agobiante y competitiva vida social madrileña, ofreciendo continuas fiestas, incluso benéficas, a la sociedad opulenta y ociosa de la Restauración Monárquica decadente.[lower-alpha 15] Las reseñas sociales de periódicos como La Época, El Heraldo y ABC[23] están llenas de citas a estos saraos en los que se admiraba arte, se comía, se bebía té, champagne[24] y se jugaba al bridge.[25][lower-alpha 16] El mismo día de su inauguración (29 de mayo de 1908) les rindió visita la tía del rey, infanta Eulalia, acompañada de sus hijos y un numeroso cortejo para admirar sus antigüedades.[26]
Al igual que los papas y algunos príncipes laicos, la cotidianidad de los Lázaro prácticamente se desenvolvía entre objetos preciosos y piezas únicas, cuyo acopio estaba justificado no solo por el efecto de su valor intrínseco sino por la relación que sus propietarios mantenían con ellos.[27][lower-alpha 17] En 1913 su colección de pinturas se había ampliado a 466 obras. A las pinturas y dibujos se unían las esculturas, armas, medallas, libros,[lower-alpha 18] marfiles, miniaturas, muebles, tapices, abanicos[lower-alpha 19] y todo tipo de objetos bellos. Se encaprichó de la espada del conde de Tendilla que vio en una exposición. Sus poseedores, de la casa de Sallent, no querían venderla en España por lo que en 1912 hubo de pagar por ella 120.000 pesetas a unos marchantes de Múnich.[28] Todo ello configuraba una colección bizarra, cara y heterogénea —«cuya abundancia es nociva para el disfrute»— como dijo alguien[29] pero muy consonante con el recargado gusto pompier de la época. Uno de los rasgos más característicos de Lázaro Galdiano era su apasionada incontinencia de poder: el poseer, el atesorar, por encima incluso de la emoción estética. Como dijera en su día el marqués de Lozoya:
Parece imposible que aquello pueda ser la obra de un solo hombre, aun cuando la Providencia fuese con él generosa en larga vida, gustos selectos y amplísimos medios de fortuna».Marqués de Lozoya[30]
Todo coleccionista necesita informarse sobre el objeto de sus colecciones. Aunque Lázaro tenía una cierta reputación como entendido en el extranjero, especialmente en Estados Unidos y Francia, donde llegó a ser elegido presidente del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte de París (1921), su mérito intelectual como autoridad en arte y antigüedades no fue plenamente reconocido entre el estamento institucional, político y académico español. El control de los asuntos del patrimonio histórico-artístico estaba en manos de la aristocracia ociosa, del alto clero y de la propiedad terrateniente deferente, tenedora de las fincas y monumentos, quienes no se dejaron impresionar y lo consideraron un parvenu recién llegado a un mundo que les pertenecía por derecho natural.[lower-alpha 20]
Lázaro se dejó tentar por la política. En las elecciones parlamentarias a diputado de cortes de marzo de 1914 se presentó por Madrid (Chamberí)[31] con los liberales-romanonistas[32] con la coalición monárquica, sin obtener escaño. Posteriormente sustituyó efímeramente como diputado por Orihuela (Alicante) a Manuel Ruiz Valarino en 1919[33] Entre los años 1912-18 fue un miembro muy activo del Patronato del Museo del Prado donde llevó a cabo una importante actividad.[lower-alpha 21] Por desavenencias con algunos de sus miembros a causa de su incuria, dejó de asistir a las reuniones, presentó su dimisión y lo abandonó en 1920.[lower-alpha 22] Su figura destaca también entre los columnistas defensores del patrimonio artístico español, centrando su actividad en la recuperación de obras que habían salido de nuestras fronteras y oponiéndose con firmeza al expolio mercantilista del arte.[lower-alpha 23] Desde 1924 consta como socio del Ateneo de Madrid (aunque no fue incluido en las comisiones de arte). En cambio no perteneció a la elitista Sociedad Española de Amigos del Arte, que editaba una revista trimestral llamada Revista Española de Arte.[34]
Siempre autosuficiente, entre 1925 y 1928 Lázaro publicó por su cuenta no menos de ocho trabajos de erudición (ver bibliografía). Desprovisto de crédito universitario, su solicitud para ingresar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando no fue aceptada, respondiéndole el conde de Romanones, entonces presidente de la Academia, además de presidente del Consejo de Ministros:
Pero usted, don José, ¿para qué quiere ser académico?.[35]
La casa de los Sres. de Lázaro alcanzó un perfil singular como punto de referencia en el Madrid elegante, pero las cuitas familiares de Paula Florido ocasionaron el cierre definitivo de los salones y su desaparición de las columnas «mundanas» de la prensa conservadora. Primero fue la muerte de su primera nieta Laura y el posterior divorcio de su hijo mayor en 1914, luego el fallecimiento en plena juventud de su hijo Rodolfo Gache, en 1916,[36] cuando ya había dado muestras de sus cultas aficiones artísticas y literarias y finalmente, la temprana desaparición de su hermanastra Manolita Vázquez Barros en 1919.[lower-alpha 24][37]
En 1929 Paula Florido de Lázaro testó en Madrid designando heredero universal a su único hijo sobreviviente Juan Francisco Ibarra[38] y a su nieto Néstor de Ibarra Saubidet. A su marido José le legó la casa Parque Florido con todo su contenido:
Para que resida en ella con la dignidad, libertad y comodidad que ha tenido durante su feliz matrimonio, disfrutando de cuantos objetos existen en dicha casa y de la casa misma, le lega todo lo que a la testadora corresponde en dichos objetos y obras de arte.
Lázaro y la República
Siendo consejero del Banco Hispano Americano desde 1928, recién instaurada la Segunda República José Lázaro Galdiano fue presa de ciertas dudas y se vio imputado[39] y procesado[40][41] junto a un grupo de monárquicos en 1932, por un asunto de evasión de capitales en gran escala. Para disfrutar de libertad provisional tuvo que depositar en un juzgado especial una fianza total de 14.000.000 de pesetas de la época, las que evadió a través de Suiza.[42] Luego fueron amnistiados durante el llamado Bienio Negro en 1934, siendo Ministro de Justicia Ramón Álvarez-Valdés, antiguo compañero en el consejo de administración del Banco Hispano Americano.[43] Precisamente durante el debate de la ley de amnistía, patrocinada por los grupos derechistas, el parlamentario socialista Indalecio Prieto suscitó la cuestión de que con una tal amnistía general serían favorecidos delitos de toda índole, como el de José Lázaro.[44] Después del fallecimiento de su esposa en octubre del 1932, José Lázaro se recluyó mucho en el ámbito social, si bien continuó coleccionando con obsesión compulsiva.
Lázaro y los Lucas
José Lázaro había descubierto la pintura de los Lucas (padre e hijo)[lower-alpha 25] en 1905[lower-alpha 26] y desde entonces intentó acapararlos y colocarlos en los circuitos internacionales del arte. Compró y vendió obras de Eugenio Lucas Velázquez y Eugenio Lucas Villaamil llegando a reunir una importante colección de sus cuadros. Este conjunto lo mostró al público en la Sala Iturrioz de Madrid en 1912; más tarde formaron parte de una exposición celebrada en la galería Heinemannn de Múnich ese mismo año y luego en Berlín donde vendió varias de sus obras. Entre 1913 y 1928, Lázaro siguió exponiendo y vendiendo obras de los Lucas y adquiriendo otras en el mercado del arte,[lower-alpha 27] de tal forma que llegó a reunir un importante conjunto tanto de pinturas como de dibujos que guardó hasta su presentación en París, donde le sorprendió el golpe de Estado de julio de 1936, mostrando allí además sus mejores libros en la Exposición de la estética del libro español. Su presencia en esta exposición probablemente le salvó la vida. Con respecto a la pintura contemporánea, se sabe que comerció con coleccionistas de Argentina sin que él la coleccionara.[45]
Con su patrimonio a buen recaudo, pasó los años de la Guerra Civil Española resguardado en el extranjero, primero en París y luego en Nueva York, donde continuó procesando antigüedades en un mercado dislocado por la guerra,[lower-alpha 28] insensible al arte contemporáneo, exponiendo sus mejores obras y dando conferencias de alto contenido estético.[46] Tras el estallido de la Guerra Civil, muchas residencias de Madrid, como palacios, palacetes, casas de campo, fincas urbanas, etc., fueron abandonadas por sus propietarios, dejando en ellas aquellos objetos de arte y del patrimonio bibliográfico y documental que no pudieron llevarse en su huida. El gobierno de la República se incautó del palacio Florido,[lower-alpha 29] para residencia de artistas jubilados. Fue confiscado por la Asociación General de Actores de España de la UGT, por inspiración de Josefina Díaz de Artigas. Sus tesoros no fueron saqueados sino protegidos y trasladados a Valencia por el Gobierno republicano. El palacio no fue sometido a bombardeos por la aviación rebelde ya que los pilotos nacionales tenían órdenes de no destruir el barrio de Salamanca.
Volvió a Madrid terminada la guerra y se mantuvo en buena armonía con el régimen de Franco. Se sabe que Lázaro Galdiano reclamó su patrimonio (Decreto de 22 de abril de 1938 y Orden de 13 de enero de 1940), que le fue devuelto, excepto una parte de su biblioteca —hoy en la Biblioteca Nacional— y un conjunto de documentos que quedaron en el Archivo Histórico Nacional. Tenía su casa tan colmada que vivía en el hotel Ritz, falleciendo en 1947 a los 85 años con fama de «viejo huraño, arbitrario y esquivo con las gentes».
Su hermano Jesús vivía en Madrid y tenía trece sobrinos, pero temiendo la dispersión de sus colecciones José Lázaro Galdiano había dispuesto una acción filantrópica de envergadura que perpetuase su memoria y la de su esposa, como hizo años atrás el marqués de Cerralbo. Legó su patrimonio al Estado español, mediante una sólida Fundación que llevara su nombre.
Entrego a España una cosa muy mía que no repartí con nadie: mi sentimiento estético, con el que he temblado emocionalmente tantas veces y que vale más que cuanto he podido reunir...y este sentimiento estético sólo persistirá si continúan estas paredes tal y como está ahora porque yo las ordené y cuidé con mimo y deleite [...] mi espíritu ahí queda.Blanco Soler[47]
El día 26 de diciembre de 1947, se publicaba en el Boletín Oficial del Estado la aceptación de la herencia de José Lázaro y poco después el 18 de julio de 1948 la Fundación Lázaro Galdiano. Siempre discreto con el volumen de su peculio, se supo a su muerte que era la mayor fortuna de España y una de las cinco más grandes de Europa. Fue el mayor accionista del Banco Hispano Americano, por encima de Basagoiti, que fue presidente y cofundador. Poseía acciones de Nestlé, participaciones de los cines de París, dinero en la Banca Morgan, y en bancos suizos, ingleses y americanos.[48] Curiosamente, a pesar de su impronta navarra no se le conocieron relaciones ni acercamientos a la Iglesia católica española, siempre interesada en la salvación de los próceres.
A finales de los años cuarenta, se constituyó la Comisión de la Fundación, con el objeto de administrar y gestionar este volumen patrimonial. Más tarde se instituyó un Protectorado para asumir las funciones de dirección de este órgano; estaba constituido por la Jefatura del Estado y varios ministros, junto con el director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el de la Real Academia de la Historia y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En 1951, Franco, acompañado por su esposa —también notoria coleccionista—, inauguró[49] en el palacete de Parque Florido, el Museo Lázaro Galdiano (calle Serrano 122, Madrid) , después de unas reformas de adecuación dirigidas por Fernando Chueca Goitia. En la actualidad, el Patronato Rector está compuesto por la ministra de Cultura, el subsecretario de Cultura, el interventor general del Estado, los directores generales de Patrimonio, de Bellas Artes y el abogado general del Estado. El museo se mantuvo sin cambio alguno hasta enero de 2001, momento en que cerró sus puertas para acometer importantes obras de rehabilitación arquitectónica y reorganización museológica y museográfica, hasta su reinauguración el 13 de febrero de 2004. Las obras fueron realizadas según los proyectos de los arquitectos Fernando Borrego y Jesús Moreno, respectivamente.
Coleccionista
Las colecciones que fue reuniendo José Lázaro a lo largo de su vida incluyen unas 12.600 piezas de los géneros artísticos más diversos, siempre dentro del arte clásico (Lázaro no coleccionó arte de su tiempo) y muy centrado en el arte español, cuyo patrimonio luchó por mantener en España, frente a la importante presión de coleccionistas y museos internacionales.[50] En esta faceta de promotor de la conservación del arte español, mantiene un interesante paralelismo con el coleccionista estadounidense Archer Huntington, fundador de la Hispanic Society de Nueva York.
Destaca su excelente pinacoteca con más de 750 pinturas en la que sobresale la representación de pintura española con autores que abarcan desde el Renacimiento hasta el Romanticismo como: Sánchez Coello, El Greco, Zurbarán, Ribera, Murillo, Velázquez, Carreño de Miranda, Mateo Cerezo, Claudio Coello, Luis Paret, Goya (de quien la colección es una referencia muy relevante) o Leonardo Alenza... y en la que la colección de tablas góticas y del primer Renacimiento español puede considerarse entre las mejores del mundo. La colección de pintura incluye también una interesante representación de la escuela inglesa: Peter Lely, Reynolds, Constable o Romney... así como de los primitivos flamencos y alemanes, con obras tan importantes como Meditaciones de San Juan Bautista de El Bosco. Una de las pinturas más singulares de la pinacoteca es el cuadro anónimo renacentista El salvador adolescente, que aunque actualmente es atribuido a uno de sus discípulos, pasó durante muchos años por ser la única pintura de Leonardo da Vinci en España.
Su faceta de bibliófilo se refleja en piezas notables, como el incunable L´Antiquité Judaique de Flavio Josefo, fechada entre 1460 y 1470, el Libro de horas de Gian Giacomo Trivulzio, obra milanesa de hacia 1500, o el Tratado de la Pintura Sabia de fray Juan Ricci, sin olvidar el Libro de descripción de verdaderos Retratos, de Ilustres y Memorables varones, manuscrito autógrafo de Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez y uno de los grandes teóricos españoles del siglo XVI. A su excelente biblioteca añadió alrededor de mil libros de la de su gran amigo Antonio Cánovas del Castillo, que adquirió —así como su archivo— tras el asesinato de éste, en 1897.[51]
También son importantes las colecciones de esculturas y otras artes decorativas como esmaltes, marfiles, orfebrería, bronces antiguos y renacentistas, joyas, armaduras, muebles, cerámicas y cristalería.
Véase también
Notas
- Las colaboraciones del joven Lázaro en La Vanguardia estaban dirigidas a la nobleza y la burguesía femeninas en forma de cartas confidenciales a una amiga condesa o marquesa imaginarias. Describía con precisión los detalles de la casa y de los atavíos de las anfitrionas e invitadas que estimaba impactarían a sus lectoras. Sus triviales críticas literarias versaban sobre autores poco relevantes de la época.
- Comisiones como las del Torneo a la moderna, Fuegos artificiales y Cabalgata animadora.
- Mientras se celebraba la Exposición Universal, concretamente en el mes de mayo de 1888, como recuerda su amigo Narciso Oller, Lázaro conoció a doña Emilia. En la Exposición de Pinturas suplicó a Oller que le presentase a la novelista gallega, de quien era admirador fervorosísimo. Emilia Pardo Bazán en aquellas fechas mantenía una relación con Pérez Galdós, pero el encuentro con Lázaro dio lugar a un fugaz episodio amoroso, que llegó a ser de dominio público; don Benito se enteró de aquella infidelidad y más tarde doña Emilia confesará su falta («un error momentáneo de los sentidos») y pedirá perdón.
- Una amistad no bien estudiada todavía.
- El catalanista Narcís Oller dice en sus Memorias: «La España Moderna, empresa en la cual, según dicen en Madrid, tenía por aquellos tiempos muchos dineros colocados la ilustre gallega». Véase Oller Narcís: Mèmories litèraries. Història dells meus llibres, Barcelona, Aedos, 1962, pág. 132.
- Los opositores presentados para proveer la cátedra de Concepto é Historia del Arte, vacante en la Escuela Central de Artes y Oficios, fueron: Francisco Borras Soler, Juan Bosch y Tombas, Rafael Campillo y del Hoyo, Bernardino Martín Mínguez, Pedro Izquierdo y Corral, Joaquín Adsuar y Moreno, Vicente Lampórez y Romea, Manuel Rodríguez Codolá, José Almendros Campa, Arturo López Alonso, Marcos Jesús Bertrán, José Lázaro y Galdiano, Manuel Gómez Moreno y Martínez, José Ramón Mélida y Alinari y Rafael Balsa de la Vega y López. Gaceta de Instrucción Pública de 15 de enero de 1897, pág. 721.
- En la convocatoria de mayo de 1898 aprobó las dos últimas asignaturas que tenía pendientes: «Derecho civil español común y foral» y «Práctica forense». El 23 de mayo de aquel año solicitó la admisión al Ejercicio de Grado de Licenciado y, una vez admitido, eligió el tema titulado «Fuero Juzgo»; después del ejercicio oral, verificado ante los jueces Jacobo Gil —presidente—, Ramón Gutiérrez —vocal—, y Ángel Pintos —secretario—, el día 7 de junio de 1898 obtuvo el Grado de Licenciado en Derecho Civil y Canónico por la Universidad Literaria de Santiago.
- En sus viajes al extranjero Lázaro mantenía su correspondencia en tarjetas postales publicitarias editadas por su empresa como colección «Cien Obras Artísticas del Director de la España Moderna, Sr. Lázaro», de las que iba provisto.
- Eva Perón recordaría: «Me animé a preguntarle cuáles eran los trámites que se hacían para lograrlo [un título nobiliario pontificio]. Me contestó que todo el bien que se había hecho en la vida era como un antecedente. Que después, si uno quería que le asignaran un título, debía entregar una fuerte suma de dinero para caridad. Yo le pregunté qué suma hacía falta. Me dijo que dependía: para el título de marquesa pontificia, el donativo no puede ser menor de ciento cincuenta mil pesos. Para la Rosa de Oro, se calcula que no debe ser menor a los cien mil. Pero si es un rosario, el donativo es mínimo. El rosario lo da el papa a cualquier visita». Nobles sin corte. La Nación de 4 de noviembre de 2001 .
- La incorporación de Las Pampas al mercado mundial a partir de 1880 creó en La Argentina una burguesía absentista y rica, con una divisa fuerte, que se creyó tan aristocrática como la alta clase europea, a la que imitaba en todo. La palabra argentino en Europa era un «ábrete, sésamo». Ver Jauretche, Arturo: El medio pelo de la sociedad argentina, (Apuntes para una Sociología nacional). A. Peña Lillo Ed. Buenos Aires, 4.ª ed. 1967, pág. 23-39-40.
- En el viaje de bodas el Papa León XIII, quien le tenía en gran aprecio, le regaló un precioso relicario con un fragmento del manto de San José y una reliquia de Santa Paula, su patrona. Véase «Boda del Sr. Lázaro Galdiano», La Época, 29 de marzo de 1903.
- En los medios argentinos el Palacio Florido era conocido también como «El palacio de los Argentinos». Ver «Caras y Caretas en Europa. El Palacio de los Argentinos», n.º 457-69.
- El coleccionista intenta racionalizar el subjetivismo de sus preferencias con la objetividad de su valor de mercado. El concepto de mercado del arte comprende: el artista hacedor, el conocedor de información de los mercados en los canales de distribución (marchante) y el comprador final o coleccionista. El coleccionista a su vez adquiere el producto artístico por espíritu de coleccionista o con fines de prestigio, estéticos o, de nuevo, especulativos. En el comercio del arte sólo los canales de distribución tienen una buena información veraz de lo que ocurre en el mercado; los artistas y los coleccionistas tienen una información imperfecta, defectuosa. Esto lleva a la especulación más fría y provoca falta de criterio en los compradores y una inestabilidad del mercado. Peraza, M. y Iturbe, J.: El arte del mercado en arte. Universidad Iberoamericana. México,1990, pág. 17 ISBN 968-842-855-8.
- Urioste era un arquitecto bastante conocido, ya que había diseñado el pabellón de España en la Exposición Universal de París de 1900. Defendía un estilo que trataba de evocar los días magníficos de la monarquía española en contraste con las corrientes modernistas de moda en aquel momento. Estas ideas de regeneración nacional gustaron a Lázaro Galdiano, que tras varios proyectos fallidos pidió a Kramer que finalizara el trabajo. Tampoco se entendieron y al final Kramer se negó a seguir trabajando para Lázaro. Fue Borrás, que ya había trabajado para Lázaro Galdiano construyendo la sede de la editorial La España Moderna, al lado del palacio de Lázaro Galdiano, quien finalmente fue el encargado de terminar la obra.
- En esta época, a pesar del volumen de sus riquezas la abundante nobleza española, radicada en su mayoría en Madrid, vivía al margen del país, vuelta de espaldas a las letras, al trabajo, al estudio, al sacerdocio, a la política, a la carrera de armas, «al movimiento de las ideas que agita y conmueve al mundo»; y pasaba su existencia cotidiana «divirtiéndose, descansando, holgando y quejándose de lo que no tiene remedio, sin intentar hallarlo a lo que puede tenerlo todavía». Ver Fernández de Bethencourt, Francisco: «Las letras y los Grandes». Madrid, Librería Tormos (Oliva) 1914; página 45 y s.s.
- Como en sus tiempos de corresponsal de La Vanguardia, en estos artículos los periodistas resaltan pormenores de notables novedades: mesa de comedor circular, floreros de bronce, flores eléctricas incluidas en el mantel, tarjetas del menú dobladas e impresas en relieve con grabados franceses, etc. También se incita a los redactores de otras revistas de sociedad, como Gran Mundo se hagan eco de estos lujosos detalles del arte de la casa. Véase: «Una comida en casa de los señores de Lázaro», La Época de 27 de marzo de 1914.
- Un tópico no tratado por los historiadores es el de la seguridad de las mansiones. El evitar los robos de tantos materiales valiosos expuestos ante tanta gente.
- La biblioteca de Cánovas del Castillo en la casa de La Huerta, en la madrileña calle Serrano, que llegó a albergar unos 35.000 libros, se dispersó a su muerte. José Lázaro, preocupado por la unidad de las colecciones, adquirió alrededor de un millar de esa colección y, fiel a su deseo de unidad, conservó su exlibris, encuadernó las piezas más deterioradas y las distinguió con el superlibros A.C. del C. sobre el lomo. El archivo, que conoció menos disgregaciones que los libros, también fue adquirido por Lázaro, probablemente antes de fallecer la viuda de Cánovas.
- José Lázaro le regalaba cada año dos abanicos a su esposa coincidiendo con su cumpleaños (el 15 de enero) y su santo (el 29 de junio). Los exquisitos abanicos de Paula Florido se exponen por primera vez .
- El conde de Guenduláin poseía en una de sus capillas (con su capellán mayor) en Toledo tres cuadros de El Greco, que El liberal temía estuvieran en venta, lo que él desmentía enérgicamente. Véase «Una falsa noticia. Los cuadros del Greco», La Época de 5 de febrero de 1914.
- El Patronato se reúne por primera vez el 10 de junio de 1912 bajo la presidencia del Duque de Alba figurando José Lázaro como vocal designado.
- En una conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid con ocasión de un robo de joyas en el Museo del Prado (del llamado Tesoro del Delfín) criticó abruptamente y sin pelos en la lengua al director del Museo y a los miembros del Patronato por su desidia. Ver El Sol (Madrid), de 28 y 29 de septiembre de 1918.
- Hasta la ley promulgada en julio de 1911 el cuerpo legislativo español consistía en la Real Cédula de Carlos IV, de 6 de julio de 1803 que aprueba y manda observar la Instrucción formada por la Real Academia de la Historia sobre el modo de recoger y conservar los monumentos antiguos descubiertos o que se descubran en el Reyno y la real cédula de Fernando VII, de 28 de abril de 1837 Por la que se prohíbe la salida de la Península de pinturas, libros y manuscritos antiguos. El liberalismo hizo poco en favor del patrimonio anticuario. La inoperancia política estaba interesada y mantenida por la calculada ambigüedad de los grandes propietarios y caciques, muchos de ellos incluso académicos. Durante la Restauración, el gobierno del Partido Liberal, por real orden de 6 de diciembre de 1883 mandó crear una comisión para proponer una Ley de Conservación de Antigüedades Españolas, la cual debía presentar las bases en el término de tres meses a contar desde su constitución, al Ministro de Fomento: nunca llegó a producirse.
- El 17 de febrero de 1917 se celebró la boda de Manuela Vázquez (Castro) Barros y Florido con el gallego José Luis Albarrán Botana. José Luis Albarrán estudió la carrera de Derecho y tras licenciarse, se dedicó al mundo de los negocios llegando a ostentar la representación en Madrid de la poderosa Compañía Trasatlántica Española, además de ser propietario de una importante agencia de viajes en la misma capital. Manuela pronto quedó embarazada, sin embargo el 17 de agosto de 1919, en Madrid, a los 34 años, falleció en el parto junto con su bebé.
- Eugenio Lucas Velázquez y Eugenio Lucas Villamil, respectivamente
- Todo comenzó en 1905, cuando Galdiano recibió una carta del director de un museo francés en la que le comentaba que tenía una pintura que podía atribuirse perfectamente a Goya, si no fuera porque estaba firmada por un tal Lucas, sobre el que requería información. Ante su desconocimiento sobre este pintor, Lázaro comenzó a investigar hasta que dio con el hijo de Lucas, el también pintor Lucas Villaamil (1858-1918), con el que descubrió la calidad de un pintor que, en sólo medio siglo, había caído en el olvido.
- La promoción y difusión que José Lázaro Galdiano llevó a cabo de «los Lucas» en Estados Unidos, motivó que a su muerte un buen número de obras permaneciesen en la Embajada Española en Washington. Se inició entonces un largo y lento proceso de devolución de estas obras que culminó en 2005, fecha en la que, por fin, todas las pinturas se reunieron en el Palacio de Parque Florido.
- En una entrevista concedida un año antes de su muerte, dijo: «Al Gobierno de la U.R.S.S., en París, por medio del Banco de las Regiones del Norte, le compré piezas soberbias, vendidas bien caras, es cierto, del Museo del Hermitage de San Petersburgo. Pero ellos me dieron a escoger entre lo mejor del catálogo. Principalmente, querían deshacerse del arte religioso». Serrano, E.: «J. Lázaro Galdeano. Coleccionista y banquero», Fotos de 1 de junio de 1946.
- La Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional (figura con denominaciones similares como Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico Nacional) fue un organismo creado durante la Segunda República Española que tenía como objetivo proteger el Patrimonio Cultural Español. A los pocos días de iniciarse la contienda, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de la República creó, por los Decretos de 23 de julio y de 1 de agosto de 1936, la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico. En el Decreto de 23 de julio de 1936 se constituyó una Junta, que, en virtud de su artículo 2, «intervendrá con amplias facultades cuantos objetos de arte o históricos y científicos se encuentren en los Palacios ocupados, adoptando aquellas medidas que considere necesarias a su mejor conservación e instalación y trasladándolas provisionalmente, si así lo estimare, a los Museos, Archivos o Bibliotecas del Estado».
Referencias
- La Dinastía de 17 de marzo de 1888.
- Versos de Lázaro tomados de su reseña de una fiesta dada por la Sra. de Monteys y publicada en La Vanguardia de 12 de marzo de 1887
- Ver Pinillos Costa, I. op.cit.
- Freire, Ana María: «Emilia Pardo Bazán: amores con Lázaro Galdiano: Insolación» .
- Thion Soriano-Mollá, Dolores: Pardo Bazán y Lázaro. Del lance de amor a la aventura cultural (1888-1919). Ed. Fundación Lázaro Galdiano / Ollero y Ramos, Madrid, 2003.
- Ronald Hilton, op.cit.
- La Época (Madrid) de 16 de enero de 1896, pág. 2.
- Véase en: .
- Juan Francisco Ibarra: «Poetas americanos. Marché a estudiar». Revista Nueva España de 1/8/1902, pág. 77.
- Paula Florido, la gran mujer
- Ver biografía lado argentino de Paula Florido: Cf. Peppino Barale, Ana M.ª: «Paula Florido y Toledo. Identidad relegada». Revista Fuentes Humanísticas. Azcapotzalco. Mex. n.º 42, 2011, págs: 7-30 Archivado el 10 de noviembre de 2013 en Wayback Machine.
- Juan Francisco José de Ybarra Otaola, nacido el 24 de mayo de 1834 y bautizado al día siguiente en la parroquia San Juan del Molinar del Valle de Gordejuela (Vizcaya), fue apadrinado en la pila por Domingo Urtiaga y Mª Antonia Otaola. Pasó a América, y contrajo matrimonio allí, en Argentina, el 18 de enero de 1873 con Paula Florido Toledo, natural del país, soltera, de 17 años, hija legítima de Rafael Florido, natural de Italia, y de Valentina Toledo, ciudadana argentina. Testigos del acto fueron Ramón Ibarra, de 32 años, natural de España, domiciliado en Bragado (se trata de Román Ramón Ibarra, hermano del novio, bautizado en 1841 en San Juan de Gordejuela), y Valentina Toledo, de 40 años (libro de matrimonio de 25 de Mayo, folio 4, libro 14 de esta Parroquia).
- Manuel Vázquez Barros era un periodista padronés emigrado posteriormente a la República Argentina, y que fue conocido tanto por su actividad periodística como por sus obras literarias, una de las cuales, Ocios de un peregrino, fue editada en Buenos Aires en 1875. Según el historiador J. A. Durán, es «una bella selección de paisajes, digna de leer». Fue además director de la "Revista Galaica" de Buenos Aires, «órgano oficial del primero de los Centros Gallegos de América». .
- Ver bibliografía.
- Unamuno, Miguel de: «Un forjador de cultura», De patriotismo espiritual (artículos en La Nación de Buenos Aires (1901-1914). Ed. Univ. de Salamanca, 1997, pág. 167, disponible en: .
- Escobar, Hipólito: op. cit., pág. 10.
- Véase Serrano, Carlos: Sobre Unamuno traductor, Centro Virtual Cervantes, pág. 583.
- En carta al Doctor Thebussem [julio 1889], citada por R. Davies, op. cit., pág. 546.
- Recogido de carta de Lázaro a Juan Cortina de 27 de octubre de 1890, citada por Maryse Villapadierna, op. cit., pág. 86.
- La revista mensual La España moderna .
- Urquízar Herrera, Antonio: Coleccionismo y nobleza. Marcial Pons. Madrid. 2007, págs. 3 a 27 ISBN 978-84-96467-39-2
- «Madrid artístico. Coleccionadores de antigüedades», La Ilustración Española y Americana, n.º 19 de 22 de mayo de 1904, pág. 303.
- «En casa de los señores de Lázaro», ABC de 11 de mayo de 1911, pág. 6.
- «En honor del doctor Escudero. En casa de los señores de Lázaro», La Época (Madrid) de 12 de abril de 1924.
- Lázaro aprovechaba las reseñas de sociedad de sus fastuosas fiestas aparecidas en la prensa para ostentar sus tesoros a la vista y sus nuevas adquisiciones de arte. Véase «Crónicas madrileñas. En casa de los señores de Lázaro», La Época de 3 de febrero de 1914.
- La Época de 20 y 30 de mayo de 1908.
- Una descripción periodística del contenido del palacio de los Lázaro. Ver: «La Correspondencia de España» de 29 de mayo de 1909
- Arriba de 28 de enero de 1951.
- Sánchez Cantón F. J., citado por Álvarez Lopera, 1999.
- «Inauguración del Museo Lázaro Galdiano», Archivo Español de Arte, n.º 93, 1951, pág. 90.
- Chamberí de 28 de febrero de 1914, pág.2
- Los candidatos por Madrid a la Coalición Monárquica eran: Valentín Menéndez y Sanjuan, Conde de la Cimera; Antonio Alesanco Hervás; Juan Alcalá Galiano y Osma; Francisco Javier Jiménez de la Puente, conde de Santa Engracia; Rafael Marín Lázaro y José Lázaro Galdiano. Salió ganador Santa Engracia. Ver La Época de 27 de febrero de 1914
- .
- Véase en:
- Tomás López, Mariano: «José Lázaro y sus colecciones». Madrid, 1925.
- ABC de 16 de agosto de 1920.
- Vecino de Beccar, en una de las estancias (La Vizcaína) de su padre, en el partido de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires, fundó un pueblo con su nombre Juan F. Ibarra.
- «Esta tarde ha comparecido ante el juez un acaudalado hombre de negocios. El Sr. Arias Vila, juez que, como se sabe, entiende en el sumario que se instruye por la evasión de capitales, ha proseguido hoy con gran actividad los trabajos empezados ayer. Los periodistas que nos encontrábamos en el Palacio de Justicia vimos en él al acaudalado hombre de negocios D. Lázaro Galdiano (sic) el cual pasó seguidamente ante la presencia del Sr. Arias Vila. En su declaración invirtió más de dos horas». Heraldo de Madrid de 18 de octubre de 1932, pág. 14.
- La Vanguardia de 27 de noviembre de 1932, págs. 6-7.
- La evasión de capitales. La Vanguardia de 17 de diciembre de 1932 .
- Mediante la exportación hecha al extranjero a base de valores industriales, especialmente en Chades que terminó en importante estafa en Argentina. Ver: «La evasión de capitales. ¿Cómo y ayudado por quién maniobraba el ex-rey en Valencia?». Luz de 28 de noviembre de 1932, pág.1.
- «Evasión de capitales y el ministro de Justicia», El Sol (Madrid) de 12 de abril de 1934, pág. 2.
- La Vanguardia de 12 de abril de 1934, pág. 22.
- Junquera Mato, J. J.: «Parque Florido: una casa, unos muebles, unos dueños», Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº 92, 2003, p. 162.
- Conferencia en Nueva York sobre la elegancia de la raza española en la orfebrería. La Vanguardia, 19 de mayo de 1944, pág. 6.
- Dr. Blanco Soler. «Lázaro Galdiano», ABC de 6 de enero de 1948, pág. 13.
- http://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com.es/2012/01/angel-lazaro-el-divino-personajes-del.html Historia de la familia Lázaro]. Consultado el 6 de mayo de 2013.
- ABC (Madrid) de 28 de enero de 1951, pág. 15-16.
- Ver descripción gráfica de la mansión Lázaro en ABC de 15 de febrero de 1923 (pág. 31-33) y de 13 de enero de 1924 (pág. 32-35).
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Enlaces externos
- Sitio web de la Fundación, Museo y Biblioteca Lázaro Galdiano
- «Itinerario y memoria de José Lázaro (editor, coleccionista, bibliófilo)» • exposición de la FLG, 2012.