Julio Calcaño

Calcaño nace en Caracas en 1840, hijo de Juan Bautista Calcaño Urayn y de Josefa Antonia Panizza. Participa en la Revolución de Marzo de 1858 y en los combates de la Guerra Federal (1859-1863).[3]

Abandona su carrera militar para dedicarse a la creación literaria, tanto en prosa como en verso, así como por la crítica y los estudios filológicos.[1]

Trabajó como periodista para La Opinión Nacional (1868), La Recopilación del Zulia (1868), El siglo XIX (1874), El Semanario (1878), El Cojo Ilustrado (a partir de 1892), de Scientia et Labor (1894) y de La Tribuna (1896).[3]

Fue Miembro Correspondiente de la Real Academia Española, Individuo de número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y Miembro fundador (1883) y secretario perpetuo de la Academia Venezolana de la Lengua.[1][4]

Calcaño fue poeta, crítico literario y autor de dos novelas: Blanca de Torrestella (Caracas, 1868), una pieza de inspiración histórica, propia del romanticismo, que gozó del aplauso de la crítica y los lectores de su tiempo; y El rey de Tebas, que fue publicada por entregas en La Revista (Caracas), entre los números 11 y 28 (1872 y 1873).[5]

Es también el autor de una interesante obra ensayística y de crítica literaria,[6] así como del Parnaso venezolano, una antología poética que marcó un hito en la historia de la literatura venezolana al tratarse del primer intento logrado de presentar una colección de la poesía más destacada escrita en el país desde la Colonia Española hasta la fecha.[3][7]

Sin embargo, Calcaño es sobre todo conocido por us cuentos Las lavanderas nocturnas, El sello maldito, La danza de los muertos y Tristán Cataletto, son ejemplos notables de la literatura fantástica venezolana del siglo XIX y abarcan temas como el vampirismo, los fantasmas o el pacto demoniaco.[2] Varios de ellos, entre otros, recogidos en Cuentos escogidos, una recopilación de cuentos que el autor publicó en 1913.