Kon (mitología inca)
Kon (conocido también como Wakon) era el dios del viento y la lluvia dentro de la mitología incaica. El dios Kon vino desde el Norte, apareciendo por primera vez en el mar.[1]
En algunas leyendas, Kon es hijo de los dioses Inti y Mama Quilla.
Etimología
No está definido el significado exacto del nombre Kon. Al provenir de culturas más antiguas que la incaica, hace más complicado la búsqueda sobre su definición.
No obstante, para el antropólogo Alfredo Torero, el término Kon parece tener origen en las culturas que florecieron en el Norte del Perú.[2]
Uno de los factores que apoya está teoría se encuentra en la descripción a Kon por el cronista López de Gómora (1552). El cronista describe a la deidad con lo siguiente:
“Vino de la parte septentrional, no tiene huesos, anda ligero y acorta camino al bajar de la sierra, hace maravillas y puebla la tierra de hombres. Pero enojado por malas acciones de sus criaturas, secó y esterilizó la tierra que había fertilizado y poblado anteriormente".
Kon fue un vocablo registrado en la lengua culli (de la provincia de Huamachuco) como Coñ.[3] Asimismo, dicho término tiene por significado “agua”. El significado se puede ajustar perfectamente a la definición del relato mítico –“sin huesos”, “camino acortado”–, es decir, la deidad era como el agua que bajaba de los cerros, se transformaba en ríos, cavaba las montañas, desbravaba la floresta, etc.[2]
Mitología
Kon y Pachacámac
En este mito, se menciona al dios Kon como el creador de todo; pues era el creador del Sol, la Luna, las estrellas, etc.[4] (algunas variantes muestran a Kon como hijo del Sol y la Luna).
Al crear todos los elementos que conforman la Tierra, Kon decide poblarlo de seres que lo adorasen y le rindiesen culto. Así Kon creó a la humanidad y les otorgó fértiles tierras llenas de alimentos y agua. Sin embargo, los seres humanos poco a poco perdieron la devoción hacia su creador y, por ende, ya no le ofrendaban. El dios Kon los castigó con la ausencia de las lluvias, lo que hizo que las fértiles tierras se convirtieran en los extensos desiertos que yacen en la zona costera. Kon solo dejó algunos ríos para que con mucho esfuerzo y trabajo los humanos pudieran subsistir.
Sin embargo, un día, el mundo contempló el advenimiento del dios Pachacámac. Este último enfrentó a Kon en una larga y violenta batalla que remeció toda la Tierra. La batalla tuvo como desenlace la victoria del dios Pachacámac y el exilio del dios Kon. Posteriormente, Pachacámac destruyó toda creación de Kon y la moldeó a su gusto. Asimismo, Pachacámac convirtió a los seres humanos del dios Kon en diversos animales como: monos, zorros, lagartos, etc. Esto con el fin de crear una nueva generación de seres humanos.[1]
El cronista novohispano Pedro Gutiérrez de Santa Clara (1521 - 1563) escribió:
"Cuentan los indios muy viejos, que lo oyeron de sus antepasados, que el primer dios que hubo en la tierra fue llamado Cons (Kon), el cual formó el cielo, la luna, estrellas y la tierra, con todos los animales y todo lo demás que hay en ella. Y formó con su resuello todos los indios y los animales terrestres y aves celestes y muchos árboles y plantas. Y que después de esto se fue a la mar y que anduvo a pie enjuto sobre ella, y sobre los ríos, y creo todos los peces que hay, con su sola palabra, y que hizo otras cosas maravillosas, que después se fue de esta tierra y se subió al cielo".
Tiempo después, llegó a la tierra otro dios, "más poderoso que Cons", llamado Pachacámac, que quiere decir "hacedor del mundo o reformador, el cual destruyó todo lo que había hecho Cons. A los indios que Cons había creado los convirtió en simios o monas, y los envió a vivir a los Andes y a los valles que hay por allí". Pero, misericordioso, Pachacámac creó a otros hombres "y muchas indias muy hermosas", "así en la serranía como en los llanos". Los que poblaron la serranía, hallaron una tierra "fresca", por haber salido recién del diluvio.
La versión mitológica de la creación está caracterizada por dos dioses que actúan sucesivamente, hay dos creaciones la de Kon y la de Pachacámac que resulta definitiva; habiéndose retirado ambos, el Sol y la Luna -presentes todos los días- quedaron como dioses principales, pero no en calidad de creadores. El mito además parece indicar dos corrientes civilizadoras, la primera que llega del mar por el Norte (Kon) y la segunda, desde el Sur representada por Pachacámac, que ganó la confrontación.[1]
Wakon y los Willkas
En tiempos atávicos, desde el Hanan Pacha, los dos hermanos Pachacámac (dios del cielo) y Wakon (dios del fuego y la oscuridad), se hallaban prendados de una joven de cautivante belleza; la cual era la diosa Pachamama. A raíz de esto, ambos hermanos desarrollaron una fuerte rivalidad.
Motivado por su belleza y sencillez, el dios Pachacámac no dudó en ganarse el corazón de aquella diosa. Cuando la diosa lo aceptó, Pachacámac y Pachamama se unieron, de esta forma, se representó la unión del cielo y la tierra.
Como fruto de esta unión, nacerían los gemelos conocidos como los "Willkas". Ambos hermanos eran varón y mujer.
Esto desató la furia de Wakon, el cual estaba decidido a enfrentar a su hermano Pachacámac. Sin embargo, este último acabaría derrotando a Wakon y, por ende, lo exilió del Hanan Pacha al Kay Pacha.
No obstante, Wakon, lleno de furia, descargó toda su furia en la Tierra. Catastróficas sequías, inundaciones, hambruna y muerte eran solo algunos de los tantos males que Wakon desencadenó en el mundo.
Afectado por el efecto devastador de Wakon, Pachacámac descendió del Hanan Pacha e inició el segundo enfrentamiento contra su hermano. En cada golpe, la Tierra temblaba catastróficamente. Wakon enfrentó a su hermano, esta vez, con total intención de matarlo. Sin embargo, Wakon sería vencido nuevamente por Pachacámac, restableciendo así, el orden en el mundo.
Entonces, como seres mortales, Pachacámac y Pachamama reinaron en la Tierra junto a sus dos hijos; mientras el vencido Wakon fue nuevamente exiliado y condenado a vivir bajo las sombras de las cuevas de las montañas más lejanas, con la advertencia de no volver jamás.
Aquella felicidad duró poco, pues Pachacámac cayó por accidente al mar de Lurín, muriendo ahogado. Al morir, Pachacámac se convirtió en una isla.
Pachacámac, quien era la flama que otorgaba la luz al mundo, se extinguió. Tras esto, el mundo quedó inmerso en tinieblas.
Después de eso, pasaron diversos eventos que, sin saberlo, condujeron a Pachamama y sus hijos ante un irreconocible Wakon. Dentro de la cueva en la que Wakon vivía, llamada Wakonpahuacin, Pachamama y sus hijos se cobijan con el fuego de la hoguera.
Al darse cuenta de quienes eran, Wakon ideó un plan para satisfacer sus deseos de venganza.
Al ver que faltaba agua, Wakon mandó a los Willkas a llenar un cántaro que tenía una grieta casi indiscernible; por lo que tardarían en darse cuenta de que dicho recipiente jamás se podrá llenar.
Durante la ausencia de los niños, Wakon intentó seducir a Pachamama y, al no lograrlo, asesinó a la diosa y dividió el cuerpo en partes para devorarla. Luego de semejante barbarie, Pachamama se transformó en la actual Cordillera La Viuda.
Al retornar, los niños preguntaron extrañados por su madre y Wakon les dijo que no tardaría en regresar; pero el tiempo transcurría y la diosa madre no se hacía presente. Ante el sufrimiento de los niños, los animales advirtieron a estos del peligro que representaba Wakon. Asimismo, los animales ayudaron a los niños a derrotar al temible dios engañándolo para que este cayera en un profundo abismo. Cuando esto pasó, violentos terremotos azotaron la Tierra.
Los niños estuvieron agradecidos con los animales y siguieron con su travesía. Mientras ambos hermanos se hallaban recogiendo papas, encontraron una planta de oca con forma de muñeca. Los niños, contentos con el descubrimiento, comenzaron a jugar con ella hasta que se partió en pedazos.
La pérdida del juguete hizo que los niños lloraran hasta quedarse dormidos. Mientras dormían, la niña tuvo un sueño que no comprendía. En su sueño, ella arrojaba su sombrero al aire; pero este no regresaba sino que permanecía suspendido en el aire.
Al despertarse, la niña le contó a su hermano acerca del sueño que había tenido, pero ninguno comprendió su significado. Confundidos y sin saber qué hacer, se quedaron sentados en el campo. Mientras los niños seguían preguntándose por el significado, vieron descolgarse del cielo dos sogas de oro. Asombrados, consultaron entre ellos y decidieron trepar por las sogas para ver hacia donde los llevaría.
Subieron y subieron hasta llegar al Hanan Pacha, donde fueron recibidos por su afectuoso padre. Pachacámac recompensó la valentía de sus hijos otorgándoles un lugar privilegiado en su reino. Es así como los Willkas se transformaron en cuerpos celestes. El niño se transformó en Inti, el Sol; y la niña, en Quilla, la Luna. Así la época de oscuridad total en la Tierra llegó a su fin, dando paso al día y la noche.
Pachacámac felicitó a Pachamama por su lealtad y se le otorgó el don de la fecundidad; desde ese entonces, Pachamama quedó encantada en la Cordillera La Viuda. Dicha cordillera posee nieve perpetua de facultad generatriz, fundamentadora de la lluvia y proveedora del agua para el sustento del hombre, las plantas y los animales.[5]
El todopoderoso Pachacámac también dotó de grandes dones a los animales que ayudaron a sus hijos a derrotar al abominable Wakon.[6]
Características
El dios Kon apareció por primera vez en el mar, desde el Norte. El dios Kon era un dios eminentemente volador, puesto que no tenía huesos ni carne; sin embargo, su forma era humana. Andaba mucho y ligero, como hijo del Sol, recorría las sierras y valles solamente con la voluntad y su palabra. Crea el mundo, lo puebla con seres humanos a los que provee de abundante agua y frutos.
Desde las tierras del Sur llegaría Pachacámac, también hijo del Sol, desterrando a Kon y destruyendo su creación, para hacer una nueva generación de hombres y proveerlos de cuantas cosas tienen.
Kon era considerado el dios creador del mundo por culturas de la costa peruana como Paracas y Nazca, que lo representaban volando con máscaras felinas y portando alimentos, cabezas trofeo y un báculo; o bien con su cabeza y ojos prominentes, por lo que también es conocido como el "dios oculado".[1]
En algunos huacos de la Cultura Nazca y Cultura Paracas, Kon está representado como un hombre con rasgos de ave.
El dios Kon también podía manifestarse bajo la forma de una gran tormenta o remolino de arena. Mediante esta forma, Kon se desplazaba a lo largo del vasto desierto costero peruano.
Véase también
Referencias
- «Pachacámac». Pueblosoriginarios.com. Consultado el 10 de julio de 2023.
- J.Limage-Montesinos, Lupita. «Conquista y mestizaje en el Tahuantinsuyu: elementos religiosos y literarios en dos crónicas andinas». Consultado el 10 de julio de 2023.
- Gustavo Solís Fonseca. «La lengua Culli revisitada». Consultado el 10 de julio de 2023.
- Alfredo Narváez Vargas. «Dioses, Encantos y Gentiles». Consultado el 5 de julio de 2023.
- Sabino Arroyo Aguilar. «Los mitos como huellas del tiempo y contacto intercultural». Consultado el 10 de julio de 2023.
- Estela Muñoz Z. «El mito de Pachamama y Pachacámac». Consultado el 10 de julio de 2023.