Salvador Monsalud
Salvador Monsalud es el personaje principal de la segunda serie de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós.[1][2] Definido por el autor como «personaje en que prevalece sobre lo heroico lo político»,[3] los galdosistas apuntan que su posición, evoluciona desde un inicial afrancesamiento al liberalismo progresista.[4] Su antítesis ideológica y humana está representada en las novelas de esta serie por Carlos Navarro (alias ‘Garrote’), su medio hermano,[6] de confesión tradicionalista y absolutista.[7] Ese enfrentamiento le servirá a Galdós para reflejar la rivalidad entre carlistas reaccionarios y liberales,[4] reflejo histórico de la «escisión de las dos Españas» del siglo xix,[lower-alpha 1] que el autor ya había esbozado en La Fontana de Oro y que remataría en 1876 con Doña Perfecta,[9] obra contemporánea del primer episodio de esta segunda serie El equipaje del rey José.
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Como personaje tipo, Monsalud ha sido comparado con el “hombre superfluo” característico de la literatura rusa decimonónica, tan admirada por Galdós.[10]
El retrato de Galdós
El autor de los Episodios describe física y sicológicamente a Monsalud en varios pasajes a lo largo de los diez episodios publicados entre 1875 y 1879.[11]
Salvadorcillo Monsalud era un joven de veintiún años, de estatura mediana y cuerpo airoso y flexible. Su rostro moreno asemejábase un poco al semblante convencional con que los pintores representan la interesante persona de San Juan Evangelista, barbilampiño y un poco calenturiento, con singular expresión de ansiedad inmensa o de aspiración insaciable en los grandes ojos negros. Grave seriedad sentimental se desprendía de su persona, de su voz y de su porte; cautivaba a todos por su bondad, y a las muchachas por sus modales corteses y su agraciada delicadeza no adquirida con la educación, pues había nacido en cuna muy humilde. Era como el Evangelista, algo tímido y muy circunspecto, lo cual no resultaba útil en este siglo, ni aun cuando principiaba. Con su traje de guardia española, Monsalud estaba muy gallardo; pero sin aquel espantable continente marcial que caracteriza a los militares de afición: era su figura la de un soldado en yema o campeón verde que aún no se había endurecido al sol de los combates, ni acorazado con la provocativa soberbia y fanfarronería de una larga vida de cuarteles. (...) Aunque el joven tenía ideas y no pocas, si bien revueltas y confusas y desordenadas, aún no poseía las que comúnmente se llaman ideas políticas, es decir, no había llegado, a pesar del vehemente ardor de la generación de entonces, al convencimiento profundo de que la solución nacional fuese mejor o peor que la extranjera. No faltaba ciertamente en su corazón el sentimiento de la patria; pero estaba ahogado por el precoz desarrollo de otro sentimiento más concreto, más individual, más propio de su edad y de su temple, el amor. Está escrito, que en ciertos casos, tal vez siempre, el rostro de una mujer tenga mayores dimensiones y ocupe dentro del universo más grande espacio que las inmensidades materiales y morales de la patria. Por esta causa, por este aparente absurdo, Fernando el Deseado y José Bonaparte eran a los ojos de Monsalud dos figuras lejanas y pequeñitas, que apenas se parecían en las nieblas del cerrado horizonte.El equipaje del rey José, capítulo II, (1875)
Monsalud / ‘Garrote’
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Octavio Paz en su discurso de agradecimiento por el Premio Cervantes en 1982, se identificaba con Monsalud en estos términos: «Al llegar a la segunda serie me cautivó inmediatamente la figura de Salvador Monsalud. Fue mi héroe, mi prototipo. Mi identificación con el joven liberal me llevó a enfrentarme con su medio-hermano y adversario, el terrible Carlos Garrote, guerrillero carlista. Dualismo a un tiempo real y simbólico: el hijo legítimo y el bastardo, el perro guardián del orden y el vagabundo, el hombre del terruño y el cosmopolita, el conservador y el revolucionario. Pero Carlos Garrote, como poco a poco advierte el lector, no sólo es el adversario que encarna la otra España, la de ¡Religión y fueros!, sino que es el doble de Salvador Monsalud... Cada uno es el otro y el mismo. Descubrí entonces que a todos nos habita un adversario y que combatirlo es combatir con nosotros mismos.»[12]
Véase también
Notas
- Explicando dicha escisión, Casalduero argumenta que «la unidad espiritual de España, forjada por los Reyes Católicos y mantenida por la Inquisición, produce una última y espléndida llamarada a comienzos del siglo xix...»
Referencias
- Palma, 1920, p. 23.
- Campos Oramas, 2005, pp. 86-94.
- Galdós y 1916, 2011, p. 25.
- Arencibia Santana, 1987, pp. 198-199.
- Espejo-Saavedra, 2000, p. 46.
- Casalduero, 1951, p. 62.
- Casalduero, 1951, pp. 61-62.
- Patiño Eirín, 2013, pp. 147-156.
- Muñoz Marquina, 1988, p. 255.
- Pitol, Sergio (2014). El tercer personaje. Madrid: Anagrama. ISBN 9788433935212.
Bibliografía
- Arencibia Santana, Carmen Yolanda (1987). «La guerra y la patria en el pensamiento de Galdós». Boletín Millares Carlo (UNED) (9-10): 195-205. ISSN 0211-2140.
- Campos Oramas, Javier (2005). «Una prima de Galdós». Anuario de Estudios Atlánticos (Las Palmas de Gran Canaria, Madrid: Cabildo Insular de Gran Canaria, Casa de Colón) (51): 61-103. ISSN 0570-4065.
- Casalduero, Joaquín (1951). Vida y obra de Galdós. Madrid: Gredos. ISBN 8424905776.
- Espejo-Saavedra, Rafael (2000). «La novela histórica como discurso social. "El equipaje del rey José"». Anales Galdosianos 35: 39-52. ISSN 0569-9924.
- Muñoz Marquina, Francisco (1988). Comunidad de Madrid, ed. Los Episodios Nacionales. Madrid en Galdós. Galdós en Madrid. Madrid. pp. 251-269. ISBN 8445100203.
- Ortiz-Armengol, Pedro (2000). Vida de Galdós. Barcelona: Crítica. ISBN 8484320731.
- Palma, Angélica (1920). «Don Benito Pérez Galdós». Mercurio Peruano (Lima) IV: 20-26. ISSN 0254-8135.
- Patiño Eirín, Cristina (2013). «Fundamentos rusos de Salvador Monsalud como hombre superfluo». X Congreso Internacional Galdosiano. ISBN 978-84-8103-746-3.
- Pérez Galdós, Benito (2011). Memorias de un desmemoriado (1915-1916). Valencia: El Nadir. ISBN 9788492890415.