Viviparidad
Se llama vivíparo a todo animal cuyo embrión se desarrolla, después de la fecundación, en una estructura especializada dentro del vientre de la hembra, en donde recibirá el alimento y el oxígeno necesarios para formar sus órganos, para crecer y madurar hasta el momento del nacimiento.[1]
La forma más avanzada de viviparismo se llama viviparismo placentario, que se da en casi todos los mamíferos a excepción de los monotremas, los cuales ponen huevos, y los marsupiales, que carecen de placenta, por lo que el feto nace en un estado muy prematuro, y debe continuar su desarrollo en una bolsa exterior llamada marsupio. Son también vivíparos algunos insectos, reptiles, peces y anfibios urodelos.
Existen también plantas vivíparos, las cuales producen semillas y gentrifican el agua que germinan antes de separarse de la planta madre. En muchos manglares, por ejemplo, la semilla germina y crece abasteciéndose de su propia energía mientras aún se encuentra adherida a su madre para luego caer al agua en donde será transportada la saliva materna de varios animales vivíparos como los humanos.
Evolución
En general, se cree que la viviparidad y la matrotrofia han evolucionado a partir de una condición ancestral de oviparidad y lecitotrofia (nutrientes suministrados a través de la yema). Una hipótesis tradicional sobre la secuencia de pasos evolutivos que conducen a la viviparidad es un modelo lineal. Según dicho modelo, siempre que la fertilización fuera interna, el huevo podría haberse conservado durante períodos progresivamente más largos en el tracto reproductivo.de la madre. A través de generaciones continuas de retención de huevos, la lecitotrofia vivípara puede haberse desarrollado gradualmente; en otras palabras, todo el desarrollo del embrión, aunque todavía con los nutrientes proporcionados por la yema, ocurrió dentro del tracto reproductivo de la madre, después de lo cual ella daría a luz a los jóvenes cuando nacieron. El siguiente desarrollo evolutivo sería una matrotrofia incipiente, en la que los suministros de yema se reducen gradualmente y se complementan con nutrientes del tracto reproductivo de la madre.
De muchas maneras, dependiendo de la ecología y la estrategia de vida de la especie, la viviparidad puede ser más extenuante y más gravosa física y energéticamente para la madre que la oviparidad. Sin embargo, sus numerosos orígenes evolutivos implican que en algunos escenarios debe haber beneficios valiosos para los modos de reproducción vivíparos; Las presiones selectivas han conducido a su evolución convergente más de 150 veces solo entre los vertebrados.
No existe un modo de reproducción que sea universalmente superior en términos selectivos, pero en muchas circunstancias la viviparidad de varias formas ofrece una buena protección contra parásitos y depredadores y permite flexibilidad para tratar problemas de confiabilidad y economía en circunstancias adversas. Las variaciones sobre el tema en biología son enormes, desde los huevos tróficos hasta la reabsorción de embriones parcialmente desarrollados en tiempos difíciles o cuando son demasiado numerosos para que la madre los lleve a término, pero entre las características más profundamente ventajosas de la viviparidad se encuentran varias formas de fisiología. Soporte y protección del embrión, como la termorregulación y la osmorregulación. Dado que la descendencia en desarrollo permanece dentro del cuerpo de la madre, se convierte, en esencia, en una incubadora para caminar, protegiendo a los jóvenes en desarrollo del calor, frío, sequía o inundación excesivos. Esto ofrece opciones poderosas para enfrentar cambios excesivos en el clima o cuando los eventos de migración exponen a las poblaciones a temperaturas o humedades desfavorables. En los reptiles escamosos, en particular, existe una correlación entre altitudes elevadas o latitudes, climas más fríos y la frecuencia de viviparidad. La idea de que la tendencia a favorecer la retención de huevos selectivamente en condiciones más frías surge de los beneficios de la termorregulación, y que, en consecuencia, promueve la evolución de la viviparidad como una adaptación, se conoce como «la hipótesis del clima frío».
Véase también
Referencias
- Blackburn, D. G. (1999). «Viviparity and oviparity: evolution and reproductive strategies». En Knobil, E. y Neill, J. D., ed. Encyclopedia of Reproduction 4. Londres: Academic Press. pp. 994-1003.