Yanañamca y Tutañamca

Yanañamca y Tutañamca (también como: Yanañamca Tutañamca), eran dioses hermanos de la oscuridad y la noche dentro de la mitología incaica. Estos dioses son mencionados en el manuscrito de Huarochirí.[1]

Etimología

Yanañamca y Tutañamca son nombres que poseen una raíz quechua; la raíz del primero es Yana (negro u oscuro); y del segundo, Tuta (noche).

Respecto al término Ñamca, no existe una traducción específica sobre ello. Sin embargo, dentro del manuscrito de Huarochirí, se explica un posible origen del término.[1]

Historia

Según Huarochirí

Yanañamca y Tutañamca eran dioses primordiales de la oscuridad y la noche. Estos dioses reinaban en un mundo primigenio en donde solo primaba el caos y la oscuridad.

Ambos dioses, en una época posterior, fueron derrotados por el dios Huallallo Carhuincho.

Después de haberlos vencido, era Huallallo quien animaba a los hombres, a los cuales no consentía que tuviesen más de dos hijos.

Si se llegaba a tener dos niños, Huallallo se comía a uno de ellos; mientras que el otro (el preferido) era criado por sus padres.[1]

Según los Huancas

En la versión wanka, Huallallo decretó a los wankas lo mismo que la versión de Huarochirí (no tener más de dos hijos). Esto a raíz de que los wankas, conforme iba creciendo su población, exigían a Huallallo más tierras y nuevas formas de cultivarlas para que el hambre no siguiera devorando a los hombres.

Sin embargo, ante las angustiosas súplicas de los wankas, Huallallo revocó su mandato y pidió que los hombres fueran a combatir con él en busca de nuevas tierras.

Los guerreros vencidos por Huallallo Carhuincho fueron convertidos en perros para ser consumidos y, con sus cráneos, se crearon instrumentos de viento para espantar a sus enemigos

Cuando Huallallo derrotó a los dioses Yanañamca y Tutañamca, varios capitanes de estos últimos se rehusaron a aceptar la derrota y, pertrechando sus ejércitos, se rebelaron.

Huallallo, después de medir sus fuerzas y la de sus hombres, para evitar una derrota, hizo llover granizo, tierra colorada y mucha agua sobre sus enemigos, finalmente los fulminó con truenos y rayos.

Una vez cesó la tormenta, Huallallo encontró diezmado a sus enemigos; pero grande fue la sorpresa del dios wanka al percatarse que todos los capitanes de los dioses vencidos seguían con vida, porque para salvarlos, sus parciales los habían protegido con escudos y con sus propios cuerpos.

Huallallo montó en cólera, extendió las manos y estirando los dedos como si quisiera atraparlos dijo: ¡De hoy en adelante seréis perros!

Las protestas de los capitanes se fueron tornando en ladridos. Desde entonces, estos perros fueron muy buenos y leales a los hombres, tanto en vida como después de la muerte. El mismo Huallallo, para celebrar esta victoria, enseñó a los wankas a quitar la piel todavía fresca de los guerreros enemigos y ponerla de cuero de tambor. Para completar la ceremonia, el mismo dios, escogió cinco perros, los sacrificó, e hizo comer su carne y beber su sangre mezclada con chicha. Aparte de servir como alimentación, sus cráneos fueron usados para fabricar instrumentos de viento, los cuales producían un sonido aterrador y fueron usados contra sus enemigos.[2][3]

Véase también

Referencias

  1. Taylor, Gerald. «Ritos y tradiciones de Huarochirí». Consultado el 9 de julio de 2023.
  2. «Comentarios Reales de los Incas». Consultado el 27 de setiembre del 2023.
  3. Taipe Campos, Néstor. «Dos soles y lluvia de fuego: los valores sociales en los mitos andinos». Consultado el 9 de julio de 2023.
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