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¿Alguna vez has fingido que sabes algo por no quedar en vergüenza, aunque realmente no tienes idea de lo que estás hablando?
Una mujer aborda un taxi y le pide al taxista que la lleve a cierta dirección muy al norte de la ciudad. Cuando la mujer le pregunta al conductor si sabe dónde queda el lugar, él dice que sí porque simplemente cree poder llegar. Al final, el taxista y la señora terminan dando vueltas tratando de encontrar el lugar de destino, pues él nunca quiso preguntar indicaciones durante el camino.
A la misma hora, una hija que siempre ha alabado la comida de su mamá le cuenta a su progenitora que probó el plato más delicioso que ha comido en toda su vida. Al preguntarle a su madre si ella también sabe cocinar tal delicia, esta responde que sí a pesar de que nunca a hecho algo como lo que describe su hija.
En otra parte de este inmenso mundo, un guía de caminatas dirige un recorrido por una montaña que a visitado varias veces. En una parte de la montaña, en la que el camino se divide en dos, el guía se siente un poco inseguro de si debe seguir a la izquierda o la derecha, pero como no quiere que las personas a quienes está guiando noten su inseguridad, no se detiene mucho tiempo a pensar y sigue andando.
Así como en estos tres casos, muchos en algún momento hemos mentido o fingido saber algo con tal de no quedar en vergüenza frente a los demás. Es que se reciente el ego al tener que reconocer que no eres tan hábil o inteligente como querrías ser o como alguien cree que eres. Entramos, entonces, a un juego que denominaremos "No es solo ser, sino parecer", porque no es que sepamos algo, sino que procuramos aparentar que sabemos.
Nos duele y nos cuesta tanto bajar el orgullo, que al no reconocer que no sabemos nos perdemos la oportunidad de aprender. La vanidad ni enseña ni transforma.
Al vivir en comunidad y convivir con otros hay unas cosas donde puedo aportar y otras de las que me puedo beneficiar, como en una sociedad económica. Debemos reconocer que aunque tenemos muchas habilidades y cosas que podemos aportarle a otros, también hay mucho que otros pueden enseñarnos (¡hasta las malas mañas!). Además escuchar a los demás te permite expandir tu percepción del mundo, aprender sobre cosas que das por sentadas o que nunca has siquiera imaginado.
Con la soberbia o el ego intelectual lo único que consigues es alejarte de los demás en una nube de superioridad que tarde o temprano se termina deshaciendo porque, como toda nube, está compuesta por elementos en estado gaseoso. Y caerse en público es más vergonzoso que aceptar algo de ayuda para avanzar.
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