La señal de la cruz es un testimonio visible de nuestra fe. La fuerza de la señal de la Cruz es inmensa. En los relatos sobre la vida de los Santos se encuentran frecuentes referencias cómo se desvanecían los encantos diabólicos por medio de la señal de la Cruz. Por esta razón, cuando nos persignamos descuidadamente o con distracción, sólo alegramos al diablo. Persignarse, o santiguarse con la Señal de la Cruz, es un saludo al Señor. Significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz, en ella murió Nuestro Señor Jesucristo para alcanzarnos la salvación eterna. Así, la cruz se ha convertido en signo de esperanza. Persignarse es el humilde reconocimiento de que nos ponemos en manos de quien por amor nos dio la vida.


En efecto, los cristianos comenzamos por la mañana nuestra diaria jornada con nuestra señal de la cruz, todas nuestras oraciones, muchas de nuestras reflexiones son seguidas de la señal de la cruz, persignarse es nuestra acción más significativa, no podemos comenzar ninguna otra oración sin antes hacer la señal, “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.


Este movimiento de la mano que hacemos como recuerdo en lugar que murió Jesucristo, nos consagra, esto es hacer sagrada nuestra vida, nos da fortaleza, nos permite no caer en la tentación, nos permite salir de las dificultades, nos entrega paz, nos calma. Hagamos de la señal de la cruz un signo de respeto, utilicémosla para pedir lo bueno para nuestra alma, para nuestra salvación, para comunicar nuestro amor al Señor, evitemos utilizarla para un fin distinto. En efecto al persignarnos comenzamos un diálogo con Dios, es elevación y adoración, es un tratamiento amistoso para pedir lo que nos conviene para nuestra paz interior y para nuestra salvación.


Ahora bien, podemos hacer la señal como una oración mental y contemplativa, con total recogimiento de los sentidos y un "silencio interior" a fin de nos permita escuchar mejor a Dios, así de esta forma independiente de la vista lo contemplamos con el alma.

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Pasos

  1. 1
    Se debe colocar juntos los tres primeros dedos de la mano derecha, simbolizando la Indivisible Santísima Trinidad.
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  2. 2
    Los otros dos dedos deben ser firmemente apretados a la palma de la mano; esto significa el descenso del Cielo a la tierra de Jesucristo, Hijo de Dios (los dos dedos son la imagen de las dos naturalezas de Cristo).
  3. 3
    Los tres dedos juntos se llevan primero a la frente, para bendecir el raciocinio, después sobre el estómago para bendecir los sentimientos, luego sobre el hombro derecho e inmediatamente sobre el izquierdo, bendiciendo las fuerzas corporales.
  4. 4
    Bajando entonces la mano, hacemos una inclinación de cintura debido a que en este preciso momento acabamos de expresar sobre nosotros La Cruz de la Gólgota y ahora nos inclinamos ante Ella.
  5. 5
    Muchos antiguos libros de texto sobre la religión indicaban que al persignarse, se debe tocar con la mano el pecho en vez del estomago.
  6. 6
    El signo de la Cruz acompaña al creyente en todas partes. Nos persignamos al acostarnos y al levantarnos del sueño, saliendo a la calle y entrando al templo; al sentarnos a la mesa y dando gracias al Señor por la comida, haciendo el signo de la Cruz sobre nosotros mismos y sobre la comida. La Cruz de Cristo bendice todo en torno Suyo y es por esto que Su Imagen sobre el propio cuerpo del creyente es salvadora y benigna para el alma.
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Consejos

  • A propósito, existe otro error muy común, cuando nos inclinamos al mismo tiempo que nos persignamos, como si estuviéramos quebrando la Cruz. No se debe hacer esto.
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Advertencias

  • No lo haga con la mano izquierda , es incorrecto.

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Acerca del artículo

Categorías: Filosofía y religión