La mayoría de los padres no tienen la intención de consentir a sus hijos. Por el contrario, esto sucede de manera gradual: cedes ante el lloriqueo, permites que no se hagan ciertas tareas o compras demasiados juguetes y bocadillos. Sin embargo, existen algunas maneras de enseñarle a tu hijo cómo ser agradecido por lo que tiene y cómo comportarse bien y esforzarse por obtener las cosas que realmente desea. Para lograrlo, deberás luchar por desarraigar viejos hábitos, ser la persona adulta y enseñar principios de gratitud y responsabilidad.

Parte 1
Parte 1 de 3:
Desarraigar viejos hábitos

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    Identifica el comportamiento consentido. ¿Por lo general, tu hijo tiene rabietas o dice cosas malas para obtener lo que desea? ¿Te acosa y te pide algo incluso después de haber dicho que no? ¿Actúa como si esperara que todo saliera según su voluntad sin tener que hacer nada por ganárselo? ¿Acaso dice por favor o gracias al pedirte o recibir algo de ti? Todos estos son síntomas del consentimiento.
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    Pregúntate cómo puedes estar contribuyendo con el comportamiento consentido de tu hijo. Existen muchos factores que debes tomar en cuenta, tales como:
    • ¿Tienes miedo de decirle que no a tu hijo? ¿Por qué? ¿Qué sucede cuando lo haces?
    • ¿Por lo general, cedes ante peticiones que sabes que no deberías aceptar?
    • ¿Tienes una regla, directiva o castigo para estos casos y luego te retractas cuando tu hijo reacciona de manera negativa?
    • ¿Le compras a tu hijo regalos que no necesita con frecuencia? ¿Haces esto en exceso? ¿Se ha acostumbrado tu hijo a este patrón?
    • Si respondiste sí a cualquiera de las preguntas anteriores, es posible que hayas contribuido con el comportamiento consentido de tu hijo. Tu hijo ha aprendido que no te agrada decirle que no, que eres inconsistente con las reglas y reglamentos y que no es necesario hacer nada especial o ni siquiera comportarse bien para obtener lo que desea.
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    Rompe el ciclo de decir "sí" cuando debes decir "no". Se trata de algo simple, pero este es un hábito muy difícil de desarraigar y, a veces, resulta más fácil ceder a las demandas y evitar una rabieta. Sin embargo, con este comportamiento, tu hijo aprende que es él, y no los adultos, quien tiene el poder de tomar decisiones.
    • Cuando empiezas a decir que "no", prepárate para una gran reacción. Esto es algo usual. Sin embargo, si cedes ante las súplicas, rabietas o lloriqueos, la reacción empeorará cada vez más.
    • Una vez que los niños empiecen a oír un “no”, se acostumbrarán gradualmente a esta respuesta. Es un hecho de la vida que uno no puede tenerlo todo y debes enseñarle eso a tu hijo o si no él saldrá al mundo y enfrentarse a él le resultará mucho más difícil.
    • Evita dar largas explicaciones para decir que no. Recuerda que tú estás a cargo. No hay nada malo con una respuesta corta, pero no inicies largas discusiones o darás la impresión de que intentas convencer a tu hijo en lugar de comunicarle cuál es la decisión.
      • Por ejemplo, no existe manera de convencer a un niño pequeño de que no puede comer helado en la cena, de modo que debes evitar hacerlo.
      • En efecto, los niños respetarán más lo que digas si tienes buenas razones para tus decisiones y si no cambias de parecer.[1]
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    Debes estar en armonía con tu hijo. Esto puede resultar difícil para los padres que trabajan mucho, pero conocer las rutinas y las reglas de las niñeras puede ser importante para dejar de consentir a un niño. Si tú y tu hijo han construido una relación carente de una buena conexión interpersonal, límites saludables y roles apropiados, es hora de abordar estos temas.
    • Si has contratado a una niñera que no hace cumplir las reglas mientras cuida de tu hijo, este es un tema que debes abordar con ella. Lo que le pides (y posiblemente estés pagando por ello) es cuidar a tu hijo y, esencialmente, ser una figura de autoridad mientras tú trabajas. Esto requiere esfuerzo de su parte y no querrás encargarle el cuidado de tu hijo a una persona perezosa y que no tiene reglas.
    • Incluso cuando tú y tu hijo están en casa, ¿sabes lo que hace mientras está en su habitación? ¿Vas a verlo ocasionalmente para averiguarlo? ¿Tiene tu hijo su propia televisión y videojuegos y empieza a ver programas o a jugar sin pedir permiso? Si este es el caso, debes colocar la televisión y los videojuegos en una habitación familiar.
    • ¿Tu hijo sale de la casa para jugar con los vecinos sin pedir permiso? Si este es el caso, debes detener este comportamiento de inmediato, ya que demuestra que tu hijo no tiene respeto por ti y no te ve como una figura de autoridad. Además, puede resultar peligroso para él. Un padre debe saber dónde está su hijo físicamente todo el tiempo.[2]
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    Empieza a negociar de manera inteligente. Cada vez que tu hijo pida algo, pídele que haga algo por ti primero. Si él desea jugar con un vecino o jugar videjuegos, en lugar de decirle “hazlo”, pídele que limpie primero su habitación o que te ayude a lavar los platos o a sacar la basura.[3]
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    Haz que el tiempo en familia sea una prioridad. Una de las razones principales por las que un niño se vuelve consentido es porque los padres se sienten culpables de no pasar tanto tiempo con su hijo como deberían. Entre tu trabajo y las actividades de tu hijo (fútbol, baile, etc.) y la vida social de cada uno de los miembros de la familia, puede resultar difícil hacer cosas tan simples como cenar juntos como familia.
    • Debes pasar tiempo con tus hijos, ya sea se trate de compartir un almuerzo o únicamente relajarse y hablar. Asimismo, tus hijos deben pasar tiempo con la familia extendida (abuelos, tíos y primos). No olvides que el trabajo, las actividades extracurriculares y los amigos pueden ir y venir, pero las relaciones familiares duran toda la vida.[4]

Parte 2
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Ser el adulto

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    Establece los límites. Preséntale a tu hijo o hijos los lineamientos para una vida en familia: reglas, expectativas, tareas, etc.
    • Deja en claro de dónde proceden estas reglas. Tú eres el adulto y ayudas a los demás a mejorar. Asimismo, las reglas ayudan a todos a saber qué está bien y qué no. Explícales que no es necesario que los niños estén de acuerdo con las reglas, sino que se espera que las sigan.[5]
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    Establece expectativas claras y simples. También incluye instrucciones sobre el cuándo y el cómo. Recuerda que tu hijo debe saber exactamente lo que se espera de él. Por ejemplo, “Cada vez que te cambies, quiero que coloques la ropa sucia en la canasta y no en el suelo” y “Quiero que guardes tu juguete cuando hayas terminado de jugar con él, antes de comenzar a jugar con otra cosa”. No olvides ser lo más específico que te sea posible.[6]
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    Sé consistente. Una vez que hayas establecido las reglas, observa que se cumplan. Si no lo haces, tu hijo simplemente aprenderá que puede desafiarte, ignorarte o negociar contigo.
    • No te cuestiones a ti mismo. Si dijiste “Solo una galleta” y, entonces, empiezas a pensar que estaría bien darle otra, mantén tu primera posición. Incluso si comer dos galletas no es gran cosa, los niños podrían pensar que pueden desafiarte en todo.
    • Cuando se viola una regla, muestra las consecuencias sin involucrarte en discusiones innecesarias. Por ejemplo, si tu hijo no limpia su habitación aunque se lo hayas pedido y aunque le hayas dado una advertencia, simplemente aplica el castigo.[7]
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    Evita las amenazas vacías. No amenaces a tu hijo con darle un castigo que no puedes o que no podrás cumplir. Tarde o temprano, tu hijo te desafiará a cumplir con tus amenazas y creerá que no las cumplirás y que no habrá consecuencias.
    • Si no estás seguro de cuál es la consecuencia apropiada para un determinado comportamiento, di que necesitas tiempo para pensar en ella. Recuerda que las consecuencias deben darse de acuerdo con el mal comportamiento. Por ejemplo, si a tu hijo se le olvida completar su tarea, pero pasa mucho tiempo con su iPad, quítaselo hasta que veas una mejora en lo relativo a las tareas escolares. [8]
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    No cedas ante los lloriqueos, las quejas, las súplicas o cualquier otro mal comportamiento. Una vez que hayas dicho que “no” a algo o dado un castigo como consecuencia de un comportamiento en particular, no te retractes. Permanece calmado, incluso si tu hijo hace una escena. Si nunca cedes, tu hijo aprenderá que estas tácticas ya no funcionan.
    • En público, esta estrategia puede ser vergonzosa y estresante. Sin embargo, aún es mejor que ceder ante un mal comportamiento. Si resulta necesario, sal del lugar y lidia con tu hijo en casa, pero no te retractes de tu decisión.[9]
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    Involucra a otras figuras de autoridad. Asegúrate de que tú y tu cónyuge o pareja están en la misma página y permite que los abuelos, niñeras y otras personas involucradas en el cuidado de los niños sepan lo que estás haciendo. Es mejor si estas personas no minan tus esfuerzos al ceder ante un lloriqueo extremo, justificar un mal comportamiento o llenar a tu hijo de regalos.[10]

Parte 3
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Enseñar gratitud y responsabilidad

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    Enséñale a tu hijo a decir palabras que demuestren buena educación. “Por favor” y “gracias” deben haberse enseñado en una etapa temprana durante la evolución del vocabulario de tu hijo. Si este no es el caso, nunca es muy tarde para empezar. Una manera simple de enseñarle a un niño a usar estas palabras es usarlas tú mismo.
    • Di: “Limpia tu habitación, por favor” en lugar de decir “¡Limpia tu habitación ahora mismo!”.
    • Cuando tu hijo reciba algo, motívalo a decir gracias con una frase como: “Ahora, ¿qué se dice?”.[11]
    • Pídele ayuda a tu cónyuge. Si tú preparaste la cena, haz que tu cónyuge diga: “Gracias por preparar esta comida, está muy buena… ¿Ustedes qué opinan de la cena, niños?”.
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    Establece reglas para toda la familia. Cuando los niños son muy pequeños, es natural arreglar sus desastres. Sin embargo, tan pronto como te sea posible, empieza a enseñarles el principio de la autosuficiencia y enfatiza el hecho de que cada miembro de la familia debe contribuir al éxito del hogar.
    • Puedes empezar por enseñarle a tu hijo a recoger sus juguetes después de jugar con ellos. Añade expectativas adicionales según tu hijo vaya creciendo.
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    Sé un buen ejemplo. Esperar que tu hijo trabaje duro no funcionará si tú no lo haces también. Asegúrate de que tu hijo te vea trabajando y sepa que, a menudo, te encargas de tareas y recados aun cuando preferirías hacer otras cosas en su lugar.
    • Sé educado en público. Di “por favor” y “gracias” a los empleados de las tiendas y de los restaurantes cuando compres cosas u ordenes una comida. Di “lo siento” si te chocas con alguien por accidente o si debes interrumpir una conversación para atraer la atención de una persona.[12]
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    Completen las tareas juntos. Las tareas grandes, tal como limpiar una habitación o lavar los platos después de una comida, pueden resultar abrumadoras para los niños, por lo que deben trabajar juntos, por lo menos, en un inicio. Hacerlo te permitirá enseñarle a tu hijo cómo realizar tareas de manera adecuada. También le permitirá sentirse más cómodo y capaz.
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    Sigue un cronograma de tareas. Tendrás más éxito en que todos completen sus tareas si sigues un cronograma. Es menos probable que un niño se queje si se da cuenta de que, por ejemplo, siempre se espera que limpie su habitación los domingos.
    • Asimismo, enséñale que las tareas vienen antes que la diversión. Si tiene una responsabilidad que cumplir ese día, pero Jake, el vecino del otro lado de la calle, llamó para pasar el tiempo con él y jugar con la pelota, haz que tu hijo complete la tarea primero y luego déjalo salir a jugar.[13]
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    Enséñale a cultivar la paciencia. A menudo, los niños sufren para aprender a cultivarla, pero tendrán más éxito si aprenden que deben esperar o esforzarse por obtener recompensas. Explícale a tu hijo que no puede tener lo que quiere de inmediato o todo el tiempo.
    • Involucrar a tu hijo en el planeamiento de algo deseable, tal como un viaje, puede resultar útil. Explícale que primero deben ahorrar una determinada cantidad de dinero. Asimismo, enfatiza cuánto más placentero será el viaje debido a que esperaron e hicieron planes.
    • Deja que tu hijo vea que tú no obtienes todo lo que quieres de inmediato. Si vas de compras y ves unos pantalones jeans que te gustan, pero no crees que debas comprarlos, di: “Quizás simplemente esperaré a que estén de oferta. Tengo otros que todavía se ven bien”.[14]
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    Pon énfasis en las recompensas no materiales. Sin importar si tienes dinero para comprar cosas, es mejor que no le compres a tu hijo todo lo que desea. En particular, trata de no recompensar un buen comportamiento únicamente con cosas materiales. Por el contrario, recompensa a tu hijo con tiempo que puedan pasar juntos haciendo algo divertido.
    • Da ánimos en lugar de regalos. Si tu hijo juega un excelente partido de fútbol, dile lo orgulloso que te sientes y qué tan animado estaba el entrenador, en lugar de comprarle un regalo. Si tu hijo trae a casa un excelente informe de calificaciones, dile que te sientes extremadamente orgulloso, dale un abrazo y ofrécele llevarlo a ver una película o dar un paseo en bicicleta contigo en el parque, en lugar de comprarle algo.[15]
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    Enséñale a tu hijo a trabajar por determinadas cosas. Si tu hijo está particularmente interesado en adquirir algo material que no le es necesario, usa esta oportunidad para enseñarle el valor del dinero. Ayúdale a ganar dinero haciendo sus tareas y a ahorrarlo. En el caso de cosas más costosas, puedes pedirle a tu hijo que gane y ahorre determinado porcentaje del precio y decirle que tú pagarás el resto cuando te sea posible.[16]
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    Ignora las quejas relacionadas con lo que otros niños tienen y hacen. Cuando tu hijo diga “pero los otros niños tienen..." o “pero mi amigos no tienen que...", dile a tu hijo que debe seguir las reglas de su familia. Enfatiza el hecho de que estás haciendo lo que consideras lo mejor y que él debería estar agradecido por lo que tiene, ya que algunos niños tienen menos que eso.[17]
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    No te disculpes por fijar límites o por decir que no. Si no puedes comprarle algo a tu hijo porque no tienes suficiente dinero, no hay necesidad de disculparte. Simplemente debes decirle la verdad: “Me gustaría comprarlo para ti, pero no puedo. Quizás sea posible en una ocasión especial, como tu cumpleaños”. También puedes mencionar que él podría ahorrar para comprar lo que quiere por sí mismo.
    • No te disculpes por aplicar el castigo designado para un mal comportamiento. Las consecuencias son parte de la vida y tu hijo debe aprender que no puede actuar como le da la gana todo el tiempo. Aprender a obedecer las reglas de la casa ahora le ayudará a obedecer las reglas del trabajo y a obedecer las leyes cuando sea adulto.[18]
    • Guarda las disculpas para cuando hayas hecho algo mal (por ejemplo, si perdiste tu temperamento y te sientes mal al respecto). Decir "no" no está mal; es parte de ser padre.
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    Cuenten sus bendiciones juntos. Incluso si tu familia no es espiritual ni religiosa, no tiene nada de malo mencionar en voz alta las cosas por las que están agradecidos. Los niños suelen hablar sobre sus juguetes en un inicio, pero anímalos a hablar también sobre tenerse el uno al otro, a sus mascotas, su salud, su casa y su comida.
    • Ofrézcanse como voluntarios para ayudar a los menos afortunados. Busca maneras de hacerlo en un albergue para animales de tu localidad, un albergue de personas sin hogar o un comedor popular. De manera alternativa, puedes hacer una lista de productos y organizar una donación para que otras personas traigan las cosas necesarias para las personas (o animales) en necesidad. Esto hará que tus hijos se sientan bien con respecto a brindar ayuda y también los hará sentirse más agradecidos por las cosas que tienen.[19]

Consejos

  • Entiende que dejar de consentir a un niño es un proceso gradual. Toma tiempo dejar de hacerlo y tomará tiempo enseñarle nuevos valores y un mejor comportamiento.
  • La mayoría de niños tienen impulsos naturales para demostrar compasión y ayudar a otros. Cultiva estos impulsos al enfatizar qué bien se siente hacer que otros se sientan bien.
  • Pide ayuda. Es posible que necesites apoyo, incluso si solo se trata de consejos, de otros padres más experimentados. Habla con tus propios padres, tu cónyuge, grupos de apoyo para padres, terapeutas familiares o trabajadores sociales o, de lo contrario, busca una clase de educación para padres que te brinde más consejos sobre cómo ser un mejor padre.
  • Una excelente forma de enseñar valores es predicar con el ejemplo. Por ejemplo, si no quieres que diga palabrotas simplemente no las emplees tú delante de ellos.

Advertencias

  • No permitas que la situación se salga de control. En este caso ya se habla de que el niño está malcriado.

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