Las actitudes prepotentes suelen alejar a las personas, lo que puede ocasionar que alguien se quede sin amigos y, de tal manera, se vuelva solitario. Sin embargo, al recordar poner a las personas primero, practicar la humildad y controlar tu lenguaje corporal, podrás superar cualquier tipo de comportamiento que parezca prepotente. Puedes aprender a poner a las personas primero y practicar la humildad al escuchar activamente lo que digan y al considerar otras opiniones. Además, cuando interactúes con las personas, habla a un ritmo normal y evita tener un lenguaje corporal que demuestre impaciencia.

Método 1
Método 1 de 3:
Poner a las personas primero

  1. 1
    Escucha más. Trata de escuchar más las opiniones de las personas en vez de controlar la conversación al hablar siempre. No solo escuches, sino más bien presta atención activamente a lo que digan. Enfócate en comprender la observación que se hace y tómate algunos minutos para asimilar la información. Mientras hablan, escucha en vez de formular una respuesta. Luego, brinda una respuesta adecuada.[1]
    • Por ejemplo, “Así que lo que dices es que, al ser vegetariano, también eres consciente del ambiente. Esa es una observación muy interesante. Nunca lo consideré desde ese ángulo”.
    • Practica prestar atención activamente al mantener un contacto visual con el orador, asentir ocasionalmente con la cabeza y hacer algunas preguntas aclaradoras cuando haya terminado.[2]
  2. 2
    Dales mérito a las personas. Es normal querer sentirte bien y atribuirte el mérito de un logro. Sin embargo, lo más probable es que no lo hayas logrado por tu cuenta. Siempre hay alguien, como un amigo, un familiar, un mentor o un compañero de trabajo, que te ayudó a lograr tu meta al apoyarte.[3]
    • Tómate el tiempo para darles el mérito que tus partidarios se merecen. Por ejemplo, puedes decir “Me esforcé bastante para ingresar en la escuela de leyes, pero no podría haberlo logrado sin el apoyo de mis amigos y familiares. Siempre estuvieron allí para alentarme cuando tenía poca motivación”.
  3. 3
    Considera otras perspectivas. Siempre reconoce las perspectivas de las personas de una manera positiva. Pospón las críticas al dejar que el orador termine lo que dice y al no interrumpirle con argumentos diferentes. No ganas ni aportas nada si lo atacas o criticas. Cuando sea tu momento para responder, brinda una respuesta sincera, honesta y franca.[4]
    • Por ejemplo, puedes decir “Esa es una observación interesante. Sin embargo, otras personas argumentan que los perros, en especial los pitbull y los pastores alemanes, no son agresivos por naturaleza. Al contrario, esto depende de su socialización y entrenamiento. ¿Qué piensas al respecto?”.
  4. 4
    Ayuda a otros. En lugar de sentirte mejor porque sabes cómo hacer algo mejor que alguien más, siéntete así porque ayudaste a alguien a mejorar. Al ayudar a las personas, podrás crear amistades duraderas.[5]
    • Por ejemplo, si un compañero de trabajo tiene dificultades con su redacción, ofrécete a leerla y editarla, además de compartirle tu opinión al respecto.
    Anuncio

Método 2
Método 2 de 3:
Esforzarte por ser humilde

  1. 1
    Determina tu valor propio. Normalmente, la prepotencia proviene de la inseguridad y el miedo al rechazo. Sin embargo, al conocer tu valor propio, puedes sentir mayor seguridad acerca de ti. Cuando eso pasa, hay menos probabilidades de que critiques a las personas.[6]
    • Siéntate y haz una lista de tus fortalezas, debilidades, logros y fracasos. Al conocerlos, podrás evaluar tu valor propio y encontrar tu confianza interna, además de tu humildad. Por ejemplo, una de tus fortalezas podría ser que cuentas con mucha motivación, mientras que una debilidad podría ser que ignoras rápidamente las opiniones diferentes a las tuyas.
    • Si necesitas ayuda, pídele a un amigo o familiar que te diga las características que más admira de ti, además de las características de las que crea que debas encargarte.
  2. 2
    Evita compararte con otras personas. La prepotencia suele desarrollarse por envidia, y por la sensación de que solo puedes sentirte mejor contigo mismo al sentirte superior a los demás. Recuerda que tus experiencias de vida, fortalezas y debilidades son únicas para ti. Por lo tanto, compararte con otras personas no es productivo, ya que sus experiencias y circunstancias no son las mismas que las tuyas.[7]
  3. 3
    Ponte en perspectiva. Si eres bueno en algo o tienes cualidades que te hacen sentir orgulloso (por ejemplo, buena apariencia, inteligencia o habilidad en un área en particular), es fácil caer en la trampa de pensar que eres mejor que otras personas. A esto se le conoce como superioridad ilusoria.[8] Reconocer tu sentido de superioridad ilusoria no significa que debas sentirte mal contigo mismo o minimizar tus propias buenas cualidades. Simplemente date cuenta de que muchas otras personas poseen también dichas cualidades, y que eso no te hace inherentemente superior a los demás.
  4. 4
    Ten una actitud receptiva. Trata de comprender que no conoces todo y que tu opinión es solo eso, una opinión. Todas las personas tienen el derecho de tener su opinión, y no debes menospreciar a alguien solo porque la suya es diferente. En lugar de ello, cuenta con una actitud receptiva. Busca las similitudes entre los demás y tú, en vez de las diferencias.[9]
    • Por ejemplo, si tienes perspectivas negativas acerca de una religión o una cultura, entrevista a alguien de dicha cultura. Tu intención debe ser escuchar y aprender en vez de tener una discusión o confirmar tus sospechas.
  5. 5
    Controla tus palabras. Menospreciar a las personas arruina tu habilidad de trabajar y relacionarte con ellas. Asimismo, crea una atmósfera tensa en la que se sienten inferiores, mientras tú te sientes superior. Al controlar tus palabras y acciones, además de las reacciones de las personas, puedes ser más consciente del lenguaje prepotente y sus efectos.[10]
    • Trata de evitar las frases prepotentes, como “Oh, descífralo por tu cuenta”, “Déjame ver si puedo ponértelo en términos simples”, “Ya pensamos en eso” o “Lo que ella trata de decir es que...”.
    • En lugar de ello, di “Quizás no me expresé claro”, “¿Dices que los vegetarianos también son conscientes del ambiente?” y “Sí, esa es una observación interesante y valiosa. La incorporaremos”.
    Anuncio

Método 3
Método 3 de 3:
Regular tu lenguaje corporal

  1. 1
    Habla a un ritmo normal. Disminuir la velocidad de tu plática para que las personas puedan “comprenderte” mejor hace que el oyente se sienta inferior ya que es la manera en que un adulto le habla a un niño. Cuando le expliques algo a alguien, no asumas que él es el problema. Lo más probable es que no lo expliques clara o correctamente.[11]
    • Por ejemplo, no digas “Estudiaré... la manera... en que... los humanos... interactúan... en grupos”. Al contrario, habla normalmente al decir “Estudiaré la manera en que los humanos interactúan en grupos. Déjame explicar a lo que me refiero con interactuar”.
  2. 2
    Trata de no referirte a ti en tercera persona. Referirte en tercera persona te da un aire de superioridad. Debes evitar hacerlo si no quieres verte prepotente.[12]
    • Por ejemplo, no digas “Ella ganó un premio prestigioso por su trabajo escrito” si te refieres a ti.
    • Asimismo, trata de no enfatizar las palabras “yo” y “mi” cuando hables. Por ejemplo, no digas “Yo opino que mi libro es el mejor”.
  3. 3
    Nivela tu cabeza y mentón. Mientras conversas con las personas, siempre mantén nivelados la cabeza y el mentón. Si haces que este último apunte hacia arriba con la frente hacia atrás mientras miras hacia abajo por la nariz, te verás superior. Esta posición de la cabeza indica que crees que sabes más que la otra persona y que tu opinión es más importante y válida.[13]
    • De igual forma, trata de evitar el lenguaje corporal que indique impaciencia, como los suspiros ruidosos, voltear los ojos, mirar constantemente a tu reloj de mano o teléfono celular, jugar con los dedos y bostezar.[14]
    Anuncio

Acerca de este wikiHow

Trudi Griffin, LPC, MS
Coescrito por:
Consejera profesional
Este artículo fue coescrito por Trudi Griffin, LPC, MS. Trudi Griffin es un consejero profesional con licencia en Wisconsin especializado en adicciones y salud mental. Brinda terapia a las personas que luchan contra las adicciones, la salud mental y los traumas en entornos de salud comunitaria y práctica privada. Recibió su maestría en Consejería Clínica de Salud Mental en la Universidad Marquette en 2011. Este artículo ha sido visto 72 922 veces.
Anuncio