Enrique III de Francia

Enrique, como rey de Polonia y gran duque de Lituania; por Marcello Bacciarelli.

Fue el cuarto varón y sexto hijo del rey Enrique II y Catalina de Médicis. Bautizado con el nombre de Alejandro Eduardo, se le concedió el título de duque de Angulema. En 1560, a la muerte de su hermano Francisco II y tras ser designado rey su otro hermano Carlos IX, se convirtió, en tanto que heredero al trono de Francia, en duque de Orleans. El 17 de marzo de 1564, al recibir el sacramento de la confirmación, adoptó el nombre de su padre, Enrique.[1] En 1566, recibió el título de duque de Anjou.

El 11 de mayo de 1573, fue elegido soberano de Polonia y gran duque de Lituania, donde reinó nominalmente desde el 24 de enero hasta el 18 de junio de 1574.

En 1573, tras la muerte del monarca polaco-lituano Segismundo II Augusto Jagellón, Jean de Monluc fue enviado como embajador de Francia a Polonia para negociar la elección de Enrique al trono polaco a cambio de apoyo militar contra Rusia, de asistencia diplomática en las relaciones con el Imperio otomano y de ayuda financiera.

El 16 de mayo de 1573, en la primera Libre elección, los nobles polacos lo eligieron como el primer monarca electo de la República de las Dos Naciones. Sin embargo, los nobles lituanos boicotearon estas elecciones, y se dejó al consejo lituano ducal para confirmar su elección. Así, la mancomunidad eligió a Enrique, en lugar de los candidatos de la casa de Habsburgo, en parte, con el fin de ser más agradable al Imperio otomano (un aliado tradicional de Francia a través de la alianza franco-otomana), y fortaleciendo así la alianza Polaco-otomana, que también estaba en efecto.

En una ceremonia en París, el 13 de septiembre de 1573, la delegación de Polonia le entregó el "certificado de elección al trono de Polonia-Lituania". Pero, hasta enero de 1574, Enrique no logró llegar a las fronteras de Polonia. El 21 de febrero se celebró la coronación de Enrique como rey polaco, pero a mediados de junio de 1574, Enrique se despidió de Polonia para regresar a Francia, al enterarse de que había muerto su hermano, Carlos IX. La ausencia de Enrique provocó una crisis sucesoria que los nobles intentaron resolver mediante notificación a Enrique de que perdería su trono si no regresaba de Francia antes del 12 de mayo de 1575.

El corto reinado de Enrique en el castillo real de Cracovia, en Polonia estuvo marcado por un choque de culturas entre los polacos y los franceses. El joven rey y sus seguidores se sorprendieron por varias prácticas polacas y se decepcionaron por la pobreza rural y la dureza del clima del país. Los nobles polacos, por su parte, se preguntaron si todos los franceses estaban tan preocupados por como su nuevo rey parecía ser.

Los polacos, por otro lado, consideraban a los franceses como afeminados, y los gobernantes estaban resentidos con los disfraces extranjeros y el amor por las joyas.

Por otro lado, Waleza estaba encantada con Wawel, un castillo cómodo y espacioso, tres veces más grande que el Louvre. Aquí es donde Walezy por primera vez se encontró con las instalaciones en forma de letrinas y alcantarillado [la nota a pie de página es necesaria]. En aquella época, Francia no conocía tales soluciones: la aristocracia que habitaba palacios y castillos franceses se ocupaba de las necesidades fisiológicas allí donde era posible (a menudo eran chimeneas y pasillos). Según una leyenda o anécdota, Henryk Waleza, escapándose de Cracovia a París, también llevó consigo un juego de tenedores, que vio por primera vez en Polonia y que en Francia serían desconocidos muchos aspectos, la cultura polaca tuvo una influencia positiva en Francia.^{[cita requerida]}. A su regreso a Francia, Enrique ordenó la construcción de dichas instalaciones en el Louvre y otros palacios. Otras invenciones introducidas en Francia desde Polonia incluyen un baño con agua caliente y fría regulada.^{[cita requerida]}

Moneda de Enrique III, 1577.

Enrique fue coronado rey de Francia el 13 de febrero de 1575, en la Catedral de Reims. Aunque se esperaba que tuviera un heredero de su boda con Luisa de Lorena (14 de febrero de 1575), no fueron capaces de concebir un hijo.

En 1576, Enrique firmó el Edicto de Beaulieu, otorgando muchas concesiones a los hugonotes. Su acción dio lugar a que el activista católico, Enrique de Guisa, forme la Santa Liga Católica conocida simplemente como la Liga. Después de muchas negociaciones, Enrique se vio obligado a dejar sin efecto la mayor parte de las concesiones que se habían hecho a los protestantes en el edicto.

En 1584, su hermano y futuro heredero, Francisco de Anjou, murió. Al no tener hijos, fue nombrado sucesor su primo Enrique de Navarra, hugonote. Esta arriesgada elección abrió un conflicto sucesorio que se conoce con el nombre de la guerra de los tres Enriques (el propio Rey, el de Navarra y el duque de Guisa). El 12 de mayo de 1588, fecha que pasó a la Historia como el día de las barricadas, el alzamiento armado de los partidarios de la Liga Católica lo obligó a abandonar París, refugiarse en Chartres y convocar los Estados Generales en Blois, donde tuvo que confirmar que se comprometía a erradicar al protestantismo de Francia. Ordenó entonces asesinar al duque de Guisa, jefe de la principal facción católica adversaria de la monarquía y líder de la Liga, en Blois en diciembre de 1588.

Enrique III de Francia.

El 1 de agosto de 1589 el rey fue apuñalado por Jacques Clément, fraile dominico perteneciente a la Liga. Falleció al día siguiente y su primo Enrique de Navarra fue su sucesor con el nombre de Enrique IV. Enrique III fue el último rey de la dinastía de Valois, que reinó en Francia entre 1328 y 1589.

La imagen tradicional de Enrique III le representa como un rey afeminado y amanerado que solía rodearse de jóvenes favoritos vestidos con trajes estrafalarios. Esta caricatura ha sido cuestionada por varios historiadores como Pierre Champion, Pierre Chevallier o Nicolar Le Roux, que avanzan que sería fruto de la propaganda divulgada tanto por la Liga y los hugonotes, como por cortesanos descontentos con los cambios en las costumbres de la Corte, y que no hay fuentes fidedignas que permitan asegurar que fuera exclusivamente homosexual.

Se dijo que era estéril y sexualmente ambiguo. Tuvo numerosos amantes, a los cuales paseaba por las calles de París con los labios pintados y vestidos de mujer. Organizó torneos con estos amantes, los cuales adoptaban poses femeninas durante las justas. Sus amantes se peleaban por conseguir ser el favorito de Enrique, llegando al asesinato.

Por otro lado, los autores contemporáneos de Enrique III como Pierre de L'Estoile[2] y Pierre de Brantôme sólo recalcaron su pasión asidua por las mujeres. Tuvo numerosas amantes: las más conocidas fueron Louise de La Béraudière du Rouhet, Françoise Babou de La Bourdaisière (madre de Gabrielle d'Estrées) y Renée de Rieux de Chateauneuf. Tras su matrimonio con Luisa de Lorena, sus aventuras fueron más discretas pero se le conocieron escarceos con jóvenes como las señoritas d’Assy, de La Mirandole, de Pont, de Stavay, y con una de las hermanas de Gabrielle d’Estrées.[3]

La principal fuente de la época que ridiculiza su posible homosexualidad y le atribuye toda clase de vicios y crueldades es un panfleto del embajador de Saboya, René de Lucinge, publicado en 1586 para descalificar al Rey y justificar así la creación de la Liga. En los años siguientes se multiplican los panfletos del mismo tipo por parte de miembros de la Liga, para legitimar su levantamiento y llamar al regicidio.[4]

En aquella época de guerras internas, no faltaron los panfletos que buscaron el descrédito del Rey. Aparecieron dentro de la misma Corte, procedentes del partido de los Malcontents, miembros de la alta nobleza despechados que reprochaban al Rey no darles preeminencia sobre los miembros de la Corte pertenecientes a la pequeña y media nobleza, limitando así su tradicional influencia política.[4] También surgieron en el bando protestante.[4]

En 1583, siendo patrón de la orden de los Flagelantes Blancos de la Anunciación (Blancs Battus de l'Annonciation), organizó una gran procesión el Jueves Santo de ese mismo año desde los Agustinos hasta Notre Dame. Todos los grandes dignatarios del reino fueron obligados a acompañar al monarca. Sin embargo, las risas del pueblo de París, que se tomó a chanza la supuesta demostración de fe, aconsejaron a Enrique la renuncia al patronazgo de dicha orden.[5][6]

Enrique III impuso algunos utensilios muy importantes actualmente: el tenedor y la servilleta.

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