Existencia de Dios

La existencia de Dios es un tema que plantea cuestiones filosóficas fundamentales en relación con la ontología, e implica un debate entre diferentes ideas, cuya expresión habitualmente no se limita al mundo de la racionalidad, sino que se extiende al de las creencias. El teísmo y el ateísmo son las posturas teóricas favorables y contrarias a la existencia de Dios o divinidad alguna, respectivamente. Por su parte, el agnosticismo niega la posibilidad de conocer la existencia de Dios.

El debate en torno a este tema ha sido objeto de argumentos a favor y en contra, propuestos por filósofos, teólogos y otros pensadores. Los argumentos a favor de la existencia de Dios suelen incluir cuestiones metafísicas, empíricas, antropológicas y gnoseológicas. Las alegaciones en contra, suelen incluir cuestiones empíricas y razonamientos deductivos o inductivos. Sin embargo, no existe una definición universalmente aceptada de Dios. Algunas definiciones sobre Dios no son tan específicas como para permitir llegar a probar que exista una realidad que se ajuste a tales definiciones, y por lo tanto existen diferentes líneas de debate.

Aunque hace tiempo buena parte del mundo académico occidental veía la cuestión de la existencia de Dios como un tema intocable o un pseudoproblema, esta cuestión ha vuelto a suscitar debates vivos en filosofía. De hecho, se ha llegado a escribir: «En el mundo académico, Dios no está muerto en referencia a la muerte de Dios descrita por Nietzsche: volvió a la vida a finales de los años sesenta».[1]

Aspectos filosóficos y religiosos

Definición de Dios

En la cultura occidental, el término «Dios» normalmente se ha referido al concepto teísta de un ser supremo, diferente de cualquier otro ser. El teísmo clásico afirma que Dios posee toda posible perfección, incluyendo cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia, y que es providente con su creación.

Sin embargo, esta definición no es la única posible definición de Dios. Otros enfoques filosóficos toman una simple definición de Dios como «motor inmóvil» o «causa incausada»,[2] o «el creador definitivo»[3] o «un ser superior sobre el cual nada puede ser concebido»[4] a partir de lo cual se pueden deducir sus propiedades clásicas.[5] Por el contrario, el panteísmo no cree en un Dios personal. Por ejemplo, Spinoza y sus seguidores filosóficos (por ejemplo, Einstein) utilizan el término «Dios» en un sentido filosófico particular, para significar, aproximadamente, la sustancia o principios esenciales de la naturaleza.[6] Para Spinoza ningún ser obra por fines, esto es solo una ilusión humana; los humanos creén que lo hacen, y, por antropomorfismo le atribuyen a dios lo mismo. Solo obra por un fin un ser deseoso de algo que no tiene, pero esto es absurdo decirlo de un dios infinitamente perfecto.

Este razonamiento puede ser expresado mediante el silogismo:

-Solo obra por un fin, quien desea algo que no tiene. (Premisa Mayor)

-Dios es infinitamente perfecto. (Premisa Menor)

-Ergo, Dios no tiene razón alguna para obrar. (Conclusión)

El Dios de Spinoza no es consciente, solo es una secuencia, por su propia naturaleza todas las cosas se siguen de él; así como 1, 2, 3 y le sigue el 4. Este Dios además es una causa inmanente, todo lo que produce permanece en él y no fuera de él.

En la rama del hinduismo denominada advaita vedanta, la realidad se considera en última instancia un único ser, ajeno a las cualidades y al cambio, llamado nirguna Brahman (‘Dios sin cualidades’), que se supone más allá de la comprensión humana ordinaria; siendo el mundo que normalmente percibimos, compuesto de pluralidad de objetos, provocado por las consecuencias de nuestras acciones. La doctrina adwaita introduce el concepto de saguna Brahman (‘Bráhman con cualidades’) como una manera de referirse a ese Brahman ante el pueblo.[7] A esta deidad sí se le atribuyen cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia.

Las religiones politeístas utilizan la palabra «dios» para múltiples seres con diversos grados de poder y habilidades, que en relatos como los de la mitología grecorromana (Homero, Hesíodo, Virgilio, Ovidio) aparecen antropomorfizados, con vicios y virtudes humanas (luchando, engañando, discutiendo, etc.).

Vías de conocimiento de Dios

Siguiendo la fe cristiana, los filósofos y teólogos protestantes distinguen dos formas de conocer a Dios:

  • Doctrinas procedentes de la revelación general, es decir, exclusivamente de la razón, obteniendo conclusiones basadas en observaciones relativamente obvias del mundo y de uno mismo.
  • Doctrinas procedentes de la revelación especial, que surgen fundamentalmente de la fe en la revelación inspirada por Dios, incluyendo la vida de Cristo, pero que no pueden ser probadas ni previstas solo por la razón, tales como la doctrina de la Trinidad y de la Encarnación, cómo por ejemplo Juan 3:16.

La Iglesia católica además incluye un tercer tipo de revelaciones, conocidas como revelaciones privadas. Es el caso de apariciones marianas, visiones que experimentaron los santos (como san Pablo), milagros, y otro tipo de fenómenos que no pretenden ampliar ni mejorar la revelación de Cristo, sino que la confirman. Los fieles católicos no tienen obligación de asentir este tipo de revelaciones.

Desde la revelación general

En el marco de quienes piensan poder probar la existencia de Dios desde la razón, el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo la tradición tomista y la definición dogmática del Concilio Vaticano I, postulan que en la doctrina de la Iglesia católica, se admite la validez de pruebas de la existencia de Dios como las presentadas en las Cinco Vías de santo Tomás de Aquino.

Muchas otras confesiones cristianas comparten el punto de vista de que la existencia de Dios puede ser demostrada sin recurrir a la revelación. Los católicos sostienen que el argumento puede ser conocido, en línea de principio, por todos, incluso sin ninguna revelación divina, ya que es anterior a la cristiandad. San Pablo utilizó este argumento al insistir en que los paganos no tenían excusa:

Desde la creación del mundo, la invisible naturaleza de Dios ―es decir, su poder eterno y divinidad― se han percibido claramente en las cosas que han sido hechas.
Pablo de Tarso, Carta a los romanos (1.20)
Desde la revelación especial

La Biblia no parece interesada en demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas o convencionales. Se asume la existencia de Dios como evidente, como creencia natural para el hombre. Pues la fe aunque puede apoyarse en los datos de la razón, no surge necesariamente de un proceso demostrativo:

La idea de que el hombre llega a conocer a Dios, o alcanza comunión con él mediante sus propios esfuerzos es completamente extraña al Antiguo Testamento. Dios habla, aparece; el hombre escucha y contempla. Dios se acerca al hombre; acuerda un pacto o inicia relaciones especiales con el hombre; le da mandamientos. El hombre lo recibe cuando se acerca a Dios, acepta su voluntad y obedece sus preceptos. Jamás se presenta a Moisés o a los profetas en actitud pensante, reflexionando sobre el Invisible y llegando a conclusiones con respecto a él, o ascendiendo a concepciones elevadas de la divinidad. El Invisible se manifiesta a sí mismo ante ellos, y ellos lo saben.
A. B. Davidson[8]

Sin embargo, la vida y obra de Jesús, las experiencias de diversos santos, los milagros como el de Alexis Carrel con la estatua de María en Lourdes (Francia), las apariciones marianas y otros muchos fenómenos que se derivan de esta revelación son y han sido objeto de estudio de numerosos escritores ateos y apologistas cristianos.

Carga de la prueba de la demostración

En el tema de la existencia de Dios se presenta una carga de la prueba impuesta sobre quienes afirman la existencia de Dios; ya que la exigencia contraria (pretender que sean los ateos quienes demuestren que Dios no existe) supone por regla general una imposibilidad lógica, ya que no se puede demostrar una inexistencia. Para los ateos, querer o pedir que se demuestre la inexistencia de Dios no tiene sentido. De esta manera, por ejemplo, la analogía de la llamada tetera de Russell, arguye que la carga de prueba acerca de la existencia de Dios debe recaer en el teísta en vez del no creyente. El razonamiento de Russell es el siguiente:

Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista incluso por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.
Bertrand Russell, en el artículo «Is there a God?» (‘¿Hay un Dios?’)

Aunque en la práctica sí se puede demostrar la inexistencia de algo cuando existe una hipótesis planteada, ya que en matemáticas es muy común desmentir postulados de afirmaciones a priori, ya que su método de comprobación es numérico y el resultado es concreto (por ejemplo, la imposibilidad de la cuadratura del círculo o el teorema de incompletitud de Gödel); la prueba para la no existencia de Dios que se supone es atemporal, aespacial y espiritual, se vuelve casi imposible por métodos numéricos o empíricos. De esta manera, es común exigir la carga de la prueba sobre los teístas.

Sin embargo, la misma dificultad existe para probar la existencia de Dios mediante esos métodos. Y muchos teístas opinan que dada la gran evidencia de la complejidad del cosmos y de la vida, la existencia de seres que interactúan, la consciencia, y otros fenómenos difícilmente explicables por pura física y que no parece ser fruto del azar; la carga de prueba debe caer sobre el ateo, que debe dar una explicación convincente a estos temas.

Argumentos a favor de la existencia de Dios

  • El argumento cosmológico sostuvo que hay una «primera causa», o «motor» de todo lo existente, que es identificado como Dios.
  • Similar al anterior, el argumento de Aristóteles es el del primer motor inmóvil. Es debido a que todo móvil, a su vez debe ser movido por un motor y este a su vez, debe ser movido por otro motor, de modo que la cadena de móviles necesita de un primer motor que no sea movido a su vez por otro. Sobre este primer motor inmóvil, Aristóteles dirá que debe ser acto puro, forma pura, pues si no estuviese en acto sería imposible que pueda ser motor de algo. El libro central donde Aristóteles habla de él es Metafísica XII. Este mismo pasaje será reinterpretado por buena parte de la filosofía occidental (desde santo Tomás de Aquino hasta Kant, y desde san Alberto Magno hasta Hegel). Así, el primer motor funge como el principio último de la cosmología aristotélica. Mueve directamente a los astros del primer cielo, estos tratan de imitarlo dando vueltas en círculo. El círculo responde al acto más perfecto según la mentalidad griega, pues no tiene comienzo ni fin, es continuo. Además, Aristóteles describe al primer motor como "gnoesis gnoeseos" (conocimiento de conocimiento), así el primer motor vuelve sobre sí, conociendo solo lo más perfecto: él mismo. Esto responde al porqué de la estructura esférica del universo según Aristóteles. Por otra parte, no resulta fácil saber si este motor coincida con el Dios cristiano. Da un parecer afirmativo Tomás de Aquino. En otra interpretación, el primer motor aristotélico no conocería el mundo sublunar (la Tierra), sino solo realizaría la actividad más perfecta: pensar, conocer. Y solo puede conocer lo más perfecto que es él mismo. De esta manera no habría lugar para los hombres o el universo en el pensar del primer motor; es más, al primer motor no le interesa conocer algo que no sea él. De aquí se siguen dos rasgos importantes, que el primer motor: no es providente y tampoco nos conoce. Además, no es de algún modo infinito, recordemos que los griegos repudiaban la idea del infinito (cfr. Metafísica II,2). Esto último responde a que el conocimiento es finito (conocer es justo poner límites a la realidad) y el conocimiento de algo ilimitado, al no poder ser fijado, acaba por no ser conocimiento.
  • Las cinco vías de Tomás de Aquino, que aprovecha argumentaciones de Aristóteles y Platón, algunas tan compartidas como la quinta, sobre el orden en el mundo, que llega hasta Voltaire, a su modo: «Hay Dios, porque no hay reloj sin relojero».
  • El argumento teleológico sostiene que el orden del universo y su complejidad se explican mejor por referencia a un Dios creador (argumento similar al del creacionismo o el diseño inteligente contra el evolucionismo darwinista).[9]
  • El argumento ontológico, a diferencia de los demás, es apriorístico, es decir, se trata de una demostración en la que no interviene ningún factor de la realidad. Se basa en argumentos acerca de un «ser mayor que el cual no puede ser pensado». Fue enunciado por primera vez por Avicena y San Anselmo: «Todos, incluso aquellos que niegan la existencia de Dios, tienen en su mente la noción de Dios; en efecto, si no la tuvieran, no entenderían lo que dicen cuando afirman que no existe. Ahora bien, esa noción es la del ser más allá del cual no cabe ni siquiera concebir algo más perfecto. Pues bien, ése ser perfectísimo ha de existir necesariamente, pues, de no ser así, cualquier cosa que existiera sería más perfecta que Él y eso sería contradictorio. Por lo tanto, es necesario que Dios exista». Rechazado por Tomás de Aquino, Roger Bacon, Hume y Kant, entre otros, pero admitido por Descartes, Gödel y Hegel, entre otros. Kant demostró que definir algo incluso como un ser necesario (Dios), no implica su existencia. Alvin Plantinga formula este argumento para demostrar que, si es lógicamente posible para Dios (un ser necesario) existir, Dios existe, pero es incapaz de refutar a Kant y demostrar que sea lógicamente necesario que exista un ser definido como necesario.[10]
  • El problema cuerpo-mente sugiere que la relación de la conciencia con la materia se entiende mejor en términos de la existencia de Dios.
  • Los argumentos que sostienen que alguna cualidad física observada en el universo es de una importancia fundamental y no un epifenómeno (como la justicia, la belleza, el amor o la experiencia religiosa) defienden el teísmo frente al materialismo.
  • El argumento antrópico sugiere que un hecho básico, como nuestra propia existencia, se explica mejor por la existencia de Dios.
  • El argumento moral sostiene que la existencia objetiva de la moralidad depende de la existencia de Dios.
  • El argumento trascendental sugiere que lógica, ciencia, ética, y otras cosas que son tomadas en serio, dejarían de ser tomadas en serio o perderían sentido en ausencia de Dios; y que en última instancia, los argumentos ateos deben refutarse a sí mismos si se insiste con rigurosa coherencia.
  • La apuesta de Pascal, un argumento creado por Blaise Pascal en una discusión sobre la creencia en la existencia de Dios, basado en el supuesto de que la existencia de Dios es una cuestión de azar. El argumento plantea que, aunque no se conoce de modo seguro si Dios existe, lo racional es apostar que sí existe.
  • La doctrina de la voluntad de creer del filósofo pragmático William James es un intento de demostrar a Dios, mostrando que la aprobación del teísmo como una hipótesis «funciona» en la vida de un creyente. Esta doctrina depende en gran medida de la teoría pragmática de la verdad de James, donde las creencias son probadas por la manera en que funcionan después de que son adoptadas, en vez de por pruebas anteriores a la conversión (una forma del método hipotético deductivo).
  • Argumentos basados en la reivindicación de milagros específicos atribuidos a Dios asociados con acontecimientos o personajes históricos.
  • El argumento del consenso universal: la creencia en Dios o en el mundo sobrenatural arranca del paleolítico (suelen interpretarse de ese modo distintas manifestaciones espirituales de la cultura material, desde los rituales de enterramiento hasta el arte paleolítico) y llega hasta hoy mismo (se han calculado cifras de más del 80% de la población mundial como creyente en alguna religión).
  • El físico y sacerdote anglicano John C. Polkinghorne contradice el argumento del problema del mal contra la existencia de Dios, basándose en ideas del escritor británico Charles Kingsley acerca del evolucionismo de Darwin. Polkinghorne expone una justificación de la existencia del mal y el sufrimiento en el mundo (concretamente de la enfermedad del cáncer) desde un punto de vista científico, justificación que hace coherente con la idea de un Dios "bueno". El mal y el sufrimiento no son más que el "coste" de la autonomía, del "hacerse a sí misma", que Dios permite en la naturaleza:
Las mutaciones genéticas engendran nuevas formas de vida, pero exactamente los mismos procesos bioquímicos hacen que otras células mutantes se conviertan en malignas. No se puede tener lo uno sin lo otro. En el mundo hay cáncer no porque el Creador sea indiferente o incompetente, sino porque es el coste inevitable de una creación a la que se le permite hacerse a sí misma. No creo de ninguna manera que esta sea una respuesta completa a las dificultades que plantea el sufrimiento, pero al menos nos deja entrever que la existencia de la enfermedad no es algo gratuito. [Y sobre el sentido de la devoción de Dios:] Dios es merecedor de nuestra devoción porque Dios es en último término el fundamento de la bondad, la verdad y la belleza.[11][12]
  • Francis Collins, genetista coordinador del Proyecto Genoma Humano en Estados Unidos, afirma: «No sé de ningún conflicto irreconciliable entre el conocimiento científico sobre la Evolución y la idea de un Dios creador. Yo soy genetista pero creo en Dios». Otros científicos renombrados que sustentan esta idea: Sir John Houghton, Carl Feit, Russell Stannard.[13]
  • Según Richard Swinburne, catedrático de la Universidad de Oxford, «Las investigaciones científicas recientes sobre la estructura fina del universo demuestran que la materia inicial y las leyes de la naturaleza tenían que presentar cualidades realmente especiales para que en él pudiera evolucionar la vida». Sobre la existencia de leyes fundamentales que rigen la materia, opina Swinburne: «Es algo extraordinario. Creo que Dios debía tener una razón para ello. Que la materia se comporte de este modo, no solo es bello, sino que permite a los seres finitos como nosotros influir sobre el mundo y sobre nuestro prójimo».[14]
  • Según la periodista de divulgación científica Julia Hinde, algunos científicos «señalan que la capacidad cognitiva humana, que supera ampliamente las exigencias impuestas por la presión evolutiva, y que nos permite percibir las complejidades del universo, apunta a Dios. Otros aluden a la incapacidad de la ciencia, hasta el momento, para explicar cabalmente el origen de la vida. [...] Michael Behe, bioquímico de la Universidad de Lehigh en Estados Unidos, sostiene que la evolución darwinista es incapaz de dar cuenta de todo lo que existe en el mundo viviente».[15]
  • El argumento de no contradicción, parte de la idea de que no es Dios; sino el hombre quien debe alcanzar, la virtud. Por lo que su manifestación, estaría estrictamente definida; no en lo material, sino en lo espiritual del hombre.
  • El argumento de la constancia cosmológica, propone que de haber un vestigio del desarrollo del universo, éste, como los vestigios en el desarrollo del hombre podría remitir al creador.
  • El argumento de la sustancia creadora, determina que al ser la materia en un medio (x) menos probable por cada oportunidad llegar a formarse; que por cada oportunidad, se forme una sustancia más similar a la del medio, que en algún punto trazará caminos para ella y gobernará a la misma tal como la consciencia gobierna nuestros cuerpos.

Argumentos en contra de la existencia de Dios

Cada uno de los siguientes argumentos tiene como objetivo mostrar que las características que describen y/o definen a Dios (o a los dioses), posiblemente no responden a la realidad, al carecer intrínsecamente de sentido, ser contradictorias en sí mismas, o hallarse en contradicción con hechos científicos o históricos conocidos. Es decir, que no hay suficientes razones para creer en un Dios o dioses. No obstante, algunos de estos razonamientos se refieren a una definición específica de Dios, ya que no todas las religiones definen a Dios de igual manera.

Argumentos empíricos

Dependen de datos empíricos o demostrables para ejemplificar sus conclusiones.

  • El argumento de las revelaciones inconsistentes se opone a la existencia de la deidad llamada "Dios", como se describe en los libros sagrados (tales como el Tanaj judío, la Biblia cristiana o el Corán islámico) mediante la identificación de contradicciones entre las distintas escrituras, dentro de una misma escritura, o entre la escritura y los hechos conocidos. Para ser eficaz, este argumento requiere confrontarse con la llamada infalibilidad o inerrancia bíblica. La Biblia no es demostración de la existencia de Dios, ya que implicaría un argumento circular: «Dios existe porque dice en este libro que existe», asegura el creyente. «Pero, ¿tal libro lo escribió Dios?», puede preguntar el ateo. A lo que contesta el creyente: «No, lo escribió el hombre, pero fue revelado por Dios», lo que supone un nuevo círculo continuo argumental. Sin embargo los musulmanes presentan el Corán como prueba empírica de la existencia de Dios, no tanto por lo que el Corán afirme que sea revelado por Dios (que sería un argumento circular) sino por su belleza (falacia ad consequentiam). En este sentido, cuando a Mahoma se le solicitaban referencias sobre algún milagro, él respondía que su único milagro había sido el Corán.
  • El problema del mal se opone a la existencia de un Dios que es al mismo tiempo omnipotente y omnibenevolente argumentando que ese Dios no debe permitir la existencia del mal o el sufrimiento en el mundo.
  • El argumento del diseño se opone a la idea de que Dios creó la vida. Recurre para ello a los múltiples ejemplos biológicos que parecen exhibir un mal diseño, así como a la innumerable evidencia de adaptaciones como consecuencia de la evolución biológica. Esta viene regulada por la selección natural y no es resultado del creacionismo o de un diseño inteligente. Este razonamiento se opone al argumento teleológico y a otras teorías.
  • El argumento de la no creencia se opone a la existencia de un Dios omnipotente y de que los seres humanos crean en él. La simple existencia de seres humanos que no lo hacen, demuestra la incapacidad de Dios para lograrlo.
  • El argumento de la parsimonia (o aplicación del principio de la navaja de Occam) sostiene que, dado que teorías naturales (es decir, que no recurren a lo sobrenatural) explican adecuadamente el desarrollo de la religión y la creencia en los dioses,[16] la existencia real de tales agentes sobrenaturales es superflua y puede prescindirse de ella, a no ser que se demuestre su necesidad para la explicación del fenómeno religioso.
  • La falta de apariciones divinas a lo largo de la historia, ya que solo se atestiguan en escasos relatos bíblicos de la Antigüedad y ante muy pocos testigos,[17] se ha esgrimido como fuerte evidencia contra la existencia de Dios. Las nulas pruebas reales de fenómenos sobrenaturales en el espacio, tras siglos de observación astronómica, constituyen otra prueba en contrario. La propia ciencia de la lógica propone: «Todos los cuervos son negros hasta que aparezca uno blanco», de lo que cabe deducir, por transposición lógica, que Dios no existe hasta que aparezca. Las pruebas subjetivas, por sentimientos personales, al estilo de «sentir su presencia y saber que existe», no sirven como prueba, ni para ser falsadas (en referencia al filósofo Karl Popper). Uno podría sentirse habitado también por el Diablo o por el espíritu del pirata Henry Morgan y no habría manera alguna de probarlo. A este respecto, Richard Dawkins escribió en El espejismo de Dios "Cuando una persona sufre delirio, se le llama locura. Cuando muchas personas sufren un delirio, se llama religión".

Argumentos deductivos

  • La táctica del Boeing 747 definitivo, que aparece en el libro El espejismo de Dios, de Richard Dawkins, es un contraargumento del argumento del diseño. Este afirma que una estructura compleja y ordenada tiene por fuerza que haber sido diseñada. Sin embargo, un dios que es el responsable de la creación de un universo tal sería al menos tan complicado como el universo que él ha creado. Por lo tanto, también ese dios debe exigir un diseñador, cuyo diseño del mismo modo requeriría un diseñador, y así, ad infinitum. De esta manera se demuestra que este argumento es una falacia lógica, con o sin petición de principio. Este “truco” muestra que Dios no es el origen de la complejidad, sino que esta simplemente ha existido siempre. También afirma que el diseño no explica la complejidad, que solo la selección natural puede explicar.
  • La paradoja de la omnipotencia sugiere que el concepto de una entidad omnipotente es lógicamente contradictoria, partiendo de la consideración de cuestiones como: "¿Puede Dios crear una roca tan grande que no pueda levantarla?" o "Si Dios es todopoderoso, ¿podría crear un ser más poderoso que él?". Del mismo modo, un dios omnipotente que deseara saber la posición de todos los átomos en el universo a lo largo de sus 14 mil millones de años de historia, así como su futuro infinito, debería poseer una memoria más grande que el conjunto infinito de estados posibles en el universo actual.
  • El problema del infierno es la idea de que la condenación eterna por los actos realizados en una existencia finita contradice la omnibenevolencia y omnipresencia divinas.
  • El argumento del libre albedrío (también llamado paradoja de la voluntad libre o fatalismo teológico) se opone a la existencia de un Dios omnisciente dotado de libre albedrío -el mismo de que se hallan dotadas sus criaturas-, debido a que ambas propiedades son contradictorias. De acuerdo con este argumento, si Dios ya conoce el futuro, entonces la humanidad está destinada a corroborar dicho conocimiento, por lo que se hallaría exenta de la voluntad libre de apartarse de dicho plan. Por lo tanto, nuestro libre albedrío contradice la existencia de un dios omnisciente. Otro argumento que ataca directamente la existencia de un dios omnisciente dotado de libre albedrío es que la voluntad de Dios mismo estaría obligada (y por tanto exenta de libre albedrío) a seguir lo que Dios conoce de antemano de sí mismo, para toda la eternidad.
  • Un contraargumento del argumento cosmológico (todo tiene una causa anterior y superior) parte de la suposición de que las cosas no pueden existir sin haber sido creadas por sus creadores, lo que se aplica a Dios, generándose así un círculo vicioso de creadores. Esto ataca la premisa de que el universo es la segunda causa (después de Dios, que se afirma que es la primera causa).
  • El no-cognitivismo teológico, tal como se utiliza en la literatura, por lo general trata de desmentir el dios-concepto a través de la demostración de que es imposible de verificar por medio de pruebas científicas.
  • El argumento antrópico afirma que, si Dios es omnisciente, omnipotente y perfecto moralmente, habría creado otros seres moralmente perfectos en lugar de seres humanos imperfectos.
  • El desafío del Dios maligno sostiene que, a menos que haya una respuesta satisfactoria al problema del mal, no hay razones para aceptar que exista un Dios omnibenevolente y no uno omnimalevolente en su defecto.

Argumentos inductivos

Este tipo de argumentos procede a través del llamado razonamiento inductivo.

  • La argumentación ateo-existencialista de la no existencia de un ser perfecto y sensible parte, de acuerdo con el existencialismo, del aserto de que la existencia es anterior a la esencia, y de que un ser sensible no puede ser también completo y perfecto. Esto está explicado en El ser y la nada, de Jean-Paul Sartre. Según este filósofo, Dios sería un "pour-soi" (un ser-para-sí, una conciencia), pero sería también un "en-soi" (un ser-en-sí, una cosa), lo que supone una contradicción en los términos. Un argumento similar aparece en la novela Grimus, de Salman Rushdie: «Lo que está completo también está muerto».
  • El argumento de la ausencia de razón trata de demostrar que un ser omnipotente y omnisciente no tendría ninguna razón para actuar de una manera determinada, en particular mediante la creación de un universo, dado que no tendría necesidades, querencias o deseos, ya que conceptos tales son propia y subjetivamente humanos. Esto entraña una contradicción con el hecho de existir el universo; por lo tanto, un Dios omnipotente no puede existir. Este argumento es expuesto por Scott Adams en el libro God’s Debris, que propone una forma de pandeísmo como modelo teológico fundamental. Un argumento similar se presenta en el libro de Ludwig von Mises La acción humana. Se refirió a él como el "argumento praxeológico", afirmando que un ser perfecto debe tener desde siempre resueltos todos sus deseos y necesidades, y, de tomar alguna iniciativa en el presente, esto, por sí solo, probaría su incapacidad, demostrándolo imperfecto.
  • El argumento de la "inducción histórica" concluye que, dado que la mayoría de las religiones teístas a lo largo de la historia (por ejemplo, la religión del Antiguo Egipto, o la antigua religión griega), tanto como sus dioses, finalmente han llegado a ser consideradas falsas o absurdas, todas las religiones teístas, incluidas las contemporáneas, lo son, siguiendo un razonamiento inductivo. Esto se comprende bien a partir de la conocida cita de Stephen F. Roberts: «Yo sostengo que tanto usted como yo somos ateos. Yo únicamente creo en un dios menos que usted. Cuando usted entienda por qué motivo rechaza a todos los demás dioses posibles, entenderá por qué motivo rechazo yo el suyo».
  • Una prueba biológica, fundada en Darwin, es la comprobación de que el ADN del chimpancé y el humano tienen más de un 99% de elementos en común, con el agregado de los numerosos hallazgos, en el registro fósil, del linaje completo humano, desde el Australopitecus hasta el Homo habilis, el Homo ergaster, Homo erectus, Homo heidelbergensis, Homo neanderthaliensis, Homo floresiensis, Homo rhodesiensis y finalmente Homo sapiens. Conocedor Charles Darwin de la filosofía de Epicuro, planteaba al respecto: «No puedo llegar a persuadirme de que un Dios benéfico hubiera creado adrede a los icneumónidos (avispas endoparásitas) con la intención expresa de que se comieran desde dentro a las orugas vivas, o de que los gatos jugaran a muerte con los ratones».[cita requerida]

Argumentos subjetivos

Al igual que los argumentos a favor de la existencia de Dios, los argumentos subjetivos en contra de la divinidad sobrenatural se basan principalmente en el testimonio o la experiencia de testigos, o bien en las proposiciones de las religiones reveladas en general.

  • El argumento testimonial da crédito a los testigos personales contemporáneos y del pasado, que, o bien no creen, o bien dudan de la existencia de Dios, por la simple razón de que nunca se les ha hecho visible.
  • El argumento del conflicto de religiones aduce que cada una de estas da una versión diferente de lo que Dios es y de lo que Dios quiere. Ya que todas las versiones contradictorias no pueden ser correctas, muchas, si no todas las religiones, deben ser erróneas.
  • El argumento de la decepción sostiene que, cuando se le pide, no hay ninguna ayuda visible de Dios, por lo tanto no hay ninguna razón para creer que hay un Dios que provee.

Argumentos hinduistas

El ateísmo hinduista esgrime diversos razonamientos para rechazar un Dios creador o Íshwara. Hay que tener en cuenta que en el hinduismo hay dos corrientes distintas: una que es impersonal (no hay dios) y la otra, que promueve Krishna que rechaza la anterior y señala que hay un dios personal. En la línea impersonal está por ejemplo el budismo.

La doctrina ateísta sankhia

El texto del Samkhia-sutra (o Sankhia-pravachana-sutra) ―de la doctrina Sankhia―, afirma que no hay lugar filosófico para un Dios creador. También se argumenta en este texto que la existencia de Íshwara no puede ser probada, y por lo tanto no puede ser admitida.[18] La escuela sankhia argumenta en contra de la existencia de Dios por motivos metafísicos. Sostiene, por ejemplo, que un Dios inmutable no puede ser la fuente de un mundo siempre cambiante; Dios era una hipótesis metafísica necesaria exigida por las circunstancias.[19] Los textos del sankhia tratan además de demostrar que la idea de Dios es inconcebible y contradictoria, y algunos comentarios son esgrimidos con claridad sobre este tema. El Sankhya-tattva-kaumudi afirma que un Dios perfecto no puede tener necesidad de crear un mundo, y si el motivo de Dios es la bondad, la doctrina inquiere si es razonable llamar a existir a seres que, en el no ser, no padecían sufrimiento alguno. La doctrina sankhia postula que una deidad benevolente debería crear solo criaturas felices, no un mundo imperfecto como el mundo real.[20]

La doctrina ateísta mimansa

Los defensores de la doctrina mimamsa ―fundada en ciertos rituales y en la ortopraxis― afirman que ninguna evidencia supuestamente probatoria de la existencia de Dios era convincente. Argumentan que no hay necesidad de postular un creador para el mundo, al igual que no había necesidad de un autor para componer el Rig-veda (el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C.) o de un dios para validar los rituales.[21] El mimamsa afirma que los dioses mencionados en los Vedas no tienen existencia aparte de los mantras que repiten sus nombres. En ese sentido, el único poder divino emanará de los mantras.[22]

Véase también

Notas

  1. La cita original es: «God is not 'dead' in academia; he returned to life in the late 1960s», citado por Quentin Smith en The Rationality of Theism. Habla del cambio experimentado desde la hostilidad hacia el teísmo en la Encyclopedia of Philosophy de Paul Edwards (1967) hacia una mayor simpatía hacia el teísmo en la Routledge Encyclopedia of Philosophy, más reciente.
  2. Tomás de Aquino, véase Cinco vías.
  3. Una reexposición moderna, véase
  4. Según el argumento ontológico de San Anselmo
  5. Véase Richard Swinburne Does God Exist?, o John Polkinghorne.
  6. Ver los artículos sobre estos autores, y sobre todo el artículo de Einstein de 1940 en la revista Nature.
  7. Hebbar, Neria Harish. «El Upanishad principal». Archivado desde htm el original el 8 de marzo de 2009. Consultado el 12 de enero de 2007.
  8. Pearlman, Myer (1992): Teología bíblica y sistemática (pág. 23). Madrid: Vida, 1992. ISBN 0-8297-1372-7.
  9. Richard Dawkins El relojero ciego
  10. Plantinga lo atribuye a Charles Hartshorne. Alvin PLANTINGA (1998): «Arguments for the existence of God». En E. Craig (ed.): Routledge Encyclopedia of Philosophy. Londres: Routledge. Consultado en marzo de 2007, en Routledge.com (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última)..
  11. Harriet Swain, ed.: Las grandes preguntas de la ciencia. Ed. Crítica - Barcelona, 2011. ISBN 978-84-9892-231-8 pp. 24-25
  12. Sobre este aspecto, el físico y cosmólogo británico Roger Penrose, al relacionar la evolución biológica con la Segunda Ley de la Termodinámica, ofrece una peculiar perspectiva cruzada acerca de lo "natural", lo "aleatorio" y lo "milagroso" como factores desencadenantes de la vida. Afirma que la mera existencia de vida no proporciona por sí misma ningún argumento para la plena validez de la Segunda Ley (la que se supone que rige el universo), que postula un punto de partida, o singularidad, extraordinariamente especial, y un aumento subsiguiente de la llamada entropía. De tal manera que, si descartamos la Segunda Ley, «[...] sería mucho menos probable que la creación de vida llegara por medios naturales, ya sea por selección natural o por cualquier otro proceso aparentemente "natural", que por una creación "milagrosa" simplemente a partir de colisiones aleatorias de las partículas constituyentes». Este supuesto de improbabilidad lo trae a colación Penrose debido a que la vida ejemplifica una entropía decreciente, lo que está «en violento desacuerdo con la Segunda Ley, en lugar de ofrecer una demostración de la misma». (En Ciclos del tiempo. Barcelona, Debolsillo, 2011. ISBN 978-84-9989-199-6 p. 52)
  13. citado por Julia Hinde en Las grandes preguntas de la ciencia. Ed. Crítica - Barcelona, 2011. ISBN 978-84-9892-231-8 p. 17
  14. Citado por Hinde en op. cit. p. 19-20
  15. op. cit., p. 20
  16. Pascal Boyer: Religion Explained: The Evolutionary Origins of Religious Thought. Basic Books, 2001.
  17. Cfr. Exodo 33:7-34:35)
  18. Sāṁkhyapravacanasūtra I.92.
  19. The six systems of Indian philosophy (‘los seis sistemas de la filosofía india’), publicado en Google Libros.
  20. Eliot, Charles: Hinduism and buddhism, volumen II, pág. 243. Publicado en Google Libros.
  21. Neville, Robert: Religious truth (pág. 51). Publicado en Google Libros.
  22. Coward, Harold: The perfectibility of human nature in eastern and western thought (pág. 114). Publicado en Google Libros.

Bibliografía

  • Rogelio Rovira (1991). La fuga del no ser. Ediciones Encuentro. ISBN 9788474902747.
  • Antonio Millán-Puelles (2002). Léxico filosófico (2.ª edición). Madrid: Rialp. ISBN 9788432134166. Archivado desde el original el 12 de febrero de 2012. Consultado el 17 de noviembre de 2010.
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