Vísperas sicilianas
Por Vísperas sicilianas[1] se conoce al acontecimiento histórico de la matanza de franceses en Sicilia en el año 1282, que acabó causando el fin del reinado de Carlos de Anjou en la isla, sustituido por los reyes de Aragón.
Guerra de las Vísperas Sicilianas | ||||
---|---|---|---|---|
Parte de güelfos y gibelinos | ||||
Las Vísperas sicilianas (1846), de Francesco Hayez | ||||
Fecha | 1282-1302 | |||
Lugar | Sur de Italia, Sicilia y Malta | |||
Coordenadas | 38°05′59″N 13°21′47″E | |||
Resultado |
Victoria siciliano-aragonesa Cruzada contra la Corona de Aragón Paz de Caltabellota | |||
Cambios territoriales | Separación de los reinos de Sicilia y Nápoles | |||
Beligerantes | ||||
| ||||
Comandantes | ||||
| ||||
El 30 de marzo de 1282, cuando las campanas de las iglesias de Palermo llamaban al oficio de vísperas, se produjo un levantamiento del pueblo de Palermo, que masacró la guarnición francesa (angevina) presente en la ciudad. El levantamiento se extendió a otras localidades de la isla, como Corleone y Mesina, hasta que se expulsó completamente de la isla a los franceses. Los sicilianos llamaron en su ayuda al rey Pedro III de Aragón. Pedro III podía alegar en favor de su causa los derechos de su mujer Constanza, hija del rey Manfredo, de la casa de Hohenstaufen, que gobernó en Sicilia y Nápoles hasta su derrota y muerte a manos de Carlos I de Anjou en la batalla de Benevento.
Los acontecimientos relativos a las Vísperas sicilianas se encuentran relatados en varias crónicas medievales, entre las que cabe citar la famosa Crónica de Muntaner, escrita por Ramón Muntaner, donde se afirma que la chispa que encendió la rebelión en Palermo fue el ultraje que unos angevinos perpetraron a unas damas sicilianas.
Antecedentes
Desde los primeros años del siglo XI, grupos de aventureros normandos habían llegado a Sicilia para servir como mercenarios. Estos aventureros derrotaron a los árabes que ocupaban Sicilia desde 827. Entre los normandos se encontraban Roberto Guiscardo, que pasó a Nápoles y expulsó de allí a los bizantinos con su hermano Roger I de Sicilia, que más tarde completó la conquista de la isla. El reino establecido por los conquistadores ocupaba, por lo tanto, la parte meridional de la península italiana.
Tras cerca de un siglo de dominación normanda, los derechos sobre el reino de Sicilia recayeron en Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Su reinado estuvo protagonizado por el conflicto con la Santa Sede, el cual se enmarcaba en el complicado enfrentamiento entre gibelinos y güelfos, dos facciones encabezadas, respectivamente, por el Emperador y el papa. Federico II fue un poderoso monarca, y los sucesivos pontífices poco pudieron hacer contra él, salvo excomulgarlo.
A la muerte de Federico II en 1250, el papa Inocencio IV vio la oportunidad de librarse de los Hohenstaufen y colocar en el trono siciliano a un príncipe favorable a él. Ya que había sido la Santa Sede la que había otorgado Sicilia a los normandos en el siglo XI, el Pontífice consideraba que quien fuera monarca de Sicilia era vasallo suyo, y podía, por lo tanto, disponer del reino a su antojo.
En un principio propuso la corona siciliana al hermano del rey de Inglaterra, pero no hubo acuerdo y fue rechazado. En cambio, Carlos de Anjou, hermano del rey Luis IX de Francia, aceptó. Su ambición vio en Sicilia una cabeza de puente para conquistar el Imperio bizantino. Fue nombrado rey en una ceremonia celebrada en Roma en 1266.
A la hora de la verdad, ceñir la corona y contar con el apoyo del papa no equivalía en verdad a poseer el reino. Pese a encontrarse en una inestable situación (debida en parte a que el propio pontífice se había dedicado a fomentar las tensiones entre la nobleza feudal del reino), todo el territorio seguía en manos de los Hohenstaufen. Ocupaba el trono Manfredo, hijo de Federico II, aunque ilegítimo. Carlos de Anjou armó un poderoso ejército y se dirigió al sur de Italia, donde derrotó a los sicilianos en la batalla de Benevento, en la que pereció Manfredo. Poco después, la resistencia siciliana, organizada por Conradino, el joven nieto de Federico II, y con el apoyo de los gibelinos italianos, efectuó un intento de recuperar el poder. No lo lograron, pues Carlos los derrotó, capturó a Conradino y ordenó que fuera decapitado. Con ello, Carlos de Anjou se convirtió en el dueño del sur de Italia y Sicilia.
La llegada de los franceses irritó al pueblo siciliano. El rey angevino instauró un gobierno absolutista y estableció una elevadísima presión fiscal. Cuando exigió a los terratenientes que presentaran sus títulos de propiedad, puso a la nobleza siciliana en su contra: como numerosas familias carecían de escrituras, sus tierras, junto con las de los rebeldes convictos, fueron confiscadas y entregadas a los franceses. Un agravio adicional resultó del traslado del centro del poder de Palermo a Nápoles, lo que relegó a la antigua capital a un papel secundario.
Mientras los hombres de Carlos se asentaban en sus nuevos dominios, los principales notables sicilianos partidarios de los Hohenstaufen, entre ellos Giovanni de Prócida, más tarde cabeza visible de las Vísperas, buscaron refugio en la corte del rey Jaime I de Aragón, convirtiendo Valencia en un centro político gibelino. Otro ilustre italiano igualmente afectado fue Roger de Lauria,[2] [3] más tarde gran almirante de la Corona de Aragón, que creció en la corte Jaime I de Aragón a la que se desplazó siendo niño, como paje de Constanza de Hohenstaufen; también sufrió la expropiación de su feudo siciliano. Enrico I de Ventimiglia, el primer noble expropiado por el nuevo rey, se retiró a sus feudos ligures, pero mantuvo comunicación y viajes constantes a Valencia para convencer primero y planificar después la anexión de Sicilia a la Corona de Aragón. Por otra parte, los aragoneses y angevinos mantenían una larga rivalidad. Algunos años atrás, el infante Pedro, heredero del rey aragonés, había contraído matrimonio en Montpellier con Constanza de Hohenstaufen, hija de Manfredo, último rey de Sicilia, y nieta de Federico II. Y fue precisamente este enlace el que armó de derechos sucesorios a la Corona de Aragón para anexionarse el trono de Sicilia.
El levantamiento popular de las Vísperas Sicilianas fue coordinado de forma directa y visible por Giovanni de Prócida.[4] Pero el historiador Villani, el cual merece toda confianza según Vittorio Angius en su obra Sulle famiglie nobili della monarchia di Savoia, asegura que fueron el conde Enrico de Ventimiglia y el Abad Palmieri los principales instigadores de dicha revuelta. Igualmente, Filodelfo Mugna, en su Teatro genologico delle famiglie nobili titolate feudatarie et antiche de'Regni di Sicilia, afirma que fue el conde Enrico de Ventimiglia junto a otros barones sicilianos los instigadores de las Vísperas.
La rebelión
El estallido
En la primavera de 1282 Carlos de Anjou se preparaba, en Nápoles, para encabezar una cruzada contra el Imperio bizantino y tomar Constantinopla. Se consideraba heredero de los príncipes cruzados y, como tal, pretendía restaurar el desaparecido Imperio Latino. Así, en aguas del puerto de Mesina esperaban las escuadras napolitana y provenzal listas para zarpar a comienzos de abril. Pero un inesperado suceso le obligó a cambiar de planes: el 30 de marzo estalló en Palermo una gran insurrección contra los franceses. Existen distintas versiones sobre cómo se desencadenaron los hechos.
La versión tradicional sitúa la chispa que encendió la revuelta en la iglesia del Espíritu Santo de Palermo, en la que se festejaba el lunes de Pascua y numerosos habitantes de la ciudad se habían reunido para asistir a los oficios vespertinos. En la plaza, junto al templo, los fieles esperaban la hora de iniciar las vísperas cuando llegó un grupo de franceses borrachos. Uno de ellos, un sargento, se dirigió a una joven casada y empezó a molestarla. Su esposo, furioso, sacó un cuchillo y lo apuñaló. Los demás franceses acudieron a socorrerlo y a vengarlo, pero los palermitanos, más numerosos, los rodearon y les dieron muerte justo en el momento en que las campanas de la iglesia y las de toda la ciudad empezaban a tocar.
Existe otra versión bastante más probable que sostiene que el levantamiento estaba planeado y que quienes lo habían organizado habían dispuesto que la señal para la sublevación sería el tañer de las campanas de vísperas.
Sea como fuere, iniciada la rebelión, la ira popular recorrió las calles de Palermo. Al grito de «¡Muerte a los franceses!», los habitantes de Palermo asesinaron a los cerca de 2000 franceses que se encontraban en la ciudad, incluyendo a ancianos, mujeres y niños. Llegaron a asaltar conventos en busca de clérigos a los cuales les daban la oportunidad de demostrar que no eran de origen francés si pronunciaban correctamente cirici (garbanzos en dialecto siciliano) de especial dificultad para los franceses[5]. En las jornadas siguientes, el levantamiento se extendió, en primer lugar, por las villas y ciudades cercanas, y después, por toda la isla. Únicamente Mesina se mantuvo del lado de los angevinos, aunque finalmente se unió en abril a la rebelión.
La intervención aragonesa
Una vez hubieron conseguido su independencia, los sicilianos pretendieron establecer un gobierno republicano, organizado en comunas, o en ciudades libres inspiradas en el modelo de la Italia central y septentrional. No obstante, dada la situación de indefensión, estas comunas no podrían sobrevivir por sí solas. Primero se solicitó la tutela del Papa. Este, Martín IV, de origen francés, rechazó tomar bajo su protección a la Sicilia que había expulsado al rey Carlos de Anjou.
Una delegación del Parlamento siciliano fue al encuentro del rey Pedro III de Aragón en el norte de África (en el mes de agosto) y le ofrecieron la corona.
Pedro III de Aragón se dirigió a la isla y desembarcó en Trápani el 29 de agosto; el día 30 entró en Palermo. El obispo de Cefalú le coronó como rey el 8 de septiembre. Los sicilianos al servicio del príncipe Pedro fueron vencidos en Magliano di Marsi, aunque los angevinos sufrieron una derrota definitiva en Mesina; perdieron en esta batalla a unos 10 000 soldados. Todas las ciudades de la isla, así como las de Malta, se sometieron al rey Pedro, si bien Carlos seguía conservando el sur de Italia, en el que continuaba llamándose rey de Sicilia, a pesar de no dominar ese territorio.
La guerra prosiguió tras las muertes de Carlos I de Anjou y de Pedro III de Aragón, sostenida por sus herederos Carlos II el Cojo, por la parte angevina, y Alfonso III y Jaime II por la aragonesa. Finalmente, tras el agotamiento del ejército angevino, se firmó en 1302 la Paz de Caltabellota, que supuso la independencia de Sicilia bajo el gobierno de Fadrique, hermano de Jaime II de Aragón. Nápoles permaneció en manos de la dinastía angevina.
En la cultura
Estos hechos sirvieron de base para algunas obras de la cultura popular:
- Giuseppe Verdi compuso una ópera sobre la misma pieza, titulada I vespri siciliani
- Luego del asesinato del jefe mafioso Joe Masseria el 15 de abril de 1931 para consolidar el crimen organizado en Nueva York bajo el mando de Salvatore Maranzano, el jefe mafioso Lucky Luciano ordenó los asesinatos de Maranzano y aquellos capos tanto de este como de Masseria a quienes Luciano veía como amenazas. Estos asesinados supuestamente ocurrieron el 10 de septiembre de 1931, lo que marcó el fin de la Guerra de los Castellammarenses en Nueva York y en la jerga de la mafia se le conoce como la Noche de las Vísperas Sicilianas. Esto se probó que fue principalmente un mito de la cultura mafioso ya que no existió evidencia de que estos asesinatos - aparte de los de Maranzano y unos pocos más – de verdad hubieran ocurrido.[6]
Comentario de Miguel Paleólogo
Años más tarde, en su autobiografía, Miguel VIII escribió: "Si me atrevo a afirmar que yo fui el instrumento de Dios para llevar la libertad a los sicilianos, entonces solo debería decir la verdad". [19] Pero, como observa Steven Runciman, con o sin el oro bizantino fue solo la gente orgullosa de Sicilia la que luchó contra su opresor armado; y "Sin embargo, puede haber sido planeado y preparado, pero fue esa tarde de marzo de las Vísperas en Palermo lo que derribó el imperio del rey Carlos" [20].
Bibliografía seleccionada
- Runciman, Steven, The Sicilian Vespers, Cambridge: Cambridge University Press, 1958, ISBN 0-521-43774-1.
- Lu rebelde di Sichilia, lu quale Hordinau y Fichi pari Misser Iohanni en Procita contra Re Carlu, que se encuentra en la Biblioteca Central de Palermo.
- La fuente narrativa más antigua de las Vísperas en la lengua siciliana Lu rebellamentu di Sichilia, escrita tal vez en 1287. Acredita a Juan de Procida por organizar el derrocamiento de los franceses y lo retrata de manera positiva. Dos historias posteriores de Guelfos en la Toscana, Liber Jani de Procida et Palialoco y Leggenda di Messer Gianni di Procida, posiblemente basándose en el Rebellamentu o en la fuente perdida del Rebellamentu, siguen enfatizando la participación de Juan de Procida, pero lo muestran desde una perspectiva más crítica. El Liber, como su título sugiere, enfatiza las negociaciones de Juan con Miguel VIII ("Paleólogo").
- Además de estos hay dos crónicas florentinas de importancia. La Nuova Cronica de Giovanni Villani, y Brunetto Latini, en su Tesoro, que adopta la versión siciliana de los eventos, que incluye la versión más temprana de la violación.
- Jordan, L'Allemagne et l'Italie, en las pp. 219–221. Esta es la mejor fuente del carácter blasfemo y astuto de Federico II como rey.
- Bäthgen, Die Regentschaft Papst Innocenz III im Konigreich Sizilien describe la minoría de Federico II. Véase también Van Cleve, Markward de Anweiler; y Luchaire, Inocencio III, vol. III; y Rome et l'Italie, pp. 153-204. Jordan, (supra) en las páginas 272–74 discute el origen de las facciones de Guelfos y Gibelinos. Véase también, Hefele-Leclercq, Historie des Conciles vol. VI, I, pp. 6-9.
- Chalandon, Historia de la Dominación Normanda en Italia, vol. I, pp. 189–211, 327–54. Esta fuente describe la conquista normanda de Italia y Sicilia por la familia Guiscard. Para su gobierno en Sicilia, ver vol. II.
Referencias
- Véase que el término fue acuñado ya en el siglo XV. Vísperas sicilianas en la Enciclopedia Católica .
- Su madre Bella d'Amico era la nodriza de Constanza Hohenstaufen, más tarde esposa de Pedro III de Aragón). Cuando Constanza se trasladó a la corte de Aragón, su nodriza fue con ella, llevando consigo a su hijo Roger, donde actuó desde pequeño como paje de Constanza. Era Roger sobrino del conde Guglielmo d’Amico, barón de Ficarra, hermano de Bella. Con feudos en Sicilia y Calabria (Lauria, a 37 Km. de Scalea, que le dio el apodo con que fue más tarde conocido: Ruggiero de Lauria), aunque tanto su familia como la de su madre (Amico) perdieron todos sus bienes y posesiones, confiscados por Carlos de Anjou.
- Della Sicilia Nobile, Volumen 2, Francesco Maria Emanuele e Gaetani Villabianca (marchese di), Stamperia de Santi Apostoli, Palermo MDCCLVII, Pag 528 y 529.
- "Al igual que otros tantos nobles sicilianos tenía poderosos motivos para participar activamente en el levantamiento: todas sus propiedades fueron confiscadas por el nuevo rey Carlos de Anjou, su mujer e hija fueron maltratadas o violadas por el caballero francés que acudió a arrestarle y uno de sus hijos fue asesinado." The Sicilian Vespers: A History of the Mediterranean World in the Later Thirteenth Century, Steven Runciman, Cambridge University Press 31 jul. 1992, ISBN: 0521437741, Pag. 224. Según la leyenda, se encontraba en Nápoles de incognito el 29 de octubre de 1268, cuándo ejecutaron a Conradino. Presuntamente recuperó el guanto di sfida (guantelete) que Conradino echó a la multitud antes de su ejecución.
- Peralta, Javier (22 de mayo de 2023). «vísperas sicilianas: la gran rebelión contra los franceses». Historia National Geographic. Consultado el 7 de julio de 2023.
- Critchley, David (2009). The Origin of Organized Crime in America: The New York City Mafia, 1891–1931. New York: Routledge. ISBN 978-0-415-99030-1.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Vísperas sicilianas.