El riesgo financiero es inherente al ámbito de la inversión. El riesgo es la probabilidad de que una inversión genere pérdidas de dinero o crezca a un ritmo más lento del que se espera. Para reducirlo por cuenta propia, deberás aprender a manejar tu cartera de inversiones. Afortunadamente, existen varias técnicas efectivas para gestionarla de manera efectiva.

Método 1
Método 1 de 3:
Comprender los riesgos financieros

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    Conoce los distintos tipos de riesgo. La mayoría de ellos puede categorizarse como sistemático y no sistemático. El primero afecta a la economía general y a todos los negocios involucrados como, por ejemplo, las pérdidas producto de la recesión. Por otro lado, los riesgos no sistemáticos son aquellos que varían entre las empresas y las industrias, los cuales pueden minimizarse a través de una planificación cuidadosa.[1]
    • Las tasas de interés, las guerras y la recesión económica son algunos de los factores que componen los riesgos sistemáticos, los cuales pueden amortiguarse a través de coberturas.
    • Los riesgos no sistemáticos también se conocen como "riesgos únicos", dado que ocurren en una sola empresa.
    • Por lo general, cuanto mayor riesgo asumas como parte de la inversión financiera, mayor será la ganancia que podrías obtener. Sin embargo, dado que esto no se puede predecir, se requiere una planificación cuidadosa para determinar el nivel de riesgo que puedes asumir.
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    Comprende el riesgo sistemático. Existen muchos tipos de riesgos sistemáticos, pero la cualidad primaria a tener en cuenta es que diversificar la cartera de inversiones tendrá un efecto limitado en el riesgo sistemático. Este tipo de riesgo se conoce como "riesgo de mercado" o "riesgo no diversificable" debido a su predominancia en la economía de mercado.[2]
    • El riesgo de interés es el riesgo de que el cambio de las tasas de interés haga que la tasa de inversión actual no sea favorable.
    • El riesgo de inflación es el riesgo de que la inflación aumente, haciendo que la inversión actual se reduzca en comparación.
    • El riesgo de liquidez está asociado con "atar" tu dinero a activos a largo plazo que no pueden venderse fácilmente.
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    Aprende más acerca del riesgo no sistemático. Este tipo de riesgo se refiere al peligro de invertir en una determinada empresa o negocio. Algunos ejemplos incluyen a la retirada de productos, un cambio de gestión, el crecimiento de la competencia o los cambios normativos. Es posible minimizar estos riesgos al reducir la exposición ante determinado negocio o sector empresarial, dado que todas las pérdidas serán independientes o contenidas.[3]
    • Dos ejemplos de categorías de riesgos no sistemáticos incluyen al riesgo de gestión y el riesgo de créditos. El riesgo de gestión es la posibilidad de que las malas decisiones de una gestión perjudiquen a la empresa en la que has invertido. El riesgo de crédito es la posibilidad de que un instrumento emisor de deuda (como un emisor de bono) incumpla con el pago de los préstamos.
    • Tener distintos tipos de acciones en varias empresas te ayudará a sufragar los riesgos asociados con el riesgo no sistemático.
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    Reconoce la diferencia entre las clases de activos. La mayoría de los activos financieros se pueden categorizar como acciones, bonos, bienes raíces o efectivo. Cada uno de ellos tiene sus beneficios y limitaciones.[4]
    • El efectivo es el activo más simple, y su principal riesgo es la tasa de inflación.
    • Los bonos son relativamente seguros, pero están sujetos a la tasa de interés, al igual que el riesgo de liquidez (sistemático). Esto quiere decir que no podrás convertirlos en efectivo cuando lo necesites.
    • Las acciones son las inversiones más arriesgadas a corto plazo (la fluctuación del mercado es un riesgo sistemático considerable), pero suelen proporcionar un ingreso constante a largo plazo.
    • Los valores de los bienes raíces suelen ser relativamente estables, si bien pueden aumentar o reducir con el paso del tiempo. Además, es probable que no puedas venderlos tan rápido como quisieras. Por lo general, se considera que los bienes raíces no son líquidos.
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    Comprende el riesgo financiero basado en los activos. Existen diferentes tipos de riesgos asociados a los tipos de activos. Por ejemplo, en el caso de los préstamos hipotecarios, los bancos emiten un bono al deudor hipotecario en forma de préstamo. La ganancia del banco proviene de la tasa de interés aplicada a la hipoteca. En el caso de que la hipoteca se cancele de forma anticipada, el banco perderá el ingreso esperado.
    • El riesgo de tasa de interés puede cambiar con el paso del tiempo, dando como resultado el riesgo de tasa de interés. Si tienes una tasa de interés variable en un préstamo, puedes asumir el riesgo de que la tasa de interés incrementada cambie el futuro precio de la compra.
    • El riesgo de mercado es la posibilidad de que un activo pierda valor con el paso del tiempo.
    • El riesgo de liquidez es el riesgo de que un activo o título no puedan convertirse en efectivo en el plazo de tiempo necesario.

Método 2
Método 2 de 3:
Diversificar tus bienes

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    Determina el nivel de riesgo asociado con tus diversas inversiones. Antes de reducir el riesgo, es necesario que comprendas el nivel de riesgo esperado de cada una de las inversiones. Evalúa el propósito de cada una de ellas, y el nivel de riesgo que puedes asumir o sostener en cada caso.[5]
    • Las acciones son una de las inversiones más arriesgadas de todas, pero también proporcionan las mayores ganancias. Ten en cuenta que no existe una garantía de reembolso o devolución, y que los cambios en la confianza de los inversores pueden crear una volatilidad del mercado que puede reducir el valor de las acciones.
    • Los bonos son menos arriesgados que las acciones. Dado que son instrumentos de deuda, el reembolso está garantizado. El nivel de riesgo depende de la capacidad crediticia del emisor; una empresa con créditos inestables es más propensa a incumplir con el pago del bono. También es importante tener en cuenta el riesgo de tasa de interés que afecta más a los bonos que a las acciones.[6] Una tasa de interés en aumento se traduce en la caída del precio de los bonos.[7]
    • Las inversiones equivalentes en efectivo, como las cuentas del mercado de valores, las cuentas de ahorro y los bonos del gobierno son menos riesgosos. Estas inversiones tienen una elevada liquidez, pero proporcionan ingresos bajos.
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    Determina el nivel de riesgo que puedes asumir. A la hora de evaluarlo, tendrás que analizar cómo quieres usar el dinero de las inversiones en el futuro.[8]
    • Si planeas hacer un gran gasto en el futuro (como una casa o una matriculación) o piensas jubilarte pronto, asume riesgos relativamente bajos. De esta forma, te asegurarás de que la volatilidad del mercado no reduzca el valor de tus inversiones justo antes de convertirlas y extraerlas en dinero.
    • Si tienes un objetivo a largo plazo, es posible asumir un mayor riesgo. Los objetivos a largo plazo te permitirán esperar las fluctuaciones del precio de las acciones y obtener mayores ganancias a largo plazo.
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    Distribuye los activos de manera estratégica para reducir el riesgo de tu cartera de inversiones. El primer aspecto clave para reducir el riesgo es distribuir el dinero en distintos tipos de inversiones. La cartera debe incluir acciones, bonos, equivalentes en dinero, y posiblemente otras inversiones, como los bienes raíces. La proporción de las mismas dependerá del nivel de riesgo que quieras asumir.
    • Distribuir los activos de manera estratégica te permitirá protegerte de los riesgos de que ciertos activos puedan dar buenos resultados, mientras que otros no.
    • Invertir entre las acciones y los bonos te protegerá de los riesgos de una mala rentabilidad de cualquiera de ambas categorías.
    • Utiliza una calculadora virtual de distribución de activos como, por ejemplo: https://www.dinkytown.net/java/SPAssetAllocator.html[9] Este tipo de herramienta proporciona un buen marco de referencia para comprender cómo distribuir tus fondos, por más que tus preferencias personales puedan variar.
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    Comprende la cobertura. Una excelente estrategia para mitigar el riesgo inherente de invertir es “cubrir” tu inversión. El objetivo es proteger o equilibrar el riesgo de un activo vulnerable al invertir en algo que, en caso de que sufra una pérdida, el otro activo presente una ganancia. Si bien quizás no logre compensar toda la pérdida, puede ayudarte a reducirla.[10] [11]
    • La cobertura no es gratuita, y el objetivo no es ganar con esta inversión, sino protegerte. Por ejemplo, piensa en el seguro del coche. En caso de sufrir un accidente, el seguro te permitirá ahorrar mucho dinero en reparaciones. Por otro lado, quizás nunca sufras un accidente, en cuyo caso habrás realizado todos esos pagos de todas formas.
    • Aprende más acerca de la cobertura al hacer clic aquí.
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    Reduce el riesgo de cada uno de los activos a través de la diversificación. Diversificar tu cartera de inversiones implica comprar un solo tipo de activos de distintas empresas. Esto te protegerá, en caso de que una empresa o industria no presenten una buena rentabilidad o quiebren.[12]
    • Por ejemplo, si compras acciones en 30 empresas distintas, es poco probable que todas presenten una mala rentabilidad o quiebren a la vez, excepto que abarquen todo el sistema económico. Sin embargo, si inviertes la misma cantidad de dinero en las acciones de una sola empresa, la misma podría presentar una mala rentabilidad o podría arrastrar todo tu dinero con ella.
    • Recuerda que la diversificación no te protegerá contra los riesgos sistemáticos.
    • Para diversificar tu cartera, considera los fondos cotizados en bolsa. Esta es una especie de fondo mutuo compuesto por un índice de activos (bonos, acciones, futuros, etc.), pero, a diferencia de un fondo mutuo, puede comercializarse como una acción común y tiene una mayor liquidez.[13]

Método 3
Método 3 de 3:
Planificar tu horizonte temporal

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    Evalúa tu horizonte temporal. Tu horizonte temporal es una fecha establecida (generalmente meses, años o incluso décadas en el futuro) para alcanzar tu objetivo financiero. Un horizonte temporal muy común es la fecha de jubilación. En el caso de que tengas un horizonte temporal más extenso, puedes tomar decisiones financieras más arriesgadas. De lo contrario, tendrás que minimizar los riesgos tanto como sea posible.[14]
    • Un ejemplo de un horizonte temporal más breve podría ser un adolescente que ahorra dinero para su educación universitaria, o una persona de más de 50 años que está planeando su jubilación.
    • Los inversores a largo plazo deben estar dispuestos (y ser capaces) de “sobrellevar” los puntos bajos o bases del rendimiento financiero, es decir, los períodos en los que sus activos pierden valor.
    • Mantener un activo durante más tiempo no necesariamente se traduce en un incremento en su valor.
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    Evalúa tu nivel de tolerancia al riesgo. La tolerancia al riesgo se basa en tu capacidad financiera y emocional de perder gran parte de la inversión original a cambio de potenciales ganancias mayores.[15]
    • El riesgo de tolerancia puede cambiar con el paso del tiempo, pero tu temperamento, no.
    • Una persona con un mayor riesgo de tolerancia puede asumir inversiones más agresivas (y riesgosas), mientras que otra con una menor tolerancia estará más contenta con un menor riesgo de inversión, por más que las ganancias puedan ser más bajas.
    • Evalúa tu riesgo de tolerancia en términos de sueño; evita cualquier cosa que te preocupe y te haga perder el sueño. Si una inversión te mantiene preocupado y despierto por la noche, es posible que hayas asumido un riesgo mayor al que puedes tolerar.
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    Cambia la distribución de los activos cuando sea necesario. Si tu horizonte temporal cambia o las circunstancias de la vida modifican tu nivel de tolerancia de riesgo, considera la opción de redistribuir tus activos. Esto se conoce como "reequilibrar", y ocurre cuando las inversiones ya no están alineadas con los objetivos de inversión. Muchos inversionistas redistribuyen sus inversiones de manera anual o semestral.[16]
    • Reequilibrar los activos puede conllevar gastos de transacción o consecuencias tributarias o fiscales.
    • Evita redistribuir los activos en base a su rendimiento. Ten en cuenta que, si un activo no proporciona resultados favorables, es posible que su valor incremente en el futuro. Recuerda el viejo dicho “compra barato, vende caro”.

Consejos

  • Vuelve a evaluar constantemente tus decisiones de inversión según los cambios en tus necesidades y las modificaciones del mercado. Por ejemplo, a medida que tu jubilación se acerque, coloca gran parte de tu dinero en una inversión de bajo riesgo.
  • Considera la opción de consultar con un asesor financiero para lidiar mejor con los riesgos.

Advertencias

  • No existe una forma de eliminar por completo el riesgo de una inversión financiera.

Acerca de este wikiHow

Michael R. Lewis
Coescrito por:
Asesor financiero
Este artículo fue coescrito por Michael R. Lewis. Michael R. Lewis es un ejecutivo corporativo jubilado, empresario y asesor de inversiones en Texas. Tiene más de 40 años de experiencia en negocios y finanzas, incluso como vicepresidente de Blue Cross Blue Shield de Texas. Tiene una licenciatura en Administración de Empresas en Gestión Industrial de la Universidad de Texas en Austin. Este artículo ha sido visto 5471 veces.
Categorías: Finanzas y negocios