Magdaleniense

La cultura Magdaleniense es una de las últimas culturas del Paleolítico superior en la Europa occidental, que fue caracterizada por los rasgos de su industria lítica y ósea. Su nombre fue tomado de La Madeleine, cueva francesa de la Dordoña. Sucede a la cultura Solutrense.

Distribución de la cultura magdaleniense en Europa. En rosa, el Magdaleniense y en rojo, el Epigravetiense, los puntos azules son yacimientos.

El Magdaleniense, que se extendió a lo largo del Würm IV, tuvo una secuencia alterna de clima frío y seco, y fresco y húmedo. El cambio climático acaecido hace unos 12 000 años hizo modificar los hábitos cinegéticos y alimenticios, dando por finalizado al Magdaleniense con la transición al Aziliense.[1]

Las subdivisiones dependen según autores y según zonas geográficas, y los sistemas de periodización se pueden fijar en distintos métodos u objetos y su evolución.[2]

Concepto general

La cultura Magdaleniense se extendió por Francia, Suiza, España y Alemania hace 17.000 años, perdurando hasta hace 12.000 años; es decir, hasta el inicio del Holoceno (ca. 11.700 BP). Se divide en inferior y superior, cada una a su vez subdividida en tres estadios (I, II y III). En Inglaterra existe una cultura paralela al final del Magdaleniense, llamada creswelliense. En la península ibérica, la obra magdaleniense más famosa son las cuevas de Altamira.

Puede considerarse como la primera civilización europea occidental, pues debido a un aumento demográfico sobrepasa los límites de su foco originario y se extiende prácticamente por todo el continente europeo. La necesidad de materias primas líticas de buena calidad es un motivo importante para desplazar a un grupo a buscarlas, a veces a varias decenas de kilómetros. Utensilios de un sílex especial denominado tipo Urbasa, procedente de la sierra navarra homónima, han sido encontrados a lo largo de la cornisa cantábrica y suroeste de Francia, a 400 kilómetros.

Las oscilaciones del clima entre cálidas y frías, y húmedas y secas, tienen una gran influencia tanto sobre la fauna como sobre la flora. En las etapas templadas, predominan los caballos, bosques de hoja caduca y extensas praderas de gramíneas, mientras que en las épocas más frías, la especie representativa es el reno y hay una regresión de los bosques en beneficio de las praderas.

Enterraban a sus muertos, pero se conocen escasas sepulturas, comúnmente son simples fosas poco profundas. Se han encontrado extensos campamentos al aire libre, organizándose en tiendas o cabañas. Esta tendencia al agrupamiento se ve reforzada, pues determinados yacimientos son auténticas necrópolis.

Fue una cultura de cazadores. Su base era la caza del caballo, mientras que en la Europa del Este el mamut era la especie más codiciada. Surge un aprovechamiento completo de las especies animales.

El tipo humano que da lugar a este periodo es el cromañón u Homo sapiens.

Expansión de los recursos

La expansión de los recursos, que tuvo lugar durante el solutrense, permite continuar con esta estrategia en un entorno similar, de ahí la expresión "con un solo valle basta". La cantidad de recursos de que disponen los magdalenienses es tan grande que les permite volverse semisedentarios.

La principal novedad que aporta a los recursos el magdaleniense es la explotación de los recursos marinos. La pieza lítica que caracteriza al magdaleniense es el arpón, diseñado para atrapar grandes presas marinas, como cachalotes o ballenas. Esto supone que utilizaban embarcaciones (los magdalenienses desarrollaron las primeras embarcaciones de la historia) para pescar en alta mar que no se han conservado al estar hechas de madera.

Aparte de la explotación de los recursos marinos, se continúa con el sistema cazador-recolector adaptado a las nuevas condiciones.

Magdaleniense inferior y superior

Esta división está ampliamente extendida, aunque también se llega a incluir un Magdaleniense medio en alguna literatura. A su vez se ajustan las divisiones en zonas geográficas, donde la difusión de las distintas partes o estadios cambian en fechas, por ejemplo, es fácil encontrar menciones a, por ejemplo, «Magdaleniense inferior cantábrico».

Magdaleniense inferior

Como características comunes cabe citar los buriles, raspadores y raspadores-buriles.

Magdaleniense inferior, estadio I

Se caracteriza por raederas, extrañas piezas de sílex pequeñas y con toscos retoques, perforadores múltiples y azagayas de base biselada. Numerosas raclettes, azagayas cilíndricas de largo bisel con estrías en forma de espiga.

Magdaleniense inferior, estadio II

Caracterizado por la existencia de triángulos escalenos. Abundante utillaje sobre hojas y hojitas, disminución de raclettes y buriles. Azagayas bicónicas.

Magdaleniense inferior, estadio III

Caracterizado por puntas de azagaya de hueso con largo bisel, a veces con surco. Azagayas macizas de bisel largo y liso y azagayas con ranuras laterales. Varillas semicirculares.

Magdaleniense superior, estadio I

Caracterizado por los prototipos de arpones. Se encuentran muchas estatuillas de bulto redondo, hechas con asta de reno, hueso y a veces marfil, así como los llamados «bastones perforados» (hasta hace poco todavía erróneamente denominados como «bastones de mando»), realizados en la mayor parte de casos con tramos de asta de reno y, en la menor parte de casos, de ciervo. Desde el siglo XIX se han propuesto numerosas hipótesis para explicar su función, asociándolos a todo tipo de usos y herramientas. Una teoría que todavía era dominante a principios del siglo XXI consistía en interpretar estos bastones como herramientas destinadas a la fabricación y/o al enderezamiento de azagayas, o simplemente como propulsores. Estudios más recientes, publicados en 2014 por el estadounidense Christopher Kilgore y el francés Erik Gonthier,[3][4] han aportado numerosas observaciones que muestran que, en realidad, los bastones de agujero perpendicular (designados como «tipo A» en la tesis Kilgore-Gonthier) servían para la fabricación de cuerdas obtenidas mediante el trenzado de crines de caballo. Para Gonthier y Kilgore, como ya lo había sugerido Henri Breuil en 1954,[5][6] estos bastones eran los mangos de ruecas giratorias con las que se hilaban las crines, mientras que los bastones de agujero oblicuo (designados como «tipo B» en la tesis Kilgore-Gonthier) eran empuñaduras de freno usadas para bloquear cuerdas y detener de este modo animales capturados con lazos o redes. Numerosas representaciones parietales y un fragmento de cuerda descubierto en la cueva de Lascaux el 25 de septiembre de 1953 (de una antiguëdad de entre 17 000 y 18 000 años[3]) han establecido hace tiempo que la cuerda, el lazo simple, el lazo con pértiga y la red eran objetos de fabricación cotidiana durante el Paleolítico superior.[3][7]

El arte magdaleniense se caracteriza por el desarrollo del bajorrelieve y del grabado, existiendo algunos ejemplos de estas técnicas en placas de roca caliza, sobre todo representando animales. Hay grabados en huesos o astas de reno y en los bastones perforados. Se conoce también algún modelado en arcilla. Se han efectuado hallazgos del llamado arte decorativo, consistente en motivos geométricos (principalmente espirales) en diversas regiones. La pintura se ha hecho polícroma y la perspectiva se ha enderezado. El trazo es más fino. Los animales son a veces grabados antes de ser pintados.

Magdaleniense superior, estadio II

Caracterizado por arpones de una sola hilera de dientes y por la existencia de tridentes; existen asimismo puntas de muesca magdaleniense de sílex.

Magdaleniense superior, estadio III

Caracterizado por arpones de doble hilera de dientes y buriles "pico de loro", puntas azilienses, microrraspadores cortos, microlitos geométricos y puntas pedunculares. Durante esta fase se encuentran bajorrelieves en simples ahuecados, que representan caballos, cabras, bisontes, peces, pájaros y a veces figuras humanas. Se conocen igualmente muchos dibujos de filas de caballo de cabeza desproporcionadamente grande.

Magdaleniense en fases

Algunos autores, como González Echegaray y Utrilla, utilizan una taxonomía del magdaleniense basada en fases: 0, I, II, III, IV, V y VI, cuyo origen es la periodización de Breuil.

Para la costa cantábrica se han hecho coincidir ambos sistemas según la siguiente división: 0, I, II y III con Magdaleniense inferior y IV, V y VI con Magdaleniense superior, aunque hay discrepancias, especialmente con la atribución del magdaleniense III.[8][9]

Véase también

Cuevas con arte magdaleniense

Notas y referencias

  1. Fullola Pericot, 2002, p. 69
  2. Fernández, s/a.
  3. Christopher Kilgore (de la Universidad Rice, 6100 Main St, Houston TX 77005, Texas, Estados Unidos) y Erik Gonthier (del departamento de prehistoria del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, Museo del Hombre, 17, plaza del Trocadero, 75116, París, Francia), First Discoveries of Cordage Manufacture Using Perforated Batons. Evidence from Upper Palaeolithic Mobiliary and Parietal Art / Premières Découvertes sur les techniques de fabrication de cordages à partir de rouets (Bâtons-percés). Évidences sur le mobilier et l’art pariétal du Paléolithique supérieur (Magdalénien), artículo publicado en la revista L'Anthropologie, Ediciones Elsevier, volumen 118, número 3, junio/agosto de 2014, pp. 347–381.
  4. Erik Gonthier, Bâtons percés et fabrication des cordes au Paléolithique supérieur, conferencia organizada por la Sociedad de Amigos del Museo Nacional de Historia Natural de Francia y pronunciada por Gonthier en el Instituto de Paleontología Humana de París (1, rue René Panhard 75013 Paris) el 17 de octubre de 2015.
  5. Henri Breuil, Bâtons percés paléolithiques supérieurs et torteiraes (portugais), in : 4ème Congrès International de sciences préhistoriques et protohistoriques, Madrid 1954 : Chronique, Luis Péricot García Ed., Madrid, s.n., 1954.
  6. C. L. Camp, H. J. Allison y R. H. Nichols, Bibliography of Fossil Vertebrates, 1954-1958 (en inglés)
  7. Henri Breuil, «Découverte par M. l'abbé Glory de débris de corde paléolithique à la grotte de Lascaux (Dordogne)», Comptes rendus des séances de l'Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, année 1955, volume 99, numéro 2, p. 194 (en francés)
  8. González Echegaray, J. (2007/2008). «Balance sobre el Magdaleniense III en la Costa Cantábrica» (PDF). Veleia (24-25): 483-492. ISSN 0213-2095. Consultado el 6 de mayo de 2012.
  9. Utrilla, Pilar (1996). «La sistematización del Magdaleniense Cantábrico: Una revisión histórica de los datos». En Moure Romanillo, Alfonso, ed. "El hombre fósil" 80 años después: volumen conmemorativo del 50 aniversario de la muerte de Hugo Obermaier. Gijón (Asturias): Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. pp. 211-247. ISBN 84-8102-139-3. Consultado el 6 de mayo de 2012. La versión online se encuentra limitada a una vista parcial.

Bibliografía

  • Fullola Pericot, Josep Maria (2002). «El paleolítico superior en la Península (paisaje 2)». En García de Cortazar y Ruiz de Aguirre, Fernando (Director), ed. Nueva Historia de España. La Historia en su lugar. Tomo 1: Los albores de la Historia (desde los orígenes hasta el siglo III a. C.). Planeta. pp. 59-70. ISBN 84-08-46576-7.
Predecesor:
Perigordiense

Solutrense

Culturas de Europa Occidental
Paleolítico superior
22.000 BP-17.000 BP
Sucesor:
Aziliense

Maglemosiense Swideriense

Enlaces externos

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