Cuando estaba estudiando comunicación social y
periodismo, amaba las cámaras y quería ser directora de fotografía para cine,
fotógrafa de National Geographic o reportera gráfica de guerra, aunque esta
opción no le sonaba mucho a mi mamá. También, me encantaba la investigación de
historia, estar en los archivos horas larguísimas pasando hojas de periódico de
antaño era realmente apasionante y todavía lo es. Otra de mis grandes pasiones era la
radio, sentía por este un amor de esos que me hacía latir más fuerte el corazón,
afortunadamente todavía en los audios de los videos que hago lo puedo transmitir al hablar al
oído del micrófono.
Todo finalmente me haría feliz de una manera u otra, sin
embargo yo quería algo en lo que pudiera ayudar a la gente, algo que no me
hiciera sentir tan egoísta por buscar solo mi felicidad. Después de mi
práctica en el sector público y privado pensé que lo mejor era buscar una
fundación en la que pudiera cumplir ese pequeño y pretensioso sueño.
Comencé a mandar hojas de vida para todas partes, pensé
en trabajar haciendo cualquier cosa relacionada con mi campo mientras
encontraba lo que realmente me gustaba. Pero como para no perder el tiempo y
hacer algo que me diera algo de dinero, trabajé como mesera en un
restaurante de esos llamados “corrientazo”, era chistoso porque quedaba en la
zona franca y todos los platos tenían que ver con el aeropuerto, para darles un
ejemplo: la pierna pernil de pollo se llamaba “azafata”.
Una de las entrevistas que recuerdo fue en una cadena de
hoteles en Bogotá. No me fue muy bien, pero precisamente eso fue lo bueno, pues
me ayudaron a corregir mi hoja de vida y me di cuenta de como sería una
entrevista, creo que entre más entrevistas mejor, así uno ya llega “con más
cancha” a la entrevista del trabajo que realmente quiere.
Finalmente, me llamaron de la fundación, la convocatoria
estaba en inglés así que envié mi hoja de vida en el mismo idioma y creo que
eso me ayudó mucho. Llegué, hice una prueba de esas psicológicas y después me
pasaron a hablar con alguien que debía hacer el filtro, el me hizo como cuatro
preguntas y todas muy básicas, entonces yo le pregunté:
- Señor,
perdóneme, pero yo de verdad quiero trabajar aquí, ¿no me va a preguntar nada
más?
A lo que el respondió:
- Me gusta su
actitud, creo que es muy posible que obtenga el empleo.
Yo salí feliz y un poco convencida de que el trabajo
sería mío, pero de verdad estaba tan contenta que sonreía a la gente que se
cruzaba conmigo en mi caminada al Transmilenio.
Finalmente, tuve una entrevista con la Directora Ejecutiva
de la época, mi primera jefa. A ella solo le inquietaba si yo de
verdad quería trabajar en una posición tan básica y por tan poco
dinero. Yo le respondí que a mí no me importaba ni la plata ni el cargo, que
por más básico que fuera seguro iba a aprender mucho y era lo que realmente
quería: saber como funcionaba una entidad sin ánimo de lucro, porque el sueño
de esa época era ser Directora Ejecutiva de una Fundación.
Hoy, después de 8 años, soy la Directora de la Fundación GCFAprendeLibre, cumplí mí sueño y soy muy feliz por haberlo logrado. Lo malo de cumplir los sueños es que siempre se va a querer uno nuevo y todavía no lo tengo. Por ahora, sigo en la búsqueda de un nuevo reto, un sueño que me haga feliz y ayude a más personas.