Idealmente, debes lavarte la cara dos veces al día (una vez por la mañana y una vez antes de ir a dormir). Si has elegido el tipo incorrecto de jabón, esto puede hacer que sientas la cara seca. La sequedad puede ocasionar daño a la piel, deterioro del cutis y enrojecimiento general. El limpiador ideal debe ser lo suficientemente fuerte como para limpiar, pero no tanto como para dejar tu piel escamosa y dañada. Debes eliminar el sebo, la suciedad y otros contaminantes para que tu piel luzca limpia y natural. Si te has excedido y ahora necesitas tratar la piel irritada, hay muchas maneras de aliviar los síntomas asociados con la sequedad dermatológica. Una vez que superes el problema, tendrás que escoger el limpiador facial adecuado para tu piel.

Método 1
Método 1 de 2:
Aliviar la piel irritada a causa de un limpiador facial

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    Enjuaga el limpiador facial cuidadosamente con agua a temperatura ambiente. El agua muy caliente o muy fría puede dañar la piel, haciendo que sus células sufran un choque. Usa agua a temperatura ambiente y asegúrate de enjuagarte la cara completamente. Si crees que puedes tener residuos de jabón en la cara, entonces enjuágate por más tiempo de lo normal.
    • Los residuos de jabón pueden obstruir los poros como la grasa y el maquillaje, pero en vez de provocar brotes, la piel empezará a agrietarse después de una exposición prolongada al jabón base.[1]
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    Usa una crema hidratante de alta calidad después de usar el limpiador facial. Si el limpiador facial te irrita la piel, probablemente elimina demasiados aceites. Una crema hidratante repondrá los aceites buenos y ayudará a retener el agua en la piel. La piel deshidratada conduce a la irritación, a la sequedad, a la descamación y al malestar general. La clave para un buen programa de cuidado de la piel es una buena crema hidratante.
    • Las cremas hidratantes que contienen humectantes (sustancias que reducen la pérdida de agua) son muy efectivas. Busca cremas hidratantes con urea, alfahidroxiácidos llamados ácido láctico o ácido glicólico, glicerina o ácido hialurónico en la lista de ingredientes. Si los encuentras ahí, entonces has encontrado una buena crema hidratante.[2]
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    No te rasques. Muy a menudo, la piel seca produce comezón, lo cual hace que te rasques. Hacerlo solo dañará aún más la piel y puede conducir posiblemente a infecciones bacterianas secundarias. Si desarrollas una infección de este tipo, es posible que necesites antibióticos o como mínimo prolongarás cualquier problema de la piel. Lucha contra las ganas de rascarte. Usa otros medios para combatir la comezón.[3]
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    Aplica un poco de aloe vera a la piel. El aloe vera es una planta milagrosa. Alivia el malestar asociado a la mayoría de los trastornos de la piel (por ejemplo, quemaduras de sol y piel seca e irritada). Puedes cultivar tu propio aloe vera. Si lo usas en su forma natural, corta una de las hojas de la planta y exprime el gel. Frota el gel en la piel irritada. Si crees que esto no es agradable, puedes comprar aloe vera en muchas marcas y aromas diferentes en la farmacia o en el supermercado.[4]
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    Usa vaselina para tratar la piel seca o agrietada. Uno de los tratamientos más comunes para la piel seca (tal vez a causa del limpiador facial) es la vaselina. Esta sustancia es suave para la piel. La Academia Americana de Dermatología recomienda la vaselina por encima de otros productos de consumo para la piel seca leve y la irritación general. No es costosa y puedes comprarla en la mayoría de los supermercados y de las farmacias.
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    Aplica algo de vinagre de sidra de manzana a la piel irritada. Este producto es un agente antiséptico, antibacteriano y antifúngico efectivo que combate la comezón.[5] Solo pon algunas gotas en un bastoncillo o en una bola de algodón, y luego espárcelas en el área. Puedes usar vinagre de sidra de manzana crudo, orgánico y sin filtrar, o una versión procesada.
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    Visita a un dermatólogo. Si sientes mucho dolor en la piel, si se mantiene seca e irritada por un periodo largo o si empieza a sangrar, visita a un dermatólogo. Este puede prescribir un nuevo programa higiénico o un medicamento prescrito para tu tipo de piel. También podrá identificar si tienes un problema crónico de la piel (que tenga relación con el limpiador facial), como eczema o rosácea.

Método 2
Método 2 de 2:
Escoger el limpiador facial adecuado

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    Escoge un jabón tomando como base tu tipo de piel. Muchas veces, las personas eligen un limpiador facial tomando como base un comercial o la recomendación de un amigo con una “mejor” piel que la de ellas. El problema es que la piel de cada persona es distinta, así que un jabón hecho para una piel naturalmente grasa eliminará demasiados aceites valiosos de la piel no grasa de alguien. Así que hazte la siguiente pregunta: ¿Mi cara es naturalmente grasa o seca?[6]
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    Escoge un “tipo” de jabón facial que funcione para ti. Los jabones faciales vienen en una variedad de tipos, como barras, espumas, no espumosos, no jabonosos, bálsamos limpiadores, micelares, a base de aceite y medicinales. Para activar y usar efectivamente la mayoría, solo se necesita agua. Los limpiadores faciales micelares ya son acuosos y para su aplicación y su eliminación solo se necesita un bastoncillo o una almohadilla de algodón.
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    Presta atención a los ingredientes del jabón facial. Muchas veces, se añaden toques de lavanda, coco o alguna otra sustancia a los limpiadores faciales para que parezcan más sofisticados o simplemente para que huelan bien. Tal vez esto no haga que tu piel se seque o que se agriete, pero es una posibilidad. Si recientemente has probado un nuevo jabón facial y tu cutis empeora, considera la posibilidad de escoger otro jabón sin perfume.[7]
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    No compres jabones faciales con ingredientes “malos” como lauril sulfato de sodio o alcohol. Estos dos ingredientes tienden a ser demasiado fuertes para la mayoría de las personas. El lauril éter sulfato de sodio es un poco más suave que su contraparte más extrema (lauril sulfato de sodio), pero ambos irritarán la piel susceptible a los jabones fuertes.[8]
    • Si tu jabón favorito tiene estos ingredientes “malos” incluidos a un lado del empaque, es posible que debas considerar la posibilidad de cambiar a un limpiador distinto. Aunque hay cierta controversia en torno al uso del lauril sulfato de sodio, el uso prolongado puede estar asociado al cáncer, a la neurotoxicidad, a la toxicidad de los órganos, a la irritación de la piel y a la alteración endocrina.[9]
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    Prueba varios tipos de jabón para saber cuál se adecúa mejor a tu piel. Una buena prueba para los jabones faciales es limpiarte la cara con una bola de algodón remojada en alcohol después de habértela lavado. Si sigues encontrando grasa o restos de maquillaje, entonces es posible que el jabón no sea suficientemente fuerte. Toma en cuenta que los restos de grasa o de algo por el estilo también pueden indicar simplemente que el lavado facial es insuficiente. Intenta lavarte la cara de nuevo antes de dejar el jabón.[10]
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    Busca las reseñas de los consumidores. Algunos consumidores asumen que los precios más altos equivalen a un mejor producto; sin embargo, como ya se dijo, la piel de cada persona es distinta, así que a algunas personas pueden gustarles los productos costosos, mientras que a otras no les parecerán igualmente satisfactorios.[11] Lee un amplio espectro de comentarios de personas que hayan usado el producto antes de probarlo. Fíjate si se quejan de sequedad posterior, de olores persistentes, de brotes o de cualquier otro problema dermatológico que pueda provocar una erupción roja o hacer que tu piel se enrojezca y te pique.[12]
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    Pide consejo a un dermatólogo. La piel de cada persona fluctúa entre grasa y seca, o aceitosa y no aceitosa. Algunas cosas como el estrés, el clima, las actividades diarias, el contacto con contaminantes y otros factores pueden cambiar drásticamente tu piel. Visita a un dermatólogo y pregúntale cuál es el mejor limpiador facial para ti tomando como base tu tipo de piel. Este incluso puede prescribir un par de limpiadores faciales distintos que se adapten a las fluctuaciones de tu piel.

Acerca de este wikiHow

Paul Friedman, MD
Coescrito por:
Dermatólogo certificado por la Junta Estadounidense de Dermatología
Este artículo fue coescrito por Paul Friedman, MD. El Dr. Paul Friedman es un dermatólogo galardonado y certificado por el colegio oficial que se especializa en cirugía láser y dermatológica, y dermatología estética. El Dr. Friedman es el director de Dermatology & Laser Surgery Center en Houston, Texas, y ejerce en el Laser & Skin Surgery Center de Nueva York. El Dr. Friedman es profesor clínico asistente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas, Departamento de Dermatología, y profesor clínico asistente de dermatología en el Colegio Médico Weill Cornell, Hospital Metodista de Houston. El Dr. Friedman completó su residencia en dermatología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde se desempeñó como jefe de residentes y fue galardonado dos veces con el prestigioso Premio Husik por su investigación en cirugía dermatológica. El Dr. Friedman completó una beca en el Laser & Skin Surgery Center de Nueva York y recibió el premio Young Investigator's Writing Competition de la Sociedad Estadounidense de Cirugía Dermatológica. El Dr. Friedman ha participado en el desarrollo de nuevos sistemas láser y técnicas terapéuticas, siendo reconocido como un médico líder en el campo. Este artículo ha sido visto 15 060 veces.
Categorías: Cuidado de la piel